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Narrativas del desarrollo: gnoseología y cartografía.

Como vástagos de la matriz epistémica del binomio modernidad/colonialidad emergen los conceptos de crecimiento, progreso, ineludiblemente relacionados con la dinámica expansionista de los imperios de otrora, pero estás nociones presentes en la incipiente ciencia moderna de orden positivista, son los arquetipos conceptuales de lo que en occidente se nominará como desarrollo, el crecimiento da cuenta no sólo de las pretensiones cuantificadoras, o de la compulsiva necesidad de sucesión presente en la historiografía de aquella época, sino que a su vez convierte en una suerte de “constante ontológica[21]” de un ser condenado a crecer, pues esta es su ineludible dinámica, y por otro lado, el progreso remite a una construcción de un futuro siempre “por-venir”, una promesa post-puesta y únicamente ubicable en temporalidades futuras en el caso América Latina y de otras regiones ubicadas en el mal llamado “tercer mundo”[22].

Vale la pena considerar la tesis que quizás no exista “el tercer mundo” y en su defecto exista el “mundo de los terceros”, los otros ausentes, sobre quienes se toman decisiones, no importa si consienten o no, pues son una entidad entre la periferia y la carencia que da sentido al status quo, su identidad se domicilia en los márgenes del desarrollo y a partir de ello este discurso explica su marginalidad. Tampoco tiene caso que el mundo de los terceros este conformado por dos terceras partes de la humanidad o que partir de este se puedan derivar universos disyuntivos que den origen a otros mundos, terceros mundos.

La lateralidad del tercer mundo instituye el espacio para pensar las narrativas del desarrollo del ajuste estructural, pues la episteme del binomio crecimiento/progreso, y el subsiguiente parto del desarrollo –y sus (per)versiones: subdesarrollo, maldesarrollo, sindesarrollo- requería coordenadas, una cartografía de un imaginado en esferas escindidas, pero que a la vez fuese espacio donde pudiesen encontrarse o bifurcarse el discurso desarrollista que luego los designará como eufemísticos “países en vías de desarrollo”.

 “En vías de desarrollo” condenados a abordar indefectiblemente los últimos trenes de la modernidad[23], a asumir aquello que se entiende por desarrollo como el fin de la historia, la finalidad del devenir, en las dos últimas décadas del siglo XX la travesía es en el vagón de las narrativas del desarrollo del ajuste estructural, en estas confluyen con el discurso del “fin de la historia”[24] que ve el cenit de la historia en el triunfo de la democracia liberal y el capitalismo de mercado, lo cual está implícito en las programas de ajuste estructural durante la década de los ochentas en la cual ya resultaba previsible la constitución de la unipolaridad del pensamiento, que luego sería patente tras caída la cortina de hierro, el principio del fin del socialismo -comunismo- de Estado en Europa del Este, y que era referente de otras utopías y mitologías sobre el desarrollo.

Este decenio marcado por la confrontación y binarismo es el escenario de los ajuste estructural de primera generación. El discurso del “fin de la historia” destila unidireccionalidad en tanto plantea como únicas alternativas[25] la democracia liberal y el capitalismo de mercado, estos últimos puntos serían axiomas de la agenda[26] de desarrollo prevista en el Consenso de Washington y de los PAES de segunda generación[27], influidos por este.

Neoliberalismo, Consenso de Washington y Ajuste Estructural serán pues, los tres discursos instituyentes de la narrativa del desarrollo, los tres comparten el mítico supuesto de la ciencia moderna de la aproximación asintótica infinita[28], que exige que la realidad se aproxime a idealizaciones que nunca se pueden alcanzar de manera efectiva. En este caso la premisa de alcanzar el crecimiento económico como estadio ideal del desarrollo, dicha presunción parte de lo óptico, pero la acotación corresponde a la dimensión de la episteme y el método, pues la mathesis presente en el pensamiento occidental y la ciencia moderna como criterio de medida y orden cambia, pero se mantiene constante no sólo en los axiomas matemáticos que sustentan la ciencias económicas en el caso del monetarismo y de las operaciones para estimar indicadores de desarrollo, sino que a su vez en la misma empiría que lo traduce por ejemplo en nociones como “mecanismos de funcionamiento perfecto” o bien el “equilibrio general” en la teoría neoclásica que es substrato –o cieno según se prefiera- para estos discursos.

Por ello se ha considerar que en primera instancia toda idealización producida como aproximación asintótica infinita es estática, y segundo la idealización opera en un ámbito donde tiempo y espacio se abstraen en tanto racionalizaciones, estimaciones y especulaciones. Lo cual en concreto plantea la tensión de adecuar la realidad en consecuencia con un modelo que no cuestiona la mitología que lo instituye, ni las metáforas de las que sirve en tanto discurso[29].

Mismo que tiene poder en tanto es apropiado por actores que lo asumen como entidad articuladora de sentidos instituidos, que a su vez remiten a los lugares desde donde son dichos estos discursos y las relaciones de poder propias de estos espacios que se plantean a sí mismas como precisas, objetivas y presuntamente neutrales políticamente.

Por ello es pertinente anotar que en los discursos instituyentes de la narrativa del desarrollo hay dos formas de (re)negación del acontecimiento político, la primera relacionada con la concepción pospolítica la cual “involucra el modelo de la negociación comercial y la transacción estratégica.” (Žižek, 2001:206) que (mal) entenderá la transmutación de los elementos de la política -como lo pueden ser el comercio y la estrategia- por la translocación de lo político en transacción.

La segunda forma de la mencionada (re)negación reside en la concepción biopolítica que “designa como su objetivo principal la regulación de la seguridad y el bienestar de las vidas humanas (…) Esto implica que con la administración especializada, despolitizada y socialmente objetiva, y con la coordinación de los intereses como nivel cero de la política, el único modo de introducir la pasión en este campo, de movilizar activamente a la gente, es haciendo uso del miedo, constituyente básico de la subjetividad actual” (Žižek, 2008:55-56), la biopolítica es una política del miedo, por ello podría resultar comprensible la exaltación del miedo con respecto a las derivas en la aprobación de la Reforma Fiscal y del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, ambos fragmentos de la narrativa del desarrollo del ajuste, discernibles en los datos e informes de los estudios de opinión citados en el apartado de metodología de este documento.

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