Resumen
El 14 de marzo de este año se cumplieron 125 años de la muerte de Karl
Heinrich Marx (1818-1883) en Londres y el 5 de mayo 190 años de su
nacimiento en Tréveris. Es probable que a esta altura del siglo XXI,
Marx sea más “conocido” que Aristóteles, Hegel, Kant o Descartes, para
referir solo a los más famosos filósofos europeos. Marx es el filósofo
que más contradicciones ha develado, que más ha dado qué hablar y
pensar, el teórico más fecundo, que mejor ha explicado cómo funciona y
por qué no funciona el capitalismo. Ninguna persona que tenga que
sobrevivir en una sociedad capitalista debería dejar de leer por lo
menos los primeros cuatro capítulos de El Capital, su obra cumbre. Pero
esa no es una tarea fácil, pese a los denodados esfuerzos del “viejo”
por acercar su obra al mayor número de personas posible. Hay varios
factores que dificultan al lector el principio de esa empresa, cuya
superación constituye un reto para la enseñanza de El Capital, tal como
se ha encarado, por ejemplo, en el caso de la Escuela de Economía de la
Universidad Nacional. Vale la pena perseverar en el intento, ya que
Marx no es de esos pensadores que pueden ser “superados”, como
pretenden muchos de quienes no lo han leído o lo han leído mal. La
verdad sobre la injusticia social no cesará de retornar, hasta que sus
causas cesen de verdad, y por eso Marx no será enterrado, porque la
actualidad de su obra se nutre de la lucha contra esa injusticia social.
Introducción
El 14 de marzo de este año se cumplieron 125 años de la muerte de Karl
Heinrich Marx en Londres (1818-1883), y el pasado 5 de mayo 190 de su
nacimiento en Tréveris, Prusia. Salvo una entrevista que le hizo a
Adolfo Rodríguez Herrera en radio Gigante(2), y un artículo que publicó
La Nación (apenas digno de la tumba adonde el periodista pretende haber
enviado las ideas de este filósofo alemán), no supe de nadie que
mencionara en Costa Rica alguno de los dos acontecimientos. ¿Será esto
parte de la humana ingratitud que nos caracteriza? Tal vez no falte
quien crea que el fin del “socialismo real” significó también la muerte
de Marx, ni quien insista en que Marx es el culpable de todas las
atrocidades que se pudieron cometer, en nombre de la causa obrera,
durante la hiperideologizada “guerra fría”(3). Este autor ha sido tan
mal leído que no ha faltado quien le atribuya la idea de que la lucha
de clases es el motor de la historia, aunque él mismo aclaró que era
una verdad descubierta por la historiografía inglesa(4).
Es probable que a esta altura del siglo XXI, Marx sea más “conocido”
que Aristóteles, que Hegel, o que Kant o Descartes, para referir solo a
los más famosos filósofos europeos. Seguro que ha sido más publicado
que todos ellos juntos. No me extrañaría que resultara, a la postre, el
más influyente de todos los filósofos occidentales que ha tenido esta
humanidad, tan apasionada por lo que no se sabe. Solo si se cuenta a
los que se dijeron marxistas y a los que se adhirieron en su momento a
regímenes que se decían socialistas, se trata de mucha gente más o
menos influenciada por las ideas de este hombre excepcional.
Probablemente porque, como ninguno de ellos, Marx intentó, además de
pensar, comunicar su descubrimiento a quienes de verdad importaba: al
mayor número posible. Gracias a ello hoy podemos volver sobre algunas
dificultades que la desmesura de esa empresa sigue enfrentando(5).
Marx ha sido el filósofo político occidental que más contradicciones ha
develado, el que más ha dado qué hablar y pensar, el teórico más
fecundo, el que mejor ha explicado cómo funciona y por qué no funciona
el capitalismo, al punto que Jacques Lacan dice que él es su fundador,
como problema filosófico, claro está, y hasta se permite hacer una
interpretación (psicoanalista al fin) con el orgullo de haber leído en
serio El Capital, aunque no comente más que sus primeros cuatro
capítulos(6).
Una prescripción ineludible
A propósito, no debería de haber ni un solo ciudadano del capitalismo
que no hubiera leído, cuando menos, esos pocos capítulos de esa “obra
artística” (como le llamara Federico Engels)(7). No debería de haber
ningún filósofo que se quedara sin leerlos; ningún economista, ningún
sociólogo, ningún antropólogo, ningún historiador, ningún científico
del campo que sea, y en especial ningún obrero y ninguna obrera, porque
a ellos es dedicada, en la persona de Wilhem Wolff (1809-1864). No
importan las dificultades ni las resistencias por superar: ni una
persona debería quedarse sin pasar antes de morir sus ojos, por lo
menos una vez, sobre esas 100 páginas, porque hay allí un conocimiento
indispensable para cualquiera que tenga que sobrevivir en una sociedad
capitalista(8). Para los capitalistas debería ser cuestión de astucia,
porque Marx es el mejor defensor que ha tenido nunca el capitalismo.
Para los marxistas, marxólogos y demás especies revolucionarias,
debería ser obligatorio, porque Marx es el mejor crítico que haya
tenido jamás el capitalismo.
Abona a la justificación de esta prescripción socioeducativa el
criterio de uno de los más connotados filósofos contemporáneos, Jacques
Derrida:
“Será siempre un fallo no leer y releer y discutir a Marx. Es decir,
también a algunos otros –y más allá de la 'lectura' o de la 'discusión'
de escuela-. Será cada vez más un fallo, una falta contra la
responsabilidad teórica, filosófica, política. Desde el momento en que
la máquina de dogmas y los aparatos ideológicos 'marxistas' (Estados,
partidos, células, sindicatos y otros lugares de producción doctrinal)
están en trance de desaparición, ya no tenemos excusa, solamente
coartadas, para desentendernos de esa responsabilidad. No habrá
porvenir sin ello. No sin Marx. No hay porvenir sin Marx. Sin la
memoria y la herencia de Marx: en todo caso de un cierto Marx: de su
genio, de al menos uno de sus espíritus. Pues ésta será nuestra
hipótesis o más bien nuestra toma de partido: hay más de uno, debe
haber más de uno”(9).
No hay camino fácil
Desde luego que no se indica un camino fácil(10). Para Marx, la
accesibilidad de su texto para la clase obrera era una consideración
que prevalecía “sobre cualquier otra”, pero sabía que “el método de
análisis empleado”… “que hasta el presente no había sido aplicado a las
cuestiones económicas, hace que la lectura de los primeros capítulos
resulte no poco ardua”. Nada puede hacer contra ese inconveniente,
dice, “salvo advertir y prevenir acerca de él a los lectores que buscan
la verdad” que solo serán aquellos “que no teman fatigarse al escalar
por senderos escarpados”(11).
Queda claro que Marx sabía que “la comprensión del primer capítulo, y
en especial de la parte dedicada al análisis de la mercancía,
presentará… la dificultad mayor”(12). Ese capítulo es un resumen del
contenido de su trabajo de 1859 (al que se refiere en la primera nota
de El Capital)(13); confiaba el autor en que “Se ha mejorado la
exposición”, puesto que, en definitiva, le ha “…dado el carácter más
popular posible a lo que se refiere más concretamente al análisis de la
sustancia y magnitud del valor”.
Pero sigue insatisfecho, sabe que algo no marcha, a pesar de todos sus
esfuerzos. Ora lo atribuye a la dificultad de analizar la “célula” en
vez del “organismo desarrollado”, ora a que “cuando analizamos las
formas económicas, por otra parte, no podemos servirnos del microscopio
ni de reactivos químicos. La facultad de abstraer debe hacer las veces
del uno y los otros”(14). Finalmente, va a comprender que hay algo en
la mercancía que confunde a cualquiera, algo objetivo que dificulta su
apropiación subjetiva, que resiste en esa forma, cual fenómeno objetivo
que se impone casi sobre cualquier inteligencia. Se insinúa ahí el
descubrimiento del “carácter fetichista” propio de la forma mercancía
que adopta el producto del trabajo(15), cuya causa Marx encuentra en la
peculiar división del trabajo de la sociedad productora de mercancías,
donde las relaciones sociales entre los productores se presentan como
“lo que son”: no como una relación entre personas, sino como una
relación objetiva entre sus productos(16). Los sujetos del intercambio
no saben lo que hacen, se someten a la ley social del intercambio
mercantil, a la ley de equivalencia que se les impone sobre su voluntad
y se inscribe, sin saberlo, en su propia conciencia(17).
Una dificultad de partida
Marx comienza con el análisis de la “mercancía individual” lo que llama
“nuestra investigación”(18). El objeto es el punto de llegada de todo
proceso y también del proceso de investigación(19). La mercancía es el
descubrimiento de la investigación marxiana, su punto de llegada. El
análisis de la mercancía presenta pues el resultado de ese trabajo
teórico. Se invita al lector a seguir el despliegue de la mercancía, en
la medida en que es una condensación de los procesos cuyas leyes se
desea revelar. Pero ¿es esto empezar la exposición? ¿La exposición no
sería más bien la comunicación de ese resultado una vez logrado como
objeto reconocido? ¿Tal exposición para el público debe comenzar
asimismo por la mercancía?
De hecho, Marx comienza El Capital, el tema de su libro, por la
mercancía. Ese punto de llegada, que permite al autor apuntalar su
poderoso pensamiento en el más corriente de los objetos mundanos ¿será
también el mejor punto de partida de la exposición para otro? La
pregunta no es banal porque ese inicio puede ser problemático para el
lector, ya que su trabajo de lectura comienza por el final de la
investigación de Marx, quien sabía que:
“Ciertamente, el modo de exposición debe distinguirse, en lo formal,
del modo de investigación. La investigación debe apropiarse
pormenorizadamente de su objeto, analizar sus distintas formas y
desarrollo y rastrear su nexo interno. Tan solo después de consumada
esa labor, puede exponerse adecuadamente el movimiento real. Si esto se
logra y se llega a reflejar idealmente la vida de ese objeto, es
posible que al observador le parezca estar ante una construcción
apriorística”(20)
Exponer el movimiento real significa reflejar idealmente la vida del
objeto. Ese movimiento y esa vida son procesos que lo anteceden y
engloban, que dan cuenta por tanto del objeto mismo, de su desarrollo,
del nexo interno entre sus componentes. El objeto es el fin y éste es
lo que ordena las actividades que constituyen el proceso económico, que
siempre consiste en un conjunto de actividades con arreglo a fin. El
proceso tiene la forma efervescente y evanescente de una serie de
actividades, mientras el objeto tiene la forma reposada del ser.
Asimismo lo veía Marx. Para exponer ese objeto en su transformación hay
que referirse al proceso, a la praxis transformadora que crea y recrea
tanto el objeto real como su representación: el objeto imaginado y
pensado que más o menos le corresponde. El objeto debería ser expuesto,
entonces, en relación con el proceso que lo hace posible y
necesario(21). Algo que sería lo más coherente con una “filosofía de la
praxis” (así interpretaba Antonio Gramsci la filosofía de Marx), para
la cual al principio está el acto, no el objeto ni su concepto(22).
Ahora bien, abrir la cuestión de la praxis implica tomar en cuenta el
sujeto activo de ese proceso transformador(23) y su relación con el
objeto, como sucede, por ejemplo, tanto en el capítulo II, sobre el
proceso de intercambio, que se abre con la introducción de los sujetos
del intercambio, comprador y vendedor, con todo y contrato, como en el
capítulo V, sobre el proceso de producción capitalista (proceso de
trabajo y proceso de valorización), donde el sujeto es por un lado el
trabajo humano(24), y por el otro el valor que se valoriza, “sujeto
automático” que no solo se independiza de sus formas objetivas,
mercancía y dinero(25), sino también de los sujetos sociales
(capitalista y obrero), cuyas subjetividades se someten a su finalidad.
En el caso paradigmático de la transformación del dinero en capital
(capítulo 4), el punto crucial es la mercancía “fuerza de trabajo”, la
cual “solo puede aparecer en el mercado en la medida y por el hecho de
que su propio poseedor –la persona a quien pertenece esa fuerza de
trabajo- la ofrezca y la venda como mercancía”(26). Es el obrero,
tratándose a sí mismo como un objeto “exterior” de su propiedad, como
si fuera una mercancía, el que hace entonces posible la transformación
del dinero en más dinero, más allá de las condiciones históricas que le
obligan a hacerlo o se lo hacen posible.
Ha sido teóricamente fecundo que Marx haya comenzado su exposición por
la mercancía, y el análisis de ésta por el “objeto exterior”(27), para
deducir de allí, de manera lógicamente impecable, las leyes del sistema
capitalista, hasta sus últimas consecuencias: la crisis y la
destrucción de sus fuentes de riqueza, la naturaleza y el trabajo(28).
Demuestra con ello que efectivamente la mercancía es una “síntesis de
múltiples determinaciones, por tanto, unidad de lo diverso”(29), es
decir, lo concreto de la sociedad capitalista. Pero el lector de El
Capital comienza, entonces, por el “objeto exterior”, por la cosa
terminada del proceso, y no por el proceso que implica al sujeto. Puede
que sea esto lo que da a su exposición esa apariencia “apriorística”
que temía, ya que después, partiendo del análisis del objeto, Marx
comienza a mostrar, poco a poco, la vida que éste tiene: los procesos
de intercambio, producción, consumo, reproducción y acumulación que
supone.
La conclusión es que el “trabajo muerto”, socialmente creado y
acumulado infinitamente como riqueza privada de unos pocos, bajo la
forma del capital fijo, sojuzga al “trabajo vivo” actual, presente,
extrayendo de él, como un “autómata autócrata”(30), todo el vigor que
le permite conservarse y crecer, pues no hace más que absorber
plustrabajo (trabajo ajeno impago) y plusvalía (plusproducto en forma
de dinero). Las consecuencias finales de ello son terribles,
especialmente para la clase trabajadora(31) pero representan a su vez,
como humanidad, la oportunidad de avanzar hacia el “reino de la
libertad”. Marx no vio otro camino hacia la libertad que superar o
atravesar el capitalismo, por el desarrollo avasallante de las fuerzas
productivas que ese modo de producción desata, dado que es un sistema
que enlaza el incentivo monetario de la “ganancia extraordinaria” con
el cambio tecnológico.
Nótese que todo eso es lo que estaría implícito en la mercancía
“individual”, artificio metodológico que, pese a su utilidad
epistemológica y didáctica, no se sostiene más allá de cuatro
párrafos(32), porque no existe en la práctica, ni en la lógica, una
mercancía aislada; para que haya mercancía se requiere por lo menos dos
mercancías, una que se juegue en el lugar de objeto de intercambio y
otra en el lugar de medio de intercambio. Esto Marx lo sabe mejor que
nadie(33). En resumen, partir de lo más concreto en la exposición
implica iniciar el discurso, paradójicamente, de la manera más
abstracta posible(34).
Véase, finalmente, en el texto marxiano, cómo emerge la punta de la
dificultad de marras. Después de justificar el análisis de la mercancía
individual como forma elemental de la riqueza en las sociedades donde
predomina el modo de producción capitalista, Marx inicia su minuciosa
partición. Así que la mercancía es, “en primer lugar”, un “objeto
exterior”, una “cosa que merced a sus propiedades satisface necesidades
humanas del tipo que fueran”. Pero nótese que ya en el segundo párrafo
Marx tuvo que vérselas con una cosa que no es exterior:”la necesidad
humana”. Su discurso choca ahí con un supuesto sujeto de la necesidad y
del deseo, sujeto que acto seguido es neutralizado: esas necesidades
son del “tipo que sean”, no importa si se originan en el “estómago” o
en la “fantasía”; no importa, para el análisis de la mercancía
individual, si se trata de un “objeto de disfrute” o de un “medio de
producción”, lo cual implica también la existencia de procesos de
producción y consumo presentes en ese objeto exterior que quedan en
suspenso(35).
Esa necesidad de la que Marx habla no más al inicio de su obra, es
también abstracta. Tanto porque es general, o sea, “humana”, como
porque no importa su naturaleza. Así, pues, introduce, para mantenerlos
en suspenso, los sujetos y los procesos que hacen exterior y útil el
objeto; con ello también queda en suspenso todo lo que importa –carne,
hueso y movimiento– del análisis de las mercancías, lo cual irá
apareciendo posteriormente. Por eso, aunque es cierto que “los
comienzos son siempre difíciles, y esto rige para todas las
ciencias”(36), comenzar por la mercancía y no por el proceso de
intercambio, por ejemplo, presenta esa dificultad, sobre todo para los
que comienzan a descubrir la verdad de la sociedad en que viven. Se ve
claro ahora que la dificultad de principio es que sujeto-proceso-objeto
son inseparables; por donde sea que se inicie la exposición, pronto hay
que introducir los demás elementos, y con ello la cuestión evoluciona
por fin hacia esta otra: cuando se trata de comunicar a los demás los
resultados de la investigación ¿cuál de esos tres elementos hay que
dejar para después? ¿El sujeto? ¿El proceso? ¿El objeto?
Retornos del fantasma
Queda claro, por lo demás, que el punto de partida es también el reto
principal para la enseñanza de El Capital. En la Escuela de Economía de
la Universidad Nacional se ha estado leyendo esta obra por lo menos
desde 1979(37). Desde el principio nuestros estudiantes leen El Capital
en vivo y a todo color; además se les recomienda que no sustituyan esa
invaluable oportunidad con la lectura de manuales o comentaristas,
aunque algunos de ellos recurren ciertamente a esos falsos atajos. Se
han ido desarrollando distintas estrategias pedagógicas a lo largo de
muchos años de enseñanza(38). Esto ha sido un rasgo distintivo de ese
proyecto académico desde su fundación hasta la fecha. Aunque aquí
también, a lo largo de diversas reformas curriculares, se ha reducido
el espacio para la lectura de El Capital, en parte por esa manía de
seguir las modas, tan pasajeras como el verano(39). O bien, so pretexto
de que su abstracción ofrece demasiadas dificultades para los
estudiantes que empiezan, no ha faltado quien haya querido ahorrarles
el trabajo que implica la búsqueda de la verdad (algo que nadie puede
hacer por otro). Incluso ha habido quienes consideren que el viejo Marx
debe ser “superado”. Al respecto, conviene considerar la opinión de
alguien que, como Marx y Freud, hizo todo lo posible por no decir
tonterías:
“Me habéis oído referirme con dilección, para ubicar su sitio en la
investigación, a Descartes y Hegel. En nuestros días está muy de moda
'superar' a los filósofos clásicos. También yo habría podido partir del
admirable diálogo con Parménides; porque ni Sócrates ni Descartes ni
Marx ni Freud pueden ser 'superados' en tanto que han llevado su
indagación con esa pasión de descubrir que tiene un objeto: la
verdad”(40)
Como un fantasma que recorre las ciencias sociales, leo la influencia
de Marx por todas partes, desde el psicoanálisis hasta la economía de
la crisis y la antropología, a menudo hasta en autores que disimulan su
influencia, que la desconocen o están tratando de olvidarla. Los tres
tomos de El Capital se han seguido editando para adornar la estantería
de algunos ejecutivos, como se puso de moda en Europa no hace mucho
tiempo. Me informan que en el tema de la renta de la tierra El Capital
sigue siendo hoy en día una de las referencias más importantes. Además,
no hay emergencia de pensamiento crítico que no aluda, tarde o
temprano, a Marx. Hay varios indicios de que este autor, como los
verdaderos clásicos, seguirá reapareciendo. Es el destino de quienes
buscan la verdad; no hay manera de enterrarlos sino con una verdad más
cierta que tarda mucho tiempo en ser reconocida. Por ejemplo, en la
cuestión de la “forma dinero” o del valor de cambio se duró más de 2000
mil años entre el planteamiento del problema (Aristóteles) y su
solución (Marx). Algo así debió llevar a Hannah Arendt y Lacan a
sugerir que pensar, en el sentido estricto de crear ideas, es algo más
bien infrecuente entre nosotros los humanos.
Cuando el cerebro y el corazón humanos sean un poco más generosos y
esos primeros cuatro capítulos sean patrimonio al alcance de todos,
Marx podrá morir en paz, porque el mundo se habrá transformado entonces
irreversiblemente. ¿Tendrán que pasar dos mil años? Si llegase a
suceder, un nuevo Marx renacería de sus cenizas y en El Capital sería
evidente una más de sus virtudes: su valor histórico.
Así que las palabras finales de una nostalgia de absoluto que revela
George Steiner pueden servir aquí para dejar la inquietud sobre el
retorno de las verdades que más se quisiera reprimir:
“La verdad, creo, tiene futuro; que lo tenga también el hombre está
mucho menos claro. Pero no puedo evitar un presentimiento sobre cuál de
los dos es más importante”(41).
La verdad sobre la injusticia social no cesará hasta que no cesen sus
causas. No importa cuántas veces haya que volverla a fundar, esa verdad
encontrará siempre quién la enarbole y le preste nuevos argumentos y
bríos(42). No en vano Marx confió a la clase obrera, no a los
universitarios, la trascendencia de su legado intelectual, su potente
análisis crítico.
Frente al excelso discurso del amo que representa la obra de
Aristóteles, se alza ahora, desde la primera edición de El Capital, la
voz digna y erudita de la clase trabajadora representada por la
escritura de Marx, portadora de la esperanza del esclavo,
comprensiblemente libertaria, punto de vista de los asalariados,
comprensiblemente solidarios y cooperativos, ellas y ellos, que hacen y
sostienen el capital de otros, y que tienen el poder y el deber de
transformar el capitalismo. Sugerir que esta obra sea engavetada
equivale a proponer el olvido de Aristóteles. En suma, sería una falta
elemental e imperdonable de sabiduría. Lo fue ayer y lo será mañana.
Bibliografía citada
Morin, E (2006) El método. Ética. Madrid: Cátedra.
Marx, K (1977) Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857-1858. Madrid: Siglo XXI.
Lacan, J (1992) El reverso del Psicoanálisis. El Seminario 17. Barcelona: Paidós.
Polanyi, K (1992) La gran transformación. Los orígenes políticos y
económicos de nuestro tiempo. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
Derrida, J (1995) Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional. Madrid: Trotta.
Freud, S (1991) Obras completas XXII. Buenos Aires: Amorrortu.
Marx, K (1980) El Capital. Crítica de la economía política. México: Siglo XXI.
Zeleny, J (1978) La estructura lógica de “El Capital” de Marx. México: Grijalbo
Marx, K (1976) El Capital. Crítica de la economía política. Bogotá: Fondo de cultura, Tomo I.
Hinkelammert, F; Mora, H (2005) Hacia una economía para la vida. San José: DEI.
Lacan, J (1994) Escritos 1. México: Siglo XXI.
Steiner, G (2001) Nostalgia del absoluto. Madrid: Siruela.
Maffesoli, M (1982) La violencia totalitaria. Ensayo de antropología política. Madrid: Herder.
[2]www.radiogigante800am.com.
[3]Como para no recordar aquí que: “La ecología de la acción nos indica
que toda acción escapa cada vez más a la voluntad de su autor a medida
que entra en el juego de las interretroacciones del medio en el que
interviene. Así, la acción no sólo corre el riesgo de fracasar, sino
también de que su sentido se vea desviado o pervertido”. Morin, E
(2006) El método. Ética. Madrid: Cátedra, pág. 47. Por lo demás,
horrores no es lo que tiene que envidiar la clase capitalista al
“socialismo real”.
[4]El Capital responde mejor a la pregunta: ¿por qué eso es así?
[5]El mismo Marx no quedó nunca satisfecho con su obra intelectual. “Se
dice que tres años antes de su muerte, al ser interrogado acerca de la
eventual publicación de sus obras completas, respondió secamente:
'Primero habría que escribirlas' ”. Martín Nicolaus, “El Marx
desconocido”, en Marx, K (1977) Elementos fundamentales para la crítica
de la Economía Política (Grundrisse) 1857-1858. Madrid: Siglo XXI, p.
XI.
[6]“Lo que Marx denuncia en la plusvalía es la expoliación del goce. Y
sin embargo, esta plusvalía es la expoliación del goce, su equivalente
del plus de goce… (p. 85)”. “Marx, si no hubiera contabilizado este
plus de goce por ese empeño suyo en castrarse, si no hubiera hecho de
él, la plusvalía, en otros términos, si no hubiera fundado el
capitalismo, se habría dado cuenta de que la plusvalía es el plus de
goce”. Lacan, J (1992) El reverso del Psicoanálisis. El Seminario 17.
Barcelona: Paidós, p. 113. “Plus de goce” que, asociado al “objeto a”,
constituye uno de los más significativos aportes de Lacan a “nuestra
investigación” (del ser humano). Gilberto Hernández me recuerda, a
propósito, que se convierte en mercancía lo que excede la necesidad de
su dueño, lo que no es para éste una “necesidad vital” (lo que Marx
llama un “no valor de uso” o un “valor de uso social”); la demanda que
se dirige hacia ese objeto se funda en la falta que el demandante cree
llenar con lo que al otro le sobra. Puesto que esa falta subjetiva (sea
necesidad o deseo) no se puede llenar con ningún objeto exterior, el
consumo de mercancías nunca sacia (aunque, como las drogas, ofrezca un
alivio momentáneo). ¿No se ve en eso un hueco que se hace más grande
cuantos más objetos se usan para taparlo? Esa es la causa de la
adicción consumista, un plus de goce que sostiene subjetivamente el
capitalismo. Eso del lado del comprador, donde se trata de la
subjetividad idónea para un sistema como el capitalista que, del lado
del oferente, del vendedor, pone el deseo infinito de acumulación
(¿movido por otro plus de goce?), de transformación de plusvalía en más
y más capital (crematística, según Aristóteles). Sin embargo, no hay
que olvidar que, aunque esto tiene expresión subjetiva en la figura del
capitalista, es ante todo y en primer lugar una fuerza social e
histórica objetiva, algo que se modifica solo de manera social e
histórica. Por lo cual, ciertamente, el capitalismo, como dice
Gilberto, se basa en poder jugar con la falta (ajena, siempre), su
estrategia es hacer comprar al otro, de por sí sujeto a la ilusión de
que el vendedor tiene el objeto que le falta. Es probable que un piel
roja también se preguntaría en este caso: ¿cuántos desencantos
requerirá el cara pálida antes de desengañarse de verdad?
[7]Estoy sugiriendo un mínimo irreductible, no un mínimo idóneo, que me
parece que abarcaría por lo menos hasta el capítulo 7. Sin embargo, ha
sido de mucha ayuda complementar la lectura del capítulo IV, con el
capítulo XVII, del tomo I, volumen 2, sobre la transformación del valor
y precio de la fuerza de trabajo en salario. Lo cual no es inocente,
para una lectura de la mercancía que se "deconstruye" en el caso de la
mercancía ficticia que Marx llama “fuerza de trabajo” (una de las tres
identificadas por Polanyi). Ver Polanyi, K (1992) La gran
transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo.
México D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 77. Las otras dos
mercancías ficticias, según este autor son “tierra y dinero”. Esta
importante referencia fue cortesía de Henry Mora.
[8]“Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por
qué se exterminan los búfalos, se dominan los caballos salvajes, y se
atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes.
¿Dónde está el bosque? ¡Destruido! ¿Dónde está el águila? Desapareció.
Termina la vida y comienza la lucha por la supervivencia.” En la famosa
carta del Jefe Piel Roja al Gran Jefe Blanco de Washington de 1854.
[9]Derrida, J (1995) Espectros de Marx. El estado de la deuda, el
trabajo del duelo y la nueva internacional. Madrid: Trotta, p. 27.
[10]Freud da al respecto un testimonio de excepción: “La otra oposición
ha de tomarse mucho más en serio, y por cierto que en este caso lamento
muchísimo la insuficiencia de mi orientación. Conjeturo que ustedes
saben más que yo acerca de este asunto, y hace tiempo que habrán tomado
posición a favor o en contra del marxismo. Las indagaciones de Karl
Marx sobre la estructura económica de la sociedad y el influjo de las
diversas formas de economía en todos los ámbitos de la vida humana se
han conquistado en nuestra época una autoridad indiscutible. Desde
luego, yo no puedo saber hasta donde aciertan o yerran en los detalles.
Me entero que tampoco le resultan fácil a otros, mejor informados.”
Freud, S (1991) Obras completas XXII. Buenos Aires: Amorrortu, p. 163.
Lo cual no le impide entrar a polemizar con alguna de las tesis que le
parece de Marx.
[11]Frases del “Prólogo y epílogo a la edición francesa”; Londres, 18 de marzo de 1872.
[12]“Prólogo a la primera edición”.
[13]La famosa “Contribución a la crítica de la Economía Política”.
[14]“Prólogo a la primera edición”.
[15]Marx, K (1980) El Capital. Crítica de la economía política. México: Siglo XXI, p. 87.
[16]“Nuestros poseedores de mercancías descubren, pues, que la misma
división del trabajo que los convierte en productores privados
independientes, hace que el proceso de producción y las relaciones
suyas dentro de ese proceso sean independientes de ellos mismos, y que
la independencia recíproca entre las personas se complemente con un
sistema de dependencia multilateral y propio de cosas” (cursivas en el
texto) (Marx, op. cit., p. 131). El hecho es que los productores están
divididos, separados, y su trabajo solo alcanza carácter social, se
constituye como parte del trabajo social, al intercambiar sus productos
que aparentan ser así los protagonistas de la escena, en vez de los
sujetos mismos. Estos sujetos son personas reducidas a agentes de una
acción económica determinada, o sea, reducidas a personajes con
“máscaras económicas”, como figuras sociales determinadas (sujetas a
ley) y determinantes (causantes), no son “individuos” con nombre y
apellido. El mayor trastorno es que, en la sociedad mercantil
capitalista, la mercancía, el dinero, el capital, se presentan a su vez
como causantes, como agentes de la acción económica, que no es otra
cosa que la realidad puesta de cabeza (realidad invertida que da lugar
a todo tipo de quid pro quo); por eso hay momentos en que se refiere a
ellos con la misma categoría de sujeto; por eso el análisis crítico
tiene que develar lo real a partir de la apariencia de la realidad.
[17]“¿Qué pensar de una ley que solo puede imponerse a través de
revoluciones periódicas? No es sino una ley natural, fundada en la
inconsciencia de quienes están sujetos a ella”. Palabras de Engels
citadas por Marx (1980), op. cit., p. 92, nota 28. Marx aporta dos
fórmulas maravillosas para dar cuenta de tal inconsciencia, asociadas a
la forma mercantil. Una que anticipa el inconsciente freudiano, a
propósito de una cita de Benjamín Franklin sobre el trabajo: “No lo
sabe, pero lo dice” (idem., p. 63). Otra, más próxima al inconsciente
marxiano: “No lo saben, pero lo hacen” (idem, p. 90). Como lo viera en
su momento Gramsci, este hacer implica un saber y por tanto se trata de
un no saber susceptible de consciencia.
[18]En la sección I de El Capital (“Mercancía y dinero”) hay tres
capítulos: el primero dedicado a la mercancía, el segundo al proceso de
intercambio y el tercero al dinero.
[19]“Lo que para Marx califica a la mercancía como célula originaria es
el hecho de que la forma mercancía es un fenómeno económico a partir
del cual una línea continua histórico-genética conduce hasta el capital
y el capitalismo, así como el hecho de que la forma mercantil es en el
mecanismo del capitalismo desarrollado la forma económica elemental
cuya captación es presupuesto de la comprensión de las formas
económicas más complicadas del capitalismo (Marx, como dice Lenin,
descubre en la mercancía todas las contradicciones o los gérmenes de
todas las contradicciones de la sociedad capitalista)”. Zeleny, J
(1978) La estructura lógica de “El Capital” de Marx. México: Grijalbo,
p. 67. Marx no pudo ser más explícito al respecto: “Por lo demás, en la
mercancía, están implícitas ya la cosificación de las determinaciones
sociales de la producción y la subjetivación de las bases materiales de
la producción, que caracterizan a todo el modo capitalista de
producción”. Marx, El Capital, op. cit., tomo III, volumen 8, p. 1117.
[20]Del “Epílogo a la segunda edición”.
[21]Por tanto, en este sentido, tal vez lo mejor sea comenzar por el
proceso de intercambio, con el capítulo II, seguir luego con la
mercancía y culminar la sección I con el análisis del dinero.
[22]“De prime abord, yo no arranco nunca de los conceptos, ni por tanto
del concepto del valor… Yo parto de la forma social más simple en que
toma cuerpo el producto del trabajo en la sociedad actual, que es la
mercancía. Analizo ésta, y lo hago fijándome ante todo en la forma bajo
la cual se presenta”. “Glosas marginales al Tratado de Economía
política de Adolfo Wagner”. En Marx, K (1976) El Capital. Crítica de la
economía política. Bogotá: Fondo de cultura, Tomo I, p. 713. Aunque
“la” mercancía sea, como se verá enseguida, un objeto teórico o una
ficción metodológica.
[23]Tal como lo indica Marx en la I tesis sobre Feuerbach, donde afirma
que el “sujeto activo” ha sido desarrollado por el idealismo, lo cual
es un reto para el materialismo.
[24]“Mantengámonos dentro de los límites del intercambio mercantil,
donde los vendedores son compradores y los compradores vendedores.
Nuestra perplejidad proviene, tal vez, de que solo hemos concebido las
personas en cuanto categorías personificadas, no individualmente”. Marx
(1980), op. cit., p. 198. También ha caracterizado al capitalista de la
siguiente manera: “En su condición de vehículo consciente de ese
movimiento, el poseedor de dinero se transforma en capitalista. Su
persona, o más precisamente su bolsillo, es el punto de partida y de
retorno del dinero. El contenido objetivo de esa circulación –la
valorización del valor- es su fin subjetivo, y sólo en la medida en que
la creciente apropiación de la riqueza abstracta es el único motivo
impulsor de sus operaciones, funciona él como capitalista, o sea, como
capital personificado, dotado de conciencia y voluntad”. Marx, idem.,
p. 187.
[25]“Pero, en realidad, el valor se convierte aquí en el sujeto de un
proceso en el cual, cambiando continuamente las formas de dinero y
mercancía, modifica su propia magnitud, en cuanto plusvalor se
desprende de sí mismo como valor originario, se autovaloriza” (cursivas
son del texto). Marx, K, op. cit., p. 188.
[26]Marx, op. cit., p. 203.
[27]Andrés Barreda, de la UNAM-México, en un seminario que impartió en
Costa Rica, en la Universidad Nacional, invitado por la Facultad de
Ciencias Sociales, el 10 de junio del 2008, destacó el tema de la
exterioridad de la naturaleza física como una genialidad hegeliana.
[28]Esto lo volvió a recordar no hace mucho tiempo Franz Hinkelammert.
Y es una piedra de toque para la revisión crítica que propone, junto
con Henry Mora en: Hinkelammert, F; Mora, H (2005) Hacia una economía
para la vida. San José: DEI.
[29]Marx (Grundrisse), op. cit., p. 21.
[30]Expresión rescatada por Fred Herrera Bermúdez, en sus borradores de
tesis, la cual, junto con la figura del “vampiro polimorfo”, relativa
al capital financiero, le permiten reconstruir, teatralmente, la
dialéctica de los principales personajes capitalistas implicados en
toda crisis de acumulación.
[31]“La ley, finalmente, que mantiene un equilibrio constante entre la
sobrepoblación relativa o ejército industrial de reserva y el volumen e
intensidad de la acumulación, encadena el obrero al capital con grillos
más firmes que las cuñas con que Hefesto aseguró a Prometeo en la roca.
Esta ley produce una acumulación de miseria proporcionada a la
acumulación de capital. La acumulación de riqueza en un polo es al
propio tiempo, pues, acumulación de miseria, tormentos de trabajo,
esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degradación moral en el polo
opuesto, esto es, donde se halla la clase que produce su propio
producto como capital”. Marx, El Capital, op. cit., vol. 3, cap. XXIII,
p. 805.
[32]En realidad, “la mercancía individual” sólo sirvió para presentar
el valor de uso (“La mercancía es, en primer lugar, un objeto
exterior”), porque muy pronto se trata de que “en primer lugar, el
valor de cambio se presenta como relación cuantitativa, proporción en
que se intercambian valores de uso de una clase por valores de uso de
otra clase, una relación que se modifica constantemente según el tiempo
y el lugar”. Marx, K, op. cit., p. 45. Lo que implica que ya hay por lo
menos dos mercancías en la escena. Marx.
[33]En la práctica, la mercancía es generalmente más de una, es una
serie de objetos iguales, un ejemplar de un tipo de objeto: pares de
zapatos, pantalones, kilos de pan; lo cual está implicado en el aspecto
cuantitativo del “no valor de uso” (Marx), que se produce para
satisfacer las necesidades de otros y que constituye un volumen
socialmente determinado. Cada mercancía singular es, no obstante, una
mercancía individual o separada de esa serie; el lote de mercancías o
la “mercadería” se vende y se contabiliza una por una. Hay pues una,
que no es única, que solo existe como mercancía “individual” si se
supone el “inmenso cúmulo” del que forma parte, como representante
elemental de esa riqueza. Una vez que existen otras, cada mercancía es
ciertamente “individual”. En cuanto representante del conjunto de las
mercancías cada mercancía “individual” supone ya, para su comprensión,
un cierto grado de abstracción, un mínimo de capacidad simbólica, para
pasar de las mercancías o de una mercancía a la mercancía como objeto
particular construido abstractamente, mediante el pensamiento.
[34]Cabe conjeturar que Marx se aferra a esa estrategia expositiva en
honor a Hegel, su maestro, a quien una Alemania “culta” pretendía
tratar como un “perro muerto”. Marx confiesa: “Me declaré abiertamente,
pues, discípulo de aquel gran pensador, y llegué incluso a coquetear
aquí y allá, en el capítulo acerca de la teoría del valor, con el modo
de expresión que le es peculiar”. Esto está al final del “Prólogo a la
segunda edición”. A esto se agrega que, dada la experiencia de Marx
como periodista, es posible que su estrategia expositiva siga la
recomendación de la llamada “pirámide invertida”, según ésta hay que
esperar que el lector abandone la lectura en cualquier momento, por lo
que se trata de decirlo “todo” en el primer párrafo. En las primeras
cuatro líneas habría que responder entonces qué, dónde, cuándo, cómo y
quién (aporte del diálogo con Isis Campos, comunicadora). Así se puede
leer el primer párrafo: ¿Qué? La riqueza. ¿Dónde? Donde predomina el
modo de producción capitalista. ¿Cuándo? Hoy, que esa riqueza se
presenta como un enorme cúmulo. ¿Cómo? Mediante el análisis de la
“mercancía individual”. ¿Quién? Nosotros (“nuestra investigación”).
[35]La segunda cita que hace Marx, justo después de citarse a sí mismo,
en la segunda nota al pie de El Capital, es esta joya de Nicholas
Barbon: “El deseo implica necesidad; es el apetito del espíritu, y tan
natural como el hambre al cuerpo… La mayor parte de las cosas derivan
su valor al hecho de satisfacer las necesidades del espíritu”. Carece
de importancia “la naturaleza de esas necesidades”, así como cualquier
diferencia entre necesidad y deseo humano: nada es inicialmente
pertinente para el análisis de la mercancía individual, y ello a pesar
de que, como él sabe bien, cualquier cualidad en el objeto exterior que
resulte útil se determina como tal a partir de la necesidad o el deseo
humano que satisface, y de que por tanto no hay objeto útil sino en
relación con su uso, esto es en relación con un usuario. Tal vez sería
más preciso decir, entonces, que una mercancía es, en primer lugar, un
objeto exterior necesario y ajeno, esto es, en manos de quien no lo
necesita como tal y deseado por otro dispuesto a usarlo o consumirlo.
Con ello, se esfumaría lo “individual” de la mercancía en la inevitable
relación con el otro y su dinero.
[36]“Prólogo a la primera edición”. Londres 25 de julio de 1867.
[37]Adolfo Rodríguez Herrera también ha recomenzado este año en la
Escuela de Economía de la Universidad de Costa Rica la lectura de El
Capital.
[38]Esas estrategias varían según los docentes, pero han evolucionado
espontáneamente hacia propuestas participativas, grupales, dialógicas,
más bien constructivistas y significativas, dirigidas a movilizar la
experiencia de los estudiantes, y a reconstruir su ideología, su falsa
conciencia de la mercancía; se procura contextualizar, hacer mapas
conceptuales y mostrar la potencia de los conceptos para lo que Marx
llamó el “análisis crítico de lo real” (Del Epílogo a la segunda
edición). Un ejemplo de esa didáctica consiste en un intercambio
(trueque) en el aula de objetos útiles que los estudiantes traen de las
casas, donde no se están ocupando ni nadie los reclama, para
reflexionar después sobre las características y criterios de ese tipo
de intercambio, en relación con los intercambios mercantiles de mercado
y de, por ejemplo, los intercambios de dones o regalos. Otro es la
“indagación de una mercancía empírica” donde los estudiantes describen
las características de objetos reales del mercado seleccionados y
describen, para cada uno, los procesos de producción e intercambio
asociados. Ambos exponen el conocimiento que los estudiantes ya tienen,
movilizando su experiencia, y lo dejan al alcance de la crítica o de la
deconstrucción de su ideología. Se trata de desmontar los simulacros
mercantiles y sus efectos fascinantes.
[39]Andrés Barrea dijo en Costa Rica que en la Facultad de Ciencias
Económicas de la UNAM, en México, la lectura de El Capital “se defendía
a puñetazos”, pese a lo cual los cursos respectivos habían pasado de 10
en un inicio a 5 en la actualidad. En la Escuela de Economía de la
Universidad Nacional quedan dos cursos destinados a su lectura, de los
tres del proyecto original.
[40]Lacan, J (1994) Escritos 1. México: Siglo XXI, p, 163.
[41]Steiner, G (2001) Nostalgia del absoluto. Madrid: Siruela, p. 133.
Lo que este autor propone es que las obras de Marx, Freud y
Lévi-Strauss, vinieron a llenar nostálgicamente (sin demérito para su
valor científico) el vacío de absoluto dejado por la decadencia de las
creencias religiosas.
[42]“Las ruinas no son necesariamente la venganza de la naturaleza,
pero marcan simbólicamente la reversión, el retorno de todo lo que una
forma dominante habría querido rechazar; muestran que hay un equilibrio
arquitectónico que hay que preservar; indican, sobre todo, que existe
una imposibilidad intrínseca de perfección en el hecho social y
natural”. Maffesoli, M (1982) La violencia totalitaria. Ensayo de
antropología política. Madrid: Herder, p. 189.
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