V Encuentro Internacional de Pensamiento Crítico

“Los derechos humanos frente a la religión neoliberal del mercado”

Línea de investigación:

- Crítica de la religión del mercado hoy

Universidad Nacional, Facultad de Ciencias Sociales, Auditorio Adolfo Cisneros.

Heredia, Costa Rica, 1, 2 y 3 de marzo de 2017.

Jorge Martínez Aparicio*

Presentación

El mercado, a propósito de desmitificarlo, es considerado como un mecanismo que se sujeta a las normas que la ley del valor le impone. Se argumenta que el mercado es el escenario en que cobra contenido el intercambio de equivalentes con base en las cantidades de trabajo invertido socialmente en la producción; a través de la circulación de mercancías se reparte la riqueza social con base en las condiciones sociales de la producción.

Visto así, las inequidades del mercado son entendidas como consecuencia de la vigencia de las leyes del valor, o de los procesos de distribución del trabajo y de la riqueza en sociedades de amplia difusión de la cooperación y de división del trabajo; inclusive, y en particular, para el régimen del capital.

En términos generales, las desigualdades del mercado no son juzgados como efectos generados por las diferencias en el precio ni por la acción del dinero. El tema de discusión refiere a dos contextos en que puede operar el mercado. De una parte, se refiere al mercado en el régimen del capital, lo que corresponde a las condiciones concretas de la economía actual. Por otra, al mercado fuera del marco capitalista, visto en su lógica genérica como proceso generalizado de circulación de mercancías, lo que implica una situación hipotética.

Habitualmente, con relación al mercado, casi siempre objetivado como economía capitalista, se asume que opera de modo inequitativo, con desigualdades, propiciado por el hecho de funcionar como tal, como mercado. El mercado, comúnmente es considerado como una instancia por naturaleza injusta como relaciones de intercambio; incluso si se le refiere bajo la figura del precio y del dinero como medio de circulación.

Lo que se argumenta en este ensayo es la tesis de que el mercado, en su significación genérica, por sí solo, es una forma propagada del intercambio de equivalentes, cuyo resultado de desigualdad en el cambio de mercancías es, a la vez, consecuencia de la vigencia de la ley del valor-trabajo. Se sostiene que la ley del valor no es exclusiva de la economía capitalista; es, en cambio, cuando cobra mayor evidencia y extensión en su vigencia.

Se afirma entonces que las leyes del valor son una norma general y natural de las relaciones de cambio, en cualquiera de sus formas, trueque, intercambio simple o circulación de mercancías; el mercado expresaría el nivel generalizado de la circulación de mercancías (M-D-M).

Las leyes del valor, como expresión del Tiempo de Trabajo Socialmente Necesario (TTSN), rigen --sin asumirlo en sentido absolutista-- en cualquier forma del cambio de mercancías como el medio que implica la regulación y distribución del trabajo social entre los productores.[1]

Del proceso de trabajo al intercambio

En general, el intercambio modifica los términos de la relación social fincada en el proceso de trabajo como producción de valores de uso y como proceso de reproducción de la vida.[2] En principio, el intercambio rompe el vínculo de la producción con el consumo, separa a la producción de la resolución de las necesidades para la existencia humana; elementos que en el proceso de trabajo aparecen como una unidad.

Del mismo modo y como parte del proceso de trabajo, la división del trabajo en tanto proceso colectivo y cooperativo que se define según las capacidades y la diversidad y variedad de necesidades de los integrantes del conjunto social, se modifica con el intercambio. Más aún, el intercambio aparece como el motivo para la división social del trabajo.

La manera en que el intercambio transforma a la relación social básica y general, sustentada en el proceso de trabajo, Marx lo desarrolla en los tres primeros capítulos del Tomo I de El Capital, donde se describen los términos en que operan las leyes del valor con base en el trabajo, inclusive en la figura transfigurada, cosificada y fetichizada, del dinero y del precio.

En este marco, el trabajo concreto se transmuta en trabajo abstracto, los valores de uso en valores de cambio y los precios son expresión directa del valor; y es la movilidad de las mercancías la que determina el flujo y las funciones del dinero. De ahí no se debe derivar que la relación básica y general que define a la interacción social es el intercambio.

En el proceso de trabajo y en términos de lo sustancial, el sentido de las relaciones sociales se observa a través del trabajo como forma misma de la existencia y naturaleza humana; y, en cambio, puede hacerse abstracción de las manifestaciones concretas del trabajo cuando se le quiere ver como trabajo social.

El trabajo como fundamento de las relaciones sociales adquiere sentido con el ejercicio humano en la resolución y realización de la existencia misma; trabajo y necesidades aparecen directamente enlazados, en tanto proceso de reproducción de la vida humana.

Las condiciones naturales de la reproducción de la vida humana, en Marx como proceso de trabajo, aparecen como el sustento general de las relaciones sociales y adquieren significado particular en contextos históricos específicos, según sus manifestaciones concretas.

La interacción fundacional entre los humanos como sociedad se define a partir de la mutua resolución de necesidades a través del trabajo colectivo y cooperativo, inclusive solidario. Es el trabajo, y no el intercambio, que define la relación social básica entre los individuos.

Aun en el escenario del proceso de trabajo, el hombre --como sujeto necesitado[3]-- no puede ser concebido como ente individual y aislado, su existencia como tal es necesariamente social.

En la realidad concreta, los valores no se expresan directamente en los precios –a diferencia de lo expuesto en los tres primeros capítulos de El Capital--, aunque no dejan de ser equivalentes en el cambio y en esa medida son consecuencia de las leyes valor.

La transformación de los valores en precios, desplegada por Marx en el Tomo III de El Capital, son también referentes que dan contenido a las leyes del valor. Si bien, la configuración de los precios es expuesta en el contexto del régimen de la acumulación del capital, responde al rigor de las leyes del valor.

Si bien la vigencia de la teoría marxista desplegada en El Capital se debe a la especificidad histórica y corresponde con la permanencia del régimen capitalista; entre sus postulados, el proceso de trabajo y las leyes del valor son categorías generales, la primera como proceso de reproducción de la vida (base de toda sociedad) y la segunda de las relaciones de intercambio (para el caso de la producción mercantil).

Está claro que: carece de fundamento histórico sostener que las leyes del valor tienen carácter general socialmente. Esta cualidad, históricamente solo puede sostenerse para el régimen del capital, es cuando el intercambio aparece de manera plena y generalizado.

Más bien se trata de una hipótesis analítica y conceptual, como proposición socialmente posible luego del capitalismo y entre sociedades de organización compleja de amplia cooperación y división social del trabajo.[4]

El mercado capitalista y la ley del valor

El mercado, como forma generalizada del intercambio, adquiere contenido específico según las condiciones de apropiación de los medios de producción. En el régimen del capital el mercado opera y potencia la lógica de la explotación del trabajo asalariado y de apropiación individual del excedente como ganancia.

El producto adquiere la función de capital mercancías; el dinero, simple medio de circulación, puede asumirse como capital dinero; los medios de producción como capital constante y la fuerza de trabajo como la parte variable del capital. Las leyes de la propiedad sobre las mercancías se convierten en leyes de apropiación del capital.

El mercado de libre competencia opera en función de la ley del valor como el mecanismo en que, a través de la nivelación de la tasa de ganancia, se distribuye el excedente generado socialmente. Es también por este medio que los valores se transforman en precios.

Entre los productores el precio del mercado, como expresión del valor, no deja de ser un referente para fijar el de sus productos. Incluso y en el mismo sentido, la fuerza de trabajo, vista como mercancía y en el marco de la división técnica del trabajo, sería medida por su capacidad productiva. Su valor tiene que ver también con la diferencia entre el trabajo abstracto y el trabajo complejo, según la habilidad, capacidad, conocimientos, adquiridos para su aplicación.

En torno al mercado capitalista, el efecto de desigualdad en el cambio es ejercido por la ley del valor de modo potenciado y adecuado a la lógica de la acumulación del capital. Más aún, en la economía capitalista se vuelve también habitual que se transgreda la ley del valor –como intercambio de equivalentes-- con base en la conversión de la fuerza de trabajo en mercancía y cuando su explotación es llevada a sus extremos, es el caso del intercambio desigual en tanto --se dice-- que el salario es menor que el valor de la fuerza de trabajo.

La nivelación de la tasa de ganancia garantiza que los capitales más productivos, de mayor composición de capital, se apropien --por la vía de transferencias-- de un excedente que no generaron (plusvalor o ganancia extraordinaria). A la vez, la ley del valor sanciona a los menos productivos. Las transferencias están dadas por las diferencias en la productividad entre los productores con respecto a las condiciones medias de la producción (TTSN).

La ley de valor sanciona y desplaza a quienes desperdician tiempo de trabajo en la producción. El fortalecimiento de unos y el desplazamiento de otros en el mercado es consecuencia de la vigencia de la ley del valor; y no un efecto del beneficio obtenido como sobreprecio (vender caro), tampoco de la aplicación del dinero.

En el mercado bajo la lógica particular del capitalismo las trasferencias de valor se presentan como la distribución del excedente, generado socialmente entre los capitales que participan en la producción y circulación del capital, mediante la nivelación de la tasa de ganancia.

En este nivel, el excedente se reparte de acuerdo con las diferencias de productividad y por la magnitud de los capitales. Con esa expectativa las corrientes liberales reivindican la libertad del intercambio; mientras, rige la ley del valor en tanto menos sean las restricciones extraeconómicas.

El mercado determinado por el capital funciona como el medio para la apropiación del excedente y su incremento a través de su conversión en nuevo capital, o sea la acumulación del capital.

En la estructura capitalista la ley del valor ejerce su fuerza a través de la concentración y la centralización del capital, como formas de la acumulación. La acumulación, como explotación y transferencia de trabajo ajeno (generada por el asalariado).

En la medida en que rige la ley del valor, el mercado se muestra como un proceso de centralización y concentración del capital, extendiendo su acción y excluyendo de la competencia a los capitales de menor productividad.

El resultado es que los capitales de mayor productividad se robustecen y crecen en su capacidad de acumulación. La tendencia es el incremento de los capitales con base en más productividad y la exclusión de los capitales improductivos, grandes y chicos. Las leyes de la propiedad sobre las mercancías se reproducen como leyes de apropiación del capital (Marx, 1946, Tomo I, cap. XXII).

Los límites del progresivo aumento de los capitales (concentración y centralización) aparecen con la tendencia a la disminución de la tasa media de ganancia; mientras que la desvalorización y segmentación de los capitales, junto con otros mecanismos que aumentan la tasa de explotación del trabajo y reducen la magnitud del capital en activo, contrarrestan esa caída.

La reproducción ampliada del capital sucede por medio del mercado y tiene como consecuencia la eliminación selectiva y cíclica de las unidades improductivas.[5] El capital es el agente activo, mientras que el mercado es el medio de acción.

El mercado bajo la lógica capitalista es la instancia en que la acción de los capitales se ve potenciada. El mercado del capital recrea y reproduce las condiciones desiguales de la acumulación y distribución del excedente social generado.

El capital a través del mercado, partiendo de unidades de la misma dimensión, da pie al aumento en el tamaño de las empresas y a la formación de monopolios con base en la vigencia de la ley del valor. Ambos efectos se despliegan y sustentan por medio de la producción y circulación del capital. La ley del valor rige en ambos momentos de la reproducción social del capital.

La tasa media de ganancia, como mecanismo de distribución del excedente entre los productores capitalistas, refleja las condiciones medias y sociales de la producción (homogéneas) ante competencias diferentes de los capitales que actúan con distintas composiciones y capacidades productivas del trabajo, lo que determina una apropiación diferenciada y desigual del excedente entre los capitales.

En consecuencia, la acumulación del capital provoca efectos de concentración y centralización, aun partiendo de capitales del mismo tamaño. Ello es derivado de las leyes del valor en el régimen del capital; y la consecuencia es una economía que tiende a la monopolización.

En la lógica de la distribución del excedente --a través del mecanismo de la nivelación social de la tasa de ganancia, que en términos aparenciales opera mediante la circulación de mercancías[6]--, se explica la desigualdad y la dependencia entre los distintos circuitos socioeconómicos e, inclusive, entre los países.

Como resultado de las transferencias de valor puede explicarse la relación entre las áreas menos productivas (periféricas) y las de mayor composición de capital (centrales). Un mismo fenómeno, que caracteriza a la naturaleza del capital, puede representarse en diferentes escalas de tiempo y espacio.[7] De ahí la vigencia de muchos de los postulados del marxismo.

La forma general del mercado y la ley del valor.

Pensar en el mercado exento de la lógica del capital significa ubicarse en una abstracción. Sostenemos entonces que la teoría del valor, planteada por Marx, es una teoría general para las sociedades que, por su complejidad, se reproducen con base en la producción y el intercambio de mercancías. Hasta ahora sólo conocemos al mercado sujeto a la economía capitalista.

Se trata de ver al mercado tan sólo como la circulación generalizada del intercambio, lo que implicaría un cambio justo (de equivalentes) con base en el TTSN; es injusto cuando no hay esa correspondencia. En ese sentido, la diferencia social no surge del engaño, comprar barato --inclusive la fuerza de trabajo-- y vender caro, sino de las diferencias en la capacidad productiva del trabajo.

El mercado, visto como mecanismo general de intercambio entre productores de mercancías, deja de ser un elemento exclusivo del régimen capitalista. Es compatible y aplicable entre sociedades organizadas en forma compleja, bajo condiciones de amplia cooperación y división social del trabajo. Los márgenes de difusión y de especialización que provoca la división social del trabajo revelaría el nivel de la complejidad de las relaciones de producción e intercambio.

El intercambio, al igual que la producción, es una forma natural de las relaciones sociales y se rige con base en ley del valor y, como tal, no es exclusivo del régimen capitalista. La distribución de la riqueza no está en función del mercado sino de la ley valor. La asignación de recursos para una mayor eficacia en su uso es un efecto de la ley del valor en un ambiente de circulación general de mercancías.

El mercado percibido convencionalmente como mecanismo regulador y de adjudicación de la riqueza, se ha abordado en la lógica del régimen del capital. Desde la perspectiva del capital, no cabe verlo a través de su forma general, como un intercambio simple de mercancías, puesto que el excedente aparece como consecuencia de vender caro. El capital comercial, como forma precedente al modo de producción capitalista, se erige en esa lógica, apropiándose del trabajo artesanal como productores directos, el excedente toma la figura de vender por encima del precio de costo.

El mercado observado como relación social de cambio generalizado entre productores directos exentos de la lógica del capital, es el medio para la distribución del trabajo a partir de las diferencias de productividad y capacidad de trabajo entre los productores. En esa medida el mercado implica la acción de la ley del valor.

El intercambio general de mercancías, o sea el mercado, examinado al margen de cualquier formación social concreta, funciona como el medio de distribución de la riqueza social. La ley del valor (trabajo social) aparece como condición de producción y distribución (producción e intercambio) de la riqueza social. Es en el mercado, como forma generalizada del intercambio, donde el valor como tiempo de trabajo social obra como ley.

Las leyes de valor no son solamente una norma para el intercambio, ahí se manifiestan; es una ley que cobra contenido material en la producción. El intercambio de equivalentes se efectúa a propósito de igualar las cantidades del tiempo de trabajo invertido en la producción. La comparación radica en cantidades similares de trabajo, aun cuando su origen implique necesariamente diferencias de productividad del trabajo.

El intercambio entre desiguales capacidades productivas es convalidado por la ley del valor mediante transferencias de los menos productivos hacia los de mayor productividad. Estas transferencias son resultado de la ley del valor bajo su expresión general, mediante el proceso de trabajo y el intercambio de mercancías.

Visto en términos generales, los productores con mayor capacidad productiva se verán beneficiados con las transferencias de valor de los más improductivos. Dada la forma del tiempo de trabajo socialmente necesario (TTSN), como modo genérico en que se expresa la vigencia de la ley del valor, los que invierten menos tiempo de trabajo en la producción obtienen trasferencias de los más improductivos.

Las transferencias fluyen entre los dos extremos, mientras que otros productores coinciden con el TTSN. Esta circunstancia es una ley general que rige en el intercambio, tanto en su figura simple como generalizada, tanto en el trueque como con la mediación del dinero. En el intercambio de equivalentes (entre magnitudes de trabajo) se tiende a nivelar las desigualdades productivas entre los productores.

El intercambio, por naturaleza, supone entonces --por sí mismo-- la diferenciación social, fincada en las distintas capacidades del trabajo entre los productores. En este nivel se trata de una diferenciación social (estratos), mas no de una diferencia de clases cuyo sostén está en la apropiación y control privado sobre los medios de producción y la privación para otros aun cuando se garantice la posesión.

Son las diversas formas en que los medios de producción son apropiados, posesionados y controlados, lo que permite caracterizar a los modos de producción e identificar la contradicción fundamental de clases sociales en la historia: el esclavismo, feudalismo, capitalismo, por ejemplo.

En términos del intercambio, la diferenciación social se corresponde con la desigual capacidad productiva del trabajo entre los productores, independientemente de las formas de propiedad: individual, colectiva, tribal o comunitaria.

En la medida de la división social del trabajo y la generalización del intercambio, la diferenciación social, dada por la diversidad de capacidades productivas de los productores, antecede a la apropiación privada (individual, tribal o comunitaria) sobre los medios de producción y a la contradicción social entre clases.

La ley del valor rige en la producción y distribución del trabajo social; y en tanto ley de las relaciones sociales se expresa con un sentido general (proceso de trabajo e intercambio) y con un contenido específico (proceso de valorización y nivelación de la tasa de ganancia, por ejemplo). Visto en términos generales, el mercado, por sí sólo, es la forma generalizada del intercambio o la circulación general de mercancías y funciona con base en la ley del valor.

Excepciones a la Ley

Los elementos constitutivos de vida, el hombre y la naturaleza --esta última comprende al primero--, son factores que escapan a la ley valor. En tanto que la existencia de cualquier ente de vida no es consecuencia de un proceso de producción; no obstante, son habilitados y reducidos como mercancías, son cosificados a propósito de ser apropiados de modo individual como parte de la riqueza social.

La apropiación individual de la existencia humana y de la naturaleza, tiene como efecto su valoración como mercancías; y en tanto componentes de la riqueza social, son mercantilizados a través de medios violentos y de coacción institucional, a través del despojo como instancias de vida, forzados a someterse a las leyes del valor.

Ha sido entre los márgenes de la coacción institucional, violenta y luego legal, que el mercado --como ámbito generalizado del intercambio-- ha garantizado su permanencia y persistencia a lo largo de la historia de la humanidad. Lo mismo que en el esclavismo y en el feudalismo, el capital se apropia del trabajo, como esencia de la existencia humana, enajenándolo; y de la fecundidad de la naturaleza, expropiándola.

Es a través de la coacción institucionalizada que en el esclavismo la existencia humana se convierte en mercancía; en el capitalismo, la capacidad creadora del hombre es la que se vende y aparece el trabajo asalariado; en tanto que la naturaleza es convertida en suelo y surge la renta de la tierra.

La fuerza de trabajo y la tierra se instituyen como mercancías especiales que operan de modo irracional, al margen de las leyes del valor. A diferencia del total de las mercancías en ninguno de los dos casos su precio es expresión de su valor; en ninguno, como mercancía fuerza de trabajo y como mercancía suelo, su valor representa un equivalente de su producción y menos aún de su existencia de vida.

Junto a estos factores, Marx refiere en la producción de capital también al capital dinero y al interés, como formas que actúan de modo peculiar en el mercado. Así, la fuerza de trabajo, el suelo y el capital dinero, carecen de valor; y su precio, salario, renta e interés, no es un medio apropiado para expresar su valor.

En la circulación del capital existen excepciones para la vigencia de la ley valor, que son reconocidas por Marx; cuando se intercambian elementos que no están sujetos a un proceso de producción: la fuerza de trabajo, la tierra y el capital dinero.

La mercantilización de la fuerza de trabajo, de la tierra y del capital dinero, por encima de la ley de valor, es lo que le otorga carácter de especificidad y personalidad a la economía del capital; es el fundamento para la explotación y apropiación de valor como plustrabajo y de la acción depredadora y extractiva sobre la naturaleza.

Ante la carencia de contenido de valor, el precio del trabajo, de la tierra y del capital, son determinados por la correlación de la demanda. De un lado, la diferencia de precios por la demanda de productos del suelo es adjudicada al propietario de la tierra como renta. Mientras que el salario genera la falsa impresión de que el capitalista compra trabajo y paga abaratándolo a propósito de enajenar trabajo no pagado, a menor salario mayor excedente.[8]

Un mercado no coercitivo

Como conclusión, en términos formales suponer un mercado no coercitivo, sin la imposición de normas mercantiles sobre los elementos constitutivos de la vida, sin el dominio sobre la existencia natural y humana, implica la posibilidad de pensar en una economía para la vida y orientada a la satisfacción de las necesidades humanas.

Así el intercambio podría sujetarse a la producción para la satisfacción de las necesidades de vida y de existencia social. La producción y el intercambio, operando bajo la forma natural y básica de la vida social.

Las condiciones en que los bienes de la naturaleza son de bien común y dispuestos a una explotación con lógica reproductiva; y aun cuando por la diferencia de precios en los productos de la tierra, persista la renta, su apropiación y uso se orientarían a la restitución y preservación de la naturaleza.

En ese escenario es condición que todo integrante de la sociedad disponga de las circunstancias y medios para resolver sus necesidades de vida, existencia y desarrollo, sin verse obligado a vender su capacidad creativa y de trabajo.

En un contexto donde la fuerza de trabajo y la tierra dejan de estar sometidos a las leyes del valor, aunque con la permanencia del intercambio sobre los valores de uso, el trabajo en sus diferentes formas concretas tendría que ser validado como trabajo social, o sea como TTSN.

En condiciones del intercambio generalizado, y sin la mercantilización de los elementos constitutivos de la vida, los distintos tiempos de trabajo se verían homogeneizados como consecuencia de la comparación entre las diferencias en la capacidad y productividad de trabajo social.

La ley del valor funge también como proceso de distribución del trabajo social, a través de transferencias de valor entre los productores, de acuerdo con las diferentes contribuciones en la capacidad productiva social del trabajo.

La apropiación diferenciada del trabajo social con base en la distinta productividad, implicaría también la apropiación de porciones del trabajo social excedente; que ahora se expresarían como magnitudes de Tiempo de Trabajo Libre.

La suma del trabajo social como producto del trabajo se dividiría en la masa de trabajo necesario para la reproducción de los productores y, además, en la masa de trabajo adicional o excedente, que se constituye en Tiempo de Trabajo Libre, tomando el lugar del plustrabajo que se apropia el capital cuando la fuerza de trabajo es asalariada.

Mientras que la masa social de trabajo necesario representa el TTSN para la producción de los medios de subsistencia con que se reproduce la fuerza de trabajo en su conjunto; el sobrante de la masa del producto del trabajo social, como trabajo social excedente, se destinaría como tiempo libre (que también debe considerarse como trabajo en tanto capacidad creativa, de crecimiento y desarrollo de la existencia humana), o para ampliar las capacidad productiva material, en general para la reproducción ampliada de la vida[9].

A medida que la fuerza de trabajo deja de ser una mercancía y el trabajo no es asalariado, el trabajo excedente o trabajo adicional, luego de resolverse la reproducción de la fuerza social de trabajo, deja de ser plusvalor; ahora, podrá usufructuarse en ampliar las condiciones de la vida humana y de la naturaleza.

La ley del valor, en la conversión de valores en precio a través del intercambio en su forma generalizada, de mercado, habría de igualar las diferencias individuales del tiempo de trabajo invertido como TTSN.

En ese margen, las transferencias de valor de parte de los productores con menor capacidad productiva y que dedican más tiempo de trabajo en la producción sobrepasando el TTSN, se constituyen como masas de tiempo de trabajo excedente en poder de los productores con mayor productividad. Es trabajo social excedente, que para a los productores más productivos representaría Tiempo Libre de Trabajo.

En este marco, el crecimiento de la productividad como método de la producción social, como aumento de la composición del trabajo (incremento de los medios de producción --trabajo pasado-- sobre la cantidad de fuerza de trabajo empleada --trabajo presente), se erige en un medio de diferenciación social, donde los productores de más aporte productivo disponen de mayores posibilidades para el desarrollo humano, de mayor disposición para la reproducción ampliada de la vida.

A su vez, la división social del trabajo respondería a la diferencia en las capacidades y aptitudes para el trabajo y del conjunto de necesidades, diversas y variadas, entre los distintos miembros del conjunto social. «¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!»[10].

Aun en el marco de las diferencias sociales, como resultado de las distintas capacidades de producción, la tendencia orientaría hacia la adopción y homogeneización de los avances de productividad entre el conglomerado de productores en las diversas ramas de la economía; en esa medida, a igualar las posibilidades de la reproducción de la vida del conjunto social.

Para terminar, una cita de Marx en El Capital, Tomo III, cap. XLVIII (1946: 759):

“La riqueza real de la sociedad y la posibilidad de ampliar constantemente su proceso de reproducción (...) depende (...) de su productividad y de las condiciones más o menos abundantes de producción en que se realice. En efecto, el reino de la libertad solo empieza allí donde termina el trabajo impuesto por la necesidad y por la coacción de los fines externos; queda, pues, conforme a la naturaleza de la cosa, más allá de la órbita de la verdadera producción material. Así como el salvaje tiene que luchar con la naturaleza para satisfacer sus necesidades, para encontrar el sustento de su vida y reproducirla, el hombre civilizado tiene que hacer lo mismo, bajo todas las formas sociales y bajo todos los posibles sistemas de producción. A medida que se desarrolla, desarrollándose con él sus necesidades, se extiende este reino de la necesidad natural, pero al mismo tiempo se extienden también las fuerzas productivas que satisfacen aquellas necesidades. La libertad, en este terreno, solo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente este su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como por un poder ciego, y lo lleven a cabo con el menor gasto posible de fuerzas y en las condiciones más adecuadas y más dignas de su naturaleza humana. Pero, con todo ello, siempre seguirá siendo este un reino de la necesidad. Al otro lado de sus fronteras comienza el despliegue de las fuerzas humanas que se considera como fin en sí, el verdadero reino de la libertad, que, sin embargo, solo puede florecer tomando como base aquel reino de la necesidad.”

Referencias bibliográficas

Coraggio, J. L. 1997. “La política urbana metropolitana frente a la globalización”. En EURE, Vol. XXIII, Nº 69, Santiago, Julio 1997.

Hinkelammert, F. y Mora H. 2013. Hacia una economía para la vida. Ed. Universidad Nacional, Costa Rica y Facultad de Economía, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México.

Marini, R. Mauro. 1972. “Dialéctica de la dependencia”. Sociedad y Desarrollo, núm. 1, segunda ed. Santiago de Chile, enero-marzo de 1972.

Marx, C. 1946. El Capital. Crítica de la Economía Política. Tres Tomos. Ed. FCE. México, 1975.

Marx, C. 1974. “Glosas marginales al Programa del Partido Obrero Alemán”. En C. Marx y F. Engels. Obras escogidas, tomo III. Ed. Progreso. México. 

Febrero de 2017.


* Profesor Investigador en la Facultad de Economía, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, Michoacán, México. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

[1] Gracias por la lectura y comentarios de Eduardo Nava Hernández.

[2] El proceso de trabajo en Marx, se expone en El Capital, Tomo I, cap. V. Más aún, el proceso de trabajo es referido por su contenido sustancial en Hikelammert y Mora (2013: 33-59) bajo la forma de “circuito natural de la vida humana”.

[3] “El ser humano, en cuanto que sujeto corporal, natural, viviente, se enfrenta, en primer término, a un ámbito de necesidades, y sin dejar nunca de tenerlas. Siendo el hombre un ser natural, es decir, parte integrante de la Naturaleza, no puede colocarse por encima de las leyes naturales, leyes que determinan la existencia de necesidades humanas más allá de las simples ‘preferencias’ (gustos) de las que hace gala la teoría económica neoclásica” (Hikelammert y Mora, 2013: 34).

[4] Dado el carácter de ensayo del presente documento es inevitable el esquematismo en la exposición, la falta de ordenamiento y correspondencia entre los distintos momentos de la realidad y entre los niveles de conceptualización. No obstante, asumo la responsabilidad.

[5] En este marco la improductividad refiere a aquellas unidades que no operan con la lógica de la acumulación capitalista; o que aun como empresas capitalistas, cuyo sustento es la contratación de trabajo asalariado, no logran adecuarse a la dinámica de la acumulación del capital en su momento.

[6] No se reduce a los “términos del intercambio”; aunque en el ámbito de lo concreto es así que se manifiesta. De ahí varios de los argumentos que recurren a la diferencia de precios, en particular de la fuerza de trabajo como fuente del excedente, y a factores extraeconómicos, como razones de las desigualdades generadas por el mercado.

[7] Mauro Marini (1972: 43) en los fundamentos de la teoría de la dependencia, ya señalaba: “Teóricamente, el intercambio de mercancía expresa el cambio de equivalentes, cuyo valor se determina por la cantidad de trabajo socialmente necesario, incorporados a las mercancías. En la práctica, se observan diferentes mecanismos que permiten realizar transferencias de valor, pasando por encima de las leyes del intercambio, y que se expresan en la manera como se fijan los precios de mercado y los precios de producción de las mercancías. Conviene distinguir los mecanismos que operan en el interior de la misma esfera de producción (ya se trate de productos manufacturados o de materias primas) y los que actúan en el marco de distintas esferas que se interrelacionan. En el primer caso, las transferencias corresponden a aplicaciones específicas de las leyes del intercambio, en el segundo adoptan más abiertamente el carácter de transgresión de ellas”.

[8] Ni la plusvalía es resultado de vender el trabajo más caro de lo pagado, ni el salario es solo una porción del valor de la fuerza de trabajo. El valor de la fuerza de trabajo no cabe, conceptualmente, igualarlo o reducirlo al salario, como tampoco vale hacerlo corresponder con el TTSN de los medios de subsistencia que puede comprar con el salario mismo o, en el mejor de los casos, indispensables para reponer la fuerza de trabajo consumida. Son estas las diferentes formas que en la realidad concreta permite distinguir empíricamente las posibilidades de la reproducción del trabajo asalariado.

El concepto de valor de la fuerza de trabajo (Vft) en Marx, tiene, sobre todo, un propósito analítico conceptual. El concepto de valor de la fuerza de trabajo solo tiene sentido como contraparte del concepto de plusvalía, a propósito de comprender cómo se genera el plustrabajo (absoluto y relativo); inclusive partiendo del rigor de las leyes del valor sobre la mercancía fuerza de trabajo. De ahí el supuesto imprescindible de hacer corresponder la equivalencia del Vft con el salario; así, el Vft no es determinado ni depende del TTSN de los medios para la subsistencia del obrero, en cambio, el Vft se expresa o refleja en el valor de ellos, como tiempo de trabajo son equivalentes.

Conceptualmente, el Vft representa la masa social de trabajo que se destina a la reproducción de la fuerza social del trabajo dispuesta para el capital como fuerza de trabajo productiva. Así, la reproducción social de la fuerza de trabajo no se resuelve solo en función de la forma asalariada; más bien depende de enormes contribuciones generadas desde las diversas prácticas de reproducción en el ámbito doméstico y desde formas de trabajo no asalariadas. La consecuencia es que el capital se sirve de formas de trabajo no asalariadas para resolver la reproducción social de la fuerza de trabajo; se apropia del trabajo social, no solo del asalariado (como sobreexplotación del trabajo), sino también de otras formas del trabajo que sí aportan al Vft, como una manera de subsunción formal al capital.

[9] “El concepto de ‘reproducción ampliada’ es clave: no se refiere a la satisfacción sin límites de las necesidades que introyecta el capital, sino a una expansión sin límites de la calidad de vida, incluidas las relaciones comunitarias y sociales, las capacidades humanas y su realización, lo que requiere consumos, pero no se agota en él, y en todo caso no significa consumismo” (Coraggio, 1997).

[10] “En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!” (Marx, 1974: 15). 

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