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Colores y formas se unen

La fotografía y el cine existen gracias a las tecnologías que reconocen el efecto reflexivo de la luz perfeccionado mediante los aditivos del color y el movimiento. Su desarrollo exponencial es tan sólo parte del uso científico que el arte de manera contingente le da a sus propias formas de creación.

La pintura, la escultura y el grabado, por citar sólo algunos ejemplos, se mantienen en un espectro más tradicional de creación sin que esto implique su estancamiento. La innovación en los procesos de elaboración están en constante cambio debido a que existe una tensión entre el contenido y la forma la cual atrae y renueva formas de expresividad palpable en sus montajes y combinaciones estéticas.

Lo que en él hay de específicamente artístico procede de algo distinto: de este algo hay que inferir su contenido: y sólo este presupuesto satisfaría las exigencias de una estética dialéctico-materialista. (Adorno, 1969)

Un ejemplo. El fauvismo a principios del siglo pasado mostraba cierta rebeldía en sus formas dando prioridad al color, el mismo efecto de la luz sobre la forma contempla fundamentalmente una innovación espacial y temporal de las imágenes y su entorno. Una visión simple y acrítica del fauvismo sería contraía a las posibilidades interpretativas que el arte ofrece a la estética general. Ese trazo “impulsivo” que paradójicamente no podría serlo abre la ventana a un siglo donde la inteligibilidad científica obstaculiza una “verdadera” interpretación del arte y sus lenguajes.

El pintor “fauve” conoce la lógica fragmentaria de la luz y su disolución visual binocular con respecto al material; el lugar donde se encuentra el objeto y su incidencia con el tiempo permite abordar un lenguaje plástico que necesita manejar con gran dinamismo el color, sus combinaciones y grados de reflexión.

La lógica fauvista es contaría al impresionista que diluye una pared con el cielo, fusionando los ventanales de la catedral de Rouen y las vigas de la estación de Saint-Lazare con el infinito paisaje, pero ambos reconocen, al mismo tiempo, un mundo alternativo donde no se agotan las dimensiones de la vida y de la muerte, de la inmensidad y de lo infinitivamente pequeño. El color danza sobre el cuerpo y desmantela el materialismo histórico de la percepción conservando su crítica sobre la vida, su contingencia e incertidumbre.

En el caso de América Latina, esa inteligibilidad de la razón transportada por las infinitas posibilidades del lenguaje encuentra un punto azaroso en medio de tanta diversidad. Armando Reverón es el ejemplo ideal para presentar la participación del individuo en su mundo cultural, su mundo histórico y con ello mostrar lo que se quiere como lo que no se quiere, en una disociación material del mundo, la arbitrariedad y la historia. Su lógica lo lleva a encontrar el blanco sobre blanco, donde color y forma se unen gracias al espacio-tiempo, a la percepción y a la reflexión sin límites inductivos.

Blanco sobre blanco es una obra que es reconocida bajo la tendencia vanguardista suprematista donde Malévich, su creador, centra su atención en formas geométricas básicas en una reducción de elementos pictóricos que contradictoriamente abarcan todas las formas posibles. Un sistema completo de construcción donde el “orden” universal esta determinado por una rigidez conceptual que desea llegar a la totalidad por medio de una estructura de pensamiento lineal.

El blanco se ha convertido en la metáfora del discurso político que sustenta la falsa promesa del progreso a través del orden mundial. Orden y progreso es la base de la teoría social clásica en la cual Comte expone su física social –positivismo- por medio de la aplicación del método científico. Es la intencionalidad y deber del arte explicar los complejos procesos sociales por medio de una epistemología que se adhiere a una hermenéutica histórica fundada en el lenguaje.

Tanto Malévich como Reverón en espacios culturales distintos y en un mismo tiempo interpretan, anuncian y esclarecen la contingencia universal de la diversidad del sujeto sin tener que apropiarse sacramente del método científico. Se lo apropian, entienden y analizan los aportes teóricos de la física, la matemática, la sociología, pero al mismo tiempo evocan un pensamiento crítico sobre el mundo, sobre sus formas e interpretaciones de mirar esas formas que a la postre son imágenes que establecen un imaginario social instituyente.

Estás proposiciones no tienen por endereza productiva un fin, su validez y permanencia radica en la perpetuidad de la interpretación y en el aporte para generar y ser análisis crítico de una racionalidad instrumental.

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