1. ¿Muerte de los paradigmas o tiempo de un universalismo abstracto? El auge del determinismo sistémico
Hoy, una así llamada "crisis de los paradigmas" está en el orden del día. Se habla de la crisis del conocimiento cierto, del colapso de la lógica de las necesidades y del agotado pensamiento sobre algún final de la historia. Ciertamente, una crisis de estos aspectos podría darse y discusiones en este sentido hay muchas. Pero la crisis de la cual tanto se habla no se extiende más allá de las Facultades de Filosofía y de algunos libros de moda que aspiran a agitar y embrollar sentimientos. Nuestro tiempo, en cambio, es dominado por la idea del conocimiento absolutamente cierto, inauditamente dogmatizado, y de irreversibilidades o forzosidades de la historia y de su proclamado final. Nuestras ideología y sensibilidad dominantes son testigos y medios diarios de estos hechos. La cuestión comprende asimismo a la dominación de la Naturaleza. Toda nuestra tecnología y ciencia es de dominación de la Naturaleza, y no hay ningún signo de que dejará de serlo. La misma ciencia natural se presenta como un conocimiento absolutamente cierto y de ninguna manera como un conocimiento falible. Tiene una vigencia inclusive "sacerdotal". Se dan, también, críticas con un valor altamente relativizable en nombre de la post-modernidad, una New Wave, la "teoría” del caos, etc. Sin embargo, ellas no han sobrepasado el nivel de una moda que está agotándose o que sobrevive en subculturas sin mayor capacidad de impacto. Una de estas subculturas es la del mundo empresarial, en el cual la manera de hablar está impregnada profundamente por estos movimientos. Pero el fenómeno no pasa de ser una moda del habla, sin ningún pensamiento efectivo. Sería peligroso que la izquierda se constituya en una de estas subculturas a la moda. En planteamientos como los de la post-modernidad, la New Wave, etc., es obvio su respeto por un tabú dominante de nuestra sociedad: el paradigma del mercado. Este jamás se pone en cuestión cuando se habla de la crisis de los paradigmas. Se puede mirar el asunto por donde se quiera: tenemos un paradigma ridículamente primitivo que no se toca jamás. Es el equivalente del "ciudadano por encima de toda sospecha". Feministas, ecólogos, postmodemos, teóricos del caos y quienes se quiera: no se encuentra casi nadie que se enfrente a este gran dogma de nuestro tiempo: el neoliberalismo política de globalización. sus ajustes estructurales y sus senilidades ideológicas y teológicas. Es en nombre de este paradigma que se arroja en contra de todo ser pensante la tesis de la crisis de los paradigmas. Por eso, el problema no me parece ser ninguna crisis de paradigmas, sino el hecho de que un solo paradigma ha ganado y se ha impuesto de una manera incuestionable. Tenemos la gran celebración de la certeza o la de la gran certeza, no de la falibilidad. El ; victorioso actúa en nombre de la certeza más absoluta. Y así se autoestima y proclama. Las filosofías de la falibilidad, del tipo de la filosofía de Popper, por ejemplo, están en franco descenso. Las filosofías que hoy se ponen en el primer plano, como las de Hilary Putnam o Davidson, son filosofías de la certeza. Putnam vuelve muy directamente al argumento de Descartes del cogito ergo sum, para fundar en él la certeza de la realidad. La falibilidad parece ser un relativismo o identificarse con él, y Putnam juega este argumento en contra del relativismo (la paradoja del mentiroso) para desalojar el falibilismo de Popper. La filosofía del falibilismo fue un argumento bien recibido en el tiempo de la Guerra Fría para enfrentarse a las pretendidas certezas del marxismo soviético. Hoy, cuando de lo que se trata es de asegurar la certeza del paradigma victorioso, sobra. Lo que aparece ahora, es algo como un DIAMAT (Materialismo Dialéctico, soviético) de la burguesía. Es comprensible que esta victoria absoluta de un paradigma produzca en los otros, en los distintos o en quienes lo sufren, la sensación de una ausencia de certezas, un sentimiento de pérdida de paradigmas. Por ello y ahora nuestra discusión tiene que girar alrededor de este problema: cómo enfrentar un paradigma que se muestra y actúa con esta prepotencia. Lamentarse de que los paradigmas derrotados hayan sido, asimismo, prepotentes, no sirve de gran cosa. Parte de este lamento sobre la crisis de los paradigmas es la tesis de que se han perdido los criterios universalistas de actuar. Pero, ¿existe realmente una pérdida de estos criterios? Otra vez tenemos que partir de la constatación del hecho de que un solo criterio universalista se ha impuesto: el universalismo de los criterios del mercado. Todo otro universalismo ha sido exitosamente marginado. No obstante este universalismo hoy dominante nos obliga a una respuesta. Esta respuesta de ninguna manera es posible si empezamos a creer, a la moda, que todos los universalismos han caído y que hoy existe esta pretendida pluralidad de racionalidades, interpretaciones, acciones y sentidos de vida. El mercado no sólo globaliza, también homogeneiza. Desde él, una sola racionalidad domina. Se trata de un universalismo del ser humano abstracto, detrás del cual, como siempre, se esconde/proyecta la dominación de una minoría que se impone por medio de los criterios de su universalismo abstracto práctico. De nuevo se revela el hecho de que los universalismos abstractos son posiciones de intereses minoritarios, o, si se quiere, posiciones de clase de clases dominantes. Nuestra pregunta tiene que ser por un criterio universal frente a este universalismo abstracto. Este es precisamente el problema actual. La fragmentación, de la cual se habla tanto, no existe en cuanto al sistema globalizante y homogeneizante. Este no está fragmentado, sino que es un bloque unitario de concreto, defendido por puras "cabezas de concreto". Pero en lo que se refiere a la izquierda, ocurre más bien una fuga en desbandada, una forma peculiar de fragmentación que conduce a una incapacidad de enfrentar el sistema de este capitalismo de cuartel. Hace falta hoy la conciencia de que a la lógica de un universalismo abstracto como la del sistema presente:2. El imaginario neoliberal
Las siguientes citas de Hayek, el pensador clásico del neoliberalismo, nos pueden introducir directamente en la problemática del mercado y de la crítica del capitalismo: Estoy de acuerdo en que todo error ayuda al avance del conocimiento, y Marx es evidentemente error puro... . Marx desconocía totalmente la función de proveer señales que ofrece el sistema de precios. Fue incapaz de entender cómo un proceso de evolución selectiva que no conoce leyes que determinan su dirección puede generar un orden autodirigido . Lo que aquí Hayek en apariencia dice sobre Marx, no nos revela nada sobre Marx, sino exclusivamente algo sobre Hayek. Marx figura en la referencia de Hayek como la "No-persona" de Orwell. Sobre esta no-persona habla el Big Brother, el "gran hermano". Una formulación como "Marx es evidentemente error puro", es obviamente falsa. No sólo frente a Marx. Sería falsa en relación a cualquier pensador, Aristóteles por ejemplo, sobre el cual habláramos. Si Hayek menciona como el problema central de Marx que éste sea incapaz de entender "la función de proveer señales que ofrece el sistema de precios", su mención nos introduce en realidad en una cuestión que, para el pensamiento de Marx, es central. Digamos que parece obvio que Hayek no conoce a Marx. Todo el análisis del capitalismo que Marx realiza, gira alrededor del problema del cual Hayek sostiene que en Marx no aparece. Marx precisamente explica cómo un "proceso de evolución selectiva que no conoce leyes que determinan su dirección, puede generar un orden autodirigido", es decir produce un orden, para analizar, posteriormente, de qué orden se trata. El problema de Marx sigue siendo nuestro problema, aunque sea a la vez el problema de Hayek. Es además el problema que domina, desde Adam Smith, el pensamiento económico, y se trata de un problema que nos es impuesto por la realidad misma del sistema capitalista vigente. Todo el pensamiento económico-social de la modernidad gira alrededor de este problema. Entonces, ¿por qué volver a partir de Marx? La razón reside en el hecho de que Marx da una respuesta al problema que es diferente a la respuesta de la tradición burguesa. Una respuesta, que justamente hoy, vuelve a tener una actualidad inaudita. No se trata de recuperar a Marx de por si. Se trata de reflexionar de nuevo la respuesta que él da a este problema. Esto es necesario porque parece que volvemos a necesitar esta respuesta.3. El orden que es resultado del desorden
Desde David Hume aparece la convicción de que la acción humana es fragmentaria. Hume declara que el problema de la acción humana por aclarar no es el egoísmo en sentido moral, sino el carácter fragmentario de la acción que subyace a todos los actos humanos. Por eso, a toda acción humana subyace el desorden. El elemento por explicar es, por tanto, cómo es posible un orden, si toda acción humana es a priori fragmentaria. Esto es especialmente un problema del capitalismo emergente. Este ya no descansa sobre un orden económico-social políticamente estructurado. Si a pesar de eso aparece un orden, éste ya no puede ser el resultado de una acción intencional dirigida hacia la constitución de un orden de este tipo. Una acción intencional de este tipo dejó de existir. Desde Hume en adelante, y en especial en la filosofía moral escocesa, resulta un pensamiento que se ocupa de los efectos no-intencionales de la acción humana. Primero, se concibe el orden emergente como un orden prestablecido, pero, desde Adam Smith, como un sistema que resulta del carácter fragmentario de la acción humana misma, y como fruto de sus efectos no-intencionales. Por eso Adam Smith puede hablar de una "mano invisible" que rige en esta producción del orden. Partiendo de esto, el mercado es concebido como un mecanismo autorregulado, como "automatismo del mercado". En el grado en que el mercado es el medio o mecanismo en el cual chocan las acciones fragmentarias de los actores particulares, el automatismo del mercado —su capacidad de autorregulación— produce un orden económico-social. Este orden no requiere ser estructurado políticamente. La función de la política es más bien la de asegurar que los intereses particulares fragmentariamente orientados choquen entre sí de una manera tal, que pueda aparecer un orden económico-social como efecto no-intencional. Por tanto, estos intereses tienen que surgir y relacionarse en el mercado. Ese es el sentido del derecho burgués. Asegura un orden jurídico de derecho dentro del cual puede aparecer, como resultado de los efectos no-intencionales de la acción humana fragmentaria e intencional, un orden económicosocial. Por eso el orden económico-social no es un orden político, sino el resultado de una imposición política del orden del mercado, en cuyo interior el orden económico-social se forma a partir del conflicto —la competencia— de intereses particulares fragmentarios. Por esta razón el derecho burgués puede ser un derecho formal. El orden económico-social, sin embargo, puede seguir su "lógica propia" (Eigengesetziichkeit). Por un lado aparece la "razón del Estado", por el otro la "razón del mercado". Esta es la situación de conocimiento en relación con la cual aparece el pensamiento de Marx. Sigue siendo también hoy la situación básica de conocimiento a la cual estamos enfrentados. Es necesario volver a preguntar por este orden, resultado del choque de intereses fragmentarios que se enfrentan en la competencia del mercado. Marx mira esta pregunta especialmente bajo dos aspectos vinculados entre sí. En un ángulo, se trata de los mecanismos por medio de los cuales es producido este orden. En el otro ángulo, busca explicar de qué tipo de orden se traía en realidad. Por eso ocurre con el pensamiento de Marx exactamente lo contrario de lo que Hayek sostiene en las citas dadas al comienzo. El problema del orden producido por el mercado es el problema central del pensamiento de Marx. Marx describe el mecanismo por medio del cual es producido el orden económico-social de la sociedad burguesa, mediante la noción de "leyes". El habla de leyes que se imponen "a espaldas" de los actores (productores). Se trata de leyes de un orden económico-social que no aparecen en ningún código de leyes, pero que son consecuencias —no-intencionales— del código de la ley burguesa. Son las expresiones de efectos no-intencionales de la acción intencional que retoman sobre el propio actor y ejercen sobre él un efecto compulsivo. En su sentido estricto, se trata de fuerzas compulsivas de los hechos (Sachzwánge) que obligan al reconocimiento de un orden que surge a espaldas de los actores a través de estas leyes. Se traía de "leyes compulsivas" (Zwangsgesetze, las llama Marx también) que condenan de manera efectiva. No obstante esta condena es diferente a la condena por infracciones a los códigos de la ley burguesa. Quien viola ésta se ve enfrentado a un aparato judicial que lo puede condenar a la cárcel e inclusive a la muerte. Pero son funcionarios judiciales quienes ejecutan la condena. Por el contrario, quien viola las leyes que actúan a la espalda de los actores, pierde sus condiciones de existencia. También esto implica la condena a la muerte, sólo que ésta no es pronunciada por algún aparato judicial, si no que s6 sigue de la propia realidad impregnada por la ley burguesa. El infractor/violador pierde sus condiciones de existencia como resultado de la situación 'objetiva', no por el juicio positivo o negativo pronunciado por alguna instancia judicial: objetivo mercado mundial, Juicio Final. Marx cita a Shakespeare: "Me quitan la vida al quitarme los medios que me permiten vivir". Para Marx, se trata de un orden que aparece como efecto no-intencional de la acción intencional, y que es dominado por leyes que son efectos no-intencionales de la acción intencional. Ellas constituyen el orden autorregulado del mercado, resultado del automatismo del mercado. Se trata de un orden que resulta de las mismas fuerzas compulsivas ¿e los hechos, que son producidos en el mercado. Marx lo expresa de la manera siguiente: La libre concurrencia impone al capitalista individual, como leyes exteriores inexorables, las leyes inmanentes de la producción capitalista . Sin embargo no se trata únicamente de las fuerzas compulsivas que actúan en el mercado. El mercado mismo se debe a una fuerza compulsiva de los hechos y no es un producto intencional de la acción humana: La conducta puramente atomística de los hombres en su proceso social de producción, y. por tanto, la forma material que revisten sus propias relaciones de producción, sustraídas a su control y a sus actos individuales conscientes, se revelan ante todo en el hecho de que los productos de su trabajo revisten, con carácter general, forma de mercancías . Al comportarse los actores de manera atomística —esto es, fragmentaria—, crean la inevitabilidad del mercado. Pero, al comportarse en el mercado, crean las leyes que se imponen a espaldas de los actores. Una cosa implica la otra. No obstante ambas inevitabilidades se producen como efectos no-intencionales de la acción intencional. El mismo código del derecho burgués no crea a este individuo atomístico, sino más bien lo confirma y legaliza. Así, el mercado aparece mediante las fuerzas compulsivas de los hechos, y en el mercado aparecen fuerzas compulsivas de los hechos que se imponen a los actores "a su espalda". Como el individuo se somete (y tiene que someterse) a estas fuerzas compulsivas, aparece un orden cuyas leyes son estas mismas fuerzas compulsivas. El resultado es el mercado autorregulado. Obedece a leyes, que resultan como efectos no-intencionales de una acción que se lleva a cabo en el mercado. Marx analiza este orden y sus leyes. Por eso pregunta por las consecuencias que conlleva un orden surgido de esta manera. Jamás pone en duda que de esta manera aparezca un orden, sino que pregunta por las implicaciones de un orden surgido de esta manera. Su respuesta es que un orden surgido sobre la base de leyes que resultan a la espalda de los productores, tiene una tendencia a socavar y destruir los fundamentos de la vida humana. Hay un lema, hoy muy común: dos peligros acechan a la humanidad: el desorden... y el orden. Marx ve el peligro sobre todo en el orden —es decir en' un orden'— que aparece por reacciones al desorden. Pero eso es el orden capitalista. Marx resume este peligro: Por tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre . El mismo orden puede llevar consigo la destructividad. Lo puede hacer porque el ser humano es un ser natural que vive en metabolismo con la Naturaleza, intercambio complejo que no debe ser interrumpido si se aspira a seguir viviendo. Interrumpirlo es la muerte. Sin embargo, la orientación por criterios mercantiles no sólo abstrae de este circuito natural la vida humana, sino que transforma la amenaza de su interrupción en su criterio principal del orden. Se trata de una amenaza que tiene que ser amenaza efectiva para poder asegurar el orden . De esta forma aparecen tres dimensiones de las fuerzas compulsivas de los hechos que operan en el mercado. Primero, las mismas relaciones mercantiles se imponen al actor, porque una acción atomística no puede coordinar una división social del trabajo sino por medio de relaciones mercantiles. Segundo, en el marco de estas relaciones mercantiles aparecen leyes que constituyen el orden económico-social, que son los efectos no-intencionales de la acción fragmentaria en este mercado. Tercero, este orden asegurado por las leyes que actúan a espaldas de los productores, produce efectos no-intencionales que socavan las fuentes de toda la riqueza y por consiguiente, las fuentes de toda la vida —tanto del ser humano como de la naturaleza externa al ser humano—. Lo hace, porque el orden se orienta por criterios abstractos de eficiencia que tienen la tendencia a borrar todas las posibilidades de limitar sus efectos . Por eso, el orden que resulta de una manera no-intencional es un orden destructor y, por ende, un desorden él mismo. En la tradición del marxismo se ha sintetizado este proceso destructor analizado por Marx bajo el nombre de "ley de la pauperización". Eso redujo el alcance del problema, porque dejó de lado el proceso de destrucción de la propia Naturaleza y además redujo sin razón, mediante la expresión "pauperización", el problema humano a un problema exclusivamente material. Pero, de lodos modos —aunque en forma deficiente— expresa lo que Marx había sostenido. No obstante, esta tradición prácticamente eliminó el hecho de que en la interpretación de Marx se traía de procesos que se fundamentan en efectos no-intencionales de la acción humana intencional. Por eso, para Marx, no se trata de ninguna manera de leyes naturales. En la discusión actual, esta concepción de un orden que tiene en sí mismo la tendencia hacia el desorden, o sea, a la autodestrucción, se discute más bien en las ciencias naturales. En este campo se ha llegado a discutir el orden como un producto del desorden. Sin embargo, este orden es visto como un orden tendiente a la autodestrucción. Se trata de una tendencia que se expresa por una creciente entropía. El orden que se impone hace crecer la entropía, siendo la tendencia una referencia a un orden que ya no admite ningún movimiento, y en consecuencia ninguna vida. Se puede muy bien expresar la teoría marxiana del orden autorregulado en estos términos: el orden autorregulado del mercado es un orden entrópico que, como tendencia, se autoelimina. La teoría de las ciencias naturales que elabora la segunda ley termodinámica surge en el mismo momento del tiempo histórico (en los años cincuenta y sesenta del siglo XIX) en el que Marx elabora su teoría de la tendencia entrópica del orden autorregulado del mercado capitalista. El orden basado en fuerzas compulsivas de los hechos es conocido como un principio autodestructor. En el contexto de este análisis de los efectos no-intencionales se puede entender lo que con posterioridad a Marx se llegó a llamar el "determinismo histórico". No se trata de ningún modo de leyes históricas a la manera como son formuladas en las ciencias naturales clásicas. Se trata de las leyes que se imponen a espaldas de los productores y que empujan la historia. Son tendencias históricas compulsivas. Este determinismo histórico aparece antes de Marx en la economía política burguesa clásica, y entiende la historia como un proceso impulsado hacia la constitución de la sociedad burguesa. Sigue vigente hoy en el pensamiento burgués, cuando explica el colapso del socialismo histórico como una necesidad histórica: al no poder solucionar sus problemas de la producción en competitividad con el capitalismo, el socialismo histórico tenía por fuerza que colapsar. Marx ve estas mismas fuerzas actuando en el capitalismo. En cuanto el capitalismo es un orden producido por el desorden, es un orden entrópico: como tal, según Marx, este orden tiene por fuerza que ser cambiado, porque amenaza la propia existencia humana. Si la humanidad quiere asegurar su existencia, tiene que cambiar este orden. Por eso Marx entiende esta "ley" como un llamado a la acción humana. Sin embargo, en el sentido de lo que normalmente se entiende por "determinismo", esta teorización de fuerzas compulsivas en la propia historia no implica de ninguna forma un determinismo.4. La crítica del orden por el desorden: la ética de la acción solidaria
El individuo burgués surge en nombre de una ética de la autonomía. Se trata de la ética del individuo autónomo —responsable de sí mismo—, que es propietario y se relaciona con otros como propietarios. Por eso el orgullo de la sociedad burguesa, que se entiende como Mundo Libre. Cada uno se siente un individuo responsable de sí mismo, y se destina como individuo autónomo en esta responsabilidad. En el derecho burgués —pero igualmente en el imperativo categórico de Kant— está fijado este individuo autónomo. Por tanto, pertenece a la autoconciencia burguesa la convicción que considera a la sociedad burguesa como la etapa más alta del desarrollo moral de la humanidad. Todavía Habermas con su teoría de los estadios morales de la humanidad, la cual establece siguiendo las teorías de Kohiberg, expresa este imaginario. La crítica marxiana de esta ética política se vincula con su crítica del orden burgués. Marx lleva a cabo esta crítica en el marco de su teoría del fetichismo. Según esta percepción, las leyes del orden burgués precisamente no son las leyes del código del derecho burgués, que se fijan en el individuo autónomo. De la acción de los individuos autónomos surgen de manera no-intencional las leyes que determinan el orden económico-social. Se trata de leyes que se imponen a espaldas de los actores, y que por consiguiente son "leyes compulsivas" (Zwangsgesetze). Para que el individuo burgués pueda afirmar su autonomía, tiene que subordinarse a estas leyes como fuerzas compulsivas. Para expresarlo por una paradoja: tiene que renunciar a su autonomía para poder sostenerla. Al conjunto de estas leyes, que se imponen a espaldas de los actores, Marx lo llama ley del valor: Como estos productores sólo se enfrentan en cuanto poseedores de mercancías y cada cual procura vender su mercancía al precio más alto posible (y además, aparentemente, sólo se halla gobernado por su arbitrio en la regulación de la producción misma), resulta que la ley interna sólo se impone por medio de su competencia, de la presión mutua ejercida por los unos sobre los otros, lo que hace que se compensen recíprocamente las divergencias. La ley del valor sólo actúa aquí como ley interna, que los agentes individuales consideran como una ciega ley natural, y esta ley es, de este modo, lo que impone el equilibrio social de la producción en medio de sus fluctuaciones fortuitas . Así, el individuo burgués no es simplemente un individuo autónomo, sino que en su autonomía está sometido a una ética heterónoma. Esta ética heterónoma del individuo autónomo está, por ende, en una contradicción constante con su autonomía. Sin embargo, esta ética heterónoma del individuo autónomo obedece a leyes que son producidas por el individuo actuante (y productor) mismo. Pero se le enfrentan como leyes compulsivas a las cuales se tiene que someter para poder seguir siendo un individuo autónomo: La libre concurrencia impone al capitalista individual. como leyes exteriores inexorables, las leyes inmanentes de la producción capitalista . Aparece una ética que contradice todas las reivindicaciones de autonomía de este individuo. Esta ética exige aceptar las consecuencias no-intencionales del orden económico-social surgido a partir de las relaciones mercantiles como leyes necesarias de la historia. Son las leyes metafísicas de la historia que constituyen a la sociedad burguesa, y que ésta enuncia. Como tales pronunciamientos, llegan a ser el contenido material de la ética. El desempleo, la marginación y la exclusión de la población, la pauperización, el subdesarrollo y la destrucción de la naturaleza, se erigen como leyes a las cuales nadie debe resistir o, por lo menos, únicamente se puede resistir en el marco del orden existente. Pero también la transformación de la competitividad (y en este sentido de la "eficiencia") en valor supremo de toda acción humana resulta de las leyes compulsivas de este orden. Así, en nombre de la autonomía del individuo este mismo individuo es sometido a una voluntad externa a él mismo, que a pesar de eso tampoco es la voluntad de algún otro. Es la voluntad del individuo autónomo mismo, que se enfrenta a él en forma de una voluntad extraña y que destruye su propia autonomía. El imperativo categórico de Kant no fundamenta la autodeterminación del sujeto, sino su determinación heterónoma. La iluminación, en cuyo nombre habla Kant, no es concluida por éste. Por eso, para Marx, su conclusión está todavía por hacerse. Esta voluntad externa no es, por tanto, simplemente la voluntad de otros, sino que siempre tiene la característica de ser la voluntad propia que se enfrenta al individuo como voluntad externa. Las leyes no-intencionales producidas por el individuo se dirigen en contra de él. Esto lleva a la ética política de Marx, que es una ética de la autodeterminación de la voluntad que se mueve en la tradición de Kant, a pesar de que a la vez la contradice. Se trata de la pregunta: ¿cómo es posible una determinación autónoma de la voluntad, si el individuo autónomo produce leyes no-intencionales que se imponen a sus espaldas y a las cuales se tiene que someter como a una autoridad heterónoma de la ética? Por esta razón, Marx descubre como el problema de la libertad la autodeterminación frente a estas leyes: .. .dentro de la producción capitalista la proporcionalidad de las distintas ramas de producción aparece como un proceso constante derivado de la desproporcionalidad, desde el momento en que la trabazón de la producción en su conjunto se impone aquí a los agentes de la producción como una ley ciega y no como una ley comprendida por su inteligencia asociada y, por tanto, dominada, que someta a su control común el proceso de producción . Para Marx se trata de disolver estas leyes en cuanto leyes ciegas, es decir en cuanto se enfrentan al individuo como voluntad externa. No obstante eso sólo es posible por medio de una acción solidaria. Lo que Marx dice, es: estas leyes tienen que dejar de imponerse como leyes ciegas, lo que únicamente es posible si son comprendidas por su "inteligencia asociada" y sometidas a su "control común". Al buscar esta disolución de las leyes ciegas, Marx siempre tiene la conciencia de que ellas, que se imponen a espaldas de los actores, descansan sobre necesidades. La disolución de estas leyes, por consiguiente, no se puede entender como una desaparición de estas necesidades que se expresan en ellas. Para Marx, la libertad es una relación libre con la necesidad para asegurar que la necesidad no aparezca como una voluntad externa y destructora. Se puede mostrar esto mediante ejemplos. Si en la ex-RDA el ingreso per cápita es inferior al ingreso per cápita en la RFA, entonces hay una menor disponibilidad de bienes y se produce con una menor productividad del trabajo. Lo segundo se sigue analíticamente de lo primero, y es necesariamente así. Pero que esta necesidad se imponga en la forma de una voluntad ciega y externa, lleva a las catástrofes económicas y sociales que han ocurrido en los últimos cinco años y que no se siguen analíticamente de las necesidades, que están en su base, sino que son producidas por las relaciones económico-sociales (relaciones de producción) dentro de las cuales estas necesidades se expresan. De una menor productividad no se sigue con necesidad el colapso de toda la producción industrial, y de un ingreso per cápita menor no se sigue con necesidad que la gran mayoría se empobrezca y una minoría se enriquezca. Ambas cosas más bien se siguen del hecho de que la necesidad aparece como una voluntad ciega y externa, esto es como una ley que se impone por las espaldas de los productores. Se trata en efecto de leyes, no de simples tendencias (probabilidades) o pronósticos. Sin embargo, tampoco estamos aquí ante leyes naturales a las que no se puede cambiar. Cuando Hayek, en la entrevista citada, habla del "fracaso de sus [de Marx] predicciones, que refutan claramente su sistema de pensamiento" , no da cuenta de eso. Las leyes que se imponen por las espaldas de los actores, son producto de los actores, no obstante son leyes que se les imponen. En cuanto ellos se comportan como individuos autónomos, producen inevitablemente estas leyes. No las pueden evitar en el grado en que se comportan como individuos autónomos. Pero, pueden disolver estas leyes y relacionarse con las necesidades en libertad, si expresan su autonomía como sujetos libres y solidarios. Una ley semejante, es decir de este tipo, es también la llamada ley de la pauperización de Marx. Ella no hace pronósticos, sino que demuestra una legalidad inevitable para el caso que el sistema logre impedir con éxito la acción solidaria con el resultado de que todos tengan que comportarse como individuos autónomos. Por eso esta ley no ha tenido la misma fuerza durante el período del capitalismo de reformas de determinados países, ni tampoco en los países del socialismo histórico, como sí la tiene hoy de nuevo bajo el dominio del mercado globalizado. Sin embargo no estamos aquí ante una suspensión de la ley. Al relacionarse con el mundo de las necesidades como individuos autónomos, se producen leyes que se imponen a espaldas de los actores. En cambio, relacionándose como sujetos autónomos que logran su autonomía por medio de la solidaridad, los actores pueden determinar en libertad de qué manera las necesidades puedan surgir. Aunque no se puede hacer desaparecer estas leyes que se imponen a espaldas de los actores (o fragmentarios o sociales), con la solidaridad aparece un marco de libertad que el individuo autónomo no puede siquiera vislumbrar. Esto tiene consecuencias para el enfoque de la democracia. Ella puede ser, como hoy es el caso casi generalizado, un lugar de la determinación externa sin posibilidad de libertad. Pero también puede ser ámbito de la libertad, porque puede ser un lugar donde se puede disolver o contribuir a disolver las leyes que se imponen a la espalda de los productores, dando lugar a la libertad mediante la asunción libre de la necesidad. En última instancia, esta libertad consiste en la capacidad de asumir la necesidad de una manera tal que sea garantizada la integración del ser humano como ser natural en el metabolismo de ser humano y Naturaleza articulada inextricablemente a él. Esto es, asimismo, lo que Engels denominó como la "última instancia" de toda vida social .5. El orden apriorístico y los criterios universales de la acción
El problema en la teoría de Marx no descansa precisamente sobre su análisis del capitalismo. El problema es exactamente al revés de lo que Hayek piensa. En efecto, Marx puede presentar una teoría realista del surgimiento del orden destructivo como resultado de la acción de individuos autónomos. Marx también analiza los caminos por los cuales surge este orden. Hayek, en cambio, no logra explicar por ningún lado el surgimiento de este orden. Nunca va más allá de la simple postulación de la existencia de un tal orden. En Marx Weber se pueden encontrar mucho más elementos para explicar este orden que en Hayek. Sin embargo en cuanto Weber se acerca a una explicación de este orden, lo hace en términos que son mucho más similares a los términos correspondientes de Marx que a los que ofrece Hayek. Esto lleva a otro conocimiento. Un análisis realista del capitalismo es inevitablemente una crítica del capitalismo, aunque no llegue a los mismos resultados de Marx. Demuestra lo problemático del orden capitalista. Tal vez esto pueda explicar por qué Hayek, con su fijación dogmática en la sociedad capitalista, es incapaz de construir una teoría de su orden . Por eso, el problema de la teoría de Marx no está en sus análisis realistas del capitalismo, sino en su imaginación de una alternativa. De hecho, el análisis marxiano del capitalismo es el único análisis realista del capitalismo como sistema que hoy existe. Esto probablemente es más visible hoy que antes. Su análisis no es determinista. Todas las otras teorías del capitalismo son deterministas, sobre todo el análisis del capitalismo neoclásico y el neoliberal, a pesar de que ya Marx entra en discusiones con los antecesores de las teorizaciones deterministas del equilibrio del mercado de su tiempo. En especial en las décadas pasadas, como ya señalamos, se ha dado en las ciencias empíricas una crítica radical de las teorías deterministas en esas ciencias, movimiento que partió sobre todo de la física. En la física, el determinismo es paradigmáticamente presentado por el demonio de Laplace, que tiene como condición la determinación de todos los fenómenos particulares, si son vistos por un ser omnisciente. Con el mismo significado, Einstein decía: "Dios no juega a los dados". Por eso, se suponía un orden determinado "en principio". Este determinismo de la física fue trasladado a las ciencias económicas por Walras/Pareto, con el resultado de que a más tardar desde la teoría económica neoclásica se concebía el equilibrio del mercado como un equilibrio determinista. Podemos hablar en cuanto a este determinismo de un determinismo sistémico, para distinguirlo del determinismo histórico propiamente dicho. El determinismo sistémico del sistema de precios descansa sobre la idea de que el precio es una señal, un medio que transmite información. No obstante el precio no transmite ninguna información, la información consiste en comunicar que el precio es tal. El precio no informa, sino que amenaza (o promete). Cuando voy por un camino y se me enfrenta un perro bravo, no puedo pasar. Pero el perro no es una señal, sino una amenaza. Si hubiera un letrero con la inscripción: "¡Cuidado con el perro!", este letrero sería una señal. Señalaría una amenaza potencial. Así es con los precios. Si el precio sube y no puedo comprar, el precio es como el perro bravo: me impide un camino. No es una señal del impedimento del camino, es el mismo impedimento. Para superarlo, hay que hacer, como dice Marx, un "salto mortal". A la fuerza tengo que buscar un desvío. La amenaza es de muerte y tengo que buscar salida. Si no la encuentro, estoy perdido. Sin embargo el precio no me dice por donde encontrar el desvío ni habla de las razones del impedimento. Por eso, el precio es algo real y no el aviso de algo real. La realidad está sintetizada en el precio. Pero mediante el precio la realidad también es invertida. Si el presidente de EE. UU. se enferma, cae la Bolsa de Nueva York. La enfermedad es una señal que Índica la probabilidad de la caída de la Bolsa. El mundo real se transforma en un mundo de señales que indican algo sobre lo que es lo único real, que son los precios. Esta inversión es el centro de la teoría del fetichismo de Marx. Marx niega que el precio sea una señal. Todavía Max Weber tampoco lo ve como señal, sino como "precio de lucha" (Kampfpreis). Es la concepción apriorística y determinista del sistema de precios la que tiene que interpretar el precio como una señal. Sólo que con eso pierde la capacidad de explicar el orden mismo de la sociedad capitalista. Desde los años treinta en adelante —en especial a partir de Morgenstern— empezó la crítica de esta teoría determinista-sistémica en las ciencias económicas. No obstante esta crítica ha tenido muy escasos efectos. La crítica ideológica ha sido más fuerte que la lógica, con el resultado de que la crítica de este determinismo quedó más bien limitada a las ciencias naturales. En cambio, el análisis del capitalismo que hace Marx no puede proceder de una manera determinista, porque explica el orden por reacciones al desorden y el equilibrio por reacciones a desequilibrios. Con eso desarrolla una conceptualización del orden análoga a la que aparece desde los años cincuenta-sesenta en la física actual, y que con frecuencia es denominada como 'teoría del caos'. Las reformulaciones de esta física coinciden muchas veces hasta en las palabras usadas con las formulaciones que Marx —y también Engels— usan en su teoría del orden capitalista . Hay dos elementos de esta teoría marxiana que son decisivos:6. Solidaridad, necesidad y utilidad
Quiero sacar algunas conclusiones del argumento anterior:Notas:
Diego Kzano: "Un diálogo con el profesor Hayek" (sin fecha y iugftf. Tiene que haber sido entre 1981 y 1989). pág. 45. Ibid, pág. 46. Marx, Kari: El Capital. México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1946.I.pág.212. 5 Ibid.,I.pág.424. Ibid., I, pág. 55 Ibid.,I.pág.424. Weber describe este hecho de la manera siguiente: "En las condiciones de la economía de cambio es normalmente estímulo decisivo de toda competencia; 1. para los que carecen de propiedad: a) el peligro de nesgo de carecer de toda provisión tanto para sí como para aquellas personas "dependientes* (niños, mujer y, evenlualmenle, padres) el cuidado de las cuales es típico que tome el individuo sobre sí...". Weber, Max: Economía y sociedad. México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1944, pag. 84. Marx supone que "la división social del trabajo éntrenla a productores independientes de mercancías que no reconocen mis autoridad que La de la concurrencia, la coacción que ejerce sobre ellos la presión de sus mutuos intereses, del mismo modo que en el reino animal el bellum omnium centra omnes se encarga de asegurar más o menos íntegramente las condiciones de vida de las especies". Marx, op. cit., págs. 290s. Hacer esta analogía entre el orden por autorregulación del mercado y el orden de la evolución, es todavía hoy muy común. El mismo Hayek va aun más allá de esta analogía y sostiene su identidad. No obstante, muy posiblemente es falsa. El orden del mercado como orden por medio del desorden es destructor por el hecho de que está sometido a un criterio de eficiencia que es extraño para el orden de la evolución. Los criterios de eficiencia —en el lenguaje de Marx: criterios del trabajo abstracto— se refieren a la totalidad de todos los hechos y tienen una tendencia globalizante. Eso vale, aunque su referencia a la totalidad sea ella misma abstracta. Sólo la globalización de todas las decisiones transforma el orden por el desorden en un orden omnidestructor. Por lo menos, esta conclusión se sigue de una teoría de la evolución como la de Maturana. Ver Maturana. Humberto R. -Várela, Francisco J.; El árbol del conocimiento. Las bases biológicas del entendimiento humano. Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1984. Marx. op. cil.. III, págs. 812s. Ibid., I, pág.212. Ibid., III, pág.254. Pizano, op. cíf.,pág. 45. Carla de Engeis a J. Bloch (21-22. IX. 1890): "Según la concepción materialista de la historia el momento determinante de la historia es en última instancia la producción y reproducción de la vida real. Mas no hemos sostenido nunca ni Marx ni yo". El mismo Marx destaca eso: "Esto no obsta para que los mejores portavoces de la economía clásica, como necesariamente tenía que ser dentro del punto de vista burgués, sigan en mayoro menormedida cautivos del mundo de apariencia críticamente destruido por ellos, e incurran todos ellos, en mayor o menor grado, en inconsecuencias, soluciones a medias y contradicciones no resuellas" (Marx, op. cil., Ul, pág. 768). Ver para eso Gleick, James: Chaos-Making a New Science. New York, Viking 1987. Cito aquí según la edición alemana: Gleick, James: Chaos-die Ordnung des Universuns. Vorstofí in Grenzbereiche der modernen Physik (Caos-d orden del universo. Adelantos hacia campos límites de la física moderna). Mtinchen, Knaur, 1990. Gleick refiere la historia de esta teoría de la siguiente manera: "...muchas veces científicos en Occidente descubrieron con el esfuerzo de toda su mente conocimientos que ya eran conocidos en la literatura soviética. El surgimiento de la teoría del caos en Estados Unidos y en Europa inspiraba un número impresionante de investigaciones en la Unión Soviética; por el otro lado, provocó mucha sorpresa el hecho de que muchos aspectos de la nueva ciencia no fueron sentidos como muy nuevos en Moscú. Matemáticos y físicos soviéticos ya disponían de una investigación importante sobre el caos, que se remontaba atrás hasta los estudios de N. Kolmogorov en los años cincuenta", pág. 113. En la Unión Soviética "juntaron Sinai y otros rápidamente un equipo de alta calidad de físicos, que tenía su centro en Gorki. En los últimos años algunos especialistas del caos dieron una gran importancia a viajes regulares ala Unión Soviética, para estar al corriente...", pág. 115. (Eso se refiere por ejemplo a Feigenbaum y Cvitanovic. Ver nota 23, pág. 123). Posiblemente, la teoría marxiana del orden ha vuelto de una forma sumamente curiosa. Ella posiblemente es demasiado crítica como para ser aceptada en las ciencias económicas y sociales —eso vale tanto para la Unión Soviética como para EE. UU.—, y por consiguiente vuelve en la física, que es un terreno en apariencia poco relevante para las posiciones ideológicas dominantes. El hecho de que haya partido de la Unión Soviética podría significar que ella tiene un origen muy directo en el análisis marxiano del capitalismo, que con seguridad es conocido por los investigadores soviéticos, a diferencia de los investigadores de EE.UU., sean ellos o no marxistas. En relación a la teoría del caos, dice Gleick: "Resultaron algunos esquemas fundamentales, pero atravesados por distorsiones: un desorden ordenado", pág. 27. “Notaba una estructura geométrica subyacente -un orden, que se camuflaba como casualidad—", pág. 3; "un sistema que muestra a la vez caos y estabilidad", pág. 349. "El sistema es determinista, pero no se puede pronosticar lo que hará como lo próximo". Ídem; "dominaba la casualidad con su orden propio". Ídem. "Desorden ordenado", pág. 370; "caos determinista", pág. 377; "estructuras del caos", pág. 414; "en el centro del caos aquella regularidad geométrica sorprendente", pág. 421; "que tales inestabilidades obedecen • las leves universales del caos", pág. 432. Todas éstas son fórmulas que corresponden en alto grado a las expresiones que usan Marx y Engels en sus análisis del capitalismo. También lo siguiente pertenece a esta historia: "Stephen Smale, uno de lo;. fundadores de la teoría del caos en el Occidente, asistió en 1966 al Congreso Internacional de Matemáticos en Moscú, donde aceptó La 'medalla Fields', el máximo premio de su especialidad", pág. 71. "Después de su vuelta a California, la Fundación Internacional de las Ciencias le retiró su beca de investigación.", ídem (Gleick. James: op. cit.). Pero sobre todo Prigogine continúa con la idea de Marx de que un orden nacido del desorden es un orden entrópico. y por ende tiende a 1« autodisolución. Ver Prigogine, Ila-Stengers. IsabcUc: La nueva alianza Metamorfosis de la ciencia. Madrid, Alianza, 1983; Prigogine. Dy»:/~/wn Beeing lo Becoming. Time and Complexity in Physical Sciences. San Francisco, W. H. Freeman. Hayek, Friedrich A.: Individulismus und wirtschaftliche Ordnung. Ztirich. 1952.pags.75s. Marx. op. cit., I. pígs. 290s. De Dieu qw. vient a I'idee. Paris, 1986, pag. 144. Según Rjiedel, Ingrid: Hildegard von Bingen. Prophettn der kosmischen Weisheit. Stuugart, Krcuz-Veriag, 1994. pag. 133. Según Sólle. Dorothee: O Grun des Fingers Gottes. Die Meditationen der Hildegard von Bingen. Wuppertal, Hammer Verlag, 1989, pag. 12. La dificultad consiste en el hecho de que nuestras lenguas occidentales no pueden expresar esta problemática y que hay que redescubrir inclusive el lenguaje correspondiente. Nuestra cultura, al reducir al ser humano al cálculo de utilidad, redujo también el idioma. Según Carlos Lenkersdorff. los idiomas maya tienen una forma gramatical que expresa esta utilidad que va más allá de cualquier cálculo de utilidad, por lo que se llama ergativo (Lenkersdorff. Carlos: Sujeto Objeto. Aporte a la sociolinguística ; el español y el tojolabal. México D. F., 1987). Pablo Richard me llama la atención en este contexto sobre la posibilidad del idioma hebreo de expresar algo parecido por medio del "paralelismo sinonímico", que puede expresar identidades. La traducción del mandamiento del amor al prójimo de parte de Lévinas se basa en este paralelismo. Las dos sentencias (a) ama a tu prójimo y (b) como a ti mismo, presentan un paralelismo sinonímico que sostiene el carácter de sinónimos de las dos palabras: "yo" y "prójimo".
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