Es significativo el papel jugado por Heidegger en el pensamiento intelectual de occidente. Aún cuando se conoció en la década del treinta la adhesión de éste al nazismo, se lo disculpaba como un error que sólo había cometido durante su rectorado de Friburgo (1933-34). Si bien al finalizar la guerra pasó por tribunales de desnazificación y sufrió sanciones, éstas se levantaron a partir de 1952 en que volvió a la universidad. Hannah Arendt  que lo había denunciado en Estados Unidos por su nazismo después de reecontrarlo en la década del cincuenta, inició su rehabilitación con la publicación de sus obras en inglés. Los intelectuales franceses, salvo excepciones, son los que más contribuyeron a su reivindicación.  Aún cuando Kurt Löwitt, su discípulo lo denunció en Le Temps Moderne, la revista de Sartre, a mediados de los cuarenta y posteriormente Guido Schneeberger (1962) y Jean Pierre Faye, en “Lenguajes Totalitarios”(1972), insistieron sobre su nazismo, no es hasta 1987 en que Víctor Farías publica su investigación “Heidegger y el nazismo”que se produce una gran discusión en toda Europa y USA a propósito de este filósofo.

En 1988, en la revista Psysche comenté la aparición del libro de Víctor Farías “Heidegger y el nazismo” en Francia en 1987: “Jaspers: ¿Cómo puede pensar que un hombre tan inculto como Hitler puede gobernar a Alemania?” a lo que respondió Heidegger:”La cultura no importa. Observe sus maravillosas manos”. (1933).
“Todo esto está constantemente reprimido o no se quiere saber nada” (1987) dijo Cristian Jambet, que prefacia el libro de Farías.
El libro de Farías aún no se conocía en Argentina. Chileno, exiliado, radicado en Berlín, discípulo de Heidegger su investigación ha provocado lo que podría denominarse “el escándalo intelectual de Occidente”. Escándalo que comienza por el hecho de la aparición tardía del mismo (en octubre de 1987, no habiéndose podido encontrar editor en Alemania que quisiera publicarlo y sólo se logró cuando un grupo de izquierda francés se ofreció a hacerlo).
Los primeros comentarios aparecieron en Página 12 a fines de 1987, cuando el libro recibió un premio en Europa juntamente con el de Octavio Paz sobre Sor Juana Inés de la Cruz. Luego La Nación del 17-4-88 publica un artículo de Víctor Massuh- filósofo y diplomático de la dictadura genocida y del menemismo- quien reseña muchas de sus partes. Da cuenta de las conexiones de Heidegger con el nazismo y tras una vuelta de tuerca –sí es cierto todo esto pero…- termina por resultar primitivo, limitado, mal intencionado, policíaco, ya que accede a un pensamiento sofisticado que ha tenido influencia en tanto espíritu selecto, sin respetar la esencia del mismo. Magnífico ejemplo de renegación que podría acompañar muy bien a los que Octave Mannoni muestra en “ya lo se pero sin embargo…” siguiendo las enseñanzas de Lacan., psicoanalista (psicólogo para Massuh, que reclama otras sutilezas). Renegación (Verleugnnung) mecanismo de la perversión.
El Periodista, en su número 190, abril – mayo 1988, que también reseña el libro, en su afán de objetividad, publica una de las primeras reacciones en contra del furor antiheideggeriano, la de Alain Finkielkraut, discípulo de Foucault. Profundamente herido, da una respuesta pasional. Muestra que no ha leído el libro, encolerizado contra quien osa hollar el terreno de los “creadores”. Lamentable. Nos importa la divulgación de este texto. Contamos con al edición francesa del libro, hecha sobre la base del original castellano (que se publicaría mucho más adelante) y la primera edición alemana publicada después de la francesa.
Heidegger ha cumplido un papel importante en nuestro medio cultural y en el filosófico y psicoanalítico en particular. Es necesario que tras el conocimiento de la documentación aportada por Farías, se abra un amplio debate que de cuenta de todas las implicaciones del uso de la filosofía heideggeriana.
En esta democracia del “punto final” y la “obediencia debida”, con torturadores y asesinos sueltos, que cometían sus crímenes con las cruces esvásticas en el cuello y hacían gritar “Heil Hitler” a sus víctimas, no se puede hacer de cuenta que no pasa nada, que la lectura de Farías es una lectura más entre las posibles.
Que quien escribiera “de la esencia de la verdad” lo leyera ante un público cuyo 80% fueran luego nazis relevantes, a los que acompañó con su afiliación número 3.125.894, hecha en 1933, con el pago escrupuloso de sus cotizaciones hasta abril de 1945, no es un hecho anecdótico.
Siempre se habló de las inclinaciones nazis de Heidegger, pero siempre se dijo que había sido un breve romance. Farías prueba que fue un largo matrimonio y de amor.
¿Cómo es posible que recién ahora se hace un estudio tan acabado?.
Jambet nos dice de qué manera muchos intelectuales franceses son responsables de esto, de qué manera Heidegger pasó después de la derrota alemana a constituirse en filósofo “francés”.
No es que no existieran antecedentes. En 1962 Guido Schneeberger publica ciertos textos hasta entonces desconocidos que ponían en evidencia la adhesión plena de Martín Heidegger al nacionalsocialismo de los años 33-34. ¿Por qué no se los tuvo en cuenta o más bien se los desestimó?.
Jean Pierre Faye también alertó sobre el filósofo nazi, inclusive entre nosotros en 1987. Se le contestó reivindicando a Heidegger. Carlos Astrada que tuvo su romance con los nazis, al acercase al marxismo y ya desde 1957 en “El marxismo y las escatologías” y luego en “Fenomenología y praxis” (1967)  mostró cómo el pensamiento de Heidegger era una panarquía de lo irracional, aún desconociendo sus vinculaciones directas con el horror nazi, pero calando profundamente en su pensamiento.
¿Cómo pudo ejercer tanta fascinación entre pensadores lúcidos como Romano Guardini, Hannah Arendt, René Char, poeta de la Resistencia; Marcase que intentó usarlo como refuerzo de Marx; Lacan que fuera uno de sus traductores y defensores?.
El primer texto de Heidegger es la apología de Abraham a Santa Clara (1910), monje agustino del barroco alemán, cuyo bicentenario de la muerte fue recordado en el “heimat” (patria local) de Heidegger con grandes homenajes. Monje antisemita y xenófobo (para él los judíos eran Satán y los turcos monstruos de siniestra maldad), es recordado elogiosamente por Heidegger, de nuevo en 1964.
Su persistencia, su continuidad de pensamiento, con las variaciones sobre un mismo tema, se extienden desde el bachillerato hasta su muerte. En una entrevista que le hace Der Spiegel (1976), poco antes de morir, vuelve a testimoniar su adhesión al nacionalsocialismo original.
“Rey sin corona del imperio del pensamiento” ( Hannah Arendt), reconocido por los jóvenes estudiantes alemanes, entre quienes ejercía un poder carismático. Jóvenes que formaban los cuadros más importantes de los S.A. de Röhm.
Heidegger acompañaba esta línea del nazismo, de allí que hablara de la detención de la “revolución” a partir de la “Noche de los Cuchillos Largos”, en junio de 1934. E. Faye demostrará en su investigación de 2005 que la caída de los S.A. no fue óbice para que Heidegger continuara trabajando con los nazis.
Las discrepancias dentro del nazismo, sus peleas con Rosenberg, el filósofo oficial, no le impidieron ser publicado, reconocido, admirado y cuando algún problema tuvo, allí estaba su amigo Mussolini para solucionárselo. El texto sobre Hölderlin es un ejemplo.
De las 300 páginas del libro de Farías, de su investigación de doce años, de su antisemitismo, la delación, la amistad con quienes dirigían la higiene racial en el III Reich, el conocimiento de la existencia de los campos de concentración, etc. dan para muchas reflexiones.
Trabajando como lo hacemos con afectados por el terrorismo de Estado. Sabiendo hasta qué punto un entorno social envenenado por la ideología dominante, que vende y exporta impunidad, dificulta la recuperación de los mismos, aún cuando se aplique con la mayor rigurosidad el método analítico, insistimos en que no se puede caer en la “liviandad” de evitar la polémica, de no querer saber nada de lo que pasa.
Después de lo ocurrido, después del genocidio, nadie puede decir que no se sabe de lo que se trata.
Callarse es encubrir a los asesinos. Disculparlos por no poder evadirse de la fascinación, una grave cuestión a debatir.


Diferentes corrientes del campo Psi han recurrido al pensamiento de Heidegger para sus construcciones. Así, L. Binswanger, dentro del psicoanálisis existencial; Víktor Frankl. En otra variante similar (fue sobreviviente de los campos de concentración nazis, donde murieron su primera esposa y sus padres) y el más conocido dentro del psicoanálisis, J. Lacan. Entre nosotros y en Europa, permanentemente los psicoanalistas citan a Heidegger como palabra incuestionada.
Cuando se acepta que adhirió al nazismo, se dice que sólo lo hizo por un breve período, el del rectorado de Friburgo y que fue un pecado de juventud (tenía entonces 44 años y en esos años el promedio de vida humana no pasaba de 45 años). Otro argumento para justificarlo era que su nazismo fue producto de los resabios metafísicos de los que no terminó de desprenderse con el “Ser y Tiempo”, pero que su famosa Vuelta ( Kehre) lo alejó definitivamente de esa posición. Muchos por deconocimiento y otros por negación y/o renegación han mantenido estas “creencias”, negando las evidencias descubiertas tanto por Víctor Farías, como por Emmanuel Faye. Respecto a la famosa Vuelta, Faye se encarga de mostrar cómo fue producto de la polémica con Ernest Kriek, filósofo S.S., que acusaba a Heidegger de metafísico y nihilista. Fue entonces que éste volvió la misma acusación contra Nietzche, como para desplazar los ataques contra él. Así Federico Nietzche, el que había escrito a su hermana, casada con un famoso racista: “yo soy anti – antisemitita” y se negó a publicar la cuarta parte de “Zaratustra” con el editor de las tres primeras partes, Ernst  Schmeitzner, cuando descubrió que era militante antisemita, se vio envuelto en el fuego de una polémica interna del nazismo, lo cual contribuyó a la deformación de su pensamiento.
Se habla de discriminar entre el hombre Martín Heidegger con posiciones políticas nefastas y su pensamiento que estaría libre de la contaminación política. Es el propio Heidegger que se encarga de desmentirlo, mostrando la íntima conexión, unidad, de ambos. En 1936 Karl Löwitt, su discípulo, lo encuentra en Roma paseándose con la esvástica en la solapa de su saco. Al cuestionarle Löwitt su adhesión al nazismo, le respondió que el nacionalsocialismo ponía en práctica los principios que él desarrolló en “Ser y Tiempo”(1927). No er al primer sorpresa de Löwitt, ya que mucho antes, 1921, en carta personal Heidegger confesaba que él no era filósofo.
Todo esto fue ignorado por mucho tiempo por sus seguidores, a los que logró engañar con las mentiras posteriores a 1945, para poder escapar al juicio de desnazificación de los aliados. Esas mentiras no conformaron al curador francés de la universidad de Friburgo, durante la ocupación – Jacques Lacant -, cuyo accionar llevó a que Heidegger no pudiera volver a la universidad hasta 1952. Especialmente el filósofo antisemita Jean Beaufret contribuyó a su divulgación en el medio francés.
La polémica sobre Heidegger, con todas las connotaciones que tiene en el campo ético se ha reavivado en el 2005 con la publicación de una investigación de E. Faye. El texto publicado en Francia cuya traducción es “Heidegger, la introducción del nazismo en la filosofía, alrededor de los Seminarios inéditos de 1933-1935”. Así como hace casi veinte años la publicación del libro de Víctor Farías “Heidegger y el nazismo” desató un vendaval en el campo filosófico – cultural europeo, algo similar ocurre ahora con el libro de Faye.
Éste que no deja de reconocer los méritos de Farías y de Hugo Ott, señala que ahora estamos ante una situación enteramente nueva, debido a la publicación en alemán de la edición llamada integral (sesenta y seis volúmenes aparecidos sobre el total de ciento dos) para los años 1933 – 1944 son veinte volúmenes de cursos y siete volúmenes de notas los ya aparecidos, mucho más que todos los que Heidegger había publicado en su vida. Estos volúmenes son desconocidos para quien no lee alemán. Faye se ocupa en el libro de traducir al francés aquello que le interesa señalar y siempre, a pie de página, incluye el texto en alemán. La edición integral de estas obras se hace según el plan que estableció Heidegger, y es su hijo la que la lleva a cabo.
Heidegger pronuncia delante de los estudiantes de filosofía el elogio de “la reducación en vista del mundo nacionalsocialista” realizada por Hitler. Exalta la esencia de la raza originalmente germánica y la voz de la sangre. Propone la eliminación total del enemigo interior y en 1940 todavía evoca “la fuerza de la esencia oculta de lo aún no purificado de los alemanes” y legitima el hecho de tomar “el ser raza (Rasse-Sein)”. La presencia masiva de tales enunciados en decenas de volúmenes, en palabras de Faye, “me condujo a reflexionar como filósofo sobre los fundamentos de una obra que debido a su racismo y su hitlerismo ataca al ser humano como tal”.
Ante la afirmación de Faye que se deben retirar los libros de Heidegger de las bibliotecas de filosofía, un periodista le preguntó si eso no es excesivo; Faye respondió que “los numerosos volúmenes de los que yo hablo contienen enunciados tan racistas y mortíferos como los de un Alfred Baeumler o aún de un Rosenberg. Estos escritos encontrarían un mejor lugar en las bibliotecas e historia del hitlerismo. Sería un gran peligro para el porvenir del pensamiento y para la humanidad si estos escritos estuvieran integrados en la filosofía del siglo XX. Imaginen, en efecto, a qué llevaría la traducción de estos enunciados en la práctica y en la historia. ¿Debo agregar que por mi parte no hay ninguna voluntad de censura?”.
Además de Heidegger, Faye traduce a otros filósofos de la época – como los nombrados – cuyas obras están inéditas aún en Alemania y a las cuales pudo tener acceso en sus investigaciones. Obras importantes por la influencia que tuvieron sobre Heidegger.
Para Faye es importante la relación entre lo ontológico y lo político en el lenguaje, pero es necesario distinguir los distintos períodos. En los años 20 la indeterminación de los “existenciales” tales como “el llamado del destino” o “el estado de resuelto” parecen autorizar todas las interpretaciones. Solo el contexto intelectual y político permite ver claro.
De 1933 a 1944 por el contrario, las correlaciones entre los conceptos heidegarianos y la historia efectiva de III Reich llegan a ser explícitas; se ve en los cursos de junio de 1934 presentar como modelo de un acontecimiento histórico el viaje en avión de Hitler de Munich a Venecia para encontrarse con Mussolini (ya Farías había señalado este hecho y mostrado el racismo antinegro de Heidegger, que consideraba que los negros no tenían historia y en cambio ese avión sí). Pone en evidencia como los conceptos de “trabajo” y de “libertad” tanto como el adjetivo “metafísico” han sido utizados por él  en el espíritu de la LTI (“Lengua del Tercer Imperio”, tomando el título del libro de Viktor Klemperer que pudo sobrevivir los doce años de nazismo viviendo en Alemania siendo judío, y que, además de sus memorias, escribió LTI- obra en la que volcaba toda la terminología nazi y la perversión de la lengua alemana -, que no puede dejar de leerse para entender a Heidegger y todo el período nazi).
Después de 1945 Heidegger juega de nuevo a la indeterminación y al eufemismo y se cuida de decir qué es ese “dios por llegar” del cual el occidente debe, según él, alcanzar su sanación. Sin embargo, cuando se lo lee en el Seminario inédito sobre el Estado hitleriano, que Faye publica parcialmente (es la primera parte del Seminario sobre Hegel, del cual en castellano se publicó la segunda parte ignorando la primera),  identifica la relación ontológica entre el Ser y el Existir y la relación política entre el Estado y el Pueblo, definida como “unidad de raza”. Surge de esto que el corazón mismo de su obra está impregnado de nazismo. Philippe Lacoué-Labarthe que en 1987 había tratado a Farías de impostor, reconoce luego de la lectura del libro de Faye, que Heidegger era un nazi por convicción profunda.
Interrogado sobre qué pasó con escritores como Derrida, Levinas, Ricoeur, Althusser y Nancy, entre otros, que reconocieron una deuda intelectual hacia Heidegger, y que muchos de los cuales trabajaron o trabajan por la recuperación filosófica de la ciudadanía y de la democracia contemporánea, Faye respondió que cada uno de esos autores representa una posición singular y que sería necesario un estudio particular sobre cada uno de ellos. Señaló que por su parte no iría a buscar una lección de democracia en la obra de un autor que enseñaba en 1936-1937, en el momento de Frente Popular y de la Guerra Civil Española, que “la democracia era la muerte de Europa” y que en la entrevista final para Der Spiegel, de 1976, persiste en su rechazo de toda democracia (y expresa seguir adhiriendo a los principios del nacionalsocialismo de la primera época).
Faye insiste en que nuestra percepción de Heidegger debe ser reconsiderada y que es fundamental y urgente tomar conciencia de la gravedad del “affaire” Heidegger.
En forma parcial el comentario al libro de E. Faye se publicó en Página 12 y en la revista Topía, en agosto del 2006.

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