Al hablar de un reencuentro de la ciencia social critica con la dimensión utópica desde la desarticulación y homogenización de la vida social contemporánea se nos plantean grandes retos y contradicciones. Cuando nos acercamos al problema de la utopía en general, de hecho nos encontramos con dos grandes objeciones que congelan el entusiasmo de cualquier investigador:

 

-          La utopía es pensamiento erróneo, falso y no tiene nada que ver con la ciencia, por el contrario entorpece el análisis de la realidad social.

-          La utopía es terror, quiere construir el cielo en la tierra y construye el infierno.

 

Estas objeciones son las dos caras de la representación de la utopía como “estado esquizofrénico”, al decir de un colega. Es por esa razón que cuando en algunos discursos de la izquierda después del derrumbe del socialismo real se apela a la ensoñación utópica, la legitimidad de estos discursos se pone en duda. Coincidimos nosotros en esta duda, pero no por las razones de un cientificismo aferrado al dato testarudo de la ciencia social, sino porque en estos discursos esta ausente una relación critica hacia el mundo de lo utópico en la vida social.

 

Referirnos desde nuestra tradición de pensamiento al recurso analítico de la critica en relación con la utopía, significa que tenemos en cuenta no solo un distanciamiento cauto de la postulación apriorística de un “deber ser”, sino por el contrario perseguimos un develar critico de la realidad misma, en tanto fetichización, misticismo, ideologización y cosificación de las relaciones sociales. Por esto para ponderar la objetividad de la realidad social que se quiere superar, hay que tener en cuenta que en ella se encuentra también cosificado e invertido un sentido de lo utópico.

 

Así como el orden burgués consume diariamente desde su nacimiento todas las fuerzas creadoras de la vida social material humana y la naturaleza, ha pasado al consumo indiscriminado, sistemático y en cadena de las fuerzas y capacidades imaginativas, de los sueños, las fantasías, la esperanza de los millones de seres que poblamos el planeta tierra.

 

Una vez más las fuerzas productivas del sistema no se agotan, se recrean al mismo tiempo que se usurpan. Las nuevas tecnologías de la información, la eclosión de la imagen sonora y el video, la computarización de la vida cotidiana es una mas de las grandes transformaciones tecnológicas que las fuerzas productivas del capitalismo han puesto en marcha. Al mismo tiempo siguen tejiéndose estas en una incesta relación con sus modos autofágicos de producirse. De esta forma las creaciones tradicionales de la vida espiritual, tan elevadas como la moral la religión y la filosofía se presentan complicadas al ser acomodadas a un remodelado lecho de Propusto.

 

No sigue nada nuevo de eso, solo aquello que ya en sus inicios se reconoce, que la burguesía ( asumiendo aquí el primado de un análisis estructural) para llegar a realizar su propio interés de clase tuviera que pasarse en su trascendencia ideológica; jugarse por imposibles y utopías ( de acuerdo a sus posibilidades históricas) para asentar lo posible real: el dominio raso y llano de su interés particular histórico transitorio. Lo nuevo propiamente no es solo en los medios de que se vale, ni en la forma en que lo hace, sino que este despliegue mismo formal comienza a cambiar el contenido mismo, haciendo mucho más complicadas las circunstancias y condiciones en las que estos procesos se establecen y por lo tanto para el pensamiento critico mucha mas complicada su tarea.

 

Para ser ilustrativos en esto que planteamos, que sucede que desde un computador cualquiera, sin referencia ni contexto imago, sonoro discursivo, al leer citas como estas hoy:

 

"Las utopías son la gasolina, el alimento de la máquina humana, del hombre y la mujer. Sin utopía no se puede vivir. El sueño está relacionado entrañablemente con la personalidad humana y quizás la utopía también. Participa del deseo. ¿Y qué sería el hombre sin deseos? ¿Qué sería el hombre sin sueños, sin utopías?"

 

Cada y una de nuestras conciencias individuales, desde diferentes puntos del planeta, y con diferentes posibilidades de acceso y comprensión, se preguntarán ¿qué podemos entender? ; ¿a qué exactamente nos refieres la cita?.

 

Más aún, si el sistema a copado todos los imaginarios posibles desde su poder impositivo, visual, sonoro, tecnológico, político, biológico, de nuestros sentidos elementales, hasta de nuestro aparato digestivo, ¿qué nos provoca esta cita?. ¿Qué certeza nos transmite?. Es difícil exponer en detalles pero lo que sí concluimos es el sentimiento vacuo que provoca.

 

En él circulo de juicios teóricos que se manejan por los profesionales del concepto, (al decir de Marx), del llamado pensamiento único(tal como lo definió Ignacio Ramonet), se concluye por su parte que el mundo verdadero, por tanto se ha convertido en fábula, no existen los hechos, sólo las interpretaciones. O en el orden del análisis del sujeto, como plantea N. Luhmann el sujeto se ha convertido en un entorno, en tanto la sociedad que para Luhmann se esta estructurando producto de la “diferenciación funcional” de esta como sistema auopético operativamente cerrado, que solo comprende operaciones auto referenciales y de auto observación. Como sistema la sociedad comprende también un entorno y es a este recóndito y inexplicable lugar en la teoría de Luhmann que es enviado el hombre en virtud de una reconstrucción teórica en clave compleja de lo social. Esta complejidad está dada según Luhmann en trasladarse de la perspectiva de sociedad como acción, a la de sociedad como comunicación, para lo que tiene presto los instrumentos transdisciplinarios de las ciencias cognitivas, la cibernética, la teoría de sistemas, la teoría de la evolución y la teoría de la información. Es por todo esto que desde esta irrevocable, científica representación teórica de la realidad social, superamos la fatal presencia de los hombres vivos y conscientes en el sistema social y en consecuencia damos remate a la semántica del concepto de sociedad, la vaciamos del sentido humano, es la sociedad corporativa.[1]

 

En tanto hemos planteado el problema hasta aquí la indagación de los fundamentos teóricos filosóficos del problema de lo utópico en el sentido de su función social dentro del proceso de constitución del sujeto cae por su propio peso. La desarticulación del sujeto es el resultado, (según diagnóstico del postmodernismo) del paroxismo tecnológico(entendido en los marcos de la globalización transnacional y de la apoteosis del mercado. El escepticismo científico, es el resultado del encadenamiento del conocimiento al paroxismo del método en el sentido positivista en todas sus variantes. La desacreditación de la política es el resultado del paroxismo democrático en el sentido de la democracia formal burguesa, y de las democracias socialistas orientales. Por tal motivo la investigación en este aspecto persigue aportar al debate teórico sobre el tema de la dimensión utópica de la subjetividad humana.

 

La presencia en el contexto de la vida cotidiana de los sujetos de una representación desarticuladora del impulso al cambio social, y a la utopía nos conmina a replantearse el asunto en los contornos mismos de una ciencia social critica y articulada a los sujetos sociales.

 

Al asumir esta tarea teórica, el investigador no se encuentra huérfano de recursos analíticos. El marxismo, es por consiguiente la herencia más inmediata en este oficio de la teoría critica.

 

Sin embargo, según algunas observaciones criticas, proponer un enfoque de la utopía dentro del contexto de la ciencia social marxista implica una claudicación a otras lógicas de pensamiento, no propiamente marxista. Tales intentos según estos críticos, significan presuponer al marxismo como un materialismo metafísico, al que le es ausente una concepción de la historia y el hombre, en virtud de un precepto inviolable de certeza científica.

 

Las ideas fundamentales relacionadas con este contrapunteo entre ciencia y utopía en el que se ha presentado la contraposición de unos marxistas (científicos) a unos marxistas (praxólogos), han dimanado del análisis acerca del ideal de socialismo. Para unos el socialismo es el resultado de una determinación causal, económica y para otros es determinable el socialismo, solo como ideal. En tal sentido, en ambas propuestas se presenta el socialismo como una paradoja insalvable, en tanto realidad factible y no factible al mismo tiempo. Para ambas posiciones gravita una perspectiva escéptica acerca del cambio social dentro del capitalismo contemporáneo, para asombro de cualquier observador. Solo es posible llegar a semejante resultado analítico, aun sin proponérselo explícitamente, cuando el pensamiento queda atrapado en la inquebrantable testarudez del hecho de la contradicción de los procesos de idealización de la realidad por el hombre, que no permite otra representación formal de sí, que no sea la de la paradoja, y la antinomia.

 

Sin embargo, pensamos que, el marxismo precisamente es el planteamiento del análisis teórico de las contradicciones sociales, no como entidades abstractas y externas a la naturaleza misma de los procesos, fenómenos y relaciones sociales, sino desplegadas en el movimiento mismo de estos, como sus propias identidades.

 

Todo proceso social visto desde la perspectiva de la acción de los hombres constituye un continuo-discontinuo, una intencionalidad –inintencionalidad, una presencia-trascendencia. En el proceso de la reproducción social de sus vidas los hombres se representan esta peculiaridad de sus acciones como esferas separadas, y contrapuestas.

 

Con el esfuerzo teórico de Marx llegamos a la comprensión de que en el proceso de cosificación de la actividad humana, como relación práctica, interacción social, los resultados son convertidos en cosas, artefactos, instituciones, objetos. De otra manera es imposible, siempre y cuando se despliegue esta actividad en los marcos de la división social del trabajo. De esta manera la acción humana compleja e intrínsicamente contradictoria se expresa a través de su mediación, esta mediada por este mundo de cosas creado por ella misma. Ella, mediada, se muestra como la realidad propiamente humana de la acción humana. Es precisamente en este momento que se presenta la posibilidad por los hombres de erigir la mediación absoluta de toda acción social humana en tanto reproductora de la vida social, y ella será su forma cosificada, en forma absoluta de toda mediación, el hombre ideal, la sociedad ideal.[2]

 

Podemos entonces concluir que la noción formal y material de utopía que hoy presenciamos tiene su origen genealógico en el proceso de idealización de la realidad, apareciendo como ideal de sociedad y de hombre, en tanto mediación absoluta de toda acción social humana. El extrañamiento de esta mediación de sí misma y de sus orígenes tiene sus expresiones características en el curso de la historia social.

 

En el curso de la historia transcurrida de la humanidad, esta mediación absoluta alcanza su plenitud en el tiempo de preñes de la sociedad feudal. Es el período que marca el inicio del proceso de constitución de la sociedad burguesa. Este proceso en general comienza a vislumbrarse con el Renacimiento, en tanto independencia del proceso de autoconciencia del hombre de la visión iconógráfica de sí mismo. Es el inicio del hombre de una sociedad que comienza con voracidad a revelar los secretos de la naturaleza, mediante el funcionar de la ciencia y la técnica. Esta mediación de la actividad social de los hombres aparece como una imagen terrenal, ubicada en otro lugar, puede ser en otro tiempo, preferentemente el pasado, pero tangible, de la que se obtienen evidencias.

E.V lienkov apunta en relación con esto:

“Contra el ideal espiritualista medieval –del espíritu inmaterial- él adelantó su ideal terrenal y pletórico: ¡No hay Dios, no hay Paraíso, no hay Infierno!. Está el Hombre, hijo de la naturaleza y está la naturaleza. Tras la tumba, después de la muerte, para el Hombre no hay nada. Por eso, el ideal debe ser plasmado aquí, en la tierra.

Los pensadores más consecuentes lo formularon así: la vitalidad pletórica, terrenal, de cada hombre vivo. Que cada cual haga lo que esté capacitado por la naturaleza y se deleite con los frutos de sus actos. La madre-naturaleza es la única legisladora y la única autoridad para el Hombre, su hijo querido; en su nombre le anuncia al hombre las leyes de la vida; sólo la Ciencia, el Pensamiento autoconsciente, que no reconoce ninguna otra autoridad, que descubre las leyes de la naturaleza, no la Revelación, que predica desde los ambones y desde las páginas de Sagradas Escrituras.

Y si el ideal no es un sueño inútil, no es un deseo impotente, entonces él debe expresar algo real, sensible y terrenal. ¿Qué?. Los deseos y necesidades naturales, es decir, propios de cada hombre al nacer, de un cuerpo saludable y normal: la “naturaleza humana”.”

 

Es por eso que cuando leemos Utopía de Tomás Moro nos encontramos con la exaltación de toda la naturaleza que encontraron los intrusos visitantes europeos en América. La sociedad ideal llega a la apoteosis cuando es vivida bajo los ritmos de la Marsellesa de Paris. El despliegue de la terrenalidad, que significó la Revolución Francesa, de esta mediación que ha logrado levantar el hombre en su haceidad subjetiva, desemboca en el Apocalipsis terrenal de la reacción de la mediación contra su propio creador.

 

Pero ya el creador, el hombre sujeto y dueño de su accionar, en esta etapa, ha probado que la sociedad ideal germina en el suelo fértil de la tozudez del hecho real de la pretensión de ir no hacia el pasado sido sino hacia el futuro. Son los socialistas utópicos los que concluyen que la única salvación de la humanidad de la degradación espiritual, moral y física que la amenaza resulta ser el socialismo.

 

La conclusión de todo este movimiento del socialismo utópico es para Ilienkov un aldabonazo.

El propio hombre, el individuo humano viviente, es la única medida por la cual se puede y se debe medir todo lo demás. Al hombre, pues, no se debe agregar ninguna otra medida “exterior” con relación a él, por muy bella y exacta que parezca, pues ella siempre será extraída del pasado.

Hasta el momento los hombres anduvieron por la vía de la civilización, retrocediendo hacia el futuro: su vista era comúnmente dirigida al pasado, y al futuro ellos lanzaban sólo raras y superficiales miradas”. La genialidad de tal giro de pensamiento consistía en que el acento ahora se ponía no sobre las condiciones de la actividad del hombre acabado y formado, sino sobre las condiciones de su desarrollo, de su devenir, de su futuro, el cual siempre, en cada momento dado, estaba por venir. Por eso es que el ideal no se puede dar al hombre como un diseño acabado, como un icono, y los patrones hay que medirlos por la medida de perfeccionamiento del hombre vivo, que desarrolla permanentemente sus posibilidades.

La tragedia de los socialistas utopistas fue una típica tragedia de héroes llegados demasiado temprano al mundo

 

 

Este pensamiento es colosal para entender la cuestión de la utopía. Por una parte porque a diferencia de las variantes utópicas que le antecedieron no fue superada por las que con ella convivieron. En realidad Marx y con el Engels realizó una critica contundente no a la utopía tal y como renació en las creaciones de los socialistas utópicos, sino a las auto visiones ya existentes del carácter ambivalente que tomaba el desarrollo característico de la sociedad burguesa, el cual se identificaba y aun lo sigue siendo, por dos posturas predictivas que se complementan: la complacencia positivista ante lo dado y el ansia romántica del pasado.[3]

 

Al respecto de esto Marx escribió en los Grundrisse:

 

“La visión burguesa no ha ido nunca más allá de la oposición a aquella otra visión romántica, y por eso ésta la acompañará, como justificado contrario, hasta que descanse en paz”.

 

A estas visiones le es ajena la perspectiva de transición, como cambio radical, como mirada al futuro.

 

La reflexión que proponemos entonces para iniciar una mirada critica al mundo de lo utópico parte de estos presupuestos de negatividad y positividad, que como antecedentes encontramos desarrollados dentro de la historia del pensamiento social.

 

Referimos negatividad en tanto consideramos presupuestos para el análisis la critica a que sometemos las posturas del pensamiento utópico conservador[4], como un primer paso y posteriormente poner a discusión la perspectiva positiva del espacio de cambio y transición, que explora el futuro como una apertura, espacio de creación, creencia en el sentido de la historia. Es aquel sentido que podemos encontrar en la discusión que Marx mantuviera con Ruge acerca de espera y esperanza, cuando a la idea de un pesimismo elegiaco antepone una “rebelión en la nave de los locos”, una esperanza activa, que brota de la desesperación de los hombres no como sujetos elegidos, sino como subjetividades sociales que son en tanto construyen su historia y le dan sentido trascendental a su acción.[5]

 

Dentro del pensamiento cubano actual esta idea a retomado matices importantes que rescatan del laberinto semántico el término. Por ejemplo el investigador Ovidio D´Angelo indica que:

 

“Desde y más allá de la postmodernidad, superados en parte sus excesos, una nueva utopía aún puede ser movilizadora. Quizás construcción simbiótica de visiones realistas y futuristas, de imaginación y conciencia de la experiencia, de ideal de liberación, justicia social, progreso y felicidad. La nueva sociedad está por construir. Sólo sus primeros cimientos, necesitados de recolocación y dispersos aquí y allá, esperan por el valor, la sensatez, la sensibilidad y la inteligencia colectivas. La situación social emergente tiene ante sí, potencialidades y riesgos, bondades y peligros, que requieren ser evaluados y consensuados, para el trazado de los nuevos caminos.”[6]

 

Al mismo tiempo Enrique Ubieta, analizando las posibilidades de la utopía y la revolución reflexiona:

 

¿”Qué se espera que diga un filósofo sobre el derecho de los pueblos a la utopía? ¿Qué se espera que diga un cubano, específicamente un filósofo cubano? Había una vez una isla que soltó amarras y se hizo a la mar... Una isla real pero desconocida. Utopía es sin duda un término ambiguo. Marx montó la esperanza y los sueños históricos de justicia social sobre los rieles metodológicos de sus hallazgos científicos. Podría decirse que su obra marcó el fin del llamado socialismo utópico, y que no obstante, le abrió la puerta a la más ambiciosa de las utopías humanas: la identidad posible de la verdad, la belleza y la justicia. Pero lo utópico arrastra también una carga poética, simbólica, no despreciable. ¿Para qué sirve la inalcanzable utopía?, se preguntaba un personaje de Galeano. Para caminar, respondía. Hablaré pues de la utopía práctica que sirve de horizonte, que es sentido de inconformidad con el presente, atalaya histórica de la razón, impulso y medida móvil de la esperanza. Y quisiera abordarla desde dos planos: el poder ser martiano y la concepción guevariana del hombre nuevo. Ambas nos conducirán a la relación de lo posible y lo imposible en la historia.»[7]

Testimonian los movimientos actuales de resistencia y solidaridad, el espacio de una dimensión utópica de la subjetividad humana que indica un sentido de la historia por la actuación presente de un sujeto rebelde ante la imposibilidad sistémica de reproducción de la vida de la sociedad y la humanidad.

así se muestra esto en la discursividad que expresan las convocatorias a estos eventos:

 

Lemas de las Jornadas de solidaridad con la resistencia del pueblo argentino.

La convocatoria a las Jornadas de Desobediencia Global señalan como sus principales objetivos:- "Diseminar las historias e informaciones de los movimientos en Argentina, romper el cerco informativo oficial a lo largo y ancho del Planeta".- "Construir una red global poderosa de solidaridad con Argentina. Los movimientos en Argentina corren peligro de aislamiento. Sin la seguridad e inspiración mutua que puede garantizar la solidaridad internacional, sufrirán una represión creciente (...) Mostrando cómo los movimientos de todo el mundo actúan de manera articulada y solidaria daremos inspiración al pueblo argentino para que continúe con sus luchas."- "Aprender de los acontecimientos en Argentina y aplicar sus lecciones ala hora de construir nuestros propios espacios autónomos, asambleas de vecinos, sistemas económicos alternativos y vida autogestionados."- "Demostremos que el movimiento de movimientos contra el capitalismo puede superar las prácticas de protesta e insurreccionales para convertirse en un movimiento constituyente que avanza hacia verdaderas revoluciones sociales. Una revolución global compuesta de miles de revoluciones amplias o moleculares, políticas y cotidianas, en las que la gente construya en tiempo presente la vida que quiere vivir preparándose para defenderla. Argentina es una formidable fuente de inspiración."

 

Consideramos que el análisis acerca de lo utópico, con Marx se coloca en una nueva perspectiva teórica critica, que promueve la revelación dialéctica y contradictoria del comportamiento de los ideales en la realidad, e indica hacia el sentido practico de la acción de los hombres como sujetos.

 

El problema de la utopía, como ideal social y humano es por tanto inscrito no fuera de la contextualizada realidad humana sino dentro de esta, como componente indispensable de su conformación, desde y para la actuación de los sujetos. La utopía entonces dentro del análisis teórico de lo social es presentada como una dimensión específica de la subjetividad humana, que articula no con el contenido propiamente de las formas especificas de la actuación, sino con la dinámica del continuo espacio temporal de la acción subjetiva.

 

Es por este motivo que para poder ser representada dentro de la teoría, hay que tomar una discreta y articulada postura de discernimiento en la dilucidación conceptual, de las formas como hasta ahora ha sido este asunto tratado tanto en los marcos del estudio histórico de las ideas[8] y de la sociología del conocimiento, tal y como fue expuesta esta última por Mannheim.[9]

 

En tal sentido, constituye un aporte el análisis realizado por Franz Hinkelammert en la critica a la razón utópica en los marcos de las ciencias empíricas. Único e insuperable hasta el momento, consideramos este trabajo, del profesor Hinkelammert, quien siguiendo la línea esbozada por Marx en la critica al socialismo utópico, incorpora al análisis los límites de esta racionalidad y por consiguiente no su devaluación epistémico sino su reconceptualización compleja.[10]

En tal sentido para Franz H. el contenido de la utopía está en dependencia de la representación de sí misma que en la política y en el pensamiento de las propias ciencias empíricas adquiere el ideal social, la mediación absoluta de las acciones humanas anteriormente en el texto referidas. Franz coincide con Ilienkov y por supuesto, ambos partiendo de Marx que la búsqueda de un ideal por el cual habría que conformar el futuro y en correspondencia con el cual se debe actuar, no hay que rastrearlo ni en un Dios anónimo u omnipotente, ni en un Paraíso, ni en el Infierno, sino en el hombre-naturaleza, que no sueña inútilmente, ni elabora ideas impotentemente. El ideal buscado expresa algo real, sensible y terrenal. Este ideal, entonces se vinculo, tras su transcurrir convulso por la historia del transito revolucionario sistémico, a un icono, a un “ídolo crucificado”, regresando con el semblante de una sociedad para la cual no existe ninguna otra.

 

De tal manera, para entonces, como apuntara Marx, los cínicos economistas tienen razón contra los románticos añorantes. Explícitamente asevera: “Es necesario que el sucio egoísmo aparezca también en su cínica figura”.

 

En las condiciones del capitalismo la división social del trabajo tiende a hacerse fija y permanente y con ello, se universaliza la alineación y se recorta el ideal social y hombre planteado anteriormente a su forma fetichizada última, de la cuál como una jaula de acero es imposible salir, diluyéndose dentro de ella misma toda capacidad de alternativa y salidas del estado de cosas imperantes.

 

Así es como todo el pensamiento liberal permanente se expresa desde una filosofía moral, como parte de una ciencia empírica que solo puede postular el fin de toda utopía social, festejando la contingencia de las condiciones presentes. Este tipo de ideal social que ha sido consagrado en las condiciones del orden globalizado neoliberal, Franz Hinkelammert llama utopía conservadora, y así la define:

 

“La utopía conservadora es simplemente el futuro definitivo contenido en el mundo creado, “cuya conservación vale la pena. El pretendido realismo de este conservadurismo se siente “fin de la historia”, y por ende el deposito de todo futuro humano con todas sus afirmaciones imaginables”[11]

 

Seguidamente Franz advierte, que una critica a la razón utópica no puede ser anti-utópica, y para evitar caer en la trampa de la única alternativa, es necesario prometer crear un mundo cuya conservación sea imposible. Sin embargo, siempre y cuando los resultados no deseados de la actuación humana no puedan ser calculados en el marco de la lógica de las ciencias empíricas, la única perspectiva que nos permite salir de esta trampa es la acción práctica critica desde una perspectiva de “la reproducción de las relaciones de producción mismas”. Finalmente Franz indica que “la utopía es conditio humana, una dimensión inevitable del pensamiento de las propias ciencias empíricas”[12]

 

Desde esta altura reflexiva, que nos propone el profesor Hinkelammert reaparece la perspectiva del hombre hacedor, no por demiurgo sino por rebelde e insurgente, que promueve la resistencia, la lucha en nombre de las condiciones de sobreviviencia, promoviendo las alternativas creadoras de lo “que tendrá que” ocurrir en la sociedad. La vía de realización de todo será eminentemente practica, articuladora y compleja.

 

Consideramos, en consecuencia que no puede caricaturizarse en un supuesto de complejidad sistémica, un espacio de entorno excluyente para el hombre, al estilo de lo que antes sobre la intención de N.Luhman hemos señalado. Como hemos visto hasta aquí resulta consecuente el lugar dentro del análisis teórico de la sociedad de las utopías. La utopía es por tanto una dimensión de la subjetividad humana, en tanto es una dimensión de las ciencias empíricas, y de la constitución del ideal social y de hombre.

 

La comprensión de la utopía, en consecuencia a lo planteado anteriormente, nunca deberá ser positiva. La positividad de un proyecto utópico es el enmascaramiento de la sacralidad de lo real por el despotismo de la trascendencia de la mediación absoluta. El sentido de lo utópico es esencialmente negativo y lo proporciona el punto de vista de la perspectiva del sujeto. Él nos permite establecer teóricamente una nueva relación de la realidad con la utopía. Es necesario, recomienda Franz Hinkelammert, partir "del hecho de que los productos del trabajo humano son valores de uso cuya disponibilidad decida sobre la vida y la muerte "... Hace falta encontrar un punto de vista a partir del cual este mundo sea considerado un mundo de la disposición sobre los valores de uso en el marco del conjunto de las mediaciones institucionales"[13].

 

El punto de partida es un criterio material universal: la reproducción de la vida. En este contexto, el principio no es un valor, derecho legal, automatismo tecnológico, sino la premisa fundamental de toda historia humana, que es la que plantea la necesidad vital de la existencia humana.

 

"La primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen en condiciones de poder vivir... El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la vida material misma"[14].

 

Hoy cuando es negada de forma total la vida, cuando el sistema excluye intencionalmente (según el criterio de la eliminación de las distorsiones del mercado) al sujeto, este tiene que reclamar su derecho a la vida, constituyéndose esto por negatividad, en un horizonte de sentido histórico universal, en tanto la exclusión presupone al mercado mundial, y este a su vez condiciona la existencia humana en un plano histórico-mundial, el sujeto se erige en sujeto universal. Cuando se habla del fin de la historia y del último hombre, no representa más que la proclama solipsista y apocalíptica de un totalitarismo que no puede advertir su propia transitoriedad y su existencia histórica individual y local. Efectivamente, desde esta totalidad abstracta, la historia ha llegado a su fin.

 

El reclamo del sujeto dentro de este contexto se da por una pulsión y acción transistémica, que va conformando una racionalidad reproductiva en cuyo marco el fin, el horizonte de sentido, la trascendencia, es la humanización de la sociedad. El reto para la teoría social crítica desde esta perspectiva está en indagar desde un análisis empírico sobre los mecanismos de decisión sobre la vida y la muerte en nuestra sociedad.

 

La perspectiva del sujeto presupone la solidaridad, como sentido inmanente de la racionalidad reproductiva. Una perspectiva diferente tiene con relación a esto el filósofo J. Habermas. Para este último, la solidaridad es el único recurso de la conciencia actual en el cual se funden el pensamiento utópico y el histórico. Tal univocidad, según Habermas, es producto del agotamiento de la utopía del trabajo, de la creencia en la emancipación del trabajo. Lo que ayer en el contexto de esta utopía era marginal, la solidaridad, que dicha organización laboral emancipada de la heteronomía podía crear, hoy se traslada de escenario y pasa a la esfera de la comunicación. La dimensión utópica de la conciencia histórica actual está en la consideración de espacios públicos autónomos (defensas de subculturas a través de movimientos regionales, movimientos feministas, ecologistas, etc.) de comunicaciones cotidianas.[15] La propuesta utópica de Habermas no cambia en lo absoluto, el sentido de la utopía que él considera a llegado a su fin. Para él, la utopía no es más que el fin hacia el cual debe remitirse la sociedad comunicativa, en tanto es un proyecto perfectamente factible siempre y cuando en los escenarios de los discursos públicos y alternativos autónomos "se haga un uso auto-organizado de los medios de comunicación". La utopía de Habermas no es más que una reformulación de la ilusión trascendental de la utopía moderna. No es más que la creencia en la autonomía absoluta de los medios de comunicación, como institución instrumento que en una pretendida exterioridad a la totalidad del sistema de mercado garantice la autonomía (emancipación) de la sociedad de comunicación. Tal propuesta utópica lo que condiciona es la perdida para la conciencia histórica del análisis de la realidad.

 

Lo que hoy se niega por haberse objetivamente agotado son las utopías conservadoras que afirman una vida y un sujeto formalizado e instrumentalizado. Las pulsiones utópicas de los movimientos populares para estas utopías, no se reconocen, se destierran del análisis de la "realidad", son vistas por la lógica medio-fin como universos irracionales, desarticulados, trastienda de la historia, desecho despreciable, perturbador que desorganiza la realidad. Las utopías populares son hoy, contrariamente a como se les quiere ver, los procesos que testimonian la resistencia de sectores populares, regiones en conflictividad, luchas populares que se libran desde los espacios de resistencia que surgen ante el enfrentamiento a los problemas de género, ecológico, indígena y campesino. Son luchas que enfrentan además, las fuerzas estructurales de fragmentación, desmovilización y precarización que produce el gran capital transnacional. El universo utópico que estas movilizaciones promueven cumple una función social de significativa importancia sin la cual no se pueden entender hoy la naturaleza revolucionaria de estos procesos. Se impone un estudio profundo del alcance y las limitaciones de la utopía que se vive desde estos sujetos y las utopías sociales tradicionales dentro del contexto latinoamericano.

 

A través de las utopías populares, se puede vislumbrar una realidad contradictoria en la que subyace lo que en la propuesta de realidad de la utopía conservadora estaba oculto, el sujeto. La utopía teniendo en cuenta este presupuesto metodológico, se asume en un sentido negativo, en tanto se constituye en patrones de interacción social de practicas cotidianas y características que promueven espacios de imaginarios no solo de un mundo posible, sino de un mundo que construye, e interpela el mundo imposible, la realidad. El punto de mira en este caso esta en el proceso de autoconstitución del sujeto.

 

La utopía en consecuencia se analizó o desde una visión del sujeto como sujeto trascendental( es por esa razón que era ciencia o mera ilusión) o desde un sujeto –individuo poseedor( no hay utopías, sino La Utopía, única alternativa, la salvación, milenarista del pensamiento fundamentalista)[16]

 

De ninguna manera por tanto podemos dar remate al sujeto y la utopía, cuando tal supuesto recorre muchas interpretaciones en boga. Una relación critica con el mundo de lo utópico persigue superar la reducción estructural y empírica de las interpretaciones sociales. En primer lugar por cuanto el sujeto resultado del totalitarismo del mercado total establece una relación entre subjetividad y practica que reproduce un referente de sujeto ubicado frente a una imposibilidad de futuro como expresión de un bloqueo máximo de sus capacidades de reconocimiento de alternativas. En segundo lugar es necesario una desacralización de la realidad constituida en una totalidad abstracta, en tanto la discontinuidad - continuidad de esta realidad invertida no se reduce al fetiche de esta, sino a un significante que contiene la posibilidad de múltiples sentidos o de horizontes de sentido posibles y esto nos remite a lo que no-solo es dado sino a lo construible como la propia realidad. La realidad misma como potencialidad de construcciones posibles no es resultado específica para determinados sujetos sociales.

 

Como señala el profesor Hugo Zemelman[17] la utopía, emerge como un nivel constitutivo de lo colectivo de la subjetividad constituyente. Esta subjetividad tiene un carácter histórico-cultural, en referencia a tres procesos socioculturales: la necesidad, la experiencia y la visión de futuro. En su análisis propone unir al elemento explicativo tradicional de los procesos sociales, desde los análisis estructurales y relacionales, la capacidad de activación de lo potencial, con una visión de la realidad abierta en movimiento que se construye a partir de una aleatoria progresividad de sus desenvolvimientos.

 

Consideramos que incorporar a la utopía dentro del ámbito del análisis de la subjetividad constituyente tiene un valor heurístico y hermenéutico importante para la construcción de una teoría critica de la utopía que no nos induzca a la negativa del término y al cierre epistemológico de análisis de la realidad social. La utopía tiene por tanto que ser trasladada al plano del sujeto, que sin lugar todavía( no la utopía, sino el sujeto), se plantea construir realidades y desde el cual emergen horizontes de sentido con fuerza evocativa y analítica de un presente que es un hacer del sujeto desde la dialéctica presencia- trascendencia.

 

Si nos expresáramos sustantivamente señalaríamos que el ser humano como subjetividad constituyente, no es un sujeto trascendental a priori, sino una necesidad y una potencialidad, que se hace presente por su ausencia en el sistema de relaciones sociales del totalitarismo del calculo del interés parcial, o el mercado total, y que hace desde una trascendencia que positiviza esa ausencia, y que construye una respuesta negativa a esa presencia.

 

Finalmente:

Para salirse de esta disyuntiva opresiva en el entendimiento del problema de la utopía para el pensamiento social y para la comprensión de lo social es necesario:

Plantearse una perspectiva otra de racionalidad, que no niega la propia capacidad de racionalización y que incluya:

.- una crítica a la razón utópica que apunte a sus límites pero que no la niegue.

.- un análisis de la utopía desde la conditio humana, más allá de ella como estado onírico, en una dimensión de la subjetividad auto constituyente y contingente.

 

Indicar y advertir los límites de la racionalidad utópica consiste en asumir como un imperativo para las ciencias sociales el principio de la sobre vivencia humana. Este análisis critico nos permite diagnosticar el carácter sacrificial de la utopía en las condiciones de la sociedad de la venalidad universal, es decir del capitalismo in extermis.

 

¿Cómo entonces vincular la utopía con la historicidad de un sujeto actuante aquí y ahora?. En consecuencia, por donde primero debemos empezar a despejar incógnitas es en la comprensión del sujeto. ¿Qué criterios definen al sujeto como construcción conceptual?, ¿Necesitamos de otros conceptos, en este caso de subjetividad?. ¿Será realmente posible conceptualizar al sujeto en este estado de cosas?. Partiendo del supuesto de que todo eje de un pensamiento social son los sujetos, varios son entonces las variables que nos permitirían desplegar el contenido de este.

 

El problema del sujeto se ha trabajado en sentido metodológico general desde dos factores, los cuales han aparecido de manera contrapuesta en el curso del pensamiento social: la objetividad y la historicidad.

 

La objetividad se relaciona directamente con objetivación y esto hace que ambas se vinculen con la historicidad. El factor de historicidad remite al movimiento constitutivo del sujeto dependiendo de las coordenadas espacio temporales, y es una exigencia de lectura que traslada el estudio al plano de las demandas epistémicas y metodológicas, donde las posiciones valorativas y éticas tienen un lugar central. La motivación esencial de este análisis está en superar el estudio establecido sobre el sujeto asentado en una perspectiva lineal, conectiva y encadenada de los sucesos humanos y sus representaciones. La exigencia espacio temporal del estudio del sujeto nos remite a la comprensión de sus dinámicas desde una continuidad y discontinuidad; de una integración y dispersión de sus trayectorias.

 

Otras coordenadas para el análisis del sujeto son la distinción entre determinación y construcción, que permite despejar los diferentes enfoques de esta problemática. En primer lugar el estudio esta centrado a partir de las estructuras sociales, por lo que, la intervención de los sujetos se ha asumido desde sujetos estructurados y organizados. Estos han provocado que el estudio sea recortado en el plano de la observación a momentos determinados y fijos de expresión de los sujetos. En tal sentido la temporalidad fijada al momento reporta una linealidad en el análisis. "Las trayectorias de los sujetos sociales, señala Enma León, rompen con la visión lineal y encadenada de las determinaciones sociales, en la medida en que ellos mismos pueden llegar a conformarse en una cierta gestalt o configuración, a partir de la afluencia de realidades materiales y simbólicas, cuyos espacios, ritmos y temporalidades no obedecen únicamente al criterio de distancia cronológica o de secuencia y ordenamiento concatenado de pasados objetivados en estructuras, sino también a contenidos y formas en una disparidad de velocidades y tramas, de latencias y emergencias, que operan en coordenadas espacio temporales plásticas y polifónicas que pueden estar incluso dispersas y automatizadas, pero que, en su conjunto, dan el matiz específico y particular en que se constituye la dinámica de un sujeto."[18]

 

La clave en cuestión estará en el ejercicio de trastocar la visión lineal y determinista en que se piensan pasados, presentes y futuros. En este sentido, apunta tal propuesta más a la compresión del sujeto como una entidad actuante y transformadora de sus sujeciones y condicionamientos. Esto se constituye en un principio de pertinencia que nos coloca en la sensibilidad para ubicarse ante los pulsos humanos. Con esto no se está desbrozando un nuevo paradigma teórico en virtud del desmembramiento de otro. No significa sustituir lo racional, la objetividad, y lo consciente por lo lúdico, lo intuitivo, la textualidad, el lenguaje. La propuesta es partir de la multiplicidad de sentidos, donde se debate la constitución de las identidades, pensadas desde la alteridad en el espacio de la intersubjetividad. Esto nos permite ubicar un estudio desde un prisma de temporalidad donde afloran los espacios virtuales contenidos y formados en el proceso de constitución del sujeto. Dos problemas o perspectivas se nos abren a partir de aquí: La simbolización y los diferentes significados connotados en el proceso de interpretación del mundo por los sujetos. El problema del sentido y sus funciones de horizonte para la vida social y para el sujeto. De tal forma, la autoconstitución del sujeto no es sólo un proceso inmanente, sino de aprendizaje social.

 

Utopía y sujeto es un tema perennemente abierto en el cual no nos conduce a ningún resultado la pretensión especulativa de hallar sus conceptualizaciones absolutas. En este caso sólo hemos apuntado algunos elementos metodológicos al análisis e indicado que el camino para desbrozar esta problemática es esencialmente histórica. La utopía desde esta perspectiva no resultaría más una Terram Utopian, sino esencialmente vida.

 

Llegado hasta aquí el análisis es importante apuntar que el tema de la utopía es trasladado del ámbito de la especulación escatológica, el manierismo de una sociología del conocimiento objetivante y de un estructuralismo positivizante al espacio interdisciplinario de la historia, la sociología, la antropología y la filosofía.

 

Para enfrentar la encomienda de la conceptualización es imprescindible apropiarse de un instrumental metodológico que colabore con la explicitación del proceso de constitución de la dimensión utópica de la subjetividad humana dentro de la practica del sujeto para el cambio social.

 

El instrumental que brinda la teoría de la complejidad así como la perspectiva del análisis de la actividad desde los patrones de interacción social de la vida cotidiana nos permitirán en posteriores indagaciones a una presentación más dinámica y multilateral del espacio de la  utopía, el deseo y la esperanza, que de ninguna manera pueden ser dadas de baja de la teoría social.

 

 



[1] El ideal social que deriva de esta representación teórica contemporánea, es la de la tecnoutopía y su consecuencia el topos-u , la figura inversa y excluyente de la actividad humana en lo social. Ver: Informe presentado en el 2001

[2] Es por tanto el surgimiento de la utopía no solamente la sorpresa y el asombro de un nuevo genero de la narratividad histórica, sino precisamente el resultado de la complejización de la reproducción ideal del mundo por el hombre bajo las condiciones de la profundización de la división social del trabajo y del desarrollo , socio-histórico. Los procesos de idealización de la realidad no pueden ser vistos fuera de contextualización, sino quedaríamos solo en la descripción del fenómeno espiritual y por consecuencias atrapado en la tendencia veladora de la realidad a la que su exterioridad remite. Con relación a esto se debe revisar los trabajos desarrollados por E.V.Ilienkov acerca de lo ideal, en: De ídolos e ideales, Dialéctica de lo ideal, y Lógica dialéctica. Igualmente puede remitirse a mi trabajo Puede pensarse la utopía publicado en www.filosfia.cu.

[3] Estas dos posturas se mantiene básicamente en el pensamiento contemporáneo, no han sido superadas. Características son en este sentido las posiciones de N.Luhman y Anthony Guidens. El primero cautiva en lo presente con el curso dela complejidad la realidad, como dinámica del sistema/entorno, de los interno y lo externo, y desaloja definitivamente al hombre de la realidad, desdibujándose el sentido de humanidad, por el de una realidad de cosas, se claudica por el pensamiento ante la tendencia cosificadora de la realidad. En su libro “Complejidad y modernidad” él afirma categóricamente: “Para empezar, perdemos la posibilidad de hacer afirmaciones acerca del hombre (en singular). Esto parece que disgusta a muchos. Pero siendo el caso que el hombre esta con nosotros solo desde el siglo XVIII, es posible decir con buen fundamento: forget it¡.Él representa una formula producida en una época de transición, en ka que no era posible todavía describir adecuadamente la sociedad moderna, y en lugar de ello había que refugiarse en ilusiones acerca del futuro, con el fin de preservar la esperanza en una unidad....

“Sobre este fundamento se hace evidente que los concretos seres humanos forman parte no de la sociedad, sino de su entorno.” N.Luhman Complejidad y modernidad, de la unidad a la diferencia. Editorial Trotta. 1998, p.58,59

Anthony Guidens por su parte al evaluar el derrumbe de las Torres gemelas de N.Y se muestra muy sereno confiando en “Habrá un retorno a la normalidad. Sobre todo si la acción militar es limitada y produce algún resultado »Por tsnto ls solucion de los conflictos que han llevado a estos eventos pueden ser paliados por un liberalismo secular y tolerante, que no haga miras al futuro sino hacia una remodelación de la situación que dse haga más adptable a los cambios.Gidens se prolama a si mismo dentro de la izquierda liberal, y no aboga por el impuesto Tobin , sino por su debate. Concluye : « Un liberalismo duro, severo, que incluya en su contexto incluso el uso de la fuerza ».El plantea haber analizado con profundidad el tema del riesgo que es la caracteristicas basica del mundo desbocado de hoy, y opta por la dilación de la solución, si es que nuestro autor occidental piensa en alguno, cuando quiere recuperar los valores de occidente, con intencion de añoranza <romantica por el tiempo pasado mejor. A.Guidens. Recuperando los valores de Occidente. Articulo en la pagina de Plicy, Network News.

[4] Aquí solo acotamos conservador y no burgués, por cuanto en la experiencia del socialismo real el programa de futuro previsto se expresaba en términos posivistas. Es relevante en esto la critica que esta tendencia recibe en las paginas de El Maestro y Margarita de M.Bulgakov.

[5] Al respecto de esto son sumamente gráficas las ideas de Raúl Roa cuando afirmaba “La utopía es menos utópica de lo que creen los realistas del empirismo monstresco” Raúl Roa”Historia de las ideas políticas”, La Habana 2000, p.

[6] Ovidio Dángelo. Subjetividad, complejidad individuo. Ponencia.

[7] Enrique Ubieta La utopía y el imposible revolucionario. El Catoblepas. Revista electrónica, www.nodulo.org.

 

[8] La mayoría de las publicaciones acerca del tema coinciden en este abordaje histórico de las utopías sociales. Este análisis historiográfico es de vital significación para un estudio critico de la racionalidad utópica, y consideramos en particular los aportes cimeros de los trabajos realizados por Arturo Andrés Roig en el contexto del estudio del pensamiento latinoamericano.

[9] La conceptuación de las utopías en “Ideología y Utopía”(1929) de Karl Mannheim es de obligada referencia por varias razones: primero, sentó la pauta a seguir por otros de acentuar positivamente la utopía, no como actitud inoperante, sino como aptitud operante; segundo, porque este enfoque plantea el problema de la necesaria diferenciación entre las trascendencias revolucionarias y conservadoras, desde una perspectiva clasista del sujeto que detente la utopía o ideología; tercero por el tratamiento maniqueo con el que trató la relación utopía - ideología que ha prevalecido en el pensamiento filosófico contemporáneo.

 

[10] Básicamente la obra Critica a la razón utópica constituye un clásico dentro de esta temática. Nuestro trabajo investigativo parte fundamentalmente de esta perspectiva y pretende tributar a esta línea de reflexión. F.Hinkelammert. Critica a la razón utópica” Editorial Desclée de Brouwer,S.A., 2002

[11] Franz Hinkelammert “Critica a la razón utópica” ob.cit. p.299

[12] F. Hinkelammert. Ob. Cit. P.298

[13] Franz Hinkelammert. El mapa del emperador". DEI, San José, Costa Rica, 1996,p.185i

[14] Carlos Marx. Ideología Alemana. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 1982, p.27

[15] J. Habermas. El fin de una utopía. ??

[16] En el socialismo real en alguna medida también coincidió con esta forma de utopía.

 

[17] Emma León, Zmelman Hugo (Coords.) Subjetividad: umbrales del pensamiento social. Editorial Anthropos, 1994. Estas ideas tamben han sido desarrolladas ampliamente por Hugo Zemmelman en: Los Horizontes de la razón. Uso crítico de la teoría. Dos tomos. Editoral Anthropos, 1992.

[18] Enma León. El magma constitutivo de la historicidad. Editorial Antrophos. España. 1998,p.45

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