BARTHES Y FOUCAULT: DISCURSO EN CINCO MOVIMIENTOS PARA UN SUJETO EN
FRAGMENTOS.
Carlos Gmo. Aguila Sánchez.
I
Si
iniciamos por admitir que tanto Roland Barthes como Michel Foucault son hombres
de creación, es precisamente porque en lo que se conoce de sus fantasmas (el
estructuralismo y el psicoanálisis) han descubierto aspectos desconocidos y
hasta, como diría Ernesto Sábato, los han exagerado.
Preocuparnos
por esto es de alguna forma ingresar en el tema del Discurso y del Sujeto en
ambos pensadores, no resulta por tanto extraño que desde ahora sigamos a
Barthes cuando pregunta: "¿Quién es todavía estructuralista?"[1] y Foucault cuando solicita
que de haber acusaciones al menos se justifiquen. Por demás está decir que no
se trata en este caso de acusar a nadie pero si de reconocer que ciertas voces
se pasean por los costados de las reflexiones previstas.
El
inicio de sus trabajos en este sentido se encuentra muy aparejado a los
cuestionamientos de un pensamiento clásico, que en relación con el sujeto
impide plantearse la posibilidad de entender a éste con respecto a una génesis
y un inconsciente. Es preciso una especie de descolocamiento; cuestionar la
posición central que venía ocupando el sujeto
en sus relaciones con el conocimiento, es decir en una determinada
voluntad de saber, muy propia de la época Ilustrada.
Foucault
sostiene que entre los siglos XVI y XVII apareció "una voluntad de saber
que imponía al sujeto conocedor... una cierta posición, una cierta forma de
mirar y una cierta función...."[2]. La crítica al humanismo
se monta sobre la base de este sujeto, a la vez centro del conocimiento y raíz
distante de un entramado de poder que cruza toda la organización social.
Cuando
Barthes se refiere al tema, coloca al sujeto ante un discurso suicida, es un
sujeto a la deriva, escindido ante el texto mediante el cual goza de la
consistencia de su yo y de su caída al vacío pues no reconoce ningún criterio
de totalidad frente a sí. El sujeto barthesiano es el resultado de la
duplicidad que él le asigna a
En
Barthes cabe entonces la idea y la crítica de una sociedad que parece que
"ignora su propia perversión", que relaciona pero no comunica al
placer (como satisfacción) y al goce (como desaparición), es decir, que sitúa
al sujeto en la fisura de la cultura y que lo conduce a vivir su destrucción
como una vivencia erótica.
La
aproximación de Foulcault a
Foulcault
parte de la imposibilidad de un sujeto absoluto que se presenta como centro del
conocimiento, antes que "...como una función variable y compleja del
discurso."[5]
No se trata por consiguiente de una especie de réquiem por el sujeto, más bien
es una nueva orientación del mismo, que como señala Lacan se establece por
"... la dependencia del sujeto en relación con algo verdaderamente
elemental y que tratamos de aislar bajo el término de significante"[6], lo cual de alguna manera
concuerda con la expresado por Foucault cuando decía: "...levantar
finalmente la soberanía del significante"[7].
Habrá
que decir que en psicoanálisis la lógica del significante suscita o ubica al
sujeto como lo representado por un significante en una cadena de estos, como el
efecto de un corte a fin de cuentas. A diferencia de esta situación, la idea de
un sujeto fundador, más allá o acá del corte, anula la realidad misma del
discurso. De aquí que Foucault tiende a
sostener un sujeto inédito, que se quiere incierto o impuro, como se denomina
el propio Barthes.
En
1970, para su Lección Inaugural al College de France, Foucault señalaba desde
el inicio que su deseo era deslizarse subrepticiamente en el discurso,
"...en lugar de ser aquel de quien procede..." ser el punto
"...de su desaparición posible." Encontrarse pues al otro lado del
discurso, teniendo en cuenta que como él mismo lo señala el primer lugar de tal
discurso es la ausencia, desde donde enfatizaba la necesidad de decir palabras hasta que éstas lo encontraran, aunque a
causa de esto encontrase palabras que no quisiera y fuera en último término
esta la razón de su escritura (al menos así lo sostiene Barthes en el Placer
del Texto).
El
decir del deseo, en Foucault como "...una transparencia apacible,
profunda, indefinidamente abierta, en la que otros responderían a mi espera y
de la que brotarían las verdades..."[8], va seguido por la
afirmación de Barthes de que "...no existe ni deseo ni discurso antes del
Otro y fuera del Otro."[9]
II
"Me pregunto si lo que mueve al lector a la lectura no será la
secreta esperanza o bien la simple posibilidad de llegar a descubrir, dentro
del libro, más que la historia contada, la persona invisible, pero
omnipresente, que es el autor...El lector no lee la novela, lee al novelista."
Estas palabras de José Saramago en Los Cuadernos de Lanzarote
parecen recordarnos que en efecto en mitad del texto o del discurso, alguien o
algo se nos ha extraviado y que vale suponer que se trata del autor, a la vez
objeto de mi deseo, necesidad mutua de un juego que consiste en apariciones y
desapariciones sucesivas, seducción misma del movimiento en un solo tiempo que
supone la escritura y la lectura. Un antiguo aforismo griego decía:
"Escribo para que la muerte no tenga la última palabra."; la
manifestación actual de nuestra cultura consiste, según Foucault, en borrar en
cambio este efecto de conjuro y en su lugar instaurar el sacrificio mismo de la
vida tras un pensar la escritura como ausencia .
cuando Barthes se refiere al tema señala: "...la escritura es la
destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es ese lugar neutro,
compuesto, oblicuo, al que van a parar nuestro sujeto, al blanco y negro en
donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del
cuerpo que escribe."[10]
Es de esta manera como Barthes sostiene que solo con la muerte del autor
tiene origen la escritura, es una oposición a la figura del autor que se
encarna en el pensamiento Moderno y un descolocamiento hacia el lenguaje en el
habla, hacia un sujeto propio de la enunciación, es decir, sostenido por esta.
La crítica de Foucault en este punto nos parece fundamental, ya que él advierte
que es precisamente a partir del enunciado que los procedimientos de exclusión
y rechazo actúan sobre el sujeto, vehículo sobre el cual también se sostiene el
dominio sobre los enunciados. Si el poder como una práctica cruza a los sujetos
y a los discursos es gracias a que mediante este mecanismo se asegura la
adhesión del sujeto al discurso y el discurso a un conjunto de signos,
manifestaciones e instrumentos de adhesión propia.
Foucault nos advierte que la escritura también participa de esta
mecánica, funciona como un modo de distribución y adecuación de los discursos,
con los respectivos poderes y saberes que encarnan, y como fijación de las
funciones de un sujeto ante las demandas que estos le plantean. Para Barthes,
si el autor se pierde en mitad del texto, si el sujeto salta de significante en
significante, la escritura nota la ausencia de un sentido totalizante de
significado y se muestra frágil como conjuro frente a la muerte, pues de alguna forma esto es expresión
de un rechazo a la idea de Dios, la
razón, la ciencia y la ley. Si se quiere rechazo a Descartes y Kant, crítica a
Debemos, sin embargo, reconocer
que no sería posible que nos ubicásemos en un total desamparo frente al
significado mismo de la muerte que aquí se juega. Pensemos entonces en el
lector como lugar en donde confluyen todas las voces del texto y en el texto
como el espacio en el que se sitúa su placer. Todo el abordaje futuro
requerirá, desplazar al sujeto/autor del inicio - lo que permitía un efecto de
valoración histórica- por un sujeto/lector del final que instaura en Barthes
una categorización metafísica del mismo. Al referirse al lector Barthes señala
que se trata de un ser "...sin historia, sin biografía, sin psicología; él
es tan sólo ese alguien que mantiene reunidas en un mismo campo todas la
huellas que constituyen el escrito."[11]
Mi parecer es que Barthes vuelve a ser presa de una ilusión de
Antes señalé que Barthes en este punto participaba de otra ficción de
III
He
aquí pues un nuevo desplazamiento, un fragmento adicional, que por el rigor
necesario para entendernos habré de bautizar como mi propio desplazamiento,
después de todo también en mi caso viajo, o al menos así pretendo,
subrepticiamente por el discurso de otros.
Lo que quisiera señalar es el papel determinante que cumple el miedo en
la discusión propuesta. Foucault no oculta el suyo mismo y agrega que en
nuestras sociedades pese a la aparente
veneración del discurso se oculta un temor "...contra todo lo que puede
haber allí de violento..., contra ese gran murmullo incesante y desordenado de
discurso."[12]
Este miedo proviene según Foucault de que se ponga en duda nuestra
voluntad de verdad, de que se restituya el carácter de acontecimiento del
discurso y de que se instaure la soberanía del significante, es decir es el
temor de que de una forma u otra veamos caer en pedazos nuestra propia idea de
sujetos. Veamos lo que dice Barthes cuando habla al respecto: "...el miedo
es la clandestinidad absoluta no porque sea inconfesable ... sino porque
escindiendo al sujeto, pero dejándolo intacto, no tiene a su disposición más
que significantes similares..."[13]
Por confesión propia, creo que ambos autores ante el miedo generado por
la desaparición del sujeto en la escritura emigran clandestinamente hacia el
lenguaje. Es en esta huida desesperada en donde Barthes hace emerger su idea de
un lector, que denuevo le garantice la unidad perdida ( en el lector confluyen
las distintas voces) y le devuelva la seguridad de una escritura que resulta
imposible desde el miedo, desde un miedo que arranca del discurso (discurso del
suicido dice Barthes) y en donde se juega la imaginación misma de nuestras
muertes.
Una vez librados del sujeto y sus miedos (los nuestros) nos queda ver
que hacemos con el discurso. Barthes propone uno que vaya más allá de
La crítica que Barthes sostiene contra la sociedad se debe en parte a la
producción que esta realiza de epistemologías de
Toda la estructura anterior se sostiene sobre la fetichización
del lenguaje, la otra ilusión de
Foucault no duda de que nuestra sociedad ha creado un complejo sistema
de saber y estructuras de poder muy sofisticadas, solo que como arguye Terry
Eagleton, "...el lenguaje . como
cualquier otra cosa, puede también convertirse en un fetiche -tanto en el
sentido marxista de estar reificado, investido de un poder demasiado numinoso,
o en el sentido freudiano de estar en lugar de algo ahora elusivamente ausente-
...Ya sea que se proyecte el lenguaje en la realidad material o la realidad
material en el lenguaje el resultado es confirmar que no hay nada tan
importante como hablar."[16], aunque no importe quién
lo haga.
IV
Dice Barthes que: "La función del discurso nos es efectivamente,
"dar miedo, vergüenza, deseos, impresión, etc.", sino más bien
concebir lo inconcebible, es decir, no dejar nada al margen de la palabra ni
conceder al mundo nada inefable..."[17].
Pienso que en tales circunstancias cualquier personaje novelesco del Siglo
XVII habría ideado una máquina capaz de
"...aunar las más remotas y separadas Nociones y hallar la semejanza en
cosas desemejantes..."[18], una máquina productora
de Metháforas que nos sirviera para ver en una sola palabra más de un objeto.
La tercera fuerza de la literatura, la semiótica, es parte de los
resultados de los experimentos de esta época;
Ahora bien: - ¿Heteronomía de las cosas con respecto a qué?.
Creo que cabe responder: -Con
respecto al discurso, a la lengua misma, que como veíamos antes tiene el mismo
eje de poder que el discurso.
En la misma novela queda manifiesta tal situación, cuando Roberto de
"-Y entonces, ¿Por quién ha muerto mi padre?"[21].
Este no sabe responderle por lo que Roberto se marcha, según palabras
del propio Eco, disgustado de los discursos políticos. Podríamos exagerar,
porque no, y compararlo con el Barthes que señala que "...la muerte del
Padre suprimió muchos de lo placeres de la literatura" pero el texto
resulta ser "...esa persona audaz que muestra su trasero al Padre
Político."[22].
Si cabe pensar un sentido político para Barthes creo que este se
encuentra en el reconocimiento que realiza del discurso político como un
discurso que suele quedar atrapado en la repetición, producto de su obsesión
por alcanzar lo real, que siempre se le escapa en su misma calidad de discurso.
Si existe un desfase entre el orden pluridimensional de lo real y el
unidimensional del lenguaje, nos vemos obligados a intentar producir, sin
apartarnos de los caracteres del discurso político, un nuevo modo de discursividad o bien, a transformar el lenguaje como se
propone desde el texto.
Como Barthes supone lo real político y su discurso en el mismo plano, se
admite como sujeto al cual se le escapa lo político y por lo tanto partiendo de
la crítica a la imposibilidad de tal sujeto extrae lo que él mismo denomina su
carácter político. Lo que también queda manifiesto es que este sujeto solo
puede conformarse con actuar desde el lenguaje o sobre el, ya que siendo puro
efecto de éste, no logra nunca incidir políticamente sobre la sociedad sino a
riesgo de volver siempre sobre la opacidad de los estereotipos, a la repetición
incesante del discurso y el acto político.[23]
V
A partir del siglo XIX, el Sujeto como figura epistémica cedía su
espacio al lenguaje, lo que queda del hombre, del uso de esta expresión es nada
más que una ficción, una imagen, que como "toda imagen es, en cierto modo,
un relato".
Otra máquina anuncia tal transposición, como resurgir paradigmático
pienso en
Desde el inicio de la novela quedan planteadas las similitudes entre las
imágenes y los sujetos, de ahí que al final se resuelva bajo destinos
paralelos.
Morel, explica que las tres fuerzas de dicha máquina se hallan inscritas en la retención, la grabación y la proyección,
destinadas todas a provocar un solo plano de realidad posible, a mi entender
aquella que se desprende de la unidimensionalidad del lenguaje que parece ser
el sostén de la repetición en "...el gusto manifiesto de hablar, de
expresar acuerdos y desacuerdos", ante
el miedo latente al silencio. De alguna forma se tiene además la
impresión de que tales sujetos al ser efectos de una proyección no son cruzados
ni suprimidos por ningún poder, viven una especie de agradable eternidad que
busca garantizarse en los fantasmas de sus discursos.
En éste punto, me siento complacido
de situarme nuevamente al inicio
del texto, de notar que quizá nunca me he movido de allí, a pesar de que es
cierto que he avanzado en la lectura de Barthes y Foucault, lo he hecho leyendo
a ambos al mismo tiempo, a Barthes con un ojo y a Foucault con el otro aunque
por momentos corriera el riesgo de no leer a ninguno.
Tal como lo presagiamos en un principio, no hemos hecho sino perseguir
fantasmas, los de los discursos y sujetos que aquí se ponen en juego, de forma
tal que viésemos organizado nuestro respectivo régimen deseante y garantizado
el tan esperado Placer del Texto.
Como simples ecos de Balzac, podemos ahora repetir:
" - Si me entusiasmo, hágame callar...
-
Hable
-
Obedezco "[25] y emprender el regreso del final al
principio, como si siempre que nos ocupamos en la escritura no hiciésemos otra
cosa que sostenernos en la lectura.
[1] Barthes, Roland. Roland Barthes
por Roland Barthes. Ed.
Monte Ávila. Caracas. 1978. Pg.128
[2] Foulcault, Michel. El Orden del Discurso. Ed. Tusquets. Barcelona. España. 1987. Pg.17
[3] Barthes, Roland. El Placer del Texto y Lección Inaugural. Novena Edición. Ed Siglo XXI. México. 1991. Pg.40
[4] Morales, Heli. Sujeto y Estructura. Ediciones de
[5] Foulcault, Michel. ¿Qué es un autor? Universidad Autónoma de Tlaxcala. México.1990. Pg.53
[6] Idem. Pg. 73
[7] Ob cit. El Orden del... Pg. 43
[8] Idem. Pg. 10
[9] Barthes, Roland. Sade, Fourier, Loyola. Ed. Cátedra, Madrid. 1997. Pg. 157.
[10] Barthes, Roland. El Susurro del Lenguaje. Ed. Paidós. España. 1987. Pg. 70
[11] Idem. Pg. 71
[12] Ob cit. El Orden del... Pg 42. Recordemos que en Placer del Texto Barthes consigna la imagen de una sociedad tranquila y violenta a la vez.
[13] Ob cit. El Placer del... Pg. 78
[14] Ob cit. Roland Barthes por... Pg 98
[15] Ob Cit. Sujeto y estructura. Pg 48
[16] Eagleton, Terry. Ilusiones del Posmodernismo. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1997. Pg. 40-41
[17] Ob Cit. Sade, Fourier... Pg. 49.
[18] Eco, Umberto.
[19] Foucault, Michel. Las Palabras y las Cosas. Ed Siglo XXI. México. 1982. Pg. 206
[20] Ob cit. El Placer... Pg. 133
[21] Ob cit.
[22] Considero importante señalar que no se trata de confundir los sentidos que en cada texto se le adjudican a la palabra padre/Padre, pero sí intentar generar posibles lecturas sobre la base de la exageración, como lo dijimos desde el inicio.
[23] Las similitudes que se siguen con el primer Wittgenstein son
impresionsantes. También este se habría armado de un sujeto metafísico que solo
podía actuar sobre los límites del lenguaje que eran a su vez los límites de su
mundo. A lo igual que Barthes no reconoce un afuera a esta prisión del lenguaje
y de esto deduce que la expresión de la lógica, la estética y la ética es el
intento por traspasar esos límites. Ninguna otra cosa es
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