Introducción

Analizar la relación entre capitalismo y socialismo presupone ubicar ambos conceptos en la historia moderna, en la cual surgieron. Recién durante el siglo XIX, se hizo familiar hablar en referencia a la sociedad que había surgido con la revolución industrial en la Inglaterra del siglo XVIII, esto es, de la sociedad capitalista. Esta denominación no tenía nada de despreciativo, toda vez que es el nombre con el cual esta sociedad se refiere a sí misma. Se trata de aquella sociedad que es constituida por rela-ciones productivas basadas en la propiedad privada de los medios de producción y por un mercado consiguiente, al cual se interpreta como un gran automatismo. El socialismo, en cambio, no comienza como sociedad socialista, sino como movimiento socialista dentro de esta sociedad capitalista. Surge por la crítica a esta sociedad capitalista. El concepto socialismo aparece en las luchas sociales surgidas en esta sociedad capitalista con la aspiración de la creación de una sociedad nueva, que sea capaz de ir más allá de las fuerzas destructoras que el movimiento socialista denuncia en su crítica a la sociedad capitalista. De estos movimientos socialistas del siglo XIX resulta, con la Revolución Rusa en el año 1917, la primera sociedad que proclama ser la superación del capitalismo y, por tanto, sociedad socialista. Sólo a partir de este momento es que se habla de relaciones entre el capitalismo y el socialismo en el sentido de una referencia a dos tipos de sociedades diferentes existentes, es decir, una sociedad capitalista y una sociedad socialista. Después de la Segunda Guerra Mundial eso desemboca en un confrontación entre el capitalismo y el socialismo que marca toda una época de la historia moderna con el nombre de la guerra fría, y que termina en el año 1989 con la caída del muro de Berlín y el colapso de las sociedades socialistas. En Europa Oriental estas sociedades se disuelven; en otras partes estas sociedades entran en crisis profundas, y su perspectiva todavía hoy no es clara. En el presente --- desde 1989-, la sociedad capitalista emerge como la sociedad absolutamente determinante del mundo entero y se proyecta como una sociedad para la cual no hay alternativa. El socialismo, como sociedad alternativa, parece derrotado, y los mismos movimientos socialistas que existían dentro de la sociedad capitalista, están extremadamente debilitados. Como resultado, este capitalismo "sin alternativa" se impone como un capitalismo sin límites. De ahí que si bien durante el tiempo de la guerra fría fue un capitalismo de reformas, ahora se hace presente como un capitalismo sin necesidad de reformas, capaz de derrotar a cualquier movimiento con perspectivas alternativas.

1. Los movimientos socialistas

Siendo los movimientos socialistas movimientos contestatarios dentro de la sociedad capitalista, se originan por la crítica del capitalismo. Son movimientos para los cuales el pensamiento teórico juega un papel fundante, a pesar de que su origen real es la experiencia de explotación vivida por las capas populares en el sistema capitalista. Los movimientos socialistas surgen a partir de esta experiencia. En el grado en que carecen de una base teórica formulada, se trata más bien de movimientos populares espontáneos, muchas veces eruptivos, que siempre son derrotados muy rápidamente. Se trata en especial de los movimientos anarquistas. El primer movimiento de este tipo que llega a adquirir notoriedad, en los inicios mismos de la sociedad capitalista moderna, es el movimiento de los iguales de Babeuf, durante la Revolución Francesa. A éste siguen los movimientos anarquistas del siglo XIX, que dominan los movimientos obreros en la primera mitad de ese siglo. Son movimientos de gran espiritualidad, sin capacidad de hacer política racional. Sin embargo, proporcionan el punto de partida para la aparición de los movimientos socialistas a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Estos movimientos socialistas formulan la protesta por la explotación en términos teóricos. Aparecen, por consiguiente, no únicamente como fuerza política, sino que estructuran esta fuerza a partir de un cuerpo teórico elaborado que les permite enfocar una sociedad alternativa a la sociedad capitalista. Por ende. elaboran teorías de la sociedad, de la economía y de la democracia. Esperan una sociedad diferente, y la formulan de una manera tal que la pueden perseguir como fuerza política. Elaboran un concepto de nuevas estructuras sociales. Contestan. por tanto, a la sociedad capitalista no solamente como protesta, sino por medio de formulaciones teóricas en todos aquellos campos en los cuales la misma sociedad capitalista ha formulado --- también teóricamente- sus estructuras.

2. Los paradigmas teóricos básicos

Así pues, con los polos capitalismo y socialismo se hace presente una polarización de paradigmas teóricos constituyentes. Esto aparece con gran claridad en la relación entre los paradigmas de sus teóricos fundantes, es decir, entre Adam Smith por un lado, y Carlos Marx por el otro. Como paradigmas básicos, siguen vigentes hasta hoy. Voy a resumirlos para poder apreciarlos en su relación complementaria. El paradigma básico de Adam Smith se puede resumir en dos enfoques teóricos que aparecen constantemente en su obra. Se trata de su tesis de la "mano invisible" por un lado, y de su teoría del salario por el otro.
  1. 1. La tesis de la "mano invisible". Smith sostiene que toda actuación en el mercado capitalista realiza de una manera no-intencional un interés común en el grado en el cual se orienta por su interés propio. El interés de todos está mejor resguardado, si cada uno se comporta en el mercado de una manera tal que no lo tome en cuenta intencionalmente. Según Smith, el interés común es realizado en el mercado capitalista, cuando todos los participantes en el mercado se olvidan de él. Se trata de una mano invisible que transforma la orientación individual por el interés propio en una orientación no-intencional por el interés común. Aparece entonces la imaginación de una sociedad en la cual cada uno sirve al otro, y lo hace tanto mejor, cuanto más se sirve a sí mismo. La condición es que cada uno persiga su interés propio en el mercado capitalista, y no en contra de él. Esa es la magia del mercado . El análisis se invierte para desembocar en una ética. Los valores institucionalizados del mercado --- la propiedad privada y el cumplimiento de los contratos- son presentados como el único camino realista para producir instrumentalmente la situación ideal de una sociedad que cumple con el postulado del amor al prójimo. Se trata de la utopía total del mercado, que hasta hoy domina de una u otra manera la ciencia económica burguesa, de la cual deriva sus valores.
  2. 2. La teoría clásica de los salarios. Se basa en el concepto del valor de uso, es decir, de valores concretos sobre los cuales el disponer es una condición objetiva de vida o muerte. El mercado coordina la producción y el consumo de valores de uso, esto es, de productos que deciden sobre la vida o la muerte. Por eso, en esta teoría clásica de los salarios, el concepto de subsistencia y de las necesidades, juega un papel central. Quien no logra el acceso a la subsistencia, está condenado a la muerte. Al distribuir los valores de uso producidos, el mercado distribuye oportunidades de vida. Quien no se integra en el mercado, o no puede hacerlo, es alguien que sobra y está condenado a la muerte. Adam Smith sostiene que a través de la oferta y la demanda de fuerza de trabajo, el mercado decide sobre la vida y la muerte. Si el salario sube por encima de la subsistencia, habrá demasiados obreros y éstos se multiplicarán demasiado. Por consiguiente, el salario tiene que caer por debajo de la subsistencia para que los sobrantes puedan ser eliminados. Esta es la armonía del mercado, el cual regula incluso la cantidad de seres humanos existentes para que siempre se pueda lograr un equilibrio macroeconómico que permita que haya tanta oferta de mano de obra como demanda de ésta. Esta regulación el mercado la realiza por el hambre, mediante el mecanismo de la formación del salario, que es canalizado de tal manera tal que la oferta y la demanda consigan siempre un precio de equilibrio, tanto para los bienes como para los seres humanos. Esa es la otra cara de la mano invisible .
Estos son los pilares no solamente de la teoría eco-nómica de Adam Smith, sino de toda la economía política clásica burguesa . La contradicción es evidente. Si el interés común exige la eliminación de una parte de la comunidad, a la cual el interés común se refiere, éste resulta contradictorio por lo menos para aquella parte de la humanidad amenazada por la eliminación. Para ella no hay armonía, sino amenaza. De este problema se derivan los movimientos de emancipación del siglo XIX, inclusive el movimiento obrero socialista, pero también la crítica marxista de la economía política burguesa. El interés común, en el cual se basa el análisis de Smith, es abstracto y destructor. No conoce derechos humanos sino exclusivamente derechos mercantiles, es decir, derechos de instituciones. Para que el mercado viva como idea abstracta, se destruye al ser humano. De la crítica de tales abstracciones surge la concepción actual de los derechos humanos, en el sentido de los derechos que tiene el ser humano concreto y que puede reivindicar frente a las instituciones y su lógica --- en especial frente a la lógica del mercado -. La crítica del capitalismo de parte de Marx responde a las tesis centrales mencionadas de la economía política clásica burguesa. Se pueden destacar dos planos de la respuesta:
  1. 1. La critica del capitalismo. Marx efectúa esta crítica a partir del análisis de la reproducción de la vida humana como condición de la posibilidad de la actuación eco-nómica: la tendencia hacia la pauperización. Marx desarrolla esta tendencia por inversión y ampliación de los enfoques de Adam Smith. Para ello parte de la constatación del hecho destacado por Smith, de que el mercado crea sobrantes a los cuales elimina. Sin embargo concluye que, en consecuencia, el mercado no crea armonía sino conflictos. Los amenazados por el mercado capitalista son objeto de una lucha de clases desde arriba, a la que tienen que contestar con una lucha de clases desde abajo. Marx usa asimismo el concepto de la mano invisible. El no niega que como consecuencia de los efectos no-intencionales de la acción humana, resulta una "mano invisible" que orienta al mercado. No obstante, sostiene que estos efectos no-intencionales del mercado capitalista --- vistos como automatismo del mercado- son armónicos exclusivamente para una minoría de la humanidad, mientras son destructores para el resto. Se trata simplemente de una inversión del análisis de Adam Smith. Ella deriva del reemplazo del punto de vista smithiano del interés común abstracto, por el interés concreto de los seres humanos concretos. El análisis de los hechos no cambia, lo que cambia es su interpretación: Marx insiste en que un mercado que crea sobrantes a los cuales elimina, contiene una lógica destructiva para el ser humano. Sin embargo, al invertir el análisis de Adam Smith, Marx lo amplía en dos sentidos. Por un lado, afirma que la lógica del mercado que lleva a la producción de seres humanos sobrantes y a su eliminación es una lógica acumulativa y no, como cree Adam Smith, una especie de aceite para la máquina del progreso, que de esta manera puede girar hasta la eternidad. Por el otro, sostiene que la lógica del mercado capitalista no solamente destruye a la humanidad, sino a la naturaleza también. Su conclusión es la siguiente: Por tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes orginales de toda riqueza: la tierra y el hombre . Por consiguiente, al producir las riquezas, el mercado destruye, a niveles siempre mayores, las fuentes de toda la riqueza: el ser humano y la naturaleza. En este sentido, Marx asevera que el mercado contiene una tendencia a la pauperización, la cual es resultado de efectos no-intencionales de la acción humana y conduce hacia la destrucción acumulativa del ser humano y de la naturaleza.
  2. 2. La superación del capitalismo por el socialismol comunismo. Como resultado de su análisis de la tendencia hacia la pauperización, Marx considera la superación del capitalismo como una necesidad para la sobrevivencia de la humanidad. Dado que el mercado capitalista destruye la propia vida humana y la de la naturaleza, la humanidad, si quiere sobrevivir, forzosamente tiene que superarlo. Para Marx, y para los movimientos socialistas que se basan en su pensamiento, eso es obvio. Sólo que la solución que propone, es tan instrumental como lo era la de la economía política burguesa. Esta prometía la armonía como resultado instrumental de la imposición universal y homogénea del mercado capitalista --- la gran utopía de la sociedad burguesa -; Marx la promete como resultado igualmente instrumental de la abolición universal y homogénea no solamente del mercado capitalista, sino de cualquier mercado: la utopía del comunismo. De esto resulta una ética tan mecánica e instrumental como la ética burguesa. El ser humano realiza automáticamente los derechos humanos del ser humano concreto, en cuanto logra abolir las relaciones mercantiles, sustituyéndolas por alguna "asociación de hombres libres". Seguramente, esto lo piensa Marx en forma menos mecánica de lo que posteriormente lo enfoca la sociedad socialista soviética, pero su pensamiento ya va en esta dirección. Según esta conceptualización, la abolición de las relaciones mercantiles libera al progreso técnico de sus tendencias destructoras y crea en forma concreta aquella armonía que la economía burguesa promete en forma abstracta. Al igual que en el análisis burgués, también aquí se ve a la política instrumentalmente, como una aplicación de una técnica. En lugar del automatismo del mercado, se tiene ahora el automatismo de su abolición. Así pues, los paradigmas del capitalismo y el socialismo son inversamente complementarios, aunque cada uno de ellos parta de un punto de vista diferente. El paradigma del capitalismo parte del mercado, para construir su utopía del mercado total idealizado. El paradigma del socialismo parte de las necesidades del ser humano concreto, para desembocar en la idealización de una sociedad sin mercado con su utopía del comunismo. Ambos prometen una solución homogénea y universal para la totalidad de la humanidad, y ambos vinculan su solución con la vigencia de un progreso técnico ilimitado e irrestricto y con la promesa de un esplendor futuro derivado de su magia.
  3. 3. La sociedad socialista A partir de este planteo teórico de Marx, los movimientos socialistas se organizan para la toma del poder y el cambio de la sociedad. Cuanto más avanza esta organización, más tienen que elaborar un concepto de la sociedad por construir. En Marx, la concepción de esta sociedad es todavía de una gran espontaneidad, pues él apenas marginalmente concibe una planificación central. Sin embargo. ya antes de la Primera Guerra Mundial la concepción de la sociedad socialista se orienta casi exclusivamente por la idea de una planificación central. Esto ya es muy claro en Engels, y más evidente aún en Lenin. La sociedad socialista se identifica con una economía centralmente planificada. Esto conduce a la división del movimiento socialista entre la corriente socialdemócrata de orientación "reformista", y la corriente comunista de orientación revolucionaria. Cuando con la Revolución Rusa de 1917 aparece la primera sociedad que proclama ser socialista, ésta se organiza desde el comienzo en nombre de un automatismo derivado de la abolición de las relaciones mercantiles. De hecho, nunca las abolió, porque era imposible hacerlo. Pero a partir de esta meta --- siempre más postergada para el futuro- legitima su estructura económica y social, la cual utiliza la planificación central de la economía como su spiritus rector de una manera inversamente correspondiente a la manera en la que la sociedad capitalista utiliza el automatismo de mercado como el centro de derivación de todas sus decisiones y valores. De esta forma, surge la planificación total en nombre de la superación del mercado total. A la homogeneización por el mercado, seguía ahora la homogeneización por la planificación. Por eso, la historia de la sociedad socialista es la historia de su planificación central. La planificación es considerada como un proceso automático que por inercia cumple con los objetivos de humanización que el mo-vimiento socialista se había trazado. En esta línea, la sociedad socialista soviética entiende la planificación central, basada en la propiedad pública socialista, como la palanca que permite desatar un progreso técnico ilimitado e irrestricto junto con la movilización de toda la fuerza de trabajo, para derivar en el futuro de este progreso desatado una humanización de todas las relaciones humanas, como un producto automático de esta dinámica de las fuerzas productivas. Por lo tanto, la dinámica del crecimiento económico es vista como el motor que --- dirigido por la planificación central- integra a la población entera en una carrera de crecimiento económico, cuyo fruto automático e instrumental será la humanización de la sociedad humana. Idealizando la meta de este proceso, se la concibe como comunismo . La sociedad socialista soviética logró grandes éxitos económicos a partir de esta organización de la sociedad y de su sistema de legitimación. Ya en la década de los sesenta de este siglo era la segunda potencia industrial y militar mundial, y la guerra fría entre el capitalismo y el socialismo implicaba la polarización del mundo entre dos superpotencias: Estados Unidos (EUA) y la Unión Soviética (URSS). No obstante, a este auge siguió un rápido colapso, que se consumó en el año 1989 con la caída del muro de Berlín. La industrialización exitosa de la URSS había sido una industrialización que recuperaba los avances industriales de los países capitalistas de períodos anteriores. Sin embargo, desde la década de los sesenta se da en éstos un nuevo cambio tecnológico, que el socialismo soviético no es capaz de seguir. Es así que a partir de los años setenta bajan sus tasas de crecimiento, hasta llegar en el decenio de los ochenta a una situación de paralización económica. Los países socialistas ejecutaron una política de desarrollo a partir de un subdesarrollo previo, que intentó realizar la integración económica de la población entera por medio de la planificación central. No obstante, en la URSS resultó que esta integración mediante el pleno empleo llevó a la necesidad de ocupar más mano de obra de la que, según un criterio capitalista, se requería. El resultado fue más bien una paralización del crecimiento económico y la incapacidad de seguir el paso de la revolución tecnológica que ocurría en el Occidente. Esto mostraba que la presión hacia la exclusión de grandes partes de la población, se daba también allí. Al no aceptar tal exclusión, se sofocaba la dinámica económica. Y es que dos trabajadores ocupados en un puesto de trabajo diseñado para uno solo, no producen más que uno. sino menos. El uno obstaculiza al otro. El producto de ambos es menor de lo que sería el producto de uno solo. Al no aceptar el socialismo la expulsión de partes de la población de la división social del trabajo, --- o frente al hecho de ser estructuralmente incapaz de aceptarla- sofocaba la dinámica económica. En el grado en el que la promesa de una dinámica económica mayor que la del capitalismo constituía la base de la legitimidad del socialismo, éste vivió la crisis de esa legitimidad. La propia población cuya expulsión había evitado este socialismo, se levantó en su contra. Así, por ejemplo, en Alemania Oriental los obreros celebraron en el primer aniversario después de la caída del muro de Berlín el desempleo como algo saludable, que indicaba un futuro nuevo prometedor. Posteriormente, cuando al desempleo siguieron las tendencias al subdesarrollo, --- que hoy aparecen en todo el mundo ex-socialista y que lo están transformando en el cuarto continente subdesarrollado- sobrevino una gran frustración y la incapacidad de pensar siquiera algún futuro nuevo. Esto no significaba únicamente el fin de esa sociedad socialista, sino el fin de cualquier posibilidad de concebir una alternativa al capitalismo, en términos de una sociedad alternativa con la pretensión de ofrecer una solución homogénea con instituciones universales, para contestar a su vez a la pretensión universal de homogeneización del mundo entero por parte del sistema capitalista mundial.
  4. 4. La crisis del capitalismo Hay una semejanza evidente entre la concepción de la sociedad socialista y la conceptualización que la sociedad capitalista hace de sí misma. El socialismo soviético fue un intento de solucionar la crisis del capitalismo en el marco de la conservación de la civilización occidental. De hecho, constituyó una gran palanca para la extensión de la civilización occidental en el mundo, cubriendo espacios económicos tan grandes como la URSS y China, un espacio donde vive casi un tercio de la población mundial. El socialismo soviético era la civilización occidental en países en los cuales el capitalismo no había sido capaz de promover la modernización industrial. El colapso del socialismo soviético revela, entonces, el hecho de que la crisis del capitalismo no lo es sólo del capitalismo, sino de la sociedad occidental misma. Y es que al inscribirse el socialismo soviético en la tradición de la civilización occidental y su modernidad, no pudo siquiera percibir el fondo de la crisis del capitalismo. Por ende, no pudo ser la alternativa al capitalismo que pretendía ser, y reprodujo en su interior la misma crisis del capitalismo cuya solución perseguía. El colapso del socialismo soviético demuestra que este socialismo no era la alternativa necesaria para responder a la crisis del capitalismo. La victoria del capitalismo, en cambio, muestra que la crisis del capitalismo es la crisis de la civilización occidental. Es una victoria de Pirro, una victoria aparente, en la cual el victorioso resulta ser el derrotado. Superar la crisis del capitalismo nos lleva ahora a la necesidad de ir más allá de la civi-lización occidental y de su misma modernidad. Esto revela también el límite de la crítica del capitalismo por parte de Marx. Esa crítica es íntegramente cierta en cuanto al capitalismo se refiere. El mercado capitalista, tratado como un automatismo de mercado, es un sistema de homogeneización universal de todas las rela-ciones sociales humanas, que subvierte tendencialmente la vida humana y la de la totalidad de la naturaleza. Existe hoy una conciencia muy amplia sobre este problema. Sin embargo, el pensamiento de Marx contiene a la vez un error que lo caracteriza también en su totalidad. Se trata de la convicción de que la civilización occidental es capaz de superar el capitalismo para realizarse íntegramente en la nueva sociedad socialista. Por ello opone al mercado capitalista un sistema de homogeneización universal por la planificación, que no podía sino reproducir aquellas consecuencias que el mismo Marx había criticado en el sistema capitalista. Por lo tanto, resultó un sistema económico que perseguía el crecimiento económico con el mismo afán destructor que el capitalismo. Un sistema que en pos de la producción de riqueza, destruía las fuentes de producción de toda riqueza --- el ser humano y la naturaleza -. La contradicción del capitalismo, apareció pues dentro del mismo sistema socialista. Por consiguiente, se trata en efecto de una crisis de civilización y no simplemente de las relaciones sociales de producción. Por esta misma razón, la crítica del capitalismo hecha por Marx recobra toda su fuerza original. Sólo que se transforma en una crítica de la civilización occidental misma. La crítica no pierde vigencia, la vuelve a tener, pero la alternativa que ahora resulta de ella tiene que ser una alternativa a esta civilización. Se trata de la alternativa a una civilización que se ha desarrollado en miles de años y que se ha impuesto sin misericordia al mundo entero. Ella resulta ahora hueca, y amenazando la existencia de la propia humanidad. En la actualidad hay mucha conciencia de que nos encontramos frente a una disyuntiva de este tipo . Las muchas filosofías de la "post-modernidad" atestiguan también este hecho, aunque su tendencia sea sobre todo a la desesperación, lo que las lleva a una especie de mística del suicidio colectivo de la humanidad. Efectivamente, al negar la posibilidad de alternativas a la civilización occidental con su utopía de la armonía entre el progreso técnico y el progreso humano, lo único que queda es el suicidio colectivo. Por eso, lo que enfrentamos no es solamente una crisis del capitalismo, sino una crisis del concepto fundante de la modernidad. Se trata del concepto de la armonía inerte entre el progreso técnico y el progreso de la humanidad, mediatizada por un marco institucional como el mercado o el plan central. La crisis del capitalismo se ha transformado en una crisis de la civilización occidental misma . En consecuencia, en sus términos tradicionales, se desvanece la polarización entre el capitalismo y el socialismo. Se trataba de dos polos, ambos inscritos en una civilización occidental --- la modernidad -, con la pretensión de un sistema institucional de homogeneización universal que podía armonizar, a priori y por principio, el progreso técnico y la humanización de las relaciones sociales. Sin embargo, con la crisis actual del capitalismo, que no ha sido resuelta por el colapso del socialismo, aparece la crisis de esta misma modernidad y de sus homogeneizaciones universales. Luego, en lugar de la pola-rización capitalismo/socialismo surge otra, que es capitalismo/vida, capitalismo/sobrevivencia de la humanidad. Sólo que capitalismo tiene ahora un sentido más amplio que el que tenía en la crítica de Marx al capitalismo. Implica la civilización occidental, la modernidad y la aspiración a sistemas institucionales de homogeneización universal de todas las relaciones humanas. Por lo tanto, implica también al mismo socialismo, tal como éste surgiera con las sociedades socialistas en la tradición soviética. Esto es igualmente el fin del universalismo abstracto, propiciado por la modernidad. Se trata del universalismo de los sistemas de homogeneización universal, tanto en la línea del capitalismo como del socialismo . No obstante, no es el fin del universalismo ético. Este retoma ahora como un universalismo del hombre concreto, que en nombre de la vida humana y de la naturaleza reivindica la legitimidad de cuestionar cualquier sistema de homogeneización universal, justamente para relativizarlo en función de la vida concreta del ser humano y de la naturaleza . Este universalismo del hombre concreto es precisamente la negación de los universalismos abstractos, para reivindicar la libertad humana. Esta consiste en respetar la vida humana y la de la naturaleza por encima de los principios abstractos del mercado o de la planificación, que se quieren imponer al ser humano como principios a los cuales se debe sacrificar la misma vida humana. Es la libertad de recurrir a mercados o intervenirlos, donde eso haga falta, pero también la libertad de planificar la economía o de no hacerlo, donde sea necesario. Es asimismo la libertad de respetar las economías premodernas, donde éstas subsistan, pero también de cambiarlas, donde sea conveniente. Desde el punto de vista de la libertad humana, las relaciones de producción --- mercado, planificación,' economías precapitalistas- son un asunto de conveniencia, no de principios de un humanismo abstracto que dicta la homogeneización universal de todas las relaciones sociales según un único criterio. No se trata de un abstracto "Everything goes" (todo va), sino de un criterio universal de vida concreta que rompe, en caso de necesidad, todos los principios . •

Notas:

“Ninguno, por lo general se propone originariamente promover el interés público, y acaso ni aun conoce cómo lo fomenta cuando no abriga tal propósito. Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera, sólo medita su propia seguridad, y cuando dirige la primera de forma que su producto sea del mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en este y en otros muchos casos es conducido, como por una mano invisible, a promover un fin que nunca tuvo parte en su intención". Smith. Adam, La riqueza de las naciones. Editorial Bosch, Barcelona. 1983. Reproducida por UACA. San José. Costa Rica, 1986. Libro IV. Capítulo II, Sección I, Tomo II. pág. 191. "En una sociedad civil, sólo entre las gentes de inferior clase del pueblo puede la escasez de alimentos poner límite a la multiplicación de la especie humana, y esto no puede verificarse de otro modo que destruyendo aquella escasez una gran parte de los hijos que producen sus fecundos matrimonios... Así es como la escasez de hombres, al modo que la de las mercaderías regula necesariamente la producción de la especie humana: la aviva cuando va lenta y la contiene cuando se aviva demasiado. Esta misma demanda de hombres, o solicitud y busca de manos trabajadoras que hacen falta para el trabajo, es la que regula y determina el estado de propagación, en el orden civil, en todos los países del mundo..." Smith. Adam. op. cit., tomo I, pág. 124 (Libro I. Capítulo VIII: De los salarios del trabajo. Sección n: págs.ll8-133). Hayek, en una entrevista concedida en Santiago de Chile, sigue pronunciando este mismo principio en términos actuales: "Una sociedad libre requiere de ciertas morales que en última instancia se reducen a la mantención de vidas: no a la mantención de todas las vidas porque podría ser necesario sacrificar vidas individuales para preservar un número mayor de otras vidas. Por lo tanto las únicas reglas morales son 1«s que llevan al ‘cálculo de vidas': la propiedad y el contrato". Hayek. Friedrich von, entrevista en El Mercurio 19.4.81. Ver Marx. Karl. El capital. FCE. México, 1966. pág.424. Ver Hinkelammert. Franz. Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia. Editorial Universidad Católica de Chile-Paidós. Buenos Aires, 1970.306 pág. ; Crítica a la razón utópica. DEI, San José. 1984,275 págs. Jonas, Hans. Das Prinzip Verantwortung. Versuch einer Ethik für die technologische Zivilisation (El principio responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica). Suhrkamp, Frankfurt, 1984. Estas afirmaciones son muy afines con el último informe del Club de Roma, cuyo título es: La revolución global (The First Global Revolution). 1991. El informe insiste en que: "Evidentemente, problemas globales no se pueden solucionar sólo por una economía del mercado, si éstos exigen un enfoque a largo plazo o si se traía de problemas de distribución. Además, aquellos problemas donde se traía de energía, medio ambiente, investigación básica o el trato equivalente (fairness) no pueden ser solucionados únicamente por el mercado. Estos problemas solamente pueden ser enfrentados por la intervención del Estado, que se basa en procesos políticos y que usa muchas veces tanto mecanismos de mercado como instrumentos de una planificación estatal". "Las fuerzas que operan en el mercado pueden tener efectos colaterales peligrosos, por el hecho de que no se basan en el interés de lodos". "...el concepto (de una economía sostenible a largo plazo) es utópico, per>^ vale la pena seguirle el paso. La sociedad sostenible jamás podría resultar de una economía mundial que confía exclusivamente en las fuerzas del mercado, aunque éstas sean importantes para mantener la vitalidad y la capacidad innovativa de la economía. Como ya mencionamos, las fuerzas del mercado sólo reaccionan a señales de corlo plazo". Citado según la edición alemana, con traducción del autor. "Die global Revolution". Bericht des Club of Rome 1991. Spiegel Spezial, Hamburg, 1991. Son sistemas megalómanos. Esta megalomanía ha llegado hoy a marca; el mundo entero. Nunca ha habido un plan tan megalómano como es e. ajuste estructural, en nombre del cual se devasta toda la tierra. Ver Hinkelammert, Franz, "Consideraciones sobre las alternativas del cambio de las estructuras económicas en Chile", en: Cuadernos de la Realidad Nacional (Santiago), No 15.1972; "La lógica de la expulsión del mercado capitalista mundial y el proyecto de liberación", en: Pasos Especial №3(1992). Marx formuló este humanismo de la vida concreta por primera vez. El hace esta crítica del universalismo abstracto en nombre de su crнtica a la religiуn. Su formulaciуn del humanismo concreto sigue vigente, aunque el mismo Marx desembocara en otro universalismo abstracto. Marx lo formula de la siguiente manera: "La crнtica de la religiуn desemboca en la doctrina de que el hombre es la esencia suprema para el hombre y, por consiguiente, en el imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el hombre sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable". Ver Marx, Carlos, "La introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel". en: Fromm. Erich. Marx y su concepto del hombre. FCE. México. 1964. pág. 230.

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