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“Fin” y “finitud” del arte.

El filósofo alemán Hegel en su texto “Lecciones de estética” de los años 1832-1845, sugiere la pregunta ¿debe tratarse el arte como una ciencia?, a lo cual él filósofo remite varias consideraciones importantes de acotar. La primera, es dejar el arte como instrumento decorativo y por lo tanto como espacio de distracción debido a que su creación no puede ser libre, atada a un juego servil de intereses. En cambio, la segunda consideración es sobre el arte libre, alejado de determinaciones causales que procuran para Hegel una tarea suprema (Hegel, 1989:14) siendo el legado histórico uno de los contenidos más ricos de las instituciones y representaciones internas de los pueblos.

Ante estas consideraciones o premisas genealógicas, la libertad del pensamiento con sensibilidad y expresividad connotativa del mundo deben tratar científicamente el arte como fuente de narraciones necesarias para reordenar la historia del pensamiento junto a sus tensiones y/o desgarramientos de la misma producción científica.

La estética hegeliana del contenido ha reconocido ese momento inmanente del arte que es su ser otro y ha sobrepujado a la estética formal, que  aparentemente opera con un concepto más puro del arte (Adorno, 1969)

Igualmente, la consideración histórica, primordial para el desenvolvimiento y desarrollo del artista, requiere de una comprensión “general” para el esclarecimiento a posteriori de la obra.

Por lo tanto, vale la pena introducir el tercer punto de vista hegeliano ante la obra de arte y es su finalidad, no en el sentido de finitud, sino como intención, así, la imitación de la naturaleza como aspecto formal entrelazado como destreza plástica induce a que el contenido del arte es “llevar a nuestro sentido, a nuestra sensación y nuestro entusiasmo todo lo que tiene cabida en el espíritu” (Hegel, 1989:46) a lo que el arte quedará a disposición de ofrecer una referencialidad de los fenómenos sociales, capaz de comprender la miseria y el delirio, de establecer un poder que contenga la vida en una externalidad formal, por lo que se concluye que el fin hegeliano del arte es instruir.

En cierto sentido, hemos descrito como desde las palabras y los colores se atraen las formas y los espacios y si bien el arte es por creación –proceso creativo- reaccionaria, bajo ninguna circunstancia es caótico pero si contingente y complejo.

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