PRÓLOGO

PENSAR ES IR MÁS ALLÁ

Denken heisst überschreiten(E. Bloch)

Entramos al tema con cautela pero con entusiasmo, esto es, contra corriente, porque a nuestro alrededor abunda la desilusión de la política y con la política. Son corrientes los discursos que se articulan y fundamentan hablando de “la caída del mundo socialista”, de “la caída del muro de Berlín”, de “la muerte de las ideologías”, de “el fin de las utopías”, de “el fin del estado de bienestar”, de “el fin de los grandes relatos” y, claro está, de “el fin de la Historia” para situarnos frente a otro muro aún más alto y terrible que los otros muros supuestamente ya derruidos: el muro de “el fin de las alternativas”.

Creemos que éstas son manifestaciones de una visión del mundo a ras de tierra y sin la perspectiva que exige la mirada histórica. Es, además, la visión del mundo de quienes consideran el devenir como “inevitable” y llaman a la “resignación”, quizás agobiados por las fuerzas enormes e incontrolables que la humanidad ha desatado y de cuyo destino ya nadie se cree dueño.

Pero este mundo no es necesario e inevitable, sino contingente. Su opuesto, como diría Leibniz, sigue siendo posible. Otras formas de hacer y de ser son posibles; otras relaciones humanas son posibles; otra economía es posible; otra globalización es posible; otro mundo es posible.

Hay alternativa. Es más, hay alternativas, porque no está dicho que sólo haya una salida a los momentos que vivimos. Alternativas que no cuesta tanto descubrirlas como podría pensarse, pues están ahí pujando por hacerse reales desde hace mucho tiempo, sólo que no se las deja aflorar. El abrumador orden establecido las trata de ahogar y, apenas asoman, intenta aplastarlas por todos los medios como ‘mala hierba’. Reprimidas como “amenaza” cuando son muy potentes o como “utópicas” cuando se las cree inofensivas, se van transformando y acumulando en los márgenes del devenir histórico, pero no perecen: siguen ahí incordiando a los que pretenden dormir tranquilos en sus dominios arrebatados a los demás, porque, muy en contra de sus opiniones estrechas, esas alternativas son parte del potencial histórico acumulado en cada época y, si bien las utopías contestatarias no son puertos a los que alguien pueda llegar, son faros que iluminan caminos nuevos, modalidades nuevas y suelen despertar las conciencias de las gentes por mucho tiempo insatisfechas.

Hay alternativas, decimos, y aquí sólo pretendemos señalar una de ellas.

 

 

1. NUESTRA ÉPOCA

1.1. RASGOS FUNDAMENTALES

Para situar nuestra reflexión y nuestra propuesta política, veamos algunas características del mundo en que vivimos hoy, señalando brevemente innovaciones y hechos de gran calado que han tenido lugar en los últimos cien años, que le han dado sentido a nuestra época y que una propuesta política inteligente debe tener en cuenta. Entre ellos:

-el crecimiento exponencial de la producción de bienes a través de los procesos de automación creciente;

-la aparición de los antibióticos y el mejoramiento de las condiciones sanitarias, ampliando la expectativa de vida de las poblaciones;

-el crecimiento exponencial de la población mundial;

-la nueva relación de la especie humana con la Tierra;

-la revolución de las comunicaciones que permite la información en tiempo real simultáneo;

-la llegada del hombre a la luna, rompiendo así los límites del natural hábitat humano;

-la apertura mundial de las relaciones sociales (globalización) o el inicio de una etapa de fenómenos de repercusión planetaria, incluyendo nuevos fenómenos de migraciones.

Pero también:

-la segunda y la tercera revolución industrial, trastocando los modos de producción, distribución, cambio y consumo y la entrada al desempleo masivo estructural;

-las grandes crisis económicas del 30, de los 70 y del 2008, como efecto de unas formas de reproducción de las condiciones de existencia que dejan su suerte a la ‘mano invisible’ del mercado;

-la crisis ecológica, producida por la intervención ciega y desmedida de los seres humanos en la naturaleza;

-dos guerras planetarias e innumerables guerras regionales y nacionales con su secuela de destrucción y muerte;

-el fin de los imperios coloniales, al igual que el surgimiento de nuevos centros de poder económico y militar

-la experiencia del socialismo de Estado, su estruendosa caída y la desilusión frente a las alternativas;

-el surgimiento de nuevos fundamentalismos, fuerzas y formas agresivas y regresivas que se creían superadas;

-el uso de la energía nuclear que nos sitúa ante fuerzas que superan la escala humana y que, de hecho, no dominamos;

-la subordinación de la economía productiva a la financiera y la reaparición del espectro de la recesión a nivel global;

- el crecimiento del desempleo estructural a nivel mundial;

- la subordinación de la política a la economía;

 

Si algo pudiera resumir tanta transformación e innovación, diríamos que nuestra sociedad ha cambiado sus relaciones con el espacio y con el tiempo y ha cambiado decisivamente las relaciones de los seres humanos entre sí y de todos ellos con la Tierra. Estamos viviendo ya en una nueva época y ante nuevos desafíos.

 

1.2. EL NUEVO SESGO DE LA ECONOMÍA

 

Ni Adam Smith ni David Ricardo, por mucho que intuyeron posibilidades inmensas para el aumento de la producción por la cooperación y la introducción del maquinismo en la industria, podrían llegar a sospechar el salto cualitativo y cuantitativo que la economía mundial ha realizado en los últimos tiempos, sobre todo, el nuevo rumbo y el ritmo con que la economía se ha disparado. En su tiempo, aún eran los seres humanos quienes determinaban el sentido y el destino de la producción, por mucho que el trabajador directo se viera sometido al capital y en condiciones precarias. Ahora los flujos de mercancías y, ante todo, los flujos de capital pasan sobre nuestras cabezas sin que sepamos adónde van ni para qué se mueven. Han cobrado vida propia porque los seres humanos han depositado en esos productos y en esas formas su voluntad. “La forma de la madera cambia...al convertirla en una mesa. No obstante, la mesa sigue siendo madera...Pero en cuanto empieza a comportarse como mercancía, la mesa se convierte en un objeto físicamente metafísico...Las relaciones sociales...aparecen como lo que son; es decir, no como relaciones directamente sociales de las personas en sustrabajos, sino como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas”(Marx. K.: El Capital. vol I. FCE. México 1973; págs. 36,37,38).

Si ya sucede este quid pro quo tan pronto lo que el ser humano produce se produce como mercancía, vemos con asombro en nuestros días de crisis global lo que sucede cuando, perdido el sentido que los productos tienen materialmente como valor de uso, aparecen sólo como valor de cambio, desmaterializados y representados por “valores” que juegan a solas en la bolsa, se cruzan entre sí, se amplían o restringen, se volatilizan o aparecen como por arte de magia y se convierten en la gran mediación y determinación de toda relación humana.

Así puede verse en siete de las dimensiones más destacadas de nuestra época:

- “El crecimiento económico que se alimenta a sí mismo” (Furkiss, Víctor, 1974, The future of Tecnological Civilization, Braxilier, Nueva York). Estamos en una economía centrada en el valor de cambio que, por no tener ninguna dimensión física ni una necesidad naturalmente saciable que limite su acumulación es naturalmente insaciable. (H. E. Daly/John B. Cobb: Para el bien común. FCE. México 1993 y F. Hinkelammert/ H. Mora: Hacia una economía para la vida. Bogotá 2009).

- “El crecimiento demográfico que se alimenta a sí mismo”(Furkiss, ibid.). Dimensión humana que incluso ha roto con la ley de Malthus, pues la producción de bienes ha crecido más que la población por lo que, debido también a otros factores, la población ha podido crecer exponencialmente.

- “El cambio tecnológico que se alimenta a sí mismo”(Furkiss, Ibid.). La vida útil física de los medios tecnológicos podrá seguir siendo buena, pero quedará determinada y a expensas de lo que determine la vida útil económica (mucho más corta), desatando así una carrera interminable de cambios para alcanzar así mayor productividad y competitividad y, a la postre, desempleo.

-“El patrón de desigualdad del ingreso que tiende a sostenerse a sí mismo”(Furkiss, Ibid). La acumulación de la riqueza sigue creciendo y ha crecido también la pobreza en el mundo. Habría que decir que la relación que produce multimillonarios es la misma que produce pobres de solemnidad.

-La carrera armamentística que se alimenta a sí misma (H. Daly, Ibid.). He de saber cuántos tanques tiene mi vecino, para tener yo uno más que él. Si él dispone de la bomba, trataré por todos los medios posibles de tenerla yo también.

-El paso al uso de energías de baja entropía que aun siendo limitadas, permiten un flujo ininterrumpido de su uso y se alimenta a sí mismo (Georgescu Roegen: La ley de la Entropía y el proceso económico. Argentaria, Madrid 1996). La Economía de la Corriente Principal (la que constituye el paradigma de nuestro tiempo) habla, por cierto, de escasez de recursos y lo sabe muy bien (se autodefíne como la ciencia que establece la relación entre fines dados y la asignación óptima de recursos escasos para usos alternativos), pero articula sus modelos como si no la hubiera o como si, de hecho, la limitación fuera superable a través de múltiples de astucias.

Habría que hablar hoy de una dimensión que parece tener vida propia y está mucho más allá no sólo de las voluntades de las gentes y de los gobiernos, sino, por lo que estamos observando, también más allá de su conocimiento. Se trata de la esfera financiera que, alejada y abstraída de la esfera de la producción, determina casi todas las dimensiones de la vida con una potencia y una extensión que no hay gobierno que la gobierne ni nación que pueda sentirse a su resguardo, pudiendo causar en sólo horas trastornos de orden planetario como hemos experimentado en los últimos tres años.

 

1.3. LA ACCIÓN POLÍTICA SUBORDINADA A LA ECONOMÍA

 

El capitalismo ha llegado a una fase en la que ya se ha puesto totalmente sobre sus pies (aunque no se pueda afirmar que no le queden aún resortes que desarrollar en su propia potenciación), al generar los supuestos que le son propios, porhaber logrado subordinar las relaciones determinantes de la reproducción de la vida humana y no humana sobre la Tierra: jurisprudencia a su servicio, comunicaciones que rompen las fronteras y límites de espacio y tiempo a su servicio, desmaterialización de la parte dominante de la economía a su servicio y, por medio de esas redes globales de comunicación, presencia real simultánea en tiempo real a su servicio en cualquier parte del globo. Es la razón por la que una crisis financiera en cualquier rincón del mundo repercute de inmediato en el resto, pero no sólo en el resto de las finanzas del mundo, sino en el resto de de las demás relaciones vitales de la humanidad.

Retrato del poder” titula un apartado de EL PAIS SEMANAL del 31 de octubre de 2010 dedicado con todo lujo a los grandes empresarios:

Son líderes en sus sectores. Han dado con la forma del éxito. Resisten en medio de la peor crisis global” y trae, como entrada, la foto de los que mandan en el Banco Santander sonrientes y satisfechos. Nada menos que la banca, que es la que ha creado esta crisis “jugando” sin miedo al riesgo y a la más desbocada especulación dice “resistir” mejor que nadie y lo hace: diversificando y moderando los riesgos (sic) y, a pesar de los sueldos que se autoasignan (mucho mayores que los de los presidentes de los grandes países), dicen, sin que se les caiga la cara de vergüenza, “Hay más exigencia y los desafíos son más duros, la austeridad es un valor (¡!) que se ha convertido en indispensable”, dejando de lado que la austeridad la han realizado expulsando a miles de trabajadores de su trabajo y, en los peores momentos del desastre de la crisis, elevándose ellos sus ganancias hasta niveles que han causado escándalo.

Es, en realidad, el verdadero y actual retrato del poder. Los Gobiernos tienen “que amontonar sacrificios en su altar”.

Por eso, desde hace varios años, la estrella polar a la que los europeos miran para orientarse es nada más y nada menos que La Bolsa. Así, con artículo determinado, y subordinando todo quehacer a lograr su máximo esplendor. La vida de todos los europeos depende no tanto de lo que hagan, de cómo lo hagan, cómo se organicen y se comuniquen entre sí, sino de cómo le vaya al EURO en la bolsa. Todos los discursos oficiales versan sobre esta principal y omnipresente preocupación. Nuestras vidas están en manos de la salud del EURO y éste depende de lo que dictaminen los gurús de Standard & Poor’s. Es decir que la brújula de la globalización de casi todas las relaciones sociales la determinan un par de empresas “apátridas” de calificación financiera como ésta y su opinión se toma como dogma a seguir irremediablemente por los llamados “mercados de valores” y, como encadenados a estos, los gobiernos y, aún más, todas las condiciones de la reproducción de la vida sobre la tierra. Por cierto, opinión que, por fuerza, no puede ser sino hipotética e incierta, además de que ya se ha equivocado estruendosamente en varias ocasiones: De acuerdo a Naudé (2009), las agencias internacionales de calificación parecen haber estado otorgando puntuaciones altas mucho más fácil cuando las condiciones de crecimiento económico eran favorables. Barth (2008), citado por Naude (2009), muestra que el 45 por ciento de todos los nuevos títulos de valor calificados por Standard & Poor en el año 2007, días y meses antes del desmoronamiento financiero de Wall Street, fueron calificados AAA, la más alta calificación posible. (Barth, J. R. (2008) ‘US Subprime Mortgage Meltdown’. Paper presented at the 14thDubrovnik Economic Conference, 25 June. Dubrovnik Available atwww.hnb.hr/dub-konf/14-konferencija/barth.ppt. Y Naudé, W. (2009) The Financial Crisis of 2008 and the Developing Countries Discussion Paper No. 2009/01, UNU-WIDER World Institute for Development Economics Research, Helsinki).

La banca internacional juzga las elecciones en los países latinoamericanos a partir de las señales que envían los candidatos presidenciales en esos países respecto a la ‘credibilidad’ de sus plataformas de política económica. Si los bancos de inversión consideran que los candidatos no están comprometidos a defender ‘políticas macroeconómicas sostenibles’, que rebajan la deuda externa, inmediatamente, generan niveles de incertidumbre que la banca procede a ‘castigar’. Para la banca, el ‘compromiso de los partidos políticos y los candidatos a políticas económicas creíbles’ es crucial para los mercados financieros” ( Nieto Parra, S. and Santiso, J.).

De esta manera, la acción política queda casi totalmente subordinada a la parte económica más alejada de los seres humanos de carne y hueso, el capital financiero, tan abstraído y alejado del sector productivo que, como diría Marx, parece tener el alma en el cuerpo y actúa por cuenta propia. Capital financiero que juega a un juego de vida o muerte, pues actúa con vida propia, especulando con realidades espectrales, que, carentes de toda materialidad y sin límite a la vista, resultan insaciables.

Desde el miércoles 20 de octubre, los británicos no solo viven en Reino Unido; están viviendo el experimento británico. Un experimento que consiste en reducir el gasto público casi una quinta parte a lo largo de cinco años, con la pérdida probable de medio millón de empleos en el sector público y la esperanza de que el sector privado salve la situación. A diferencia de Grecia e Irlanda, Reino Unido no tenía una necesidad absoluta de hacer unos recortes tan drásticos. Nadie sabe exactamente con cuánto menos se habrían quedado satisfechos los omnipotentes dioses de nuestra era -los mercados de valores-, pero el Gobierno británico ha hecho lo imposible para amontonar sacrificios en su altar. La última calificación que hace Standard & Poor's de la deuda británica indica que la ira de los dioses se ha aplacado. Por ahora”. ( Timothy Gaston Ash: en El País, 1-11-2010; pág. 23).

De este modo, el cálculo duro de la utilidad económica se impone sobre la acción política y decide sobre su sentido y sus contenidos.

 

1.4. HEMOS CONOCIDO EL LÍMITE

 

Pero esta situación no puede seguir así, porque en el límite y quizás mucho antes del límite todo vaya hacia su destrucción: este sistema nos está usurpando las decisiones, el sentido de la vida, las posibilidades de futuro y aquellas dimensiones que nos son, por naturaleza, propias e inalienables: nos está despersonalizando y nos está depredando la base material de la vida como viene anunciando el Club de Roma desde hace ya más de treinta años. Somos seres de esta Tierra y no queremos emigrar a otros planetas después de haber acabado con éste. Queremos realizar aquí nuestras esperanzas y queremos realizar aquí “las esperanzas incumplidas de las víctimas de la historia” (Horkheimer/Adorno). Somos seres políticos que quieren recuperar su poder civil y político de decisión a la hora de decidir la propia suerte, porque ya sabemos con saber de ciencia:

  • que es pensable (de hecho lo estamos haciendo ahora),

  • que es posible (porque esta situación que tenemos no es necesaria, sino contingente),

  • que es probable (porque conocemos nuestras posibilidades),

  • que es factible (porque sabemos ya lo que tenemos y el potencial de que disponemos)

  • que es a todas luces conveniente otra globalización (porque ésta de ahora no tiene futuro)

  • sólo debemos darle legitimidad y licitud (cosa difícil, pero no imposible, en la medida en la que, como postulamos, sea la política no prostituida la que determina y orienta la acción económica y financiera)

  • y sabemos con saber de ciencia que es el bienestar humano y no el crecimiento por el crecimiento la meta que debe guiar lo que hagamos.

El “crecimiento sostenido” al que pretenden subordinarlo todo los gobiernos, los partidos políticos del más variado espectro, los sindicatos, las universidades y las empresas para volver a generar empleo y bienestar es un imposible que no se sabe ya por qué se sigue proclamando, cuando hace más de treinta años que se vislumbró como tal: "Las afirmaciones de lo imposible son el fundamento mismo de la ciencia. Es imposible: viajar a más velocidad que la de la luz; crear o destruir materia-energía; construir una máquina de movimiento perpetuo, etc. Respetando los teoremas de lo imposible evitamos perder recursos en proyectos destinados al fracaso. Por eso los economistas deberían sentir un gran interés hacia los teoremas de lo imposible, especialmente el que ha demostrarse aquí: que es imposible que la economía del mundo crezca liberándose de la pobreza y de la degradación ambiental. Dicho de otro modo: el crecimiento sostenible es imposible. En sus dimensiones físicas, la economía es un subsistema abierto del ecosistema terrestre que es finito, no creciente y materialmente cerrado. Cuando el subsistema económico crece, incorpora una proporción cada vez mayor del ecosistema total, teniendo su límite en el cien por cien, si no antes. Por tanto, su crecimiento no es sostenible. El término 'crecimiento sostenible', aplicado a la economía, es un mal oxymoron: autocontradictorio como prosa, y nada evocador como poesía" (Herman E. Daly: Crecimiento sostenible: un teorema de la imposibilidad. En: Desarrollo. Revista de la SID. nº 20, 1991; pág. 46).

 

Hasta aquí hemos tratado de situar nuestra propuesta, en tanto hemos señalado los hechos y las posturas dominantes, pero también las más críticas con el derrotero de nuestra época. Desde esta plataforma, cabe ahora articular coherentemente una forma de hacer política que, tratando de incorporar el máximo del potencial humano a esta gran tarea (que sea, por tanto, incluyente), pondere y postule una relación con la Tierra y con la vida que sea sostenible.

 

2. IDEA MATRIZ

 

Somos más de seis mil millones de seres humanos sobre la Tierra (la única que tenemos). Necesitamos satisfacer necesidades elementales que espontáneamente no nos las provee la Tierra, por lo que hay que producir los productos y servicios para tal satisfacción. Dicha producción, para quesatisfaga, al menos, a la mayoría se tiene que producir en términos de una división mundial del trabajo cuya “coordinación” en la actualidad pasa necesariamente por el mercado de bienes y servicios y a ese mercado sólo se puede acceder por la mediación del dinero (dado que todo se produce como mercancía), dinero que, a su vez, sólo se obtiene mediante el acceso al trabajo o empleo remunerado. Pero resulta que esa producción mundial de bienes y servicios actual se realiza en competencia (porque todos los productores buscan la ventaja competitiva y la ganancia), esto es, tratando de lograr productos con mínimos costes, tarea que se logra aumentando la productividad del trabajo que, desde hace ya más de un siglo, no se consigue incorporando más y más trabajadores a los procesos de trabajo, sino mediante la incorporación creciente de la tecnología científica como ya lo anticipaba Jeremy Rifkin en su obra El Fin del Trabajo: Nuevas Tecnologías contra Puestos de Trabajo: el Nacimiento de una nueva Era. Incremento de la tecnología en casi todos los procesos conocidos cuya secuela no es necesariamente el crecimiento del empleo y muchas veces va asociada al mismo desempleo.

Pero sin el empleo remunerado es imposible acceder a los bienes necesarios para la vida. Por tanto, si no hay otra forma de producir y de acceder a los bienes necesarios, habrá que inventar cuantas formas de empleo remunerado sean posibles a fin de incorporar a las posibilidades de vidadigna a todos los seres humanos y hacerlo de manera sostenible.

Una coordinación de la división mundial o nacional o regional o local del trabajo en este estado de competencia en que vivimos que sea sostenible que genere empleo para todos o para las mayorías es asunto que no se puede lograr de forma espontánea, precisamente, porque, al darse en régimen de competencia, cada productor busca su máximo beneficio y no se atiene a las necesidades reales de las personas, sino al interés de su empresa y ya sabemos hasta la saciedad que no hay “mano invisible” que arregle el desaguisado que se arma en este tipo de sociedad, que, desdehace más de un siglo, “deja morir” a millones de seres humanos y, de paso, destruye la naturaleza (F. Hinkelammert).

Por tanto, hay que SUBORDINAR LA ECONOMÍA A LA POLÍTICA y no al revés como está sucediendo. Hay que subordinar la coordinación de la división local, nacional, regional y mundial del trabajo a la reproducción de la vida en general y la reproducción de la vida humana en particular, asunto que sólo mediante una acción política determinada cabe orientar.

Idea matriz que surge como respuesta a la situación actual y a las posibilidades que se pueden otear hacia el futuro, pero que exige apoyarse en algunos principios para que no aparezca como idea arbitraria.


3. FUNDAMENTOS PARA UNA POLÍTICA INCLUYENTE Y SOSTENIBLE


Conviene seguir lo que es general a todos,es decir lo que es común.(Heráclito)

Todas las cosas dependen de las demás para mantenerse sólidas (Lao Tse)

 

3.1. LA POLÍTICA COMO REALIZACIÓN DE LO QUE ES LÍCITO

 

Se suele decir que la política es el arte y aún la ciencia de lo posible y quizás por eso la política que se está realizando en nuestro tiempo aparece realmente como lo que es, como aventura abierta a cualquier posibilidad, donde todo se arriesga incluyendo la suerte de los pueblos y la vida de las gentes.

Por eso esta concepción de la política, llevada hasta sus últimas consecuencias, puede significar el fin de toda política, la destrucción de la convivencia ciudadana y, a la postre, la de la vida misma.

Una de las tantas posibilidades en las que se mece la política es aquella en la que, como en nuestros días, cede ante otras instancias que por naturaleza deberían quedarle subordinadas y deja de poder diseñar, orientar y coordinar la acción social, para dejar a los ciudadanos a merced de fuerzas opacas, en este caso las del mercado, que no parecen tener dueño al que exigirle responsabilidades.

De ahí que queramos pedirle a la POLÍTICA con mayúscula que actúe soberanamente como ARTE DE LO LÍCITA y LEGÍTIMAMENTE POSIBLE, porque no todo lo que se puede se debe. Esto es, que se convierta en aquel modo de actuar que articula sus metas críticamente ponderando, desde lo que es posible, aquello que es probable, desde ahí lo que es factible, derivando hacia lo que es conveniente porque es justo, es legítimo y, en fin, es lícito.

Pero, ¿desde qué punto partir que no sea arbitrario para fundamentar una forma de hacer política incluyente?

 

3.2. DERECHOS ORIGINARIOS DE INCLUSIÓN E IGUALDAD

 

LA FUERZA DE LOS HECHOS

Nuestra sociedad moderna parece que sólo se deja convencer por los hechos, tanto mejor si esos hechos son “hechos brutos”, esto es, situaciones tan tremendas que nadie pueda obviarlas ni pasar por encima de ellas cual si no existieran. Tanto así, que parece querer renunciar a las grandes teorías y a los grandes relatos y, cosificada como está, se atiene sólo, bien que a regañadientes, a la fuerza de los hechos.

Dos guerras mundiales desastrosas ha tenido que desatar y soportar esta sociedad para llegar a proclamar un Código de Derechos Humanos. Una depredación de la naturaleza sin precedentes ha tenido que llevar a cabo para que llegue a las conciencias de las gentes y comience a generalizarse la necesidad de cuidar el medio natural. Momentos apocalípticos ha tenido que vivir, Hiroshima, Nagasaki, Auschwitz, para conocer los límites de lo humano y de las fuerzas que hemos desatado. Así, han sido hechos tremendos y no teorías los que parecen haber despertado nuestras conciencias hacia lo que somos, lo que podemos hacer y ser y lo que podríamos y deberíamos hacer para ser diferentes.

Pues bien, ateniéndonos al talante de esta sociedad que se alimenta con hechos brutos y parece despertar su conciencia sólo cuando se enfrenta a hechos incontestables, queremos presentar cinco hechos rotundos e indiscutibles que muestran la línea transversal que nos iguala a todos los seres humanos, que nos sitúa también transversalmente con la naturaleza cual parte integrante de la misma y que llevan consigo exigencias políticas y económicas de necesario, pero también de posible cumplimiento.

 

3. 2. 1. LA TIERRA

( el primer derecho originario de inclusión e igualdad)

 

Es sorprendente la forma con la que la ciencia económica dominante de nuestros días, que es la ciencia que supuestamente nos habla de las relaciones humanas que más repercuten sobre nuestro planeta, viene hablando de la Tierra. Es sorprendente, porque apenas se asoma a ella para reducirla a la “renta del suelo” o con términos de lo más oscuro y ambiguo, pues trata nuestras relaciones con el medio vital no como relaciones metabólicas, sino como “externalidades”, como subproductos, como asuntos accidentales, cual si se tratara de cosas sin mucha importancia, en fin, como si la Tierra fuese tan grande que estuviera dotada de posibilidades ilimitadas y, por tanto, fuese innecesario tener en cuenta la huella material del homo oeconomicus sobre ella.

Pero resulta que sólo tenemos una Tierra y que es limitada. Es nuestra Tierra con mayúscula, la de todos y cada uno, porque ninguno de nosotros vinimos de otro lado: ahí nacimos, ahí creceremos, ahí disfrutaremos y padeceremos y ahí moriremos y, por pobres que seamos, ahí seremos enterrados de cualquier manera.

La compartimos con otros seres animados e inanimados. Todos tienen ese “derecho” de existencia que, por ser derecho de existenciade todos, viene a ser, en realidad, derecho de convivencia de todos, el primer y originario derecho de inclusión de los seres humanos y lo curioso y llamativo es que hoy sabemos que aquí nada ni nadie sobra: que somos un todo multirrelacionado y multidependiente, de dónde las reglas y las convenciones históricas y culturales que hemos ido creando a través de los tiempos o son compatibles con este sentido universal terrenal originario o están atentando contra algunos de los pilares fundamentales de nuestra existencia. Derecho de convivencia que, ya de entrada, nos indica que la supervivencia pasa necesariamente por la convivencia de los seres humanos entre sí y de ellos con la naturaleza: sólo es posible- diría Leibniz- lo que es composible, esto es, lo que es posible junto a otros posibles.

“Todos venimos de otra parte” ha dicho alguien para indicarnos que somos seres emigrantes desde que nuestros ancestros se irguieron sobre sus pies allá en las sabanas de África e iniciaron la andadura humana. Nadie puede reclamar derechos totales y excluyentes por estar ahí donde está. Las emigraciones han sido, son y serán el modo de vivir de los seres humanos. Ha sido y es el modo en el que nuestra especie ha podido sobrevivir, evitando la endogamia y enriqueciendo genética y culturalmente los diferentes pueblos. Nuestra Tierra es esférica y, de hecho, no tiene fronteras que no sean artificiales.

La Tierra es la base de todo: de la vida, de la sociedad, de las culturas, de la civilización, de la política, de la economía, sobre todo de la vida.

Pero se deja esto de lado y se actúa como si la Tierra fuese un pastel para el primero que llegue, enajenándola a la comunidad humana y a las demás especies a las que pertenece y destrozándola en aras de una codicia que no parece tener límites. Ello hace que nuestra base de posible convivencia se convierta en lugar extraño para miles de millones de seres humanos que no disponen de un mínimo sitio donde dejar reposar sus huesos. Como diría en 1854 el Jefe indio Noah Sealth ahí “termina la vida y empieza la supervivencia”: "¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra?...Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿Cómo podrán ustedes comprarlos?... Somos parte de la tierra y asimismo ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila; estos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia... El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.... los ríos son nuestros hermanos y también los suyos, y por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano... Trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás solo un desierto... Y, después de todo, ¿Para qué sirve la vida, si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque?... todos los seres comparten un mismo aliento - la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire... ¿Que sería del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual; Porque lo que le sucede a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado...Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra está enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos...que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos... Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes... ¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia."

 

3. 2. 2. LA VIDA


( segundo derecho originario de inclusión e igualdad)

 

A todos nosotros nos es común la VIDA que hace que la Tierra sea como es, porque la vida en general y la de los seres humanos en especial ha repercutido y repercute sobre la materia inanimada y hace que la vida sea como es debido a sus necesarias interdependencias con los otros seres vivos y con la naturaleza.

Desconocedores de la verdadera naturaleza humana y apoyándonos en apariencias secundarias como el color, el tamaño o los modales, los seres humanos hemos construido durante milenios barreras entre pueblos y naciones y las hemos querido fundar y legitimar en diferencias que generaban identidades irreconciliables: lengua, raza, etc..

Ha tenido que venir la Lingüística moderna para advertirnos, como veremos después, que no hay lengua humana privilegiada (R. Jacobson) y, ante todo, la Genética nos ha desvelado algo decisivo: que sólo hay un género humano, una raza humana. El Código Genético que nos constituye a todos los seres humanos sobre esta Tierra es común a todos y cada uno de nosotros (¡y es tan cercano al de otros seres vivos como el ratón!). Tan común que nos es transversal a todos y hace que, si somos inteligentes y coherentes, comencemos a ver en el otro no al negro o al blanco, al marroquí o al chino, sino al ser humano, a la persona, al sujeto.

Pero hemos aprendido con saber de ciencia que la vida humana es sólo un lado más de la vida en general sobre la Tierra: que conformamos una unidad con los demás seres vivos y con la naturaleza inanimada que nos provee de medios y hace que la vida humana y la vida en general exista, se reproduzca y se conserve, por lo que debemos aprender a relacionarnos inteligente y prudentemente con el resto de nuestro mundo natural. Nadie de nosotros ha solicitado venir a este mundo ni se le ha pedido permiso para ello, pero ya estamos ahí y ello nos da a todos derechos inalienables, rotundos e iguales.

 

3. 2. 3. EL LENGUAJE HUMANO


(tercer derecho originario de inclusión e igualdad)

 

Nos adorna a todos un potencial de gran trascendencia para la supervivencia humana: el LENGUAJE de doble articulación, lenguaje proposicional que permite la deliberación, la memoria colectiva, la argumentación y la proyección. Todas las lenguas humanas conocidas disponen de esta cualidad y, como diría Roman Jacobson, todo se puede traducir a cualquier lengua, porque, siguiendo a N. Chosmsky, diríamos que es en la competencia lingual donde reside esa cualidad universal humana para expresarse y comunicarse. Hay, de hecho, lenguas con mayor aparato léxico que otras por razones históricas y culturales, pero no hay lengua en la que el ser humano no pueda imaginar, recordar, contar, proyectar, argumentar, deliberar. “Se podía llamar a la especie anthropos animal racional, pero igualmente lo podríamos llamar animal deliberativo. La racionalidad no es una capacidad separada y de alguna manera sobrenatural, como se ha pensado en parte de nuestra tradición, sino que consiste simplemente en poder preguntar por razones, y esto sea a su vez una consecuencia inevitable del lenguaje proposicional. Otra consecuencia...es que esta especie es, como Aristóteles decía, un animal político y, como se podría añadir, un animal cultural. La evolución biológica ha encontrado en el lenguaje y la cultura un nuevo mecanismo de transmisión mucho más dinámico que la transmisión genética, la cual naturalmente sigue como base...El fenómeno general es el de lenguaje proposicional que es un lenguaje basado en lo que se llama términos singulares, los cuales hacen que el contenido de lo que se está diciendo quede independiente de la situación en que se está hablando. Esto tiene a su vez como consecuencia que el interlocutor, en lugar de reaccionar simplemente, contesta explícita o implícitamente con Sí o No, o con posiciones intermediarias como pregunta o duda, con lo que el lenguaje llega a tener una función independiente no sólo de la situación sino también de la comunicación misma; surge lo que llamamos pensar y, cuando se piensa, uno mismo puede dudar de lo que está pensando, surge el fenómeno de la deliberación” ( E. Tugendhat: Antropología como Filosofía primera. Berlín. Conferencia en Internet).

Repetimos aquí: “La evolución biológica ha encontrado en el lenguaje y la cultura un nuevo mecanismo de transmisión mucho más dinámico que la transmisión genética, la cual naturalmente sigue como base”. Es decir, que la vida humana, antes de haberse diferenciado totalmente del animal mediante la generación del ámbito político (el ámbito de la polis), e incluso para poder hacerlo, ha tenido que desarrollar antes esa otra cualidad específica del ser humano: la capacidad de hablar, de comunicarse entre sí de este modo especial de la doble articulación proposicional. Por tanto, si ya la herencia del ADN mitocondrial nos hacía genéticamente semejantes, ahora, con la adquisición del lenguaje, tenemos una cualidad más que nos hace iguales y, a la vez, nos hace a todos diferentes de los demás animales, porque sólo el homo sapiens sapiens dispone de este tipo de lenguaje y sólo este mismo ser ha construido ciudades, ha generado ciudadanía.

Por eso mismo cabe decir que “hablando se entiende la gente”.

Diríamos que, si partimos de la Tierra como lugar común y seguimos buscándole al ser humano sus cualidades comunes originarias, aparece después el lenguaje como lo que es común a todos: como si fuese el lenguaje lo que en el camino de la hominización apareciera como la fase anterior a la de su politización, que es aquella última fase común en la que ya podrá aparecer cual nota también diferenciadora y novedosa (frente al esfuerzo que realizan todos los seres vivos por su supervivencia) el trabajo en cooperación (superior al que realiza la abeja e impensable sin la mediación del lenguaje), pero esto es ya una dimensión política: se realiza entre personas que hablan, que dialogan, que dudan entre sí, que hablan del presente, del pasado y del futuro, que deliberan, que están organizadas según unas instituciones y una división social del trabajo, mediatizadas por el lenguaje.

 

3. 2. 4. LO PÚBLICO


( cuarto derecho originario de inclusión e igualdad)

 

Somos lo que somos como seres humanos, y logramos nuestra diferencia específica a decir de Aristóteles por la nueva naturaleza que hemos conseguido construir: la urdimbre política, es decir, LO PÚBLICO como la forma más inteligente de conservación de la vida humana sobre esta misma Tierra, porque es en la cooperación inteligente donde el ser humano exhibe su mayor potencial.

La política, como modo específico (sólo propio de la especie humana) y constituyente de generar relaciones el ser humano, esto es, diferenciador del reino animal (somos zoon politikon- animal político), si quiere hacer honor a su concepto, ha de tener como norte la consecución de LA JUSTICIA, que es el genuino sentido que puede relacionar todas las dimensiones de la convivencia humana en paz y libertad.

El mito de orígenes a que recurre Platón en el Protágoras para ilustrar lo que es la política resalta como nota decisiva la generación del ámbito de lo que es común a todos. Y así pregunta el mito: ¿“Hay alguna cosa en la que todos los ciudadanos deban necesariamente tener parte, para que sea posible la existencia de una ciudad o no?…No en el arte del carpintero, del fundidor o del alfarero, sino la justicia” (Platón, Protágoras 323 e), esto es, todos los ciudadanos han de tener parte igual en la relación de justicia, la relación de simetría e igualdad como momentos básicos, constituyentes de una sociedad política y, por si quedara duda de que se trate o no de una participación igual, “Hermes preguntó a Zeus si la política y la justicia debería distribuirlas de forma diferenciada como las demás artes, pero Zeus le contestó que no, sino que había que distribuirlas “entre todos, que cada uno tenga su parte en estas virtudes, ya que, si sólo las tuvieran algunos, las ciudades no podrían subsistir”(Platón, Protágoras, 322b). Está claro que, cuando los griegos del período clásico hablaban de ciudades estaban hablando del Estado, de la polis, del ámbito de la política.

La vida política no prostituida supone, entre otros momentos constituyentes, los siguientes:

-La existencia del ámbito común, de lo público, de lo que es de todos; la generación de lo que es común, esto es, el triple ámbito político: el del oikós (lo privado), el del agorá (lo privado/público) y el de la ecclesía (lo público);

-La superación de la inmediatez por medio de la división social del trabajo que hace posible la generación del excedente y la esperanza en el futuro. Es la dimensión más significativa de lo que es la relación política y de lo que, llevada a su esplendor, puede dar de sí. Porque, superada la inmediatez para la reproducción de las condiciones de vida de las gentes, esa relación constituyente de ciudadanía será la que pueda dar lugar a la generación del tiempo disponible, más allá de la esfera de la producción (tiempo para la educación, la salud, la recreación, etc.).

-La aparición del conflicto creativo debido a las relaciones dinámicas entre iguales pero con diferentes preferencias; la vida en composibilidad, esto es, la generación de las relaciones de acuerdo y conflicto (véase más abajo);

-La mediación en los conflictos mediante la discusión, el diálogo, la argumentación, el apego a las reglas del juego y el consenso de las mayorías;

-La paideia para el conocimiento y el reconocimiento de las reglas del juego democrático y para la transmisión de la cultura cual forma social de respuesta a los retos sociales y naturales”. (A. Serrano: Política y justicia, en J. Padilla y otros: Igualdad en el derecho y la moral. Plaza y Valdés. Madrid 2009).

En este ámbito se genera el único derecho originario e incluyente que no es “natural”, sino convencional e histórico. Surge desde el momento en el que seres humanos culturalmente diferenciados por relaciones familiares de consanguinidad o relaciones étnicas, subordinan esas relaciones a las relaciones de ciudadanía, generando así el ámbito de la polis, el lugar común de acuerdo a reglas explícitas y de acuerdo a una determinada coordinación más o menos espontánea de la división del trabajo, en fin, generando el espacio público que le da, por fin, al ser humano un poderío extraordinario. Quizás por eso los griegos decían que una ciudad es más fuerte por sus leyes que por sus murallas.

El espacio público es derecho originario en tanto culminación y convergencia de los otros cuatro. No es ya lo mío ni lo tuyo aisladamente, sino lo nuestro. Es obra de formas determinadas de coordinar la división del trabajo y de acomodar la vida social a un sistema explícito de reglas e instituciones que han de mantenerse vigentes, pero no sacralizadas, so pena de amenazar con la supervivencia de todos. Es el ámbito que se funda y se cimenta no en la fuerza, sino en la razón, en lo que es común a todos, que es una razón determinada: es la racionalidad que potencia el principio natural de conservación de la especie humana; principio que se mantendrá en su potencia, mientras se garantice la primacía de lo público, lo que es común a todos, sobre lo privado. Pero es, a su vez, el ámbito en el que cada individuo encontrará las máximas posibilidades de realización de su ser propio diferenciado, de su subjetividad, al ser el ámbito público la mejor plataforma del encuentro, si se quiere conflictivo, pero creativo con el otro, el momento de la contrastación de la identidad y de las diferencias que lo público sólo puede impedir y borrar cuando se prostituye. Hay que desenmascarar el tópico de que la acción social es siempre más eficaz cuando la dirige la iniciativa privada que cuando la dirige el Estado, que lo privado es siempre más eficaz que lo público. Por supuesto que no estamos añorando formas en las que lo privado desaparece y todo lo absorbe el Estado. Aquí se trata de valorar lo público como un ámbito que no sólo no debe desaparecer nunca, sino que es el que ha de velar siempre por aquellas dimensiones y relaciones sociales que garantizan la vida digna de todos y cada uno de los seres humanos.

Vivimos, pues, en un ámbito que ha superado la inmediatez y que nos hace sujetos por partida doble. Si ya lo éramos como seres vivos que, al metabolizar por estar vivos somos sujetos agentes y pacientes (“sujetos necesitados” según F. J. Hinkelammert) como lo es el roble y lo es la araña, luego, por el hecho de haber generado esta nueva naturaleza que es la sociedad urdida por la división social del trabajo mediante la que reproducimos nuestros medios de vida, nos hemos convertido, además, en sujetos agentes que trabajan y, al trabajar, “metabolizamos” transformándonos a nosotros mismos y transformando el medio vital del que formamos parte de un modo mucho más profundo y decisivo, ya que, al trabajar así, podemos supeditar a nuestros fines las modalidades de nuestra acción y sus resultados.

Superación de la inmediatez que se ha logrado precisamente por la invención de esta modalidad de vida que es la convivencia ciudadana o coordinación social del trabajo donde cooperan los nuevos sujetos, surgidos precisamente por obra de esta misma modalidad. Es, si se quiere, la nueva forma de “metabolismo” entre sujetos de la sociedad humana política cuya trabazón ha logrado generar lo común a todos. Lo COMÚN como ese “espacio multidimensional de espera” rescatado a la acción entrópica del tiempo por medio de la división social del trabajo y de la institucionalidad política. Lo COMÚN que sólo en coordinación social del trabajo cabe lograrlo. Lo COMÚN, que es un bien de todos y que no hay forma lícita de ser expropiado al conjunto de sujetos que lo han conseguido con su trabajo: es el BIEN COMÚN o cuarto derecho originario incluyente.

 

3. 2. 5. EL TRABAJO


(quinto derecho originario de inclusión e igualdad)

 

La política entendida como la urdimbre, el tejido social pluridimensional que surge cuando los seres humanos se juntan en cooperación según unas reglas explícitas de convivencia “civilizada” para hacer su vida más segura y previsible, esa forma social que permite superar la inmediatez y generar el ámbito de la espera y de la esperanza ante el futuro y ante los determinismos externos, exige, ya lo hemos visto, un sistema de división social del trabajo y hasta una coordinación de la división del trabajo, sin la que tal superación sería imposible. Por lo tanto, la generación de lo público que acabamos de exhibir como cuarto derecho originario de inclusión e igualdad reclama otro derecho originario: el derecho al trabajo y, para ser más preciso, el derecho de todos a estar incluidos en la división social del trabajo.

Desde diferentes planteamientos antropológicos se ha llegado a coincidir que el ser humano es un ser natural debido a su corporeidad y a su necesario metabolismo material con la naturaleza ambiente para subsistir, pero que, a su vez, es un ser insatisfecho en la medida en la que, desde que se irguió sobre sus pies y comenzó su andadura recorriendo el planeta entero, ha ido cambiando sin cesar sus formas de relación con su ambiente, ha ido cambiando sus necesidades y ha ido cambiando los modos de satisfacerlas. Lo único que no ha cambiado porque es un ser natural es la necesidad de satisfacer necesidades, que no son fijas, como las de los animales, sino históricas y, por tanto, específicas para cada época:

El ser humano, en cuanto ser natural..., corporal, viviente, no es un sujeto con necesidades (específicas), sino que es un sujeto necesitado. Las necesidades específicas son un resultado de la propia historia humana: históricamente especificadas, socialmente condicionadas. Como ser necesitado, el ser humano tiene, ante todo, que integrarse en un circuito natural de la vida, y debe hacerlo desde su propia vida humana. Por eso, el ser humano no trabaja o produce (metabolismo socionatural) para satisfacer sus necesidades, sino que, a partir de un proceso histórico, se va especificando en necesidades específicas la necesidad fundamental: su integración en el circuito natural de la vida” (F J. Hinkelammert/Henry Mora Martínez: Hacia una Economía para la Vida. DEI. Bogotá 2009; pág. 51).

Es un ser necesitado, decimos, que tiene que reproducir sus medios de vida mediante el trabajo, porque su transformación como ser humano ha generado necesidades que la naturaleza no satisface espontáneamente y ha de ingeniárselas trabajando para poder satisfacerlas. Por lo que el trabajo aparece como conditio sine qua non de garantía de la reproducción de la vida humana.

El trabajo es, así, una forma específica de metabolismo con la naturaleza tan diferente del metabolismo animal que, como resultado del mismo, hombre y naturaleza salen ambos cambiados de esta relación:

- el ser humano, que al trabajar realiza y ejercita sus potencialidades y cambia él mismo: “El hambre es hambre, pero el hambre que es saciada con carne guisada comida con cuchillo y tenedor, es un hambre diferente de aquella que es saciada devorando carne cruda con la ayuda de las manos, las uñas y los dientes. La producción no produce, pues, únicamente el objeto del consumo, sino también el modo de consumo. O sea que produce objetiva y subjetivamente. La producción crea, pues, a los consumidores”( Marx, C.: Líneas fundamentales de la crítica de la economía política. (Grundrisse) Vol. I. Ed. Grijalbo. México 1978; pág. 15).

- la naturaleza que, por efecto del trabajo humano, cambia continuamente y puede llegar a cambiar como en la actualidad en que se ha cambiado hasta el clima.

Se trata de esa relación creadora y transformadora que ha marcado toda la historia humana:

El trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste realiza regula y controla mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza... Y a la par que...actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma, transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dormitan en él y sometiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina”.(Marx, K.: El Capital. Vol.I. FCE. México 1973; págs. 130-131

Si el trabajo, relación multidimensional de transformación de los seres humanos entre sí y de ellos con la naturaleza, es para los seres humanos el medio imprescindible de “inclusión en el circuito natural de la vida”, entonces tiene que ser también un derecho humano originario de inclusión e igualdad: el trabajo que es y ha sido a través de sus múltiples formas nada menos que la relación constituyente del género humano: “toda la historia universal no es sino la generación del hombre por el trabajo humano.(Manuscritos Económico-filosóficos de 1844. Col. 70. México 1968, pág. 126).

 

La Tierra, la Vida, el Lenguaje, lo Público y el Trabajo constituyen el ámbito de lo que nos es común a todos o lugar donde se asienta la única RAZÓN no caprichosa ni arbitraria capaz del despliegue inteligente y de la conservación de la vida humana sobre la Tierra y son los cinco pilares de la real IGUALDAD de todos y cada uno de los seres humanos.

La igualdad que da derechos tan inalienables que, si a un ser humano se le niegan, se le está excluyendo de la tierra, de su especie genética, de la comunicación con otros seres humanos, de la participación en la generación y disfrute de la riqueza social, en fin, de la vida.

La exclusión social, en cualquiera de sus formas, es, por tanto, irresponsable, injusto, estúpido e incalculable derroche humano. Desperdicio de potencialidades y posibilidades que, visto incluso con los ojos miopes del mundo desbocado del crecimiento y de la competencia, resulta ser peligro inminente para ese mismo crecimiento, en tanto es generador de crisis destructoras. Todos en cooperación podemos más que sólo algunos.

 

4. POR UNA POLÍTICA INCLUYENTE Y SOSTENIBLE

 

“Desafortunadamente, la visión mutilante y unidimensional se paga cruelmente en los fenómenos humanos: la mutilación corta la carne, derrama la sangre, disemina el sufrimiento. La incapacidad para concebir la complejidad de la realidad antropo-social, en su micro-dimensión (el ser individual) y en su macro-dimensión (el conjunto planetario de la humanidad), ha conducido a infinitas tragedias y nos condujo a la tragedia suprema. Se nos dijo que la política “debe” ser simplificante y maniquea. Lo es, ciertamente, en su versión manipulativa que utiliza a las pulsiones ciegas. Pero la estrategia política requiere al conocimiento complejo, porque la estrategia surge trabajando con y contra lo incierto, lo aleatorio, el juego múltiple de las interacciones y las retroacciones(E. Morin: Introducción al pensamiento complejo. Ed. Gedisa. Madrid 2008; págs. 31-32).

 

4.1. PRINCIPIOS DE POLÍTICA

 

Somos ya tantos los habitantes en esta Tierra que sería un despropósito en cualquier nación del mundo intentar conducir la vida pública, la política de verdad, los intereses comunes a todos, de modo asambleario, como pensamos podría haberse idealmente realizado en la democracia griega mediante discusiones y acuerdos de mayorías en el agorá o en la plaza de algún cantón suizo de nuestro tiempo. Tanto más difícil, cuando vivimos en un mundo cruzado por las más diversas culturas, opiniones, teorías, gentes que vienen de cualquier lugar con sus propios temas y problemas modificando formas de pensamiento y formas de vida sin cesar.

Pero es precisamente por este abigarrado y complejísimo panorama social de nuestro tiempo por el que no debemos dejar su marcha a las fuerzas impersonales del mercado que, en los últimos cien años, nos han mostrado con creces de lo que son capaces, pero también y sobre todo de lo que no son capaces: no son capaces de garantizar la vida sobre la Tierra. Complejidad inédita de nuestro mundo globalizado que tampoco puede visualizarse, entenderse y menos aún coordinarse debidamente desde los estrechos márgenes del sentido común y de la experiencia ordinaria, por lo que hemos de recurrir a todos los saberes y experiencias más adelantados que tengamos acerca de la sociedad y de la naturaleza, desde los que articular caminos viables de política que sepan conjugar lo local con lo nacional y lo global.

Será tarea difícil elaborar un camino que se acerque a estos fines y no podrá hacerse sin algunos principios que, además de los postulados anteriores, orienten hacia la acción política; no a cualquier acción política, sino a aquella que, cual río subterráneo, ha ido mostrando rasgos a través de los tiempos y a través de las más diversas experiencias humanas. Experiencias que, si bien tuvieron lugar en ámbitos restringidos y a veces efímeras por su duración, nos dicen que no estamos hablando de imposibles, sino de futuras posibles formas de convivencia humana.

Y es ahí, en esa memoria histórica, y más allá de las distorsiones y prostituciones que feroces dictadores en nombre del socialismo, de la igualdad, de la justicia o de la izquierda hicieran, aparecen como postulados mínimos definitorios e irrenunciables de una política incluyente, solidaria e inteligente, esto es, sostenible:

-el principio de la garantía de la reproducción de las condiciones de existencia digna de todos los seres humanos, punto de apoyo arquimédico en el que asentar cualquier programa que trascienda la situación actual. Es la idea de que aquí no sobra nadie; que todos sabemos y podemos más que sólo algunos y que, distribuida la riqueza dada y la producida, hay suficiente para todos hoy y habrá para las generaciones futuras: es el principio de inclusión.

-el principio de participación ciudadana consciente; participación consciente, porque antes se ha educado debidamente al ciudadano y porque la participación no se reduce a los eventos electorales, sino también en la producción, distribución y disfrute de la riqueza social

-el principio de la reconciliación de los seres humanos entre sí y de ellos con la naturaleza, que no es sino el principio de inteligencia, al reconocer los límites de lo natural y de lo humano: al reconocer que la supervivencia pasa necesariamente por la convivencia y por la previsión.

-El principio de tolerancia y respeto al otro y a lo otro, que

entiende la diversidad social y la natural como riqueza y que entiende la unidad como convergencia consciente y consensuada: en todo caso, como unidad de diferencias, pero nunca como atadura de posibilidades, pues ello llevaría al inmovilismo.

-el principio esperanza, que pone su empeño en el futuro, porque considera que es en el futuro en el que podrá comenzar la verdadera historia del ser humano, con todas las imperfecciones que se quiera, pero empeñados todos en superar la situación de ignominia que arrastramos desde que hay memoria histórica. Horkheimer decía que lo que le da sentido a la historia humana son las esperanzas incumplidas de las víctimas de la historia. E. Bloch aseveraba que la verdadera génesis no está al principio, sino al final, cuando la historia se hace radical y atiende en su marcha verdaderamente al ser humano. Estamos, pues, ante el “Imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el hombre sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable” (C. Marx: Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Fischer. Frankfurt 1971; pág.24 ).

-el principio de la justicia social, que atiende a las posibilidades reales de distribución de los bienes terrenales; que privilegia la equidad sobre la libertad, sin renunciar nunca a la libertad como el ámbito más idóneo para el ejercicio de las posibilidades en equidad de condiciones.

-El principio de confianza en el ser humano, para no tratarlo como delincuente en potencia (en los procesos burocráticos, en las relaciones con las fuerzas del orden, en la relación con el forastero y el extranjero) o como estorbo (cual bicho perturbador de una idea idílica de la naturaleza sin el ser humano)

-El principio de la crítica sistemática o cuestionamiento razonable de las formas institucionales que el ser humano va logrando, para evitar la fosilización de las mismas y para propiciar el cambio con sentido de su alcance y de sus límites: de ahí la idea de que es mejor la prevención en general, que la posterior curación. Mejor que acabar con la pobreza, es no producirla.

-El principio de transparencia y rendición de cuentas como expresión de la responsabilidad de todos frente a la comunidad y como contrapartida de justicia por la delegación temporal que los ciudadanos depositan en sus elegidos.

 

4. 2. LAS REGLAS DEL JUEGO POLÍTICO

 

Hablamos de lo PÚBLICO, del ámbito de lo que es COMÚN a todos, el lugar donde toman asiento los pilares originarios de la IGUALDAD que queremos ver desarrollados hasta donde sea posible sin perder de vista que somos seres sociales individuales concretos, sujetos imbricados en procesos determinados desde los que pensamos y actuamos, razón por la que deberemos ponderar las instancias en las que más y mejor pueda resultar nuestra participación y deberemos tener en cuenta que no sólo somos hijos de nuestro tiempo, sino también hijos de nuestro suelo, del espacio concreto en el que vivimos, de donde nuestro espacio político, aquel espacio en el que vamos a reflexionar y actuar es, en primera instancia, el espacio local que no podrá entenderse ni podrá desarrollarse, sin la referencia a los espacios regional, nacional y global con los que interactúa y se relaciona.

Idealmente hablando, la forma social que mejor realizaría estos principios y estos postulados sería aquella en la que los sujetos decidieran directa y constantemente sus destinos, pero, sin ir tan lejos y poniendo los pies sobre la tierra, cuesta poco esfuerzo intuir que es la democracia la forma hasta ahora conocida que más y mejor ha sabido acercarse a este horizonte. La democracia, porque creemos que es la forma social que, llevada hasta sus últimas consecuencias, mejor garantiza la igualdad de oportunidades de las personas, esto es, la justicia social, la que produce mayores ámbitos de libertad por la crítica de las instituciones y, por razones de autocrítica y autocontrol, la que se encuentra en las mejores condiciones para lograr la paz entre las gentes.

Casi todas las sociedades en casi todas las épocas se han instituido no en la interrogación, sino en la clausura del sentido y de la significación...Entiendo por política la actividad colectiva, reflexiva y lúcida que surge desde el momento en que se plantea la cuestión de la validez de derecho de las instituciones...que se interroga sobre las instituciones de la sociedad y que, eventualmente, pretende transformarlas...En su verdadero significado, la democracia consiste en que la sociedad no se detiene en una concepción de la justicia, la igualdad o la libertad dada de una vez por todas, sino que se instituye de tal forma que las cuestiones de la libertad, la justicia, la equidad y la igualdad siempre puedan ser replanteadas en el marco del funcionamiento ‘normal’ de la sociedad...Diré que una sociedad es autónoma si no sólo sabe que es ella la que hace sus leyes, sino que además es capaz de ponerlas explícitamente en cuestión...No hay expertos en el ámbito de la política...La política es el ámbito de la doxa, de la opinión, no hay episteme política ni techne política. Por eso en principio las doxai, las opiniones de todos, son equivalentes: tras la discusión hay que votar...el postulado de equivalencia, prima facie, de todas las doxai es la única justificación de la regla de las mayorías...Destaca por encima de todo esta idea: la ley somos nosotros, la polis somos nosotros...la sociedad forma al individuo...De ahí la enorme importancia atribuida a la paideia, la educación en el sentido más amplio del término, de los ciudadanos...La democracia es la autoinstitución de la colectividad por la colectividad, y autoinstitución en tanto que movimiento. Ciertamente , este movimiento reposa en y está posibilitado en cada caso por determinadas instituciones, pero también por la conciencia, difundida en la colectividad, de que nuestras leyes han sido hechas por nosotros y de que podemos cambiarlas”(Cornelius Castoriadis: El ascenso de la insignificancia. Frónesis, Valencia 1998, págs 114-185).

Tratando de coordinar las relaciones de interdependencia entre lo local y lo nacional y de acercarse a estas ideas de lo que una democracia idealmente podría llegar a ser, se ha desarrollado toda una teoría acerca de la mejor forma de garantizar la participación de todos, la transparencia de la acción y la responsabilidad compartida por todos: es la SUBSIDIARIDAD.

El principio de subsidiariedad se basa en el máximo respeto al derecho de autodeterminación o a la libre determinación de todos y cada uno de los miembros de una estructura social y, a su vez, es el fundamento sobre el que se sustenta todo el edificio de esa dinámica de interacción sociopolítica que denominamos democracia participativa. El principio de subsidiariedad no se refiere solamente al reparto de competencias entre los diferentes niveles jerárquicos y/o funcionales de una estructura social sino que constituye la expresión de un determinado concepto participativo de todos los grupos de dicha estructura. Este principio, de necesaria aplicación en la política social, tiene por objeto el reparto y la limitación de las competencias para la ordenación de los grupos sociales. Además, ordena las relaciones de las sociedades intermedias. La subsidiariedad supone, en primer término, reconocimiento de la autonomía de cada colectivo de la estructura para establecer sus objetivos y decidir los procesos con que intentar alcanzarlos, pero también implica diálogo y participación de todos los miembros (individuales y colectivos) del grupo social en la definición de los objetivos globales, en el diseño de las estrategias para conseguirlos, en su ejecución y en su evaluación así como el respeto de los instrumentos de autorregulación y correglamentación” (Wikipedia).

Enriqueciendo este concepto de Subsidiariedad que surgió de algunas encíclicas papales, pero que, posteriormente se fue redefiniendo, Franz Hinkelammert ha señalado lo siguiente:

El hombre es sujeto de su vida y...como sujeto, es trabajador. El hombre que trabaja es persona, pero en cuanto persona es sujeto del trabajo, un sujeto que decide por sí mismo. Este sujeto que decide por sí mismo, es sujeto en comunidad con todos los otros...El trabajo tiene que servir a la realización de la humanidad de todos y cada uno. Por eso, todos tienen que poder trabajar y derivar de su trabajo un sustento digno... Esta visión del sujeto es sumamente activa...El trabajo hace disponible el mundo exterior para un sujeto, cuya dignidad orienta la producción y distribución del conjunto de los productos producidos por el trabajo del conjunto de los sujetos...Respetándose mutuamente en...su dignidad, el producto producido es un producto común. Por lo tanto, rigen relaciones solidarias sobre su

producción y distribución. Eso implica una reconceptualización del bien común. Sigue siendo “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección"... Pero el significado de esta definición...parte de la satisfacción de las necesidades humanas como criterio insustituible de la organización social. La sociedad tiene que ser organizada de manera tal, que cada uno pueda, a partir de su trabajo, derivar el sustento de una vida digna para sí y para los suyos... no se trata de una subsidiariedad del Estado en relación al mercado y a la propiedad privada, sino de una subsidiariedad de todas las instituciones en relación a la subjetividad del hombre. El Estado no es subsidiario en relación al mercado, sino que tanto el mercado como el Estado son subsidiarios en relación al sujeto humano concreto. El sujeto humano es ahora anterior a toda institucionalidad, sea ésta del mercado o del Estado...se trata de una subsidiariedad del conjunto institucional en relación al sujeto. Aparece más bien un pensamiento de equilibrio entre ambos. En esta relación equilibrada, le corresponde al mercado el abastecimiento de los mercados particulares, y a la planificación el ordenamiento tal de los mercados que los grandes desequilibrios macroeconómicos del desempleo y de la pauperización, sean dominables. Se trata del problema de un equilibrio interinstitucional entre plan y mercado que asegure el pleno empleo, una distribución de ingresos que permita a todos una vida digna y un equilibrio ecológico en la relación del trabajo humano con la naturaleza...La actividad pública se legitima a partir de una exigencia universal de la satisfacción de necesidades...Orientado por la subsidiariedad del conjunto institucional en relación al sujeto, se llega al criterio sobre el equilibrio de instituciones públicas y particulares, de plan y mercado...El círculo completo define la subjetividad de la sociedad, que es la exigencia del bien común. No se trata de un proyecto político, sino de un criterio, a la luz del cual los proyectos políticos se orientan humanamente...La categoría clave es el hombre como sujeto, que es sujeto en comunidad, lo que se expresa por el principio de solidaridad ( Hinkelammert, F. ¿De la doctrina social a la doctrina social? PASOS. San José-Costa Rica. Segunda época, nº 9, enero 1987; págs. 4-14).

Por eso todo esto resulta idílico, abstracto y no aplicable, si los individuos de los que estamos hablando quedan fuera del “circuito natural de la vida” (Véase Hinkelammert: Una economía para la vida y Daly: Para el bien común), esto es, si el proceso de trabajo los ha expulsado del acceso a lo elemental, en fin, si la economía no se mueve como economía para la vida, sino como economía para la concentración y la exclusión. Esto es, SI TODOS NO SON REALMENTE TODOS.

Aún así, pensamos que la subsidiariedad, dentro de las variadas interpretaciones que ya se le han dado, queremos entenderla y explicitarla como la forma de articulación social que recoge los postulados y principios que hemos anticipado y permite articular una política que sea democrática en el sentido más exigente, más práctico y factible que conocemos. De hecho, la subsidiariedad dejaría de serlo, si no incluyera las esferas más importantes de la vida social, en otras palabras, si junto a la esfera de las relaciones y decisiones sociales y políticas no incluyera y con el mismo énfasis la esfera de las relaciones y decisiones económicas y la de las relaciones y decisiones ecológicas. Porque garantizar la reproducción de la vida de todas las personas de “una estructura social” (sic) subsidiariamente exige:

-incorporar a todas en la división social del trabajo, que es mucho más amplia y variada que la división del trabajo en las empresas tanto privadas como estatales; nadie debe quedar excluido de lo fundamental para la vida digna tanto en lo que supone su aportación al común mediante su trabajo como en la retribución digna que ha de tener por el mismo: subordinar la empresa humana y centrarla en el sujeto humano de carne y hueso pleno de derechos inalienables;

-respetar al otro en su diferencia y entender la diferencia no como amenaza, sino como riqueza social y cultural: como potencial social;

-responsabilizar a cada uno por sus diversas obligaciones, exigiéndole transparencia y rendición de cuentas frente a la comunidad;

-redefinir lo que es la división social del trabajo desplegando cuantas posibilidades de ocupación remunerada quepan para satisfacer con el máximo esplendor las necesidades históricas humanas;

-ampliar las determinaciones del concepto de trabajo productivo;

-redefinir la “vida útil económica” del trabajador que hoy, por aquello de la competencia, se define como la vida útil de las máquinas, cada vez más corta, dejando a los seres humanos como inútiles apenas cumplidos los cuarenta y cinco años, desaprovechando un potencial de experiencia humana de incalculable valor y magnitud;

-redefinir el concepto de salario, esto es, ampliar las formas de ingreso y retribución por ocupación social;

-responsabilizar social, económica y jurídicamente a la empresa (privada o estatal) tanto por sus empleados como por “sus” desempleados;

-responsabilizar social, económica y jurídicamente a la empresa por sus efectos en la naturaleza;

-responsabilizar social, económica y jurídicamente a las empresas financieras por sus efectos con el resto de la sociedad;

-limitar explícitamente la acumulación de la riqueza en manos privadas;

-incluir la cooperación con otros pueblos como momento justo y solidario, pero sin menoscabarla, pues se habrá de pensar y articular según los mismos criterios de subsidiariedad que nos hemos recetado para nosotros.

Pero vemos que, al tratar de incorporar estas dimensiones y a todas las gentes lo que estaríamos haciendo no es una simple política de empleo para tratar de acercarnos a esa frontera del “pleno empleo” del que habla la Economía académica dominante, sino una política de incorporación de todos a la acción social y, por su medio y como corolario, a la distribución justa de la riqueza social y a la participación real en la vida plena.

Esto sí sería subsidiariedad de verdad.

¿Es esto una utopía?

Depende cómo se entienda lo aquí sugerido.

En primer lugar, aquí no estamos proponiendo que anulemos las constituciones actuales que, curiosamente, en su letra incluyen máximas mucho más utópicas de las que aquí detallamos ni pedimos cambiar códigos legales y otras mil formas sociales que han mostrado su valor a través de los tiempos. No estamos postulando borrar de la faz de la Tierra lo mucho y bueno que la experiencia milenaria humana ha acumulado. Ni siquiera estamos postulando que desaparezca el mercado como mediador de las relaciones económicas. Si se miran detenidamente nuestras propuestas, se verá que ni son nuestras ni son tan novedosas. En todo caso las hemos ido recogiendo de muchas experiencias humanas y, siguiendo un tanto los caminos de la razón crítica, hemos ido señalando aquellas dimensiones y relaciones que nuestro tiempo ha comenzado a destacar bien como imposibles (porque se ve ya que llevadas a límite resultarían destructoras), bien como posibilidades alternativas con mucho futuro a su favor.

Basta que nos preguntemos qué y cuántas dimensiones importantes para la vida digna de todo los seres humanos hemos dejado sin atender debidamente para que, junto a las que ya prestamos atención, surja ante nuestros ojos una miríada de formas nuevas, inéditas, beneficiosas para la vida todas ellas al alcance de una política que privilegie lo COMÚN sobre lo privado y que tenga como norte no la ganancia, sino el bienestar social.

 

5. PARA UNA NUEVA COORDINACIÓN DE LA DIVISIÓN SOCIAL DEL TRABAJO: UNA ECONOMÍA PARA LA VIDA

 

La economía ha de volver a subordinarse a la política, esto es, ha de volver a dejarse gobernar por las formas sociales que miran prioritariamente por el bienestar y no por la ganancia. Han de tener por meta no el crecimiento, sino el bienestar social. El crecimiento económico ha de estar supeditado a las necesidades humanas y a los límites de nuestra condición de seres sobre esta concreta, única, finita y limitada Tierra.

Sabemos que, desde tiempos remotos, la división del trabajo fue el

modo inteligente de garantizar la supervivencia distribuyendo tareas entre las gentes. Pero es con la aparición de la vida ciudadana donde la división del trabajo aparece, junto a las leyes e instituciones, como el salto cualitativo de la vida social, en la medida en que, precisamente por esa división social del trabajo, se logra el excedente material y el respiro temporal que pone fin al estado de pura y simple supervivencia en la medida en que se supera la inmediatez de las tareas para satisfacer lo elemental. Es el anticipo de lo que un día y hablando aún con sentido de futuro dirá Marx sobre la sociedad que haya producido sus medios de vida en tiempo mínimo y haya generado el “tiempo disponible”: entonces “la sociedad - dice- puede esperar”.

Doble carácter del verbo “esperar”: hay tiempo disponible más allá de la esfera de la producción que se puede dedicar a muchas y diversas actividades y tiempo de la esperanza, en la medida en la que se puede ver el futuro no como amenaza, sino como el “lugar” donde se podrá realizar lo mejor.

La división social del trabajo lleva implícito este doble sentido de la espera como disponibilidad para la vida y como esperanza de vida, porque ambos sentidos son, a fin de cuentas, sentidos que la vida humana ha inventado para la vida. De ahí que la coordinación de la división social del trabajo sea tema fundamental si se quiere diseñar una economía que sea economía para la vida (de todos), una política que sea una política para la vida (de todos), y, si se quiere diseñar una globalización, que sea una globalización para la vida (de todos).

Trabajo, empleo, ocupación: diversas formas posibles de participación digna, reconocida y remunerada en la producción y disfrute de la riqueza social.

Pero hay que afirmar que la RIQUEZA SOCIAL no consiste sólo en cosas producidas (zapatos, puentes, petróleo, vivienda, medicinas, etc.), sino también en:

  • relaciones producidas (patronatos de barrios, juntas de vecinos, ayuda a los ancianos, ayudas a los niños, ayudas a discapacitados, etc.);

  • ambientes producidos y conservados (escuelas, universidades, parques, polideportivos, senderos, aceras, museos, iglesias, hospitales, fiestas populares, folklore, recreación, etc.);

  • formas intelectuales (legislaciones, literatura, artes, etc.).

Nada de esto existe sin la mediación del trabajo, esto es, sin la mediación de la coordinación de la división social del trabajo porque no las da espontáneamente la naturaleza y que pensadas en todo su esplendor, esto es, vistas muchas de ellas no necesariamente desde la perspectiva de lo que hoy se llama “trabajo productivo” (como aquel que produce plusvalía), sino desde la perspectiva del bienestar social para el que no todo trabajo ha de ser necesariamente competitivo, darían lugar a multitud de nuevas ocupaciones y nuevos oficios para los que, por muchos que seamos sobre la Tierra, faltarían siempre manos y nadie saldría sobrando. Sería la manera de conseguir el pleno empleo y, por ese medio, garantizar a todos y cada uno ese “salario vital” que ya no sería limosna, sino retribución digna.

Dado que esta proliferación de empleos ha de ser fruto de las medidas políticas de Gobierno, porque la iniciativa privada sólo cubre las dimensiones y necesidades que le son rentables económicamente, se sugieren dos criterios de rentabilidad social, para generar esta diversidad de atenciones a las necesidades. Uno cualitativo: que se trate de cubrir cuantos aspectos de cada necesidad sean posibles para atenderla y satisfacerla máximamente. Otro cuantitativo: que se procure incorporar a dichos “oficios” a todo ciudadano con capacidad de realizarlos.

¿Quién asumiría estos costes?, es la pregunta que surge de inmediato.

Pues, aunque parezca ésta la parte más difícil de imaginar, no lo es. Es más difícil llevar a cabo lo anterior, esto es, hacer que coexistan formas de trabajo competitivo generador de plusvalía (no se está olvidando aquí que seguimos en un mundo en el que manda la competencia más descarnada y que no podemos aislarnos del resto) con estas otras no realizadas en plan competitivo. Esto del pago suele estar más a mano: si se comenzara por garantizar que paguen más quienes más ganan y de modo proporcional poniendo, además, un límite a la acumulación de la riqueza (asunto nada utópico desde el punto de vista de los posibles mecanismos ya existentes para garantizarlo) y si los Gobiernos destinaran más recursos a lograr el bienestar social que a subsidiar las millonarias pérdidas del sistema financiero o gastar en armas y en otros proyectos sin mayor beneficio social. Se realizaría para cada país lo que Gandhi dijo de la India: la India tiene suficiente para satisfacer las necesidades de todos sus habitantes, pero no tiene suficiente para satisfacer la avaricia de unos pocos.

Lo que Gandhi dijo de la India vale para cualquier país y lo curioso es que vale también para todo el planeta.

 

6. POR UNA NUEVA GLOBALIZACIÓN


6.1. PAZ Y DINÁMICA SOCIAL

 

Cuando se habla de la paz en nuestra época, se piensa generalmente en momentos pasajeros y efímeros de la vida, como si ellos no llegaran nunca a poder constituir algún horizonte factible y duradero de convivencia humana.

En un mundo con tasas de desempleo elevadísimas, desempleo que comienza a ser estructural y no coyuntural, cualquier medida gubernamental que intente poner aún más en precario el empleo, debería ser tomada como despropósito. Por eso, cuando a alguien se le ocurre calcular el ahorro en dinero, en conflictos y en vidas humanas que significaría reducir la industria armamentística, no falta tampoco quien eleve el grito al cielo y calcule los millones de obreros que irían al paro si se redujera dicha industria. De modo que ahí la tenemos, en aumento continuo, sin crisis a la vista, porque esta industria incentiva las guerras que demandan más y más potentes armas de destrucción que hacen más crueles las guerras que... A mano está, entonces, decir que la guerra genera empleo, genera tecnología y conocimiento, genera riqueza, genera bienestar y genera progreso y desarrollo humano sostenible. Y tenemos a los países más prósperos y formalmente pacíficos y aún neutrales produciendo armas de lo más refinado y diabólico (“armas inteligentes”) no para su propia defensa, sino para venderlas a otros; produciendo, pues, riqueza para sí mismos y muerte para los demás, sobre todo para los más pobres, a los que mediante un programa gubernamental generalmente secreto se les vende armas para que se maten y mediante otro programa de “desarrollo humano sostenible” (sic) simultáneamente se les “regala” cooperación y proyectos de la más variada forma.

De nuevo aquí se manifiesta la doble moral y la doble política de quienes dominan en el mundo de hoy: la relación entre los del Centro y los de la Periferia es tan asimétrica y escandalosamente injusta que pone en entredicho todas las manifestaciones y discursos sobre cooperación y desarrollo.

No se puede pedir subsidiariedad para nosotros y desmadre para los demás, sin que nuestra misma subsidiariedad haga aguas y se convierta en pura palabrería. El OTRO no es sólo el vecino, sino toda persona de esta Tierra. Y el Otro que creemos lejos y extraño es nada menos que el que posiblemente esté sustentando y costeando con su vida nuestro bienestar. TODO VA ENLAZADO, decía el jefe indio, adelantándose muchos años a la conciencia que comenzamos a tener hoy de la interrelación de todo con todo, a la compleja interdependencia que obliga, si se hace una política inteligente, a extender la subsidiariedad y sus exigencias más allá de nuestras fronteras locales y nacionales. De ahí que sea la paz y no la guerra el estado social nacional y global por el que se debe proyectar y trabajar.

Si los postulados de la subsidiariedad se cumplen, hay paz, aunque la paz no signifique ausencia de conflicto, porque, como vimos en la definición de lo político, el conflicto es un momento de la dinámica social que se resuelve, cuando la mediadora no es la fuerza sino la inteligencia, por el debate, la argumentación y, finalmente, la decisión de las mayorías; cuando todos y cada uno han participado en ese conflicto en igualdad de condiciones. La paz, que no es la paz de los cementerios y la falta de guerras por la muerte de todos los combatientes (E. Levinas), sino un nuevo modo de vivir.

Mirando hoy hacia atrás, la historia del género humano ha sido todo menos un estado de paz. El factum de la guerra lo ha impregnado todo. La conciencia social de los pueblos lo acusa: ha habido y hay teorías que fundan todo progreso y la historia misma en la guerra: "De las cualidades contrarias -decía Heráclito unos quinientos años antes de Cristo- proviene la guerra, y de la guerra se originan todas las cosas. Por esto la guerra es el padre y el rey de todas las cosas". La guerra entendida como "motor", como "razón de ser" de todos los hombres. Jerarquías de valores se fundaron en la guerra, en las artes marciales: valentía, orgullo, hombría, atrevimiento, coraje, fidelidad, lealtad, compañerismo, astucia, etc.

La paz aparece en general como situación precaria, casi no natural, efímera, que se insinúa entre las guerras. No debe pues extrañarnos que haya teorías sobre la guerra (tácticas de ataque, estrategias, etc.), que se hable de la guerra como "arte" (el “Arte de la guerra de Sunzi”) y de la ciencia de la guerra. Que la guerra tenga, en fin, todo un ámbito objetivado teórica y prácticamente, mientras que de la paz casi no sepamos nada, pues no llega a ser ni siquiera un concepto positivo con determinaciones propias. Es un término que quiere representar una situación estática de la vida. No hay una ciencia de la paz. Sólo tenemos la paloma con el ramo de olivo en el pico.

No hace falta quebrarse demasiado el cerebro para ver que la paz, así entendida, no tiene apenas determinaciones. Aparece más bien, como un período mediocre de entreguerras o, como diría E. Levinas, la paz de los cementerios y del fin de las guerras por falta de combatientes. “Una paz vacía”, según Juan de Mairena, el pseudomaestro de Don Antonio Machado, “sólo acompañada por el miedo”.

La paloma volviendo al Arca con un ramo de olivo en el pico suele simbolizar la paz. Según el libro sagrado, significaba el fin de un estado de enemistad entre Dios y los hombres, sellado con un pacto imperecedero: jamás la especie humana volvería a estar en peligro de extinción. Un pacto, pues, que no significaba la superación de un estado de guerra, sino la superación de un estado de incomunicación y desentendimiento.

Juan de Mairena lo tenía esto muy claro: “Si vis pacem para bellum, dice un consejo latino algo superfluo, porque el hombre es por naturaleza peleón…De todos modos, el latín proverbial sólo conduce…a un callejón de difícil salida…Más discreto sería inducir a los pueblos a preparar la paz, a apercibirse para ella y, antes que nada, a quererla, usando de sentencias menos paradójicas. Por ejemplo: si quieres la paz, procura que tus enemigos no quieran la guerra; dicho de otro modo: procura no tener enemigos, o lo que es igual: procura tratar a tus vecinos con amor y justicia…Si quieres vivir en paz, prepárate a vivir en paz con todo el mundo”.

Ahí están las dos determinaciones positivas y originarias de la paz: el reconocimiento del otro y el diálogo como las relaciones constituyentes, insustituibles, de ciudadanía, de civilidad, de comprensión y entendimiento. Donde falten ambas determinaciones, se podrá calificar el momento como se quiera, pero ahí ni hay ni podrá haber paz.

Paz con el otro y, ahora comenzamos a percibirlo con claridad, paz con la naturaleza porque, hasta el sol de hoy, la hemos tratado como enemiga o la hemos despreciado irresponsablemente cual si fuese el ámbito condenado a ser dominado y depredado sin límite alguno.

 

6. 2. COOPERACIÓN Y DESARROLLO HUMANO SOSTENIBLE

 

La política ya no puede concebirse exclusivamente a escala nacional, porque se han roto muchas fronteras, se han generado muchas necesidades, relaciones y compromisos supranacionales. La suerte de todos los pueblos comienza a ser verdaderamente global.

Quiere decir que incluso lo local ha de tener en cuenta lo global y lo ha de tener no solo cual horizonte de posibles amenazas, sino también como horizonte de posibilidades para la supervivencia y para el propio bienestar.

La supervivencia, decíamos antes, pasa necesariamente por la convivencia, porque sólo es posible en el largo plazo lo que sea composible, esto es, lo que sea posible junto a otros posibles. Lo que significa, para comenzar, que la cooperación ha de revestir multitud de nuevas formas, porque ha de incluir a todos los pueblos de esta Tierra para atender ciertas relaciones y necesidades, ha de priorizar y satisfacer necesidades y relaciones específicas con ciertos pueblos y naciones y ha de realizar esfuerzos conjuntos cuando las situaciones lo requieran.

Es aquí, en esta encrucijada, donde comienza a verse que esto no será posible desde la perspectiva del crecimiento por el crecimiento, porque esa perspectiva carece del sentido solidario de cooperación entre países y naciones, al dejar tirados por el camino y “dejar morir” a miles de millones de seres humanos como la actual globalización está mostrando y porque, desatendiendo las necesidades humanas, acumula la riqueza producida en pocas manos sin que ello se traduzca en bienestar general. La copa de champán se llena y se desborda, pero su excedente no cae sobre las mesas de las mayorías y menos aún de los más pobres.

Es también aquí donde aparece el desarrollo humano sostenible como alternativa a los problemas, necesidades y desafíos de un mundo globalmente interrelacionado e interdependiente. Desarrollo humano sostenible que integra en su concepto no sólo lo económico, sino también las demás dimensiones de la vida social y que subordina y orienta la acción humana no hacia la acumulación de capital y la ganancia, sino hacia la convivencia en paz y el bienestar social de todos los seres humanos.

De todos los seres humanos. De todos y cada uno, que eso sería política de inclusión e igualdad. Pero ahí se hace también presente un nuevo rasgo que los procesos de DHS han de incorporar como momento decisivo: el aspecto cívico, el lado de la participación ciudadana efectiva para que haya justicia y dignidad. Porque “el Desarrollo Humano Sostenible pasa necesariamente por la generación de estructuras estatales y ciudadanas que sirvan de base y sustentamiento para proyectos que, aunque sean particulares, habrán de instalarse en ese tipo de horizonte social, jurídico, ciudadano que les dé fiabilidad, consistencia y composibilidad. Por eso, al concepto de DHS, si en el mismo término de “humano” no va implícito ( y no parece que éste sea el caso), habría que añadirle una letra más: la que representa el momento social-estructural-ciudadano: la C de “cívico”... Comenzaríamos a hablar de Desarrollo Humano Cívico Sostenible (DHCS) para incorporar en la ideación del Desarrollo tanto el lado estatal de los proyectos como el lado participativo- cívico de los mismos y darle así a la S de “sostenibilidad” (que ahora exhibe casi exclusivamente la relación con el medio natural) el apoyo institucional y la argamasa cívica necesaria para su complementación. Porque, desde el Informe Brundtland y otras instancias, se había hecho presente la naturaleza exigiendo su importancia en todo proceso de cambio, pero se estaba dejando de lado al Estado y las estructuras sociales como si se pudiera construir formas de vida deseables y sustentables prescindiendo de ello.

Dos son, por tanto, las fronteras entre las que se juega su suerte el Desarrollo Humano Sostenible:

La una viene dada por nuestro necesario y vital metabolismo con la naturaleza del que hoy comenzamos a saber con saber de ciencia que exige de nuestra parte conocimiento, reconocimiento, cuidado, responsabilidad y prudencia y no sólo porque sabemos que la relación entre todos los seres vivos es frágil, sino, aun más, porque sabemos que tiene límites.

La otra frontera tiene que ver con las formas de la vida social, con su sentido y con sus posibilidades. Viene dada por la convicción de que la supervivencia de la especie humana pasa necesariamente por la convivencia y ésta, para que se pueda concebir en el largo plazo como pediría el mínimo reconocimiento de la ley de conservación de la especie, ha de tener a su base la búsqueda y realización de la justicia.

La primera frontera nos habla ciertamente de condiciones necesarias para la sostenibilidad, aunque también nos indica que nuestra relación con la naturaleza ha de ser dinámica, de recreación de la misma.

La segunda frontera nos habla de la necesidad de acabar con la exclusión social, pero también y en no menor medida nos está hablando de la sostenibilidad de las formas sociales y políticas” (A. Serrano: ciencia para el desarrollo. Rev. Diálogo científico. Tübingen 2006).

 

7. EL CAMINO HACIA LO CONCRETO

 

Nada de lo aquí expuesto es imposible, ni siquiera llevado al límite. Para comenzar, los hechos exhibidos al inicio son de tal calibre y conocimiento general que no hay modo de negarlos ni de quitarles importancia. Tampoco la secuencia de este discurso es caprichosa, pues se atiene a una argumentación que va mostrando sus propósitos y, además, va exhibiendo sus puntos de apoyo. La propuesta no tiene nada de utópica, si por ello se entendiera que es ilusoria o imposible. Tan lejos está de la utopía que no sólo es posible, además es factible (el mundo dispone ya de los recursos, del conocimiento, y de los mecanismos para realizarla) y, para colmo de coherencia, es conveniente (porque evitaría seguir por el camino suicida actual), aunque no sea ésta la única vía posible para evitar la catástrofe, y es lícita en la medida en que busca la justicia para todos los seres humanos y la reconciliación con nuestra Tierra.

Pero todo lo aquí expuesto exige diseñar formas de acción que, ya se sabe, habrán de ir contracorriente, por lo que habrán de articularse inteligentemente sabiendo a qué fuerzas e instituciones se enfrentarán. Ello exige la toma de decisiones políticas, voluntad política, esto es, entrar a la acción política con el ánimo de transformar la realidad. Se trata de dialogar acerca de los modos de despertar la conciencia de las gentes e incorporarlas a la acción por un mundo no sólo diferente, sino mejor, de donde se pretende mostrar:

Primero: que nos unimos aquí a las muchas y variadas voces que vienen diciendo que el actual estado de cosas de nuestro mundo no puede seguir así y que debe tomar un rumbo diferente, si pretendemos salvar nuestra suerte; partimos, pues, de una conciencia aún negativa.

Segundo: pero que, conocedores del potencial que nuestro mundo atesora, podemos otear y proponer otras formas positivas de vivir orientadas por postulados y principios como los que hemos señalado, que superen el estado de cosas actual, porque sabemos que son factibles y que son convenientes porque son mejores y son lícitas.

Tercero: que no ignoramos las dificultades que habrá que superar para traducir estas ideas en acción política, pero no es poco trecho andado éste, si puede servir de horizonte de sentido y propuesta concreta para formaciones políticas cuyos propósitos vayan más allá del simple acceso al poder.

¿Por qué no hacer una política así? ¿Qué lo impediría? Porque de utopía no tiene nada, si se mira de cerca cada una de las dimensiones humanas arriba expuestas. Si cada una de ellas por separado es realmente factible, ¿será en su conjunto donde aparece lo utópico e imposible? ¿Tan difícil es llevar a cabo un contexto social en el que se realice la justicia social? Porque éste es el tema central que subsume y reúne a todas las demás dimensiones: la justicia social que aquí estamos expresando como INCLUSIÓN.

Dicho de otra forma: es la categoría de la JUSTICIA SOCIAL, aquí explicitada como INCLUSIÓN, la que arrastra tras de sí a las demás, sean la igualdad, la solidaridad, la libertad, la fraternidad, el respeto, la corresponsabilidad, la participación, etc. Porque si tenemos efectivamente incluido a todo ser humano en el proceso de reproducción de las condiciones de existencia, es porque tienen acceso pleno y participación activa en dos dimensiones:

-en la distribución del disfrute de la riqueza social que es imprescindible para la vida plena ciudadana,

- y en la producción de esta misma riqueza social.

Y, para ser más explícitos, derecho a participar en el disfrute de dimensiones de la riqueza social como:

  • el sistema de la educación pública, que ha de ser universal, gratuita y obligatoria y cuyas formas y contenidos han de ir encaminados a formar ciudadanos capaces, responsables y solidarios, priorizando los valores que promueven el bien común;

  • el sistema de salud, cuya cobertura debe ser universal, promoviendo, ante todo, la medicina preventiva, incorporando al mismo el cuidado del medio natural y generando condiciones adecuadas para las prácticas saludables del deporte y la recreación;

  • el sistema impositivo, que ha de ser universal y equitativo, en la medida en que ha de cotizar más y proporcionalmente quien más gane: ha de haber límite legal a la acumulación de la riqueza social en manos particulares, un impuesto al movimiento de capitales y otro para el impacto medioambiental;

  • el sistema jurídico, que ha de garantizar la aplicación de la justicia de modo igualitario y ágil;

  • la cobertura de pensiones para cubrir con dignidad las necesidades de la tercera edad y generar esperanza en el futuro;

  • la seguridad ciudadana propiciada por el Estado en situación de igualdad;

  • la atención discriminada para discapacitados, para la niñez y para extranjeros por exigir cuidados especiales por parte de la sociedad;

  • la tarea de decidir sobre las formas de gobierno y elegir a sus representantes como manifestación real de plena ciudadanía.

Y deber y derecho a participar en la ideación, producción, distribución y gestión de esa misma riqueza social mediante:

  • el acceso al empleo remunerado para participar con el propio trabajo en la generación de la riqueza social. Decimos empleo en el sentido más amplio que pueda dársele al trabajo humano, pero añadimos que esa ocupación laboral ha de ser remunerada y no sólo para que el empleado pueda satisfacer sus necesidades en un mundo en el que todo o casi todo se produce como mercancía, sino para que pueda contribuir también al fondo común que ha de cubrir pensiones y demás tipos de asistencia pública. El desempleo ha de verse como derroche de posibilidades y como pérdida de potencialidades. Es la inclusión en la coordinación de la división social del trabajo mediante la que el ser humano se siente de verdad siendo parte del todo social al participar en la generación de la riqueza social y sentirse también y por lo mismo merecedor y con derecho a su disfrute.

Para, desde esa plataforma, conseguir:

 

  • la igualdad efectiva de posibilidades entre hombres y mujeres que ha de traducirse tanto en el acceso igualitario a los puestos de dirección como en la remuneración igualitaria por trabajo igual;

  • la protección legal del medio ambiente, de los recursos y de la energía pensando en el presente y en el futuro de la humanidad y con la conciencia del límite como principio de prudencia;

  • el control legal del ámbito financiero para que no se abstraiga de los procesos productivos mediante la especulación desbocada y pague el tributo social que le corresponda;

  • la libertad de pensamiento, religión y acceso a la información para propiciar la tolerancia y la paz;

  • la transparencia y rendición de cuentas de la gestión pública a fin de promover en los delegados el respeto a las promesas y el correcto cumplimiento de las leyes sin privilegio alguno;

  • la prioridad de lo público sobre lo privado como norte orientador de la convivencia humana dado que entendemos que la supervivencia humana pasa necesariamente por la convivencia y ésta ha de estar ligada transversalmente por lo que es común.

Frente a cada una de estas metas caben diferentes respuestas políticas, dependiendo no sólo de los medios de que se disponga y de las coyunturas, sino, tanto o más, del sentido solidario que se les quiera dar por la fuerte interdependencia que hay entre ellas.

Habrá que reconocer y señalar los desafíos más determinantes global, regional, nacional y localmente de tal manera que su elección esté lo más posiblemente fundada en hechos, nuestras respuestas irán orientadas por los siguientes propósitos generales:

- lograr la inclusión de todos y cada uno de los seres humanos en los bienes y servicios producidos por el trabajo humano y los bienes ofrecidos por la naturaleza (con la consecuente eliminación de la pobreza en todos sus sentidos) y la participación política en la ideación, discusión, diseño y toma de decisiones acerca del curso de la vida social;

- generar relaciones no predatorias del ser humano con la Tierra, pensando responsablemente en el presente y en el futuro de la vida sobre nuestro planeta.

Si bien es difícil señalar exhaustivamente los condicionantes de estas metas y de estos propósitos, podemos destacar los siguientes desafíos:

Globalmente: el cambio climático y las crisis económicas y financieras que afectan a la mayoría de países; los usos de la energía, el uso de los recursos naturales, la capacidad de carga del planeta, el uso social del conocimiento (sobre salud, tecnologías, educación) y de la información, el terrorismo fundamentalista, las pandemias, la solidaridad mundial para evitar la compra de productos del trabajo infantil, la venta de productos tóxicos a países pobres, el expolio de materias primas de los países pobres.

Regionalmente: la asociación (federación) de pueblos y naciones en torno a programas comunes para atender desafíos supranacionales, el sesgo desafiante de las finanzas, la emigración de sur a norte, la producción de armas y su venta, la falta de movilidad real (para el trabajo) de las personas, la falta de coordinación política, económica y social entre lo nacional y lo regional.

Nacionalmente: el de la gestión política, el nacionalismo excluyente, los códigos legales obsoletos, el injusto sistema judicial, el injusto sistema tributario y de distribución de la riqueza, el sistema laboral excluyente, etc.

Localmente: el desentendimiento de lo que es común, el sistema educativo y de salud excluyentes y elitistas, la falta de visión global de las medidas, la falta de acceso y la baja calidad de los servicios públicos e infraestructura, las dificultades de participación en la distribución etc.

Este señalamiento se hace, como veíamos al inicio, con la conciencia clara de que estamos viviendo en una situación en la que ningún país por poderoso que sea puede decidir soberanamente su suerte.

Quien crea que esta globalización de las relaciones sociales tiene marcha atrás, salvo una catástrofe planetaria, se equivoca. No hay vuelta idílica al campo ni hay vuelta a las anteriores “aseguradas” fronteras nacionales. La humanidad ha llegado hasta aquí merced a innumerables adelantos y a innumerables desastres, porque esto no ha sido el fruto de alguna planificación mundial ni de acuerdos planetarios entre las gentes. Así nos ha salido esta globalización con todo lo que ella acarrea. Pero, del mismo modo que hemos llegado hasta aquí de forma contingente (porque otras formas podrían haber sucedido), también podremos cambiarle el signo a esta red de relaciones globales, porque no es necesaria. Porque hay alternativas.

La elaboración de un PROGRAMA POLÍTICO INCLUYENTE, por mucho que lo diseñe un partido político nacional, bien hará con no quedarse diseñando de las fronteras nacionales hacia adentro sin imbricarlo en el contexto mundial, porque la situación requiere miras mucho más amplias. Y, en todo caso, si pretende ser incluyente, habrá de procurar generar aquellas leyes, instituciones, relaciones y formaciones sociales que subordinen la producción de la riqueza social al bien común y a la conservación de la Tierra. Ese programa sería inteligente, sería prudente, sería incluyente, sería valiente y sería sostenible. Volvemos a Gandhi: aquí hay sitio para todos con tal de que todos seamos en justicia TODOS.

 

 


* Augusto Serrano, profesor de Teoría de la Ciencia de la UNAH de Honduras y profesor visitante de la Universidad Complutense de Madrid

* Alfredo Stein, profesor de Desarrollo Urbano de la universidad de Manchester y profesor visitante de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras

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