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Declinación del centro del mundo
Es necesario constatar que nos encontramos ante la declinación del centro del mundo: los Estados Unidos, y que esa decadencia no se corresponde con el ascenso de ningún otro centro imperialista mundial de remplazo, las otras grandes potencias (Unión Europea, Japón, Rusia, China) se encuentran todas embarcadas en el mismo buque global a la deriva. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial el capitalismo se estructuró en torno de los Estados Unidos, espacio fundamental de todos los negocios (productivos, financieros, mediáticos, etc.), su degradación desde comienzos de los años 1970 y su descenso actual expresa un mal universal, el parasitismo estadounidense no ha sido otra cosa que su manifestación específica, central, acelerada por la crisis crónica global de sobreproducción (incluidos los seudo milagros como la expansión china, el renacimiento ruso o la integración europea).

El parásito norteamericano consumía por encima de su capacidad productiva porque las economías de Europa, China, Japón, etc., necesitaban venderle sus bienes y servicios, invertir sus excedentes financieros. Se trató de una interdependencia cada vez más profunda, se la llamó “globalización” y la propaganda neoliberal la describió como una suerte de etapa superior del capitalismo, superadora positiva del sistema vigente entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la crisis de los años 1970.

Fue construida la imagen idílica de un capitalismo transnacional liberado de la tutela de los grandes estados nacionales y creciendo indefinidamente en torno de los círculos virtuosos interrelacionados de la revolución tecnológica, la expansión del consumo y de las finanzas globales, en realidad lo que se impuso fue un capitalismo global completamente hegemonizado por los negocios financieros y articulado en torno de un gran centro imperialista con claros síntomas de decadencia, acumulando deudas públicas y privadas, externas e internas, cada vez más dependiente de sus periferias desarrolladas y subdesarrolladas.
 

 

Sería un grueso error señalar al fenómeno parasitario como a un hecho específico, exclusivo de la sociedad norteamericana, deberíamos entenderlo como un proceso mundial. La financierización, la proliferación de redes mafiosas y negocios gangsteriles (como el tráfico de drogas, la prostitución, los saqueos de empresas públicas periféricas, etc.) atraviesa a todas las elites capitalistas de los países centrales y produjo una rápida reconversión-degradación de numerosas burguesías del llamado mundo subdesarrollado transformadas en auténticas lumpen-burguesías periféricas.

Podría decirse que el caso chino es la excepción pero no es así, China es una gran exportadora industrial pero acumula fabulosos excedentes financieros, cumple un rol muy importante en los negocios especulativos mundiales, sus elites dirigentes son altamente corruptas y en última instancia su industrialización es completamente funcional a la reproducción del capitalismo finanancierizado global, especialmente del desarrollo mas reciente de la economía norteamericana suministrandole mercancías baratas y acumulando a cambio dólares, bonos del tesoro y otros papeles. De ese modo la elite china participa activamente en la fiesta parasitaria global, forma parte del restringido club de los ricos del mundo (su base social de obreros y campesinos forma parte de la masa proletaria universal de pobres, oprimidos y explotados).

Por otra parte la realidad de la crisis desmiente las fantasías de los “desacoples” nacionales o regionales respecto del hundimiento de los Estados Unidos, muestra por el contrario la desesperación de las otras grandes potencias ante la declinación de su espacio central de negocios. Lo que estamos presenciando no es el remplazo de la unipolaridad por alguna forma de multipolaridad eficaz, por un reparto completo del mundo entre potencias centrales, sino su desplazamiento paulatino por un proceso de despolarización donde se van abriendo múltiples espacios en los que los controles imperialistas (norteamericanos, europeos u otros) se están aflojando, es decir donde la articulación capitalista del mundo se debilita al ritmo de la crisis. Y los antecedentes históricos (sobre todo si pensamos en lo que ocurrió a partir de la Primera Guerra Mundial) señalan que si eso ocurre, si la jerarquia mundial del capitalismo (económica, política, cultural, militar) entra en crisis entonces irrumpen las condiciones objetivas y subjetivas para las rebeliones de las víctimas del sistema.

No se trata de un proceso ordenado, incluye tentativas de redespliegue imperialista, de reconversión estratégica de los mecanismos de dominación (como el actualmente en curso en los Estados Unidos bajo la presidencia de Barak Obama), de aprovechamientos por parte de otras grandes potencias que tratan de apropiarse de espacios donde el poder imperial norteamericano se ha debilitado, de autonomizaciones periféricas a veces exitosas y otras muy embrolladas y condenadas al fracaso. Cuando ciertos gurúes occidentales muestran su preocupación ante el posible desarrollo de lo que califican como despolarización caótica (4) están expresando un gran miedo universal, consciente o inconsciente, frente a la perspectiva de la reaparición del odiado fantasma anticapitalista, varias veces declarado muerto y exorcizado, pero siempre amenazante.
 

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