Franz J. Hinkelammert

Henry Mora Jiménez

Una «economía para la vida», aunque parte del carácter multidimensional y complejo de la vida humana, la analiza en función de las condiciones de posibilidad de esta misma vida a partir de la reproducción y el desarrollo de “las dos fuentes originarias de toda riqueza (Marx): el ser humano en cuanto sujeto productor (creador) y la naturaleza externa (medio ambiente), “madre” de toda riqueza social (Petty).

Y no se ocupa solamente del «contenido» de la riqueza social (los valores de uso en cuanto que satisfactores de necesidades humanas), ignorado por la teoría económica ortodoxa; sino sobre todo, de las condiciones que hacen posible la reproducción y el desarrollo de esta riqueza social y, por consiguiente, la reproducción y el desarrollo de sus “dos fuentes originarias”. Pero también analiza la «forma social» de esta riqueza (por ejemplo, la mercancía capitalista) y su impacto en la reproducción de las condiciones de posibilidad de la vida humana.

Por ello, la corporalidad del sujeto concreto [hombre, mujer, negro(a), blanco(a), indio(a), mestizo(a), campesino(a), asalariado(a), anciano(a), niño(a), migrante, trabajador(a) por cuenta propia, desempleado(a), etc.]; resulta ser un concepto clave para una economía orientada hacia la reproducción de la vida; que no puede limitarse a la «cuestión social», por más importante que este sea.

Y no se trata únicamente de la corporalidad del individuo, sino de la corporalidad del sujeto en comunidad. La comunidad tiene siempre una base y una dimensión corporal. Se trata del nexo corporal entre los seres humanos y de estos con la naturaleza. Toda relación entre los seres humanos tiene necesariamente esta base corporal y material, en la cual diariamente se juega la vida o muerte de la gente: su sobrevivencia, su actuar en comunidad, sus condiciones de existencia. Podemos llamar a esta red de relaciones sociales o socio-naturales (entre los seres humanos y de estos con la naturaleza), Sistema de Coordinación del Trabajo Social; y en cuanto especificación de la actividad humana a partir del trabajo lo podemos comprender como integrado por dos subsistemas interdependientes y superpuestos:

1-El subsistema de la división social del trabajo orientado a la producción de los valores de uso que hacen posible la vida de los sujetos productores, esto es, el sistema interdependiente de la división del trabajo que produce los bienes materiales de la sociedad. Es el «trabajo productivo», trabajo productor de la riqueza producida. Más que un subsistema, es el esqueleto, la columna vertebral de la coordinación del trabajo social.

2-El subsistema de la reproducción de las condiciones materiales que hacen posible la vida humana: i) reproducción de la propia base económica (“aparato productivo”), ii) reproducción de la infraestructura ecológica y, iii) reproducción de la propia vida humana y de las relaciones sociales y los modos de convivencia entre los seres humanos. Es el «trabajo reproductivo», trabajo de reproducción y regeneración de las fuentes originarias de toda riqueza humana: el propio ser humano y la naturaleza.

A su vez, este segundo subsistema (que ontológicamente contiene al primero), lo podemos analizar desde una doble perspectiva:

2.1 Como reproducción de la naturaleza externa al ser humano, en la medida en que esta es asimilada, modificada y transformada por la actividad humana. Implica el conocimiento, la preservación, el cuido y el respeto de los ciclos y equilibrios de la naturaleza;

2.2 Como reproducción de la propia vida humana: procreación, crianza, cuido, manutención, trabajo familiar doméstico, educación, socialización, afectividad, convivencia (al interior de la tribu, el clan, la familia u otras instituciones más recientes como la escuela, el gremio, la comunidad, la empresa, etc.).

Se trata en efecto de sistemas interdependientes y superpuestos. Así por ejemplo, muchas de las actividades del trabajo doméstico y de cuido requieren valores de uso provenientes del sistema de división social del trabajo, al tiempo que éste no puede subsistir sin el trabajo doméstico y de cuido (reproducción de la fuerza de trabajo, entre otros aspectos). Igualmente, la preservación y cuido de la Naturaleza también necesita de valores de uso suministrados por el sistema de división social del trabajo y éste, claro está, exige la continua reproducción de aquella. También tenemos interacciones e imbricaciones entre los dos subsistemas que delimitan la reproducción de las condiciones materiales de la vida.

Por eso, una «Economía para la Vida» es el análisis de la vida humana en la producción y reproducción de la vida real y sus condiciones de existencia, y la expresión “normativa” de la vida real es el derecho de vivir. Lo que es una Economía para la Vida (en cuanto disciplina teórica), puede por tanto resumirse así:

Es un método que analiza la vida real de los seres humanos en función de esta misma vida y de la reproducción de sus condiciones materiales de existencia (económicas, ecológicas y culturales).

Un método que permita entender, criticar y evaluar las relaciones sociales de producción e intercambio (entre los seres humanos y de estos con la naturaleza –«Modo de Convivencia»), sus formas concretas de institucionalización (en clases, espacios, géneros, etnias, etc.) y sus expresiones ideológicas y míticas, a partir de las condiciones de la vida real.

El criterio último de este método es siempre la vida del sujeto humano como sujeto concreto, corporal, viviente, necesitado (sujeto de necesidades), sujeto en comunidad. Este criterio de discernimiento se refiere a la sociedad en su conjunto y rige asimismo para la economía.

 

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