En la década de los setenta el mundo vio nacer en América Latina
y el Caribe un nuevo tipo de cristianismo que influiría no solamente a las sociedades cristianas
occidentales, sino también a grupos religiosos de otros continentes y de otras religiones. Ese
movimiento que conoció su auge en los años ochenta y entró en declive a partir del decenio de los
noventa, es considerado por muchos como algo del pasado, mientras otros consideran que él está vivo
y casi tan actuante como antes. No obstante, cuando tratamos de fenómenos sociales de esa magnitud,
contemporáneos a nuestra generación, tenemos que ser cuidadosos con juicios tan definitivos.
En
esa discusión, algunas preguntas siempre rondan a los que debaten, entre ellas la siguiente: ¿el
cristianismo latinoamericano y caribeño o la Teología de la Liberación (TL) fracasó en la
realización de su utopía? Éste es el tema de nuestro texto.
Antes de entrar en la discusión del
tema propiamente dicho, aclaro que no abordaré el cristianismo latinoamericano y caribeño como un
todo, pues no todos los sectores del cristianismo lucharon por la utopía o proyecto de una sociedad
poscapitalista y están viviendo la experiencia de un cierto fracaso o desencanto por la
no-realización de esa utopía —llamada muchas veces "construcción del Reino de Dios"—, sino un sector
minoritario dentro de él que M. Löwy llamó "cristianismo de liberación".[1]
El cristianismo de
liberación es un amplio movimiento sociorreligioso con una nueva cultura religiosa que expresa las
condiciones socio-históricas marcadas por la subordinación al sistema capitalista internacional —hoy
global—, pobreza en masa, violencia institucionalizada y religiosidad popular. Muchos se refieren a
él como "Teología de la Liberación", sin embargo como el movimiento surgió antes de esa teología y
la mayoría de sus activistas no son teólogos, ese término no es el más apropiado. Más aún hoy cuando
muchos teólogos y teólogas que se sienten parte de ese cristianismo de liberación, en el sentido más
amplio, no se definen más como teólogos o teólogas de la liberación. Además, otro término utilizado,
la "Iglesia de los Pobres", tampoco es el mejor porque esa red social va más allá de los límites de
la Iglesia como institución. El concepto "cristianismo de liberación", por ser más amplio que
"teología" o que "Iglesia" y por incluir tanto la cultura religiosa y la red social, nos parece ser
más apropiado para tratar de una cierta frustración que quedó después de décadas de luchas sociales
y eclesiales en la expectativa de la "construcción del Reino de Dios" o en la realización de la
utopía.
Con certeza, hay diversas formas de abordar históricamente la experiencia del
cristianismo de liberación en los últimos decenios. No voy a hacer una periodización histórica, ni a
analizar los cambios ocurridos en las instituciones eclesiales (sea en la "Iglesia oficial", sea en
las comunidades de base), sino más bien ofrecer algunas reflexiones a partir del testimonio y la
reflexión personal de alguien que vivió con intensidad la "opción por los pobres", la Nenuca —una
religiosa que tuve la honra de conocer junto a su comunidad en su "convento": dos cuartos pequeños
en un conventillo, en el barrio Brás en São Paulo, a mediados de los años setenta.
No será una
biografía, ni la recuperación de la memoria de esa lucha, sino un punto de partida desde el cual
quiero discutir algunas crisis o problemas en la experiencia del cristianismo de liberación en
América Latina y el Caribe y, a partir de eso, intentar vislumbrar caminos para superar algunos
impases teórico-existenciales que muchos de nosotros todavía estamos viviendo.
La principal razón de haber escogido ese método está relacionada con la comprensión de lo que
es un "fenómeno religioso". El impacto del cristianismo de liberación en América Latina y el Caribe
no se debió fundamentalmente a la estructura organizacional o institucional de las comunidades
eclesiades de base (Cebs) o a la novedad teórico-teológica de la TL, ni aun a los nuevos ritos —sin
negar la importancia de esos factores—, sino al testimonio de vida de las personas que expresaron en
el campo social y político su experiencia religiosa o espiritual manifestada como "encuentro con
Jesús en la persona pobre u oprimida". Esto es, no podemos comprender el cristianismo u otra
religión vivida de manera concreta en un determinado contexto histórico, sin tomar en consideración
la experiencia religioso-espiritual que lo impulsó y le dio sentido. Los propios teólogos de la
liberación insistieron mucho en el hecho de que la TL era el momento segundo y que el momento
primero no era el análisis de la sociedad por medio de las ciencias sociales, aunque sí las
prácticas de liberación, y el momento "cero" sería la experiencia espiritual de encontrar la persona
de Jesús en el rostro del pobre[2].
Este tipo de abordaje puede ser descrito como el estudio de
"un punto en el holograma"[3]. Un punto, una vida, que encierra en sí los elementos y las
informaciones que componen el sistema/totalidad en el cual está localizado. Buscar comprender un
momento dado o un período histórico a partir de la memoria y la vida de una
persona.
1. La experiencia de la fe cuestionando las teologías
Fray Carlos
Mesters, en la presentación del libro ¡Cuantas vidas yo tuviera, tantas vidas yo daría![4], que la
Nenuca escribió recogiendo sus memorias, dice:
Así es el retrato de Nenuca que se
revela en estos escritos: ¡ella nunca aparece sola! Del comienzo al fin, desde 1953 hasta 1984,
Nenuca se presenta mezclada en medio de los pobres, de los obreros, de los niños abandonados, del
pueblo marginado de la calle, de las prostitutas, siempre rodeadas por las hermanas y compañeras de
la Fraternidad Oblatas de San Benito. Lo que impresiona en todo eso es que Nenuca, aun en el auge da
su enfermedad, poco antes de su muerte, cuando ella ponía en el papel estas memorias de su vida,
nunca pensó en sí misma, sino sólo pensaba en sí con la preocupación de servir mejor a Dios y a los
pobres.
¡Dios y los pobres! El tren de la vida de Nenuca corrió siempre sobre estas dos vías:
¡Dios y los pobres![5].
Nenuca se dedicó a los pobres, iniciando sus trabajos en Uruguay y
después en el Brasil, por un período que va desde la época anterior al Concilio Vaticano II hasta la
del auge de la TL. O sea, ella vivió tres momentos distintos de la Iglesia Católica en América
Latina y el Caribe: a) Iglesia Católica pre-Vaticano II; b) el período entre el Vaticano II y el
surgimiento de las Cebs y de la TL; c) el inicio y el auge de las Cebs y de la TL.
El libro,
escrito a pedido de sus compañeras durante la enfermedad —cáncer— que no la dejaba más salir de la
cama y que acabó llevándola a la muerte, narra la memoria de su vida y la de su comunidad. Sobre ese
acto de escribir la memoria, ella indica:
Recordar la historia de un grupo, y
particularmente de un grupo religioso, en este caso de las Oblatas [la congregación religiosa que
ella ayudó a fundar], es formular no sólo el ideal que nos unió, sino también revivir las
dificultades de ser fiel al primer Amor[6].
Por las palabras que siguen podemos tener
una idea del ideal que unió a su grupo y movió su vida, el ideal que las hizo vencer las
dificultades para continuar siendo fieles a ese "primer amor":
"Yo vine para que todos
tengan vida". Son palabras de Jesús: Él vino a los hombres para que todos tengan vida abundante:
vino a traer la vida plena y a liberar de la muerte. "Aquellos que nos sentimos llamados a seguirlo
no tenemos otra cosa que hacer". Como Él, tenemos que ir a los hombres, los más profundamente
sumergidos en las tinieblas de la muerte, para anunciarles el Sol de la Vida. Anunciarles que Dios
cumple las promesas de liberar a los ciegos, a los cojos, a los presos, a los oprimidos y que podrán
ver con los propios ojos esta Salvación. ¡Fue esto lo que el viejo Simeón cantó, con Jesús en los
brazos![7].
Su memoria y su recordar están marcados por ese ideal y las dificultades de
mantenerse fiel a él. Michel de Certeau, al decir que la personalidad de alguien consagrado a la
vida religiosa tiene "un valor de enigma, más que de ejemplo", se pregunta: "Quién es esta figura
enigmática" y responde:
No hay respuesta, salvo la que procede de una necesidad
interna. Porque la vida religiosa no recibe su justificación de afuera. No tiene una utilidad social
por la razón de no ser un conformismo, como si debiese estar bien "adaptada", fundiéndose con la
pared, ni ser tampoco la simple consecuencia de una doctrina. Lo que la define no es el beneficio de
la sociedad o el provecho que de ella va extraer lo religioso, sino un acto: el acto de
creer[8].
Muchas personas en América Latina y el Caribe, y en todo el mundo, no solamente
personas consagradas a la vida religiosa, sino todas las personas que experimentaron, no lo Sagrado
—que tiene que ver con la fascinación y el miedo delante de una fuerza que la supera y sirve como
fundamento del orden establecido o al cual pertenece la persona que lo experimenta—, sino una
experiencia espiritual (se le dé o no el nombre de divino) que la humaniza y la lleva a encontrar en
el prójimo, en el pobre, la fuente de la mutua humanización, "descubrió —como dice Certeau— ‘algo’
que abre en ella la imposibilidad de vivir sin eso"[9].
El gran problema o la gran fuente de
cuestionamiento y de crisis para ella —y también para el cristianismo de liberación— no será ese
llamado a compartir la verdad sobre Jesús y sobre el ser humano en la cual ellas creen y apuestan
sus vidas, sino el anuncio de que Dios cumple la promesa de liberar a los cautivos y a los
oprimidos. Promesa ésa que tarda en cumplirse. Esto aparece con claridad en un texto de Nenuca que
vamos a tratar de leer atentamente:
En las calles, o debajo de los viaductos, se vive
en la suciedad, expuestos al sol, a la lluvia, al frío, al viento.
Por causa de eso, afloran en
nosotros sentimientos de incapacidad y soledad. Es necesario poner el corazón en Dios y disponerse a
enfrentar cualquier tiempo, sea en el sentido que fuera.
Sólo cuando vamos creando amistades,
cuando la desconfianza se transforma en el descubrimiento de que "algo diferente" está aconteciendo,
es que nos sentimos mejor. Eso "algo diferente" los pobres lo asocian naturalmente con Dios. Llegan
a reconocer y bendecir a Dios por nuestra presencia entre ellos.
Pero para nosotras, las cosas no
son tranquilas. ¡La miseria es demasiada! Ella nos lleva, a cada momento, a cuestionar la paternidad
de Dios. ¿Cómo es posible para el Señor ser Padre y permitir que acontezcan a sus hijos cosas tan
terribles? ¿O tendrá Él diferentes categorías de hijos, los que pueden vivir y los que sólo pueden
morir?
Porque nosotros percibimos que no va a ser posible "liberar a los cautivos"; cambiar el
ambiente va a llevar todavía mucho tiempo. No será antes de que cambien las estructuras sociales. ¿Y
eso cuándo acontecerá? En el fondo, todavía, sentimos que Dios quiere cambios. ¿Cuál es la manera de
actuar para ayudar en ese cambio que Dios quiere? En cuanto buscamos respuesta, nos vamos alegrando
con uno u otro que se libera. ¡Pero es tan poco! Si no fuese por los rostros, los ojos, las
sonrisas... Delante de las angustias que conocemos, todavía es difícil escuchar la respuesta de Dios
a nuestras invocaciones para salvar a ese pueblo esclavizado.
A pesar de todo eso, la calle
siempre fue la fuerza mayor, la manera de reencontrar nuestra identidad, cada vez más comprometida
con la dureza de esa realidad, en la participación del sufrimiento con los más pobres. Tanto en
Recife como en São Paulo, se partió "con fe y coraje" para nuestras vivencias[10].
Al inicio
de la cita, Nenuca dice:
Sólo cuando vamos creando amistades, cuando la desconfianza se
transforma en el descubrimiento de que "algo diferente" está aconteciendo, es que nos sentimos
mejor. Eso "algo diferente" los pobres lo asocian naturalmente con Dios. Llegan a reconocer y
bendecir a Dios por nuestra presencia entre ellos.
Los primeros contactos entre el grupo de
la religiosa Nenuca y los moradores de la calle son difíciles y marcados por la desconfianza por
parte de ellos. Pero con la amistad que se va creando poco a poco, en la medida en que mutuamente se
permiten las aproximaciones físicas y emocionales, esa desconfianza se transforma en la percepción
de "algo diferente" que hace, no solamente que los moradores de la calle se sientan mejor, sino
también que las voluntarias se sientan mejor. Es preciso darle nombre a ese "algo diferente" para
poder lidiar con él, para poder usufructuarlo de la mejor forma posible. Los pobres lo asocian a la
presencia de Dios en medio de ellos.
Esa experiencia de sentirse recordados y visitados por Dios
a través de personas que, en nombre de Dios, reconocen, en la gratuidad, la dignidad humana de las
personas marginadas y excluidas de la convivencia social y del rol del grupo de personas "dignas"
—narrada aquí en la experiencia de la dura vida debajo de los puentes—, también ocurrió en
innumerables partes de América Latina y el Caribe. Este tipo de experiencia fue y continúa siendo la
gran "fuerza espiritual" de las comunidades de base y otros tipos de comunidades donde se reúnen los
pobres y las personas excluidas de nuestra sociedad y que tratan de resistir y/o hacer frente al
"espíritu del capitalismo".
Sólo que Nenuca hace un comentario intrigante en seguida de decir que
los pobres reconocían, por la presencia de ellas, la presencia de Dios en medio de ellos: "Pero para
nosotras, las cosas no son tranquilas. ¡La miseria es demasiada!". Es decir, ¡no basta ser testigos
de la presencia de Dios en medio de los pobres! La misión de ellas no es simplemente ser la
presencia reveladora de Dios en medio de los pobres y anunciarles que los ama o que tiene compasión
de ellos. Es más que eso: es
Anunciarles que Dios cumple las promesas de liberar
a los ciegos, a los cojos, a los presos, a los oprimidos, y que podrán ver con sus propios ojos esta
Salvación. ¡Fue esto lo que el viejo Simeón cantó, con Jesús en sus brazos!
Es una presencia
en medio de ellos con una dirección, una finalidad: ¡anunciar un Dios que libera! La contradicción
que las inquieta se da entre su experiencia/creencia de que Dios quiere liberar a los pobres de sus
sufrimientos y la teología o el discurso religioso que les permite explicar y contextualizar esas
experiencias y creencias dentro de una narrativa más amplia. Esto aparece más claramente en la
secuencia del texto:
¡La miseria es demasiada! Ella nos lleva, a cada momento, a
cuestionar la paternidad de Dios. ¿Cómo es posible para el Señor ser Padre y permitir que acontezcan
a sus hijos cosas tan terribles? ¿O tendrá Él diferentes categorías de hijos, los que pueden vivir y
los que sólo pueden morir? (la cursiva es mía).
El conflicto se da entre una teología
tradicional, premoderna, y su experiencia concreta vivida en las calles y debajo de los puentes. La
teología afirma: Dios es Padre y todopoderoso y todo lo que sucede en la historia sucede por su
voluntad o con su permiso. Nada escapa a su conocimiento y voluntad, porque él es omnisciente y
omnipotente. Cuando se pronuncia esa teología de una forma abstracta y genérica, no hay grandes
problemas y ella parece bastante lógica y coherente. A partir de algunos principios y conceptos
fundamentales —como, si Dios es Dios, Él es omnisciente y omnipotente— se deducen las verdades
secundarias y los valores morales y religiosos que deben conducir las vidas de las personas
creyentes.
La hermana Nenuca no está cuestionando aquí el aspecto machista y patriarcal de la
noción de la paternidad de Dios —ella probablemente no tuvo contacto con la teología feminista, pues
falleció en 1984—, pero sí la contradicción entre la noción de que Dios es Padre y la existencia de
hijos que "sólo pueden morir". Sabemos que la cristiandad produjo diversas justificaciones para esa
contradicción, todas ellas de matriz sacrificial; esto es, presuponiendo la noción de un Dios que no
puede salvarnos sin sacrificios, sin sufrimientos para pagar los pecados. Las teologías sacrifícales
transforman los sufrimientos injustos en pagos necesarios exigidos por Dios (o los dioses) en forma
de sacrificios; y a las víctimas de esas injusticias en pecadores merecedores del sufrimiento y la
muerte. La hermana Nenuca no acepta la teología sacrificial, por eso cuestiona la teología de la
paternidad divina que no se interesa por la situación concreta de las personas ni por esa
experiencia de "algo diferente" experimentado por los pobres y por ellas.
No obstante, ese
cuestionamiento revela igualmente que ella todavía mantiene en su cabeza esa teología premoderna.
Eso aparece claro en su afirmación: "¿Cómo es posible para el Señor ser Padre y permitir que
acontezcan a sus hijos cosas tan terribles?".
En las frases anteriores, Nenuca está describiendo
su memoria en la perspectiva de una tercera persona. Ella está describiendo la memoria de las
experiencias en las calles y debajo de los puentes, cómo la amistad lleva a los pobres a reconocer
la presencia de Dios en medio de ellos y la contradicción que existe entre la teología y su
experiencia. Es su memoria vista, por ella, en la perspectiva de tercera persona —una actitud que
nos permite hacer, por ejemplo, una autoevaluación o reflexión sobre nosotros mismos o sobre nuestro
pensamiento. Pero, cuando dice: "cómo es posible para el Señor...", ella deja la perspectiva de
tercera persona y pasa a hablar en la perspectiva de primera persona. Ya no es más una descripción o
reflexión sino una queja, una protesta, que brota del fondo de su "alma", del fondo de sus
convicciones que nacieron de su experiencia religiosa y espiritual. En nombre de su fe, ella
cuestiona la teología con que fue educada y aprendió a interpretar y expresar su fe.
La frase
"¿cómo es posible para el Señor ser Padre y permitir que acontezcan a sus hijos cosas tan
terribles?" muestra cómo ella aún retiene dentro de sí la teología premoderna, que sostiene que todo
lo que acontece es fruto de la voluntad o del permiso de Dios. El problema de ella no es con la
paternidad de Dios, pero sí con la "permisión", vale decir, con la teología que proclama que la
historia es un desdoblamiento de la voluntad divina, incluyendo los sufrimientos de los moradores de
la calle.
Frente a este conflicto sin solución dentro de la teología metafísica premoderna,
Nenuca "salta" hacia otra teología:
Porque nosotros percibimos que no va a ser posible
"liberar a los cautivos"; cambiar el ambiente, todavía va a llevar mucho tiempo. No será antes de
que cambien las estructuras sociales. ¿Y eso cuándo acontecerá? En el fondo, todavía, sentimos que
Dios quiere cambios. ¿Cuál es la manera de actuar para ayudar en ese cambio que Dios
quiere?
Ella pasa a utilizar ahora una teología que la satisface más que la anterior —que no
abandonó completamente—, que es la Teología de la Liberación. El punto de apoyo para ese cambio, el
punto que le permite dar el salto sin perder las bases de su fe es la idea o el sentimiento de "que
Dios quiere cambios". Dios-Padre no puede estar de acuerdo con la situación de clamorosa injusticia.
Él quiere cambios. Este cambio en la visión de Dios y de la historia es una de las características
del cristianismo de liberación.
En las cosmovisiones y teologías premodernas, el principal o el
único "sujeto de la historia" es Dios. ¡Dios hace o Dios permite! Dentro de esa cosmovisión no hay
un "sujeto histórico" humano —sujeto humano que tenga la historia como su objeto de reflexión y
acción—, sino únicamente un sujeto histórico divino. En la medida en que la historia es vista como
la manifestación de la voluntad divina, la esperanza de un cambio cualitativo, radical, en el modo
de vivir, sólo podrá ser realizado más allá de la historia, en el "cielo" después de la muerte. Es
eso lo que ella no acepta más, así como tampoco lo acepta el mundo moderno.
La modernidad cambia
el lugar de la plenitud del "cielo después de la muerte" para el futuro, a ser construido por el
sujeto humano a través del progreso y/o la revolución político-económica que crearía nuevas
estructuras sociales no opresivas ni injustas. Como expresa Habermas:
Mientras en el
Occidente cristiano los "nuevos tiempos" designaron el tiempo todavía por llegar que se habría al
hombre solamente después del Juicio Final... el concepto profano de edad moderna expresa la
convicción de que el futuro ya comenzó, y significa la época que vive dirigida hacia el futuro, la
cual se abrió a lo nuevo que va a venir.
…el concepto de progreso sirvió no apenas para
la secularización de la esperanza escatológica y para la utópica apertura del horizonte de
expectativas sino igualmente para, con la ayuda de construcciones teleológicas de historia, obstruir
una vez más el futuro como fuente de inquietud[11].
Alain Touraine, a su vez, asevera que
…la modernidad que destruye las religiones, libera y usurpa la imagen del sujeto hasta
entonces prisionera de las objetivaciones religiosas, de la confusión del sujeto y de la naturaleza,
y transfiere el sujeto de Dios hacia el hombre. La secularización no es la destrucción del sujeto,
sino su humanización. Ella no es solamente desencantamiento del mundo, ella es también
reencantamiento del hombre[12].
Esas ideas se transparentan en las memorias de la
religiosa Nenuca cuando ella: a) señala que la liberación de los cautivos sólo ocurrirá con los
cambios de las estructuras sociales, que aún llevarán tiempo, o sea, que ocurrirán dentro del tiempo
histórico; b) y se pregunta "¿cuál es la manera de actuar para ayudar en ese cambio que Dios
quiere?" —la voluntad es de Dios, pero la acción, el actuar, es de los humanos. Ella asume, aunque
inconscientemente, una de las características de la Teología de la Liberación: una síntesis peculiar
de las cosmovisiones premoderna y moderna. El fundamento, el proyecto y la certeza del cambio en la
historia no vienen de un argumento racional e inmanente a la historia, sino de la voluntad divina
revelada en la tradición bíblica: una característica fundamental del pensamiento premoderno. Sin
embargo, el agente de cambio no es más Dios, es el sujeto humano; y el "lugar" de lo nuevo no es el
después del final de los tiempos, el más allá de la historia, sino el futuro, al interior de la
historia.
La TL, de una cierta forma, fue una tentativa de negar no solamente la crítica marxista
a la religión, sino también la tesis hegeliana de que
…sólo a partir del momento en
que el hombre deja de proyectar el ideal en el más allá es que él puede querer realizarlo por la
acción en el mundo, es decir, hacer una revolución. Así, el ateísmo consciente llega necesariamente
a la revolución. Luego, teísmo y revolución se excluyen mutuamente, y toda tentativa de síntesis
sólo puede llevar a un malentendido que se revelaría en el momento de pasar a la acción propiamente
dicha[13].
Es preciso destacar asimismo una especificidad del cristianismo de liberación en
lo tocante al sujeto histórico de liberación. Mientras en el liberalismo el agente principal es el
burgués y en el marxismo es el proletariado o el Partido Revolucionario, en el cristianismo de
liberación el pobre es el sujeto de su propia liberación. Esto aparece, por ejemplo, en los temas de
los Encuentros Intereclesiales de las CEBs del Brasil. En el Primer Encuentro, en Vitoria en 1975,
que contó con setenta participantes, además de los obispos y asesores, el tema fue "CEBs: una
Iglesia que nace del pueblo por el Espíritu Santo". El Segundo Encuentro, 1976, tuvo como tema:
"CEBs: Iglesia, Pueblo que camina" y trató del compromiso de las CEBs en las luchas sociales. En el
Tercer Encuentro, 1979, el tema ya evolucionó para "CEBs: Iglesia, Pueblo que se Libera"; y en el
Cuarto Encuentro, el último antes de la muerte de la hermana Nenuca, el tema fue "CEBs: Pueblo
unido, semilla de una nueva sociedad". Esos temas reflejan el optimismo que se respiraba en aquel
tiempo sobre la posibilidad o casi certeza de la liberación de los pobres. La gran pregunta era por
el cuándo, y no por la posibilidad o imposibilidad. En el texto de Nenuca, esta cuestión aparece en
la pregunta: "¿Y eso cuándo acontecerá?".
No se planteaba cuestionar o desconfiar de la
posibilidad de que la liberación de los pobres no fuese factible dentro de la historia, pues eso
sería negar el poder de Dios de realizar, por medio de su pueblo "escogido" —los pobres y las CEBs—,
su voluntad de liberar y de crear un Nuevo Cielo y una Nueva Tierra.
El problema es que la
historia no camina de acuerdo con las promesas religiosas o ciertas interpretaciones de los textos
religiosos, ni de acuerdo con nuestros mejores deseos. La crisis siempre alcanzan a las personas que
aun confiando en las teologías y metanarraciones sobre la liberación, están con los ojos y oídos
abiertos a la cotidianidad de las personas que sufren. La hermana Nenuca, más abierta a la realidad
de las personas que a las teorías y los libros, habla de la crisis que surge también en esa su nueva
teología. Ella dice:
En cuanto buscamos respuesta [a la pregunta sobre cómo actuar
para el cambio], nos vamos alegrando con uno u otro que se libera. ¡Pero es tan poco!. Si no fuese
por los rostros, los ojos, las sonrisas... Delante de las angustias que conocemos, todavía es
difícil escuchar la respuesta de Dios a nuestras invocaciones para salvar ese pueblo
esclavizado.
La expresión "¡Pero es tan poco!" es de una profunda intensidad existencial. No
es una mera conclusión después de una argumentación lógica o de un análisis bien hechos. Es también
eso, aunque no solamente eso. Ese lamento es la expresión de una síntesis de la razón y la emoción:
la constatación racional de que son pocos los que se liberan y la expresión del dolor y la
frustración que brotan del fondo de su corazón porque son "¡tan pocos!".
Lo que la hace entrar
en crisis no es ninguna contradicción interna en el discurso teológico o el descubrimiento de una
mala articulación entre las proposiciones de la TL y la tradición bíblico-cristiana. La crisis en la
reflexión y el dolor viene de la constatación de que "delante de las angustias que conocemos,
todavía es difícil escuchar la respuesta de Dios a nuestras invocaciones...". Las respuestas
teóricas sobre las posibilidades del futuro que estarían garantizadas por las promesas de Dios
reveladas en la Biblia, no le son suficientes frente al sufrimiento concreto de tantas personas por
tanto tiempo. Más que eso, pareciera que ella comienza a desconfiar de las afirmaciones optimistas
de la TL.
2. Las diversas respuestas a la crisis de la utopía
La crisis fruto del descompás o de la no-adecuación entre su experiencia y las proposiciones
de la TL que la hermana Nenuca narró al inicio de los años ochenta, se tornó más clara para muchas
otras personas con la caída del Muro de Berlín y el derrumbe del bloque socialista. La razón de esto
es que sectores significativos del cristianismo de liberación veían en el socialismo el camino de
superación de las injusticias del capitalismo.
Clodovis Boff, por ejemplo,
escribió algunos meses antes de la caída de Muro de Berlín que
…el socialismo no
constituye un mero proyecto, un simple ideal histórico, sino que es la expresión del proceso real de
la historia... No hay, pues, otra salida objetiva. El pueblo, el resto, está siendo empujado en esa
dirección por la propia realidad, como muestra el proceso histórico de las últimas naciones que se
emanciparon.
Concluye sus reflexiones afirmando que "el ideal de la ‘comunión de bienes’, del
cual el socialismo es hoy la forma moderna, fue y continúa siendo el gran ideal social de los
cristianos" y que "queda claro que el cristianismo está reencontrando sus raíces socialistas. Entre
tanto, el socialismo se está abriendo a la ‘dimensión ético-religiosa’"[14].
No quiero discutir
aquí si hay o no una afinidad entre el socialismo y el cristianismo o si hay un proceso real de la
historia empujándonos hacia una determinada dirección, sino únicamente mostrar que el impacto del
derrumbe del bloque socialista aparece con nitidez en los temas de los Encuentros Intereclesiales de
las CEBs. En 1986, el Sexto Intereclesial tuvo como tema "CEBs: Pueblo de Dios en Busca de la Tierra
Prometida" y el Sétimo Encuentro, que reunió más de dos mil quinientas personas, con representantes
de diecinueve países latinoamericanos y caribeños y de doce Iglesias y que se realizó en julio de
1989, por lo tanto antes de la caída del Muro, tuvo como tema "CEBs, Pueblo de Dios en América
Latina en Camino a la Liberación". Estos temas todavía expresan la continuidad en la línea del
"optimismo" con relación a la liberación de los pobres. En el Octavo Encuentro, en 1992, el tema fue
"CEBs: Culturas Oprimidas y la Evangelización en América Latina"; en el Noveno Encuentro, en 1997,
"CEBs: Vida y Esperanza en las Masas"; y en el décimo, "CEBs, Pueblo de Dios, 2000 años de
caminata", revelando así una inflexión significativa en la perspectiva. Esa inflexión manifiesta una
frustración con la expectativa mesiánica no cumplida o con la expectativa histórica no
realizada.
Frente a la "crisis paradigmática", por causa de la distancia entre las expectativas
generadas por las narrativas "mesiánicas" y la realidad experimentada en la vida concreta, los
intelectuales y los lideres de los movimientos sociales y de las CEBs fueron y aún siguen siendo
llamados a dar una respuesta. La forma como se solucione esa crisis va marcar o influir de modo
significativo el futuro del cristianismo de liberación en América Latina y el Caribe. Quiero
mencionar rápidamente algunas de las propuestas que encontramos hoy.
Una "solución" hallada fue
la de proponer nuevos temas (como por ejemplo la discusión sobre los nuevos sujetos históricos o
teológicos —indígenas, negros, mujeres, etc.— o el diálogo intercultural) como nuevos desafíos
teológicos y eclesiales, sin responder de manera adecuada a la crisis fundamental de la expectativa
mesiánica no cumplida o sin discutir lo que se entiende ahora por liberación. Esto puede ser
comprendido como una forma de desviar el foco de atención con la introducción de temas nuevos, que
por la novedad, acaban llamando la atención. Con esto no pretendo decir que los nuevos temas y
desafíos no sean importantes; sólo apunto hacia el hecho de que muchas veces esos nuevos abordajes y
temas pueden servir para no enfrentar uno de los problemas claves del cristianismo de liberación,
que es el de la frustración de la expectativa mesiánica —algo semejante a lo que le pasó a los
"discípulos de Emaús".
Un segundo tipo de solución es el de mantener explícitamente la línea del
cristianismo de liberación reafirmando ciertas "verdades metafísicas" y a partir de ellas
reconstruir, usando o no nuevos argumentos teóricos o científicos, la validez de la expectativa
mesiánica. Presento aquí los que me parecen ser ejemplos de dos opciones teóricas distintas de esa
línea.
Benedito Ferraro, un asesor de mucho tiempo de los Encuentros Intereclesiales, escribió
comentando sobre el Noveno Encuentro, de 1997:
Lo que se puede ver y sentir en el IX
Intereclesial fue la recuperación de la utopía de que hay espacio y lugar para todos... Aquí se
encuentra uno de los grandes desafíos suscitados por el encuentro de las CEBs: cómo reactivar el
sueño, la utopía de una sociedad que acoja a todos y a todas, independientemente del color, sexo,
cultura y religión... Esta búsqueda de una sociedad donde quepan todos y todas continúa siendo la
gran utopía... Es a partir de las luchas de los movimientos populares, de las luchas de las mujeres,
los negros, indios, niños, que un nuevo sueño, por lo demás siempre antiguo, viene surgiendo en el
horizonte: la creación del “Paraíso Terrestre”, de la “Tierra sin Males”, de la “Sociedad sin
Clases”[15].
Él no cuestiona la noción de utopía ni la posibilidad histórica defendida por la
razón moderna de construir al interior de la historia el "Paraíso Terrestre" (de la tradición
bíblica), la "Tierra sin Males" (de la tradición guaraní) o "la Sociedad sin Clases" (del marxismo).
Su objetivo es reafirmar la validez de esa utopía y reactivar ese sueño y las luchas para
construirla. El Dios que se revela en la Biblia, en las religiones originarias de América Latina y
en los movimientos sociales comprometidos con la vida de los pobres y la justicia, es presentado
como el fundamento último de la validez de esa utopía y de esa metanarrativa.
Leonardo Boff, por
su parte, procura reafirmar la "utopía" en nombre de y en diálogo con las nuevas teorías
científicas. Partiendo de la tesis cosmológica de que hay una minuciosa calibración de medidas sin
las cuales las estrellas jamás habrían surgido o estallado la vida en el universo, afirma que
…esta comprensión supone que el universo no sea ciego, sino cargado de propósito e
intencionalidad. Hasta un conocido astrofísico ateo como Fred Hoyle reconoce que la evolución sólo
puede ser entendida en la presuposición de que exista un Agente supremamente inteligente. Dios, el
nombre para este Agente supremamente inteligente y ordenador, está umbilicalmente implicado en el
proceso evolutivo y cosmogónico[16].
Contra pensamientos que se basan en los hechos
históricos para afirmar que la historia no tiene un sentido predeterminado o que ella no desembocará
en la armonía y plenitud (el Reino de Dios o la "Tierra Sin Males"), L. Boff busca una visión más
amplia de la historia —todo el proceso evolutivo y cosmogónico— para aseverar que existe un Agente
supremo inteligente y ordenador por detrás de todo lo que ocurre en el universo.
A partir de esa
premisa, salta al argumento teológico:
…aquí entra la fe cristiana punta de lanza de
la conciencia cósmica. La fe ve en el punto omega de la evolución el Cristo de la fe, aquel que es
creído y anunciado como la cabeza del cosmos y de la Iglesia, el meeting point de todos los seres.
Si lo que la fe proclama no es mera ideología ni pura fantasía inconsciente, entonces eso debe de
alguna forma mostrarse en el proceso evolutivo del universo[17].
Con esto, Boff puede
concluir la argumentación:
Eco-espiritualmente la esperanza nos asegura que, a pesar
de todas las amenazas de destrucción que la máquina de agresión de la especie humana montó y utiliza
contra la Gaia, el futuro bueno y bienhechor está garantizado porque este Cosmos y esta Tierra son
del Espíritu y del Verbo[18].
Esas dos propuestas comparten un mismo presupuesto entre sí y
también con la teología premoderna: la concepción metafísica de la verdad y una metanarrativa de la
historia. Vale decir, la presuposición de un orden en la historia o en el cosmos ya escrita e
inscripta en el proceso evolutivo e histórico y que puede ser conocido de modo objetivo a través de
las ciencias naturales, de la ciencia/filosofía de la historia o por la revelación. Ese conocimiento
nos mostraría que la utopía, el Reino de Dios o la Tierra Sin Males se establecerá de manera
definitiva y segura al interior de la historia.
Uno de los problemas de esta aparente solución
es que los sufrimientos y las angustias concretas de las personas quedan sin respuesta o sin su
debido valor por causa de su pequeñez frente a la evolución del cosmos o a la larga historia de la
construcción de la utopía... O ser simplemente vistos como "los dolores del parto" del nuevo mundo,
esto es, dolores necesarios. Además, ese "optimismo" obstruye, como expresa Habermas, "el futuro en
cuanto fuente de inquietud"[19]. Es decir, podemos estar tranquilos en cuanto al futuro, pues él ya
está garantizado.
Otro problema de ese tipo de pensamiento metafísico es que puede desembocar en
un sacrificialismo de izquierda: exigir sacrificios en nombre de la lucha por una sociedad sin
sacrificios[20]. Podemos encontrar un ejemplo de esto en la charla de José María Vigil en el "Forum
sobre Teología de la Liberación de los hijos de Abraham", realizado en Bari, Italia, del 7 al 9 de
diciembre de 2005, que reunió representantes del judaísmo, cristianismo e islamismo. Después de
declarar que la supremacía absoluta de la utopía es la segunda dimensión esencial de la visión
liberadora, el autor proclama que hay perspectiva liberadora cuando en el horizonte del camino está
la utopía de la liberación, una esperanza y promesa mesiánica que atrae a los caminantes y les da
fuerza para superar los obstáculos y las tentaciones que puedan apartarlos del camino. Si la utopía
es absoluta, todo puede y debe ser sacrificado en nombre de ella. Por eso, Vigil afirma:
Abraham se puso obediente en el camino, sin meta fija, sabiendo solamente que debería
encaminarse a la "tierra que Yo te mostraré". Esa Tierra Prometida, que está ahí adelante, pero no
precisamente al alcance de la mano, sino como un horizonte desde el cual se da fuerza para caminar,
es también la Utopía ‘absoluta’ por la cual los caminantes son capaces de dejar y de postergar
(sacrificar) todo, hasta el propio hijo Isaac. Hacer posible la realización de la Promesa, vivir y
luchar por la Tierra Nueva prometida... se constituye en la tarea de la vida humana, en su misión
sobre la Tierra[21].
Estar dispuesto a sacrificarlo todo, hasta el
propio hijo, por una sociedad sin sacrificios (utopía), es una consecuencia de la ilusión y la
pretensión de construir con acciones humanas una sociedad plena y absoluta.
Estos dos tipos de solución a la crisis —el de desviar el foco y el de reafirmar la
expectativa de la realización de la utopía— son intentos de mantener la validez y vitalidad del
cristianismo de liberación mediante el mantenimiento de la expectativa mesiánica de liberación plena
de los pobres y de las personas oprimidas dentro de la historia. Podemos decir que esa línea es la
más conocida y también la más aceptada por las comunidades y los activistas del cristianismo de
liberación, pues ella reafirma, al mismo tiempo, el poder del Dios-liberador y la garantía de la
realización de los deseos más profundos de las personas de buena voluntad.
Sin embargo, esta
línea de pensamiento no es lo única dentro del cristianismo de liberación en América Latina y el
Caribe. Un tercer tipo de solución fue presentado por lo que llamo la "Escuela del DEI" (Franz
Hinekelammert, Hugo Assmann, Julio de Santa Ana y otros) que criticó la ilusión trascendental de la
modernidad[22], la pretensión de la razón moderna y de la civilización occidental de construir al
interior de la historia la utopía, la sociedad perfecta. Pretensión esta que, como vimos antes,
desemboca siempre en exigencias sacrificales[23].
Esos autores defienden la tesis de que la
utopía es una condición para poder elaborar teorías de acción, una necesidad epistemológica para
todos los que quieran intervenir en la sociedad o en la naturaleza. Hasta los neoliberales, quienes
critican la propia noción de utopía, precisaron crear el concepto trascendental o utópico de
"mercado de competencia perfecta" o el "mercado totalmente libre" para poder elaborar hipótesis que
orientan sus intervenciones en el campo económico y político. La utopía (sociedad perfecta, mercado
perfecto, cuerpo perfecto, etc.) nos permite ver lo que está fallando en aquello que actualmente
existe y trazar estrategias de intervención para aproximarnos al modelo de perfección. Por ejemplo,
un ingeniero que busca construir un motor más económico requiere tener en mente un motor que no
gasta ninguna energía y procurar una aproximación a este modelo ideal.
En el
caso de la ingeniería, él sabe que su objetivo último es imposible porque va contra la ley de la
termodinámica, no obstante no tiene ningún problema existencial por causa de eso. Pero en el caso de
los agentes y movimientos sociales, sean pro-capitalismo o anti-capitalistas, olvidan con facilidad
la no-factibilidad histórica de la utopía. Con todo, el secreto de la atracción de las grandes
utopías radica exactamente en este olvido. Pues es justo este olvido el que enciende la esperanza de
la realización plena de nuestros deseos. Freud afirmó que la fuerza de la religión reside en el
deseo, y aquí podemos parafrasearlo y decir: la fuerza de la utopía está en el deseo.
En esta
misma línea de crítica a la ilusión de la modernidad, encontramos otro tipo, el cuarto, de respuesta
a la crisis que coloca el foco más en la vida cotidiana, en las relaciones micro-sociales e
interpersonales. Ivone Gebara, tomando en cuenta su experiencia cotidiana —ella trabaja y vive en un
barrio muy pobre—, escribió en 1990:
Me pregunto si nuestro "discurso" para los pobres
sobre su liberación, sobre la conquista de la tierra, sobre la justicia... ¿no estará siendo viciado
por un lindo idealismo o por una esperanza sin el suficiente análisis de las condiciones objetivas
de nuestra historia?... Me atrevo a pensar que nosotras, religiosas, deberíamos iniciar el proceso
de rechazo del "consuelo barato", como Raquel (Jr 31,15) rechazó la consolación ante la muerte de
sus hijos. Prefirió permanecer en la lamentación y en el llanto, o sea en la realidad de su dolor, a
"engullir" un anestésico que podría crear ilusiones y falsas
esperanzas[24].
Con este texto, Gebara criticó públicamente al
sector mayoritario de la TL y, poco a poco, fue elaborando otro tipo de teología para comprender y
expresar su fe y su opción por los pobres y por las personas y los grupos oprimidos. Probablemente,
ese texto lleno de coraje debe haberle costado algunas incomprensiones. Después de todo, para los
optimistas, el realismo aparece como pesimismo. Por eso, en un texto de 1991, Gebara expresa:
No me siento pesimista, pero cada vez más me incomodan los discursos irrealistas de
los teólogos y de algunos cientistas sociales que piensan modificar la realidad con sus escritos.
Los teólogos... hablan de sus deseos como si fuesen realidades y crean ansiedades en los lectores
menos críticos, quienes se frustran en la medida en que no encuentran en sus vivencias aquello de
que hablan los teólogos. La teología es un discurso de lo "todavía no", mas a partir del "ya", es
decir, a partir de lo que es vivencia real de los diferentes grupos[25].
Los pensadores de la "escuela del DEI", al igual que Ivone Gebara, han criticado la ilusión
trascendental del capitalismo neoliberal y sus exigencias sacrificiales en nombre de la
absolutización del mercado, de la "idolatría del mercado". Esa crítica a la ilusión trascendental
también cabe a algunos sectores del cristianismo de liberación que creen poder construir al interior
de la historia una sociedad plenamente armónica, justa y solidaria; sin embargo, eso no significa la
crítica al cristianismo de liberación como tal y mucho menos significa abandonar la lucha por una
sociedad más justa y solidaria, en favor de una vida corporal más digna para todas las personas.
Significa únicamente que ellos asumen los límites de la historia, de la condición humana y de la
lucha por otras formas de vida interpersonal y social y de organización de la sociedad que sean más
justas, solidarias y humanas. Para ese grupo, el valor y la validez del cristianismo de liberación
no están basados en la promesa de construir la utopía, sino en la justicia de la propia
lucha.
De la reflexión hecha hasta ahora, podemos preguntarnos: ¿es posible
mantener la validez y vitalidad del cristianismo de liberación asumiendo los límites de la condición
humana y las contradicciones insuperables de la historia? ¿O el cristianismo de liberación está tan
conectado con la promesa de la liberación que él no puede sobrevivir sin "olvidar" que la utopía no
se realizará plenamente dentro de la historia?
3. "Los rostros,
los ojos, las sonrisas..."
Y ¿cómo soluciona su crisis la Nenuca? Debemos recordar que la
crisis que estamos tratando aquí no es crisis de sentido de su vida, sino la crisis que nace del
conflicto entre su vida de fe y el discurso religioso que ella posee para explicar esa vida.
No
creo que ella haya solucionado la crisis, pues no encontró otro discurso teológico que substituyese
la teología premoderna y la TL con que ella estaba narrando y explicando sus experiencias y
dificultades. Ella no se deja convencer por la teología del "Dios-Padre que permite esas cosas" ni
se alimenta de la ilusión de que, con la liberación, el futuro será maravilloso. Tampoco se deja
llevar por el pesimismo, el nihilismo o la indiferencia como mecanismos de defensa frente al dolor y
la angustia, ni se deja atraer por "nuevos amores", nuevos temas o trabajos que la desviarían de los
rostros y las miradas de los moradores de la calle.
La teología no es su fuente de motivación, ni
de su identidad. La teología, como otras teorías filosóficas o sociales, puede hablar sobre y en
favor de la lucha por los y de los pobres, pero ella es siempre un discurso de un observador
externo, en la perspectiva de una tercera persona. Otra teología le facilitaría la comprensión de su
experiencia y de su angustia, no obstante la falta de ésta no la inmoviliza ni le quita su
fe.
Nenuca se mantiene realista, al mismo tiempo que trata de hallar fuerza para continuar en la
lucha. Ella dice: "A pesar de todo eso —o sea, reconociendo todas las dificultades, frustraciones y
angustias [J. M. S.]—, la calle siempre fue la fuerza mayor". ¿Y qué es eso de que la calle le da
fuerzas? Podemos encontrar la respuesta en la frase que ella deja escapar entre dos afirmaciones de
tono negativo:
¡Pero es tan poco! Si no fuese por los rostros, los ojos, las
sonrisas... Delante de las angustias que conocemos, todavía es difícil escuchar la respuesta de Dios
a nuestras invocaciones para salvar a ese pueblo esclavizado.
Entre las constataciones de que
es tan poco y que es difícil escuchar la respuesta de Dios, ella deja escapar:°∞Si no
fuese por los rostros, los ojos, las sonrisas...” de las personas pobres, prostitutas, menores y
tantas otras personas que encuentra en las acequias, debajo de los puentes o en otros lugares donde
los más pobres hallan un rincón para sobrevivir. Es eso "algo diferente" que nace en la amistad con
esas personas, que por ser tan maltratadas ni siquiera son más reconocidas como humanas, lo que la
hace continuar.
La opción de continuar el trabajo,"a pesar de todo eso", no es fruto de una
opción irracional, sin sentido, mucho menos resultado de una opción sacrificial. Ella no sacrifica
su vida en nombre de la utopía que cree se realizará en el futuro, ni asume una postura de
autosacrificio de vivir una vida de dolor únicamente para identificarse con Jesús que sufre en la
cruz. Es algo positivo lo que la mantiene en su opción: la experiencia humanizante que nace del
encuentro y la amistad con los más pobres. Experiencia ésa que permite que las personas se
encuentren como sujetos frente a sujetos, y no como sujetos frente a otros reducidos a condición de
objetos de observación, de manipulación o de conquista[26].
Eso "algo diferente" —los rostros,
los ojos, las sonrisas— no es un mero consuelo, una migaja que se adjunta después de la sensación
del fracaso. Es el fundamento, la base, la°∞piedra” desde donde se reconstruye el sentido
de su vida y de su lucha, es el "lugar firme" desde donde ella salta para su apuesta/fe que va a
guiar su vida cotidiana y sus acciones. Por eso, Nenuca afirma que es en el encuentro con esas
personas que ellas, la comunidad, reencuentran la identidad:
A pesar de todo eso, la
calle siempre fue la fuerza mayor, el modo de reencontrar nuestra identidad, cada vez más
comprometida con la dureza de esa realidad, con la participación del sufrimiento de los más pobres.
Tanto en Recife como en São Paulo, se partió "con fe y coraje" para nuestras
vivencias.
Cuando habla sobre el modo de reencontrar su identidad, ella lo hace en la
perspectiva de primera persona. Ella no usa la perspectiva de un observador, tercera persona, para
ver los alcances, los límites y las contradicciones de la opción por los pobres, sea de acuerdo con
la teología premoderna, sea en la perspectiva de la TL. Cuando ella habla del poco resultado o de la
dificultad de escuchar la respuesta de Dios, usa la perspectiva del observador. Pero, cuando
expresa: "si no fuese por los rostros, los ojos, las sonrisas..."; o cuando dice: "se partió ‘con fe
y coraje’ para nuestras vivencias", está utilizando la perspectiva de primera persona. Y en primera
persona no se pregunta acerca del alcance de una determinada acción o acerca de qué tipo de acción
me llevará a mi intención, sin embargo sí se pregunta sobre qué tipo de acción debería realizar para
estar de acuerdo con su intención y con su identidad. Y como vimos arriba, para Nenuca:
Aquellas que nos sentimos llamadas a seguirlo, no tenemos otra cosa que hacer. Como
Él, tenemos que ir a los hombres, los más profundamente hundidos en las tinieblas de la muerte, para
anunciarles el Sol de la Vida.
La experiencia espiritual no pide coherencia con relación a
una determinada teoría o teología, pero sí la coherencia con relación a la experiencia fundante, "el
primer Amor", a la opción fundamental que marcó y modificó su vida.
Esa oscilación entre la
perspectiva de la tercera y de la primera persona, nunca confundiéndose o apareciendo al mismo
tiempo, se debe al hecho de que, como señala Akeel Bilgrame,
…no podemos ser, al mismo
tiempo, agentes y observadores o vaticinadores de nosotros mismos y o que nuestras mentes nos harán,
o nos "llevarán a" hacer. Mientras somos agentes nos preguntamos lo que seria necesario hacer, y
decimos lo que nos comprometemos a hacer a través de nuestras intenciones[27].
Alguien podría
recordarnos: "¡Pero la liberación prometida tarda!". Esa afirmación, no obstante, es la de un
observador que mide la distancia entre la hipótesis de la liberación y la realidad de la vida
concreta de los pobres. Y el cristianismo de liberación, como otros movimientos religiosos y
espirituales significativos en la historia, no encuentra su fuerza y su significado mayor en
afirmaciones de observadores, en discursos en la perspectiva de la tercera persona, sí en el
compromiso de agentes que experimentaron un acontecimiento que les permitió una nueva percepción de
la realidad y una nueva relación con el mundo que los lleva a asumir compromisos y a practicar
determinadas acciones[28].
Hay muchas personas y grupos, que como la Nenuca, continúan viviendo
su compromiso con personas y grupos oprimidos, a pesar de las frustraciones con las expectativas y
la insuficiencia de las teologías para explicar su fe y sus praxis en el mundo de hoy, a pesar de
las doctrinas oficiales de sus iglesias y de teologías que insisten en la verdad absoluta de sus
dogmas (conservadores o progresistas, poco importa) petrificados por el tiempo. Esas personas viven
su fe porque continúan sintiendo llamados y no pueden dejar de seguirlos. Ésta es la fuerza del
cristianismo de liberación. Teologías, análisis históricos y sociológicos y otras reflexiones sólo
entenderán mejor ese movimiento y contribuirán a esa caminata en la medida en que tomen en serio
palabras como las de Nenuca, que muestran que los sistemas teóricos o lingüísticos no pueden dar
cuenta de ese espíritu que mueve a esa gente. Esto es, en la medida en que no se reduzca esa
experiencia a un conjunto de principios y categorías asumidas a priori, ni se tenga la pretensión de
agotar o reducir esa experiencia a algún tipo de explicación racional, de tipo sociológico,
psicológico, histórico, teológico o, incluso, un conjunto de conocimientos usados de modo
interdisciplinario.
4. La libertad y el misterio
Alguien podría todavía
preguntar: ¿Pero las promesas de la liberación de Dios se realizarán? Es decir, ¿las promesas de
Dios son verdaderas? Finalmente, muchos entraron o se mantienen en la lucha por causa de esas
promesas. Ese tipo de pregunta presupone una noción de verdad con la cual nosotros leemos textos
científicos o religiosos. Personas como la Nenuca no esperan una respuesta satisfactoria a esa
pegunta para continuar firmes, con "fe y coraje". Con todo, también es necesario dar respuestas.
Pienso que no es posible dar una respuesta rápida, en términos de sí o no, o bien en términos de un
poco ahora y en plenitud en la "parusía". Es preciso ir más al fondo y cuestionar la propia noción
de verdad que subyace a esa pregunta. Como esa cuestión —fundamental— exigiría muchas páginas
adicionales , aquí simplemente introduciré un texto provocativo de Vattimo:
La verdad
que, de acuerdo con Jesús, nos hará libres, no es la verdad objetiva de las ciencias y mucho menos
la verdad de la teología: la Biblia no es un libro de cosmología, como tampoco es un manual de
antropología o de teología. La revelación de la Escritura no reside en hacernos saber cómo somos,
cómo Dios está hecho, cuál es la naturaleza de las cosas o cuáles son las leyes de la geometría y
cosas semejantes, como si pudiéramos salvarnos a través del "conocimiento" de la verdad. La única
verdad de la Escritura se revela como aquella que en el curso del tiempo no pudo ser objeto de
ninguna desmitificación —ya que no es un enunciado experimental, lógico, ni metafísico, sino una
apelación práctica—: es la verdad del amor, de la caritas[29].
Si la promesa de la liberación
tiene que ver con la verdad que nos hará libres y esa verdad tiene que ver con el amor y no con el
análisis o la previsión histórica, ¿cuál sería la garantía de la liberación? El recurrir casi
permanentemente a horizontes utópicos, como el "Paraíso Terrestre", la "Tierra sin Males" o la
"sociedad sin clases", o a las nuevas teorías cosmológicas o científicas, no es una plataforma
segura para afirmar que la historia tiende o está "diseñada" para un "final feliz". Mucho menos
garantiza la posibilidad de poder construir dentro de la historia la plenitud deseada.
La
tradición occidental siempre basó su pensamiento en la noción del orden y buscó el fundamento de ese
orden. Dios siempre fue buscado o especulado exactamente como el fundamento de ese orden —visto como
estático en el mundo premoderno y como evolutivo en el moderno—. Por eso, en la argumentación
cosmológica de Leonardo Boff, citada más arriba, encontramos la referencia a Dios como "el nombre
para este Agente supremamente inteligente y ordenador" (la itálica es mía). No obstante, ésta no es
la única forma de comprender la realidad humana. Comblin sostiene que en la tradición bíblica Dios
no es comprendido como el fundamento del orden, sino como Amor. Y
…el amor no funda el
orden, sino el desorden. El amor quiebra toda estructura de orden. El amor funda la libertad y, por
consiguiente, el desorden. El pecado es consecuencia del amor de Dios[30].
Y cuando la Biblia
manifiesta que Dios es amor, está afirmando que la vocación humana es la libertad, que ésta es más
que una cualidad o un atributo del ser humano, sino que es la propia razón de ser de la humanidad,
el eje central de toda la existencia humana. "Que Dios es amor y que la vocación humana es la
libertad son las dos caras de la misma realidad, las dos vertientes del mismo movimiento"[31].
Si no es posible vivir la libertad sin la posibilidad del mal (éticamente hablando), podemos
decir en un lenguaje religioso que Dios hizo al mundo de una manera tal que el pecado es una
posibilidad inevitable. Por eso, Comblin retoma un texto del Apocalipsis: "Ya estoy llegando y
golpeando a la puerta. Quien oiga mi voz y abra la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él
conmigo" (Ap 3,20), y agrega: "si nadie abre, Dios acepta la derrota sabiendo que su creación
fracasó. Dios creó un mundo que podía fracasar"[32].
En otras palabras, nada garantiza que la
historia humana terminará bien, que el bien vencerá definitivamente al mal en la historia; ni la
noción de Dios o de la encarnación de Dios.
Este tipo de teología parece ser muy compatible con
la experiencia espiritual y con el compromiso social de tantas personas y grupos que continúan en su
lucha, °∞a pesar de todo eso°±. Pues, la fuente original del cristianismo de liberación es
la experiencia espiritual que permite ver una imagen de Dios que no está basada en las exigencias
sacrifícales o en la insensibilidad frente a los sufrimientos de las personas, una imagen de Dios
bueno "que no quiere eso" y que nos llama para tomar partido frente a la realidad injusta y cambiar
las relaciones humanas y las estructuras sociales. El horizonte utópico de una sociedad sin opresión
e injusticia nace de esa experiencia y del seguimiento. Sin embargo, el deseo de que ese horizonte
histórico se realice históricamente llevó o puede llevar a la ilusión de una teología o ciencia que
pretenda garantizar la realización de esa utopía al interior de la historia.
Teorías —sean
teológicas, cosmológicas o sociales— que pretenden descubrir el orden que mueve la realidad y
predecir el sentido y la meta de la historia humana y de la naturaleza, acaban cayendo en algún tipo
de pensamiento metafísico que, para cerrarse como un sistema de pensamiento, tienen que negar la
realidad y lo dramático del sufrimiento humano, especialmente de los inocentes. Contra esa
tentación, pienso que es importante, como asevera Gebara, rechasar el "consuelo barato", como Raquel
(Jr 31,15), y permanecer —por lo menos por un tiempo significativo— en el llanto y en la
lamentación, en la realidad del dolor. Falsas esperanzas pueden engendrar inmovilismo —pues el
futuro ya estaría garantizado, dejando de ser fuente de inquietud (Habermas)—, como igualmente
teologías sacrifícales que presentan un Dios que no puede prescindir de sacrificios.
El único
modo de que no caigamos en la tentación de la modernidad de reducir todos los misterios de la vida a
un problema científico o teórico a ser descubierto, es permanecer en la angustia ante del
sufrimiento de los inocentes y en la crisis insoluble provocada por la realidad del mal y la
confesión de fe en un Dios Amor-Libertad. La vida tiene misterios —como el misterio del mal— que no
son reducibles a explicaciones teóricas. Los misterios fundamentales de la vida humana continúan y
continuarán misterios, pese a todas las tentativas intelectuales. Por eso es que la verdad que puede
liberarnos no es una verdad que explica y soluciona el °∞rompecabezas°± de la realidad,
sino una apelación ética al amor, a la solidaridad.
Los sistemas teóricos,
aun los que se asumen como posmodernos, tienden a cerrarse como un sistema de pensamiento que
pretende dar cuenta de la realidad o del objeto estudiado. Una de las formas de evitar esa tendencia
y tentación es estar siempre abiertos a la interpelación del "otro" que sufre, que no ve su dolor
contemplado en el sistema teórico o no encuentra en él una solidaridad con su dolor. Y esto vale
principalmente para la teología y otros estudios que tienen como objeto de reflexión la religiosidad
del pueblo.
Después de estas reflexiones, volvamos a la pregunta del título:
¿El cristianismo de liberación fracasó? Considero que un cierto tipo de cristianismo de liberación,
aquel que hacía de la promesa de la construcción de la utopía su fuerza y motivación principal, está
en profunda crisis, para no decir que fracasó. Pero la fuerza espiritual y la identidad de sectores
significativos del cristianismo de liberación no se fundan en esa ilusión trascendental. Para
muchos, aun cuando reprodujesen el discurso teológico optimista dominante, la fuerza espiritual de
su cristianismo venía y viene de la experiencia que les permitió ver y relacionarse con el mundo, la
sociedad y las personas de una manera nueva. Es esa espiritualidad la que los lleva a buscar la
coherencia con su identidad en el compromiso personal y social con las personas más sufridas.
Para personas, como Nenuca y sus compañeras, que a pesar de todo continúan en
la lucha "con fe y coraje", la pregunta por el fracaso de la utopía del cristianismo de liberación
no es la pregunta más decisiva. Pues es una pregunta en la perspectiva de tercera persona, de un
observador externo. La cuestión clave es cómo podemos mantenernos coherentes con nuestro "primer
Amor"; cómo vivir de acuerdo con la experiencia que dio sentido humano a nuestras vidas y que por
eso nos sentimos llamados a transitar ese camino.
Ese caminar, con
dificultades y alegrías, demanda un discurso religioso capaz de dar cuenta de esa experiencia, aun
sabiendo que siempre será provisorio e insuficiente. Para aquellos y aquellas que se sienten parte
de ese cristianismo de liberación, aunque no sean miembros de Iglesias, el desafío es —como indica
Gutierrez—,
…encontrar un lenguaje sobre Dios en medio del hambre de pan de millones
de seres humanos, de la humillación de razas consideradas inferiores, de la discriminación de la
mujer[33].
Con todo, no debemos olvidar que, aun cuando logremos ese
discurso, éste será apenas un discurso y que la fuerza espiritual no reside en él sino en la
experiencia que continuamente contesta y protesta contra las imágenes de Dios y del ser humano
presentadas por las teorías. Pues el dolor de la injusticia y del hambre y la alegría del encuentro
entre personas que se reconocen mutuamente en la gratuidad, trascienden cualquier lenguaje humano,
están más allá de cualquier y todo símbolo.
Notas
* Profesor del Programa de
posgrado en ciencias de la religíon se la Universidad Metodista de Sâo Paulo. Autor de diversos
libros. Artículo publicado en Pasos 130, marzo-abrl 2007
[1] Löwy, Michael. A guerra dos deuses:
Religião e política na América Latina. Petrópolis, Vozes, 2000, págs. 53s.57.
[2] Dice Gutiérrez
en su libro Teologia da Libertação: "la praxis social se convierte gradualmente en el propio campo
donde el cristiano se juega —con otros— su destino de hombre, su fe en el Señor de la historia. La
participación en el proceso de liberación es un lugar obligatorio y privilegiado de la actual
reflexión y vidas cristianas. En ellas se oirán matices de la palabra de Dios imperceptibles en
otras situaciones existenciales, y sin las cuales no hay, en el presente, auténtica y fecunda
fidelidad al Señor". Gutiérrez, Gustavo. Teologia da Libertação. Perspectivas. Petrópolis, Vozes,
1986 (6a. ed.), pág. 53.
[3] Por ejemplo, Morin, Edgar. Um ponto no holograma: a história de
Vidal, meu pai. São Paulo, Girafa, 2006.
[4] Castelvecchi, G. (Nenuca). Quantas vidas eu tivesse,
tantas vidas eu daria! São Paulo, Paulinas, 1985.
[5] Ibid., pág. 5.
[6] Ibid., pág. 9.
[7]
Ibid., pág. 142.
[8] Certeau, Michel. La debilidad de creer. Buenos Aires, Katz, 2006, pág.
27.
[9] Ibid., pág. 28.
[10]Ibid., pág. 91.
[11]Habermas, Jürgen. O discurso filosófico da
modernidade. Lisboa, Dom Quixote, 1990, págs. 17.23.
[12]Touraine, Alain. Crítica da modernidade.
Petrópolis, Vozes, 1994, pág. 243.
[13]Kojève, Alexandre. Introdução à leitura de Hegel. Rio de
Janeiro, Contraponto-EdUERJ, 2002, pág. 204.
[14]Boff, Clodovis. Cartas teológicas sobre o
socialismo. Petrópolis, Vozes, 1989, págs. 130.139s.
[15]Ferraro, Benedito. "IX Encontro
Intereclesial de CEBs: festa da inclusão e recriação da utopia. Um olhar de esperança", en Revista
Eclesiástica Brasileira (Petrópolis), vol. 57, fasc. 228 (dez., 1997), págs. 811-816. Citado da pág.
814.
[16]Boff, L. Ecologia: grito da Terra, grito dos pobres. São Paulo, Ática, 1995, pág.
226.
[17]Ibid., pág. 273.
[18]Ibid., pág. 306. El énfasis es nuestro.
[19]Habermas, Jürgen.
O discurso filosófico da modernidade, op. cit., pág. 23.
[20]Vide por ejemplo, Hinkelammert,
Franz. Crítica a la razón utópica. San José, DEI, 1984; Sacrificios humanos y sociedad occidental:
Lucifer y la Bestia. San José, DEI, 1991.
[21]Vigil, José Maria. "El camino de liberación de las
fes del Mediterráneo", en Alternativas (Managua, Ed. Lacasiana No. 31 (enero-junio, 2006), págs.
165-178. Citado de la pág. 170.
[22]La principal obra de esa crítica es Hinkelammert, F. Crítica
de la razón utópica, op.cit.
[23]Vide, por ejemplo, Assmann, H. y Hinkelammert, F. La idolatría
del mercado. San José, DEI, 1997; Assmann, Hugo. Crítica à lógica da exclusão. São Paulo, Paulus,
1994; Hinkalemmert, F. Sacrificios humanos y sociedad occidental: Lucifer y la Bestia, op. cit.;
Sung, Jung Mo. Economía: tema ausente en la Teología de la Liberación. San José, DEI, 1994 y Sujeto
y sociedades complejas: para repensar los horizontes utópicos. San José, DEI, 2005.
[24]Gebara,
Ivone. "Hora de ficar: dificuldades das religiosas na evangelização em meio a um povo empobrecido",
en Vida Pastoral (São Paulo: Paulinas) No. 160 (set-out, 1991), pág. 4.
[25]Gebara, Ivone.
"Espiritualidade: escola ou busca cotidiana?", Vida Pastoral (São Paulo: Paulinas) No. 164 (mai-jun,
1992), pág. 9. Vide también, Gebara, Ivone. Rompendo o silêncio. Uma fenomenologia feminista do mal.
Petrópolis, Vozes, 2000.
[26]Sobre esa cuestión vide Sung, Jung Mo. Sujeto y sociedades
complejas, op. cit., cap. 3 (Sujeto como trascendentalidad al interior de la vida
real).
[27]Bilgrami, Akeel. “Interpretando una distinción”, en Bhabha, Homi & Mitchell, W. J.
T. (comps.) Edward Said: continuando la conversación. Buenos Aires-Barcelona-México D. F., Paidós,
2006, págs. 45-58. Citado de la pág. 55.
[28]Ver el concepto de "permisión" en Certeau, M. La
debilidad de creer, op.cit., págs. 215-217.
[29]Rorty, Richard & Vattimo, Gianni. El futuro
de la religión: solidaridad, caridad, ironía. Zabala, Santiago (comp.). Buenos Aires, Paidós, 2006,
pág. 75.
[30]Comblin, José. Cristãos rumo ao século XXI: nova caminhada de libertação. São Paulo,
Paulus, 1996, pág. 65.
[31]Ibid., pág. 67.
[32]Ibid., pág. 66.
[33]Gutiérrez, Gustavo.
Falar de Deus a partir do sofrimento do inocente: uma reflexão sobre o livro de Jó. Pertrópolis,
Vozes, l987, pág. 164.
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