Página 8 de 8
Notas al pie
* El presente artículo es resultado de la investigación denominada Hacia una Método de Análisis Teológico de la Realidad, llevada a cabo durante 2008 por el grupo de investigación Yfantais, de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia. El proyecto fue financiado por la Vice-Rectoría Académica de la misma Universidad.
** Docente e Investigador de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia. Director del grupo de investigación Yfantais. Miembro del Grupo Pensamiento Crítico, Costa Rica.
[1] El ATR, cuyo enfoque y fundamentos perfilaremos enseguida y a lo largo del presente texto, persigue ir más allá de un análisis social adoptado y popularizado en el contexto que describimos y que se conoció como el “método de lectura de la realidad, Ver-Juzgar-Actuar”. El mismo se asumió en la educación popular y especialmente en las Comunidades Eclesiales de Base. El “ver”, ese punto de partida obligado que pretendía recoger la praxis, se llevaba a cabo recurriendo a los análisis estructuralistas de corte marxista y, en ocasiones, describiendo además las prácticas sociales de los participantes. Luego, el “juicio” crítico pasaba por el examen de la situación a la luz de los principios teleológicos (hacia dónde debía ir la sociedad y la historia) definidos por corrientes de las ciencias sociales que igualmente se inspiraban en el marxismo; en el caso de los grupos cristianos, dicha crítica se complementaba con criterios teológicos y bíblicos desde los cuales se anunciaba y discernía el inequívoco camino hacia la liberación y hacia una nueva sociedad, signos del Reino entre nosotros. Finalmente, según las conclusiones de lo anterior, se determinaban tendencias en la dinámica social y se definían líneas de acción a tomar. En la práctica era un método alternativo a los enfoques funcional-estructuralista y positivista que predominaban en aquel entonces. Con reconsideraciones, aún sigue siendo un método al cual se recurre hoy día por parte de algunos sectores minoritarios y, supuestamente, fue seguido en la última reunión de obispos del CELAM, en Aparecida, Brasil, en el año 2007.
[2] Sin negar sus múltiples expresiones, aquí nos referimos específicamente a la teoría crítica latinoamericana con conciencia de ser artesana de un pensamiento propio que recogía tradiciones conceptuales de Europa, América Latina y del Caribe. En esta línea asumimos el pensamiento de Franz Hinkelammert, referente primordial nuestro, cuya mayoría de su abundante producción intelectual se encuentra disponible en http://pensamientocritico.info/. Hinkelammert ha venido considerando la idea de que la teoría de la dependencia debe ser retomada y repensada, teniendo en cuenta sobre todo su potencial emancipador.
[3] En palabras de Franz Hinkelammert: “Marx de ninguna manera afirma que las relaciones jurídicas son el simple reflejo de las relaciones económicas. Incluso sostiene lo contrario, es decir, que las relaciones económicas son el reflejo de las relaciones jurídicas. Pero lo dice con la palabra "wiederspiegeln", lo que significa, reflejarse en el espejo o, si se quiere «espejar»” (Hinkelammert 2008: 4).
[4] Dice Eduardo Galeano en su Ventana sobre la utopía: “Ella está en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar”. Disponible en www.patriagrande.net/.../eduardo.galeano/.../ventana.sobre.la.utopia.htm. Es otra manera de expresar lo que aquí queremos decir.
[5] 1. La escuela materialista: Walter Benjamin es un marxista, un materialista consecuente. Sus formulaciones teológicas deben considerarse como metáforas, una forma exótica que encubre verdades materialistas. Ésta es la posición ya proclamada por Brecht en su Diario.
2. La escuela teológica: Walter Benjamin es ante todo un teólogo judío, un pensador mesiánico. En él, el marxismo no es sino una terminología, un uso abusivo de conceptos como "materialismo histórico". Es el punto de vista de su amigo Gershom Scholem.
3. La escuela de la contradicción: Walter Benjamin trata de conciliar marxismo y teología judía, materialismo y mesianismo. Ahora bien, como todo el mundo sabe, esas perspectivas son incompatibles. De allí el fracaso de su intento. Así lo leen tanto J. Habermas como R. Tiedemann. (Löwy 2002: 41)
[6] A pie de página el autor cita la procedencia: W. Benjamin, Brieje, Francfort, Suhrkamp, 1966, vol. 1, p. 426
[7] Benjamin parecía muy consciente del lugar que ocupa la teología en el contexto racional moderno: actúa escondida, es pequeña y fea, cual enano giboso, pero, a su vez, es decisiva para ganar las partidas que por sí mismo no consigue el muñeco turco llamado materialismo histórico. Alegóricamente así lo describió en su primera tesis SCH: “Según se cuenta, hubo un autómata construido de manera tal, que, a cada movimiento de un jugador de ajedrez, respondía con otro, que le aseguraba el triunfo en la partida. Un muñeco vestido de turco, con la boquilla del narguile en la boca, estaba sentado ante el tablero que descansaba sobre una amplia mesa. Un sistema de espejos producía la ilusión de que todos los lados de la mesa eran transparentes. En realidad, dentro de ella había un enano jorobado que era un maestro en ajedrez y que movía la mano del muñeco mediante cordeles. En la filosofía, uno puede imaginar un equivalente de ese mecanismo; está hecho para que venza siempre el muñeco que conocemos como “materialismo histórico”. Puede competir sin más con cualquiera, siempre que ponga a su servicio a la teología, la misma que hoy, como se sabe, además de ser pequeña y fea, no debe dejarse ver por nadie”.
[8] En palabras de Hinkelammert: “Según el mito, Abraham sube con su hijo Isaac a un cerro para sacrificarlo, y así cumplir la ley. El mito deja entender que Isaac se resiste. Se convierte al asumir su propia dignidad, lo que no es compatible con la aceptación de ser sacrificado. No obstante, Abraham tiene todo el poder sobre él y lo amarra en el altar para matarlo. Pero en ese momento Abraham se convierte también. Ve el rostro de Isaac y le surge su fe: esta fe se confirma al no matarlo. La conversión es doble y complementaria. Isaac se convierte al resistirse a ser sacrificado. Abraham se convierte al reconocer a Isaac como ser humano vivo, que no vive para morir. Renuncia a ser sacrificador. Por tanto, viola la ley que prescribe el sacrificio del hijo primogénito. Convertidos los dos, pueden bajar juntos del cerro. La conversión no es posible si el dominador no se convierte también. La conversión es una relación de reconocimiento mutuo, aunque conflictivo” (Hinkelammert 2001: 145)