La globalización neoliberal

Fases y resistencias desde América Latina y el Caribe[1]

Publicado En Revista Pasos Nro.: 122-Segunda Epoca 2005. Noviembre - Diciembre
Por: Carlos Guillermo Aguilar Sánchez - Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. - Más Artículos del Autor

Temas: Construcción de Alternativas | Crísis y Conflicto Social | Economía |



El periodo actual abierto por el desarrollo de la Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, denominado de “Guerra preventiva”, aparece en mitad de un esfuerzo por reconfigurar toda la trama de las relaciones internacionales y geopolíticas, destinado a convertir esta fase crítica del sistema capitalista en el asalto al poder mundial por parte del gobierno estadounidense en correspondencia con los intereses del complejo militar[2] , de las grandes corporaciones transnacionales (burocracias privadas) y para el fortalecimiento del capital transnacional, sobre todo de base financiero/especulativa.
El cuestionamiento de algunos instrumentos del multilateralismo, como las Naciones Unidas, sella el largo periodo de guerra permanente abierto por la globalización neoliberal, que en algunos casos ha implicado desde intervenciones militares hasta la programación e imposición de medidas económicas que han contribuido a transformar la estructura productiva y el papel de los “países en vías de desarrollo” en la división mundial del trabajo. América Latina y el Caribe, considerada zona de extensión del dominio estadounidense, presenta escenarios y situaciones propicias para evaluar algunos aspectos relativos a la combinación de esta estrategia que a lo largo de más de treinta años ha terminado por brindarnos una experiencia empírica de lo que dicha globalización representa para nuestros países, y por supuesto para el futuro de la humanidad.

1. La globalización neoliberal: tendencias y desafíos



Lo que conocemos hoy como globalización responde a una fase de profundización de tendencias inherentes al sistema capitalista (internacionalización del capital, fuerte determinación del imperialismo), así como a la emergencia de factores vinculados a los cambios más recientes protagonizados por la Revolución Científico-Tecnológica.
Como lo destaca el investigador venezolano Edgardo Lander:

Los procesos actuales de la globalización son producto tanto de los mecanismos de reproducción de las relaciones de producción capitalistas, como de los modelos de futuro que se construyen a partir de una determinada matriz social de distribución del poder en escala planetaria. Y, precisamente porque son expresiones de relaciones de poder y no dinámicas naturales, es posible —ha sido posible— la resistencia (Lander 1998: 124).


La globalización representa de esta forma un proceso, lo cual significa que se encuentra históricamente situada y que las condiciones que origina no son invariables sino sujetas a la acción de las fuerzas políticas. De ahí que, además, este proceso esté respaldado por un proyecto ideológico que conocemos con el nombre de neoliberalismo. El neoliberalismo se postula como un proyecto, que en el marco de la globalización, imprime su sello a la vida social, política, económica y cultural determinando el rumbo de la reconstrucción que experimenta en la actualidad el sistema capitalista.
François Houtard, destacando la necesidad que el capital ha tenido de recuperar su proceso de acumulación en la época de la globalización neoliberal, menciona dos estrategias particulares:

1- Hacer disminuir la parte del trabajo en el producto social, lo que se realizó por una verdadera ofensiva contra el trabajo…
2- Hacer disminuir la parte del Estado como redistribuidor de riquezas y árbitro social, lo que se hizo por las olas de privatización, no solamente de los sectores económicos, sino también de los servicios públicos, con las políticas de austeridad impuestas por las organizaciones financieras internacionales... (Houtard 2001: 12).


Son precisamente estas dinámicas las que nos permiten comprender que, mientras la globalización es un proceso relacionado con la reestructuración del capitalismo, el neoliberalismo expresa una ideología y una sensibilidad que potencia la lógica unilateral del capital en desmedro de la fuerza laboral y de la legislación en la materia, que promueve una tecnocratización de la política y de la sociedad y un modelo de inserción en el mercado mundial sobre la vía de la apertura y la atracción de inversiones.
Susan George, refiriéndose a este fenómeno a nivel mundial, nos señala:

...aumenta también el número de personas sin empleo o que no trabajan tanto como quisieran. La OIT ha establecido una correlación evidente entre este fenómeno y la globalización. Ya no se encuentra trabajo porque las multinacionales controlan porciones cada vez más grandes de las economías locales. Las fusiones y adquisiciones allende las fronteras totalizan entre el 80% y 85% de todas las inversiones extranjeras y se traducen prácticamente en planes sociales y de despidos (George/Wolf 2002: 64s.).

En América Latina y el Caribe, una primera fase de la globalización neoliberal acentuó los procesos de desnacionalización de las economías así como las condiciones de un empobrecimiento estructural, en medio de la polarización interna que favoreció la formación de élites económico-políticas transnacionalizadas y la fragmentación del movimiento popular y las formas de resistencia.
Es por esto que una evaluación histórica del neoliberalismo nos conduce a sostener que su fundamento se halla ligado a la función de soporte ideológico de un tipo de globalización reforzada por la industria militar de los centros hegemónicos de la economía-mundo capitalista, por la presencia de las empresas transnacionales, por la existencia de los organismos financieros y por el papel desempeñado por los políticos/empresarios y tecnócratas que administran el poder en nuestras sociedades.
Como lo apunta Helio Gallardo, los componentes más característicos de esta transición son su carácter nortecéntrico, que se refiere a la espiritualidad destructiva, derrochadora y desesperanzada del sistema, y su especificidad unipolar, es decir, que potencia la lógica unilateral del mercado en el desarrollo de una geopolítica mundial tendiente a garantizar la concentración de los beneficios en el centro del sistema y acentuando las condiciones de polarización mundial y local.
Para las sociedades latinoamericanas y caribeñas se trata de una transición inducida que contiene fenómenos de

...precarización y exclusión de la fuerza laboral, descampesinización, falsa feminización del mercado laboral, nuevas formas de pobreza... y un potenciado desafío ambiental (Gallardo 1996).

Esta globalización bajo esquema neoliberal ha significado formalmente el abandono de los proyectos de desarrollo nacional y en cambio ha favorecido los temas macroeconómicos como: el control de la inflación y el reordenamiento de las finanzas fiscales por ejemplo, con consecuencias destinadas a la destrucción del sindicalismo y la informalización de la economía y con una concentración considerable de las ganancias, al igual que un aumento de las desigualdades sociales.
Para los países latinoamericanos y caribeños esta situación redundó en la apertura unilateral al comercio extranjero, la privatización de empresas estatales, la liberalización del mercado de capital, el ajuste fiscal y la reducción del gasto público, lo mismo que el debilitamiento de la injerencia del Estado en la administración macroeconómica con un crecimiento muy irregular de las economías, pero con un intensificado incremento de la deuda externa y por consiguiente de las condiciones de dependencia del mercado mundial capitalista.
Hinkelammert resalta que efectivamente en una primera fase,

...en el curso de los años sesenta la producción industrial siguió creciendo con tasas de crecimiento elevadas, pero se notó un estancamiento de la fuerza de trabajo empleada en la industria. Se empezó entonces a hablar en este tiempo de un “estancamiento dinámico” (Hinkelammert 1999: 21).

Este aspecto es esencial para comprender tanto la temática de la dependencia como las formas que asumió el desarrollo del capital en el entorno mundial. Por esta razón, algunos teóricos como Samir Amin consideran que:

El estancamiento… obviamente genera un enorme excedente de capital que no encuentra salida en la inversión productiva. En estas condiciones, la respuesta del capital dominante a la situación es perfectamente lógica: se da prioridad a la gestión de la masa de capital flotante (Amin 1999: 51).

Pero toda esta gestión de las condiciones económicas no hubiese podido llevarse a cabo sin un papel activo de los Estados, lo que significó la transformación de los mismos con transiciones a “formas democráticas” que favorecieron la dominación de élites vinculadas al mercado internacional y las grandes corporaciones; y a un modelo de sociedad cuya sensibilidad básica pasaba por la ausencia de alternativas.
En estas circunstancias,

...las democratizaciones ligadas a la más reciente fase de los procesos de globalización, no pueden ser sino democracias restringidas... condenadas al rito electoral en que se elige un-siempre-más-de-lo-mismo y en el que juzgar sobre el carácter del poder queda fuera del alcance, y a veces hasta de la voluntad, de quienes solo formalmente son ciudadanos. Se trata de democracias fundadas en la fragmentación, exclusión y recelo, e interlocutoras, por ello de la demagogia, el personalismo, el militarismo y la corrupción delincuencial (Gallardo 1994: 19).

Estos fenómenos tuvieron expresiones históricas diversas y fases que valdría la pena distinguir en el entorno latinoamericano y caribeño e internacional, por lo que en el siguiente apartado veremos algunas claves que podrían ayudarnos a pensar/discutir lo que hasta el momento hemos subrayado.

2. Tres claves para entender la globalización neoliberal en América Latina y el Caribe



De acuerdo con lo señalado en el apartado anterior, en el contexto latinoamericano y caribeño hallamos sociedades y gobiernos que no están en control de los procesos de reestructuración económica y política, en donde se acentúo la transnacionalización de las decisiones locales y se reforzó la constitución de una ideología tecnocrática con fenómenos como la impunidad y la acelerada descomposición de ámbitos que afectan tanto el campo de la ética, como el de la política.
Esta descomposición, que se acompaña de la reducción del peso de las economías locales en el mercado internacional, de la dependencia acentuada y de la ausencia de respaldo popular a las medidas empleadas para enfrentar la crisis, es traducida en el imaginario de dominación como el acabamiento de las ideologías y vehiculizada por medio de una serie de medidas de corte tecnocrático destinadas a la represión y fragmentación de la organización popular. La política queda dominada por las figuras creadas por la publicidad y el mercadeo, y cada vez en mayor medida lo político “...deviene un espacio conflictivo de transacción de privilegios derivados de la administración de núcleos de poder” (Gallardo 1994: 20).
Al mismo tiempo, el neoliberalismo —como sensibilidad— marcó el paso de la transformación ideológica de los sectores marginales en sectores excluidos y desechables, lo que explica la fuerte presencia de fenómenos como la exclusión, la pobreza, la precariedad, la violencia y la polarización de nuestras sociedades. La tendencia al crecimiento, medido por la aplicación de programas de ajuste estructural, tuvo como principales consecuencias la privatización, la liberalización del comercio y de los mercados financieros, la “competitividad” como valor, y sobre todo la flexibilización laboral. Tres momentos sobresalen en la evolución de estos acontecimientos:


2.1. Proceso de dictadura militar chileno. Primer laboratorio del neoliberalismo

A finales de los años sesenta y principios de los setenta ocurrió una crisis de carácter mundial que dificultó las bases del desarrollo nacional en todo el Tercer Mundo y contribuyó a un proceso acelerado de polarización, acompañado de la deslegitimación generalizada de los modelos de desarrollo instaurados después de la Segunda Guerra Mundial. Esto en el contexto de la hegemonía estadounidense y de los enfrentamientos con la burocracia del socialismo histórico soviético.
En el caso latinoamericano y caribeño, la década del desarrollismo, iniciada desde los años cincuenta, enfrentó los procesos de industrialización y modernización con estructuras de poder fuertemente arraigadas de expresión oligárquico-dictatorial. Y por eso, con Estados debilitados para enfrentar las demandas de reinserción en la economía mundial a partir de la penetración del capital extranjero privado y sometido a las disposiciones técnicas de los Organismos Financieros Internacionales (OFI).
La predominancia de un proceso de sustitución de importaciones no resolvió las tareas pendientes de reestructuración social. Más bien condujo a la acentuación de los términos de la dependencia de manera paralela con dos factores importantísimos en la vida económica de nuestros países:

a) el fortalecimiento del deterioro de los términos de intercambio; y
b) el reforzamiento de las condiciones para un crecimiento desmedido de la deuda externa.

Ya durante este periodo el manejo de los asuntos económicos pasó a ser un problema estrictamente técnico, "desligado" de la política, tendiente a equiparar crecimiento económico con desarrollo, siguiendo el modelo presentado por las economías de los países centrales. La combinación entre los intereses de las élites oligárquicas, las disposiciones del mercado internacional, los privilegios y la corrupción paralela a la descomposición de la participación efectiva de la población civil en los procesos políticos y económicos, configuran el contexto en el que nuestros países se introducen a la globalización neoliberal.
Como indica Wim Dierckxsens:

Desde principios del decenio de los setenta el ascenso del neoliberalismo coincide con la desregulación financiera. Esta, en esencia, gira en torno a la liberalización y mundialización de los flujos de capital a partir del crédito. Esta tendencia surge cuando el capital pierde el estímulo de reinvertir en la esfera productiva (Dierckxsens 1999: 40).

Durante la primera mitad del decenio de los setenta, con el golpe militar que instaura la dictadura del general Augusto Pinochet en Chile y tras la asesoría de representantes de la Escuela Monetarista de Milton Friedman (“Chicago Boys”), se desplegó la primera experiencia laboratorio de políticas neoliberales no solo en América Latina y el Caribe sino a nivel mundial. Esto significó el inicio de políticas destinadas a sepultar el modelo de desarrollo, de por sí fracasado, que habían aplicado nuestros países desde que se propuso la sustitución de importaciones por parte de organismos internacionales como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
Efectivamente, como lo subrayan algunos especialistas,

...el huracán de la globalización llevó, a partir del golpe militar chileno de 1973, a la abolición y consiguiente abandono del proyecto de industrialización y desarrollo (Hinkelammert 2001: 6).

Es importante resaltar que esta primera fase está caracterizada por el desarrollo de las políticas neoliberales en un contexto de guerra, con una fuerte determinación del conflicto Este-Oeste (Guerra Fría), en medio de un país cuyo desenvolvimiento político fue marcado por el proceso de dictadura militar y no por vías democráticas de participación popular. Vale decir, esta primera clave o fase nos presenta un desarrollo e inserción de América Latina y el Caribe a la globalización neoliberal como un proceso forzoso derivado de una dictadura militar y de un conflicto mundial entre las dos potencias internacionales del momento: los Estados Unidos y la Unión Soviética.
Con esta situación como telón de fondo y teniendo clara la insolvencia de pago de varios de los países deudores de la deuda externa, siguió en los años ochenta la segunda fase del neoliberalismo. Esta consistió en la aplicación de programas de estabilización y de ajuste tendientes a intensificar la apertura al comercio internacional, la privatización de empresas estatales, la liberalización del mercado de capital, el ajuste fiscal, la reducción del gasto público y el consiguiente debilitamiento de la injerencia del Estado en la administración pública.


2.2. Consenso de Washington (planes y programas de ajuste). Crisis de la deuda-transición a la democracia restringida

En mitad del ascenso de gobiernos conservadores en los Estados Unidos —Ronald Reagan— y el Reino Unido —Margaret Thatcher—, una nueva batalla contra el papel del Estado, en tanto interventor de la gestión económica y de las acciones del mercado, llevó a un grupo de defensores de la globalización neoliberal a construir un instrumento (Consenso de Washington) para orientar la economías de los países en una dirección que garantizara el pago de la deuda externa a los acreedores internacionales.
La presencia de esta fuerza ideológica en el área fue reforzada por los OFI, valiéndose del carácter estructural del endeudamiento externo y del surgimiento de una oligarquía subordinada a la dinámica transnacional. La proclama del Banco Mundial en relación con el nuevo modelo de desarrollo, realizada a mediados de la década de los ochenta por un conjunto de economistas neoclásicos, incluía toda una estrategia para

...el levantamiento unilateral de las barreras económicas, la abolición de los subsidios al consumidor, la expulsión del Estado de la microeconomía y el estímulo a la afluencia de capital extranjero en todas sus formas (Portes 1998: 21).

Tal y como lo sostiene el economista Joseph E. Stiglitz:

La austeridad fiscal, la privatización y la liberalización de los mercados fueron los tres pilares aconsejados por el Consenso de Washington durante los años ochenta y noventa (Stiglitz 2002: 89).

Ello con el consiguiente impacto en el desarrollo de futuras crisis en todas las principales economías de la región y la creación de un clima recesivo debido a lo inadecuado de las políticas aplicadas.
Durante este periodo se logró que el Estado liberalizara varias actividades, hasta reducir y privatizar los asuntos productivos del sector público, realizar reformas fiscales que la mayor parte de las veces favorecieron a las élites transnacionalizadas al apoyar las empresas de alta tecnología y los sectores industriales de punta.
El objetivo fundamental de estas políticas fue formalizar el papel del Estado alrededor de funciones reguladoras, no asumiendo siempre de manera directa la prestación de servicios e impulsando la privatización y la cogestión en el manejo de ciertas actividades.
Michel Chossudovsky, refiriéndose a los impactos de estas medidas en la vida política, insiste en que si bien en esta época “la mayoría de los regímenes militares latinoamericanos habían sido remplazados por ‘democracias’ parlamentarias”, estas no tenían otra función que

…la oscura tarea de poner a la economía de su país en el bloque de subastas de los programas de privatización patrocinados por el Banco Mundial (Chossudovsky 2002: 2).

El resultado negativo de estas medidas no ha sido nada más la ruptura del consenso neoliberal, hecho sumamente significativo y aceptado ahora por diversas instancias a nivel internacional, y el posicionamiento crítico de muchos países de la región con estas medidas. En efecto, hoy es un hecho aceptado que los programas de ajuste estructural y las políticas del Consenso de Washington no solo fracasaron en sus objetivos explícitos, sino que además contribuyeron a reforzar:

…un fuerte incremento del desempleo; un descenso de la remuneración salarial; un aumento de la dependencia alimentaria; un grave deterioro del medio ambiente; un deterioro de los sistemas de atención sanitaria; una disminución notoria de la capacidad productiva de muchas naciones; el sabotaje de los sistemas democráticos y el crecimiento continuado de la deuda externa (Amin 1999: 28).

Los últimos acontecimientos, especialmente lo sucedido después de una serie de crisis financieras en las principales economías del área y en el mundo, nos legaron un panorama en donde América Latina y el Caribe tiene más pobreza acumulada (224 millones de pobres y 90 millones de indigentes, lo cual representa el 44% de la población según cifras de la CEPAL), junto con niveles de desigualdad históricos (el 20% más rico recibe ingresos 19 veces superiores al 20% más pobre). De acá se puede comprender la necesidad de nuevos procesos de integración en curso y la resistencia presentada a los planes de militarización y libre comercio.


2.3. Militarización, libre comercio e integración: las luchas por la hegemonía mundial

La crisis de la ideología neoliberal y sus políticas, de ninguna manera significó el abandono de su programa y sus objetivos. Más aún, hoy cobran particular fuerza a través del programa de liberalización comercial, financiera y de inversiones contenido en los Tratados de Libre Comercio (TLC), o en los intentos de acuerdos internacionales como el que en su momento promovió la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para la creación de un Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI).
Así por ejemplo, Martin Khor advierte que:

El modelo original de AMI obligaba a los países firmantes a eliminar las barreras a la entrada y operaciones de las compañías extranjeras en casi todos los sectores, permitiéndoles la posesión completa de las acciones y asegurándoles al menos un trato similar a las nacionales. Además, se suponía que no habría ningún control sobre la entrada y salida de fondos y estaría prohibido exigir transferencia de tecnología o cualquier otro objetivo social (Khor 2001: 27).

Después de la disolución de los países que integraron el bloque socialista soviético y de Europa del Este, la aceleración y concentración del poderío militar estadounidense ha resurgido en mitad de estos proyectos de liberalización como la contraparte de estos planes por controlar recursos estratégicos, particularmente agua, biodiversidad, petróleo y gas. De igual modo, para ejercer el control geopolítico en un contexto de disputa de mercados y zonas de influencia económico-política, tanto con la Unión Europea como con los países asiáticos, sobre todo Japón y China.
Las disputas suscitadas a nivel internacional en el marco de las Naciones Unidas o de la Organización Mundial de Comercio (OMC), son parte de conflictos más específicos que se viven dentro de nuestros pueblos, especialmente entre los intereses del capital transnacional y las corporaciones y la defensa del ambiente y de los derechos de los seres humanos.
En este sentido, el tema de la liberalización comercial se ha convertido en un tema crucial del debate actual. Como lo destaca Martin Khor (2001: 17):

El papel creciente del mercado ha venido acompañado por una reducción general de los obstáculos arancelarios, tanto en el mundo en desarrollo con en el industrializado… Sin embargo, los elevados aranceles de los países ricos no se redujeron para sectores como la agricultura, los textiles y otros productos en los cuales el Sur tiene ventajas comparativas.

Ya algunos reconocidos investigadores han resaltado como evidentemente esta “teoría de las ventajas comparativas ha sido transformada en pieza clave de la ideología de la globalización” (Hinkelammert 1999: 24).
Estos elementos, más la resistencia surgida para enfrentar tales amenazas, han contribuido a configurar un clima en donde algunos autores, como Walden Bello, perciben una cierta crisis de proyecto de globalización neoliberal, expresado principalmente en la sucesión de crisis financieras internacionales, los fracasos de las tentativas de alcanzar acuerdos en instrumentos como el AMI o la OMC y las sucesivas crisis de la Bolsa de Valores y de la economía de los Estados Unidos (Bello 2004: 11-15).
Resultados específicos, surgidos de acuerdos comerciales como el Tratado América del Norte (TLCAN), evidencian muy bien el impacto que estas medidas están teniendo en todos los países donde se han ejecutado. Los datos para los Estados Unidos son evidentes por sí mismos:

…entre 1992 y 1999, las exportaciones han creado unos 4 millones de empleos, pero las importaciones han hecho desaparecer 7,3 millones. Resultado neto: 3,3 millones de empleos perdidos (George/Wolf 2002: 66).

Por otro lado, podríamos decir que los cambios introducidos, tanto a nivel político como económico, por la ideología neoliberal han conducido a transformaciones en el esquema latinoamericano y caribeño de integración, al menos desde que la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) diera paso a la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI).
El cambio fundamental se produjo en el programa de liberalización comercial multilateral, pues se estableció la posibilidad de crear un área de preferencias económicas incorporando complementación económica y acciones de cooperación.
Con esta lógica, más la fundación de la OMC, se abrió el camino para que acuerdos de alcance parcial, particularmente en los años noventa los acuerdos de tercera generación, postularan la creación de zonas de libre comercio e incorporaran, además de productos, áreas como servicios, inversiones e integración física. Solo en los primeros años de esta década se suscribieron 12 acuerdos bilaterales de libre comercio, entre lo que destacan el de Costa Rica con México que incluyó el formato normativo de un TLC (esto es, no restringido a bienes, sino englobando servicios, disposiciones sobre productos agrícolas, salvaguardias, inversiones, propiedad intelectual, etc.), hasta las versiones más actualizadas del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA).
Lo que esta situación refleja es que el proceso de integración “avanza” recientemente sobre todo a partir de acuerdos bilaterales y regionales, fundamentándose en la actualidad en los acuerdos de “nueva generación” y potenciado por los procesos que la CEPAL denomina de “regionalismo abierto” (interdependencia de acuerdos especiales —integración propulsada por políticas— y los impulsos resultantes del mercado en el desarrollo de la liberalización comercial —integración de hecho).
Todos estos mecanismos han dejado claro lo expuesto por Chossudovsky cuando dice:

…guerra y “mercado libre” van de la mano. La guerra no necesita de la OMC ni de un convenio multilateral de inversión… Destruye físicamente lo que antes no fue desmantelado por la desregulación, la privatización y la imposición de las reformas de libre comercio (Chossudovsky 2002: 19).

Una respuesta de los gobiernos agrupados en el MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y las alianzas que construye el gobierno de Chávez en Venezuela, abren paso a nuevas experiencias de integración que no carecen de problemas y aspectos críticos, pero que devuelven dos elementos básicos sobre la definición de políticas: la soberanía y la dignidad de los pueblos a la hora de definir su presente y su futuro.

3. Algunas consideraciones finales



En este trabajo desarrollamos la tesis de que el vínculo globalización-neoliberalismo nos permite tener una aproximación empírica a hechos que deben ser sometidos a discusión y transformación por parte de quienes defienden la idea de que Otro mundo es posible y necesario.
En los últimos años, como consecuencia de estas políticas y de esta orientación neoliberal, hemos visto emerger algunos fenómenos relacionados con la globalización. Primero, una tendencia a nivel internacional a reforzar los mecanismos que promueven políticas de liberalización y libre comercio en virtud de defender las finanzas, la propiedad y las inversiones, en desmedro de los derechos de los seres humanos concretos (se defienden los derechos de las grandes corporaciones por encima de los derechos humanos).
Segundo y relacionado con lo anterior, una verdadera expresión de esta tendencia global se ha manifestado sobre lo que algunos teóricos denominan “la privatización de las ganancias y la colectivización de las pérdidas”. Algunos autores (Jagdish Bhagwati, por ejemplo) defienden que la globalización ha comportado “ventajas y logros” a nivel internacional en la economía y la política, pero siempre sin tomar en cuenta al servicio de quiénes están estos logros y con qué objetivos se desarrollan sus propuestas y programas. La creciente polarización a que nos hemos referido afecta también el marco en que se concentran los beneficios, mientras se globalizan las amenazas a escala local, regional e internacional. Nunca, como hoy, los efectos de cambios drásticos en las economías (por crisis financieras o efectos producidos en el ambiente por la intervención inadecuada de los seres humanos) o en los sistemas políticos han impacto a tal grado todo el desarrollo de lo que ocurre en el más pequeño rincón del planeta.
Después de múltiples discursos y discusiones académicas acerca de las ventajas y desventajas de la globalización, hoy es posible considerar que si algo se ha globalizado son las amenazas del sistema capitalista sobre el planeta, la globalización de la pobreza como dice Michel Chossudovsky.
Diferentes estudios demuestran que ni en materia tecnológica, ni en acceso a mejores condiciones de vida, ni en mayores canales de información y comunicación el mundo ha avanzado. Al contrario, lo que se aprecia es una concentración de estas herramientas y posibilidades en sectores muy reducidos de población y una amplia masa de seres humanos confinados a las situaciones más críticas, hasta alcanzar cuadros de muerte por hambrunas, sequías, guerras, conflictos étnicos y otros.
El tercer elemento que queremos señalar, es a su vez un resultado esperado de los dos anteriores. Frente a este aumento de instrumentos de la globalización neoliberal como los acuerdos de libre comercio (TLC), los acuerdos de inversión (TBI) o las cumbres (tipo G-8 o ronda de negociaciones de la OMC), y frente a esta socialización de amenazas y consecuencias de las políticas neoliberales se desarrolla y crece un movimiento de resistencia. Una de sus características comienza a ser la internacionalización del mismo, expresada en espacios como el Foro Social Mundial o en acciones de resistencia como las movilizaciones contra la invasión a Iraq, la realización de la Semana de Acción Global contra el Libre Comercio o las recientes actividades en torno a la cumbre del G-8 realizadas en distintas partes del mundo.
Paralelamente, un grupo de gobiernos de la región, saliéndose del marco determinado por la política de la administración Bush, defienden un proyecto autónomo de integración que cubre espacios desde el MERCOSUR hasta los acuerdos alcanzados por Cuba y Venezuela en el marco de la iniciativa del ALBA (Área Bolivariana para las Américas). Asimismo, en las negociaciones internacionales algunos de estos gobiernos empiezan a desarrollar la formación de vigorosas alianzas de “países en vías de desarrollo”, como es el caso del Grupo de los 20 (G-20)[3] o de las agrupaciones de países africanos para la defensa de sus intereses.
Todos estos elementos aportan al panorama actual en relación con las orientaciones y los programas de la globalización neoliberal, pero sobre todo abren caminos de esperanza para construir y transformar este mundo en un espacio, como dice Francois Houtard, en donde celebremos “la fraternidad, el amor, la paz, el rechazo de la agresividad y la violencia…”, refiriéndonos a la necesidad de una ética, una política y una economía nuevas para un mundo nuevo: Un mundo en el que muchos mundos sean posibles.

Notas



[1]Trabajo presentado en el Seminario “La globalización y sus implicaciones en América Latina: Un desafío para la Iglesia Episcopal Anglicana”, celebrado en Ciudad de Panamá del 5 al 10 de octubre de 2005.

[2]Según consigna una investigación del Centro de Integridad Pública de los Estados Unidos, al menos nueve miembros del Comité Asesor del Pentágono han sido implicados en vínculos con empresas que recibieron ganancias por más de 76 mil millones de dólares en contratos de defensa entre 2001 y 2002. En la lista de estas empresas sobresalen los consorcios transnacionales y multinacionales Boeing,
TRW, Northrop Grunman, Lockheed Martin y Booz Allen. Véase revista Liberación, Año XXII, No. 1120, 4.4.2003, pág. 6.
[3]El G-20 se formó en 2004 para enfrentar las negociaciones agrícolas en la OMC y está compuesto por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, China, Cuba, Egipto, Filipinas, Guatemala, India, Indonesia, México, Nigeria, Pakistán, Paraguay, Sudáfrica, Tanzania, Tailandia, Uruguay, Venezuela y Zimbabue.


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